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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Gabriela Toro Aguilar

Balance (parcial) del festival Equis

Fotograma de Tiempo de mujeres (documental, 1987, Ecuador), de Mónica Vázquez.

¿Sobre qué hacer crítica cuando se ve un festival?, si la crítica es tal (o sea, se atiene a su campo, al complejo ejercicio de pensar el cine entre los marcos sociales de su producción y las propuestas estéticas-políticas de su creación, y jugar en ese vaivén) entonces tiene que responder a varios criterios cinematográficos. Pero el cine, los festivales y las películas (documentales o de ficción), también sus modos de producción, pertenecen a su tiempo, sea que sus diálogos estén en registros autobiográficos, históricos, experimentales o a contrapelo de las tendencias (que es lo mejor). No hay duda de que el tiempo está en las imágenes, en su sentido más profundo —el de conmover, cargar consigo algo de lo que fue y crear fisuras en el presente—. Esta vez, tras la quinta edición de Equis – Festival de Cine Feminista de Ecuador, con apenas cuatro funciones visionadas de mi parte y una de Daría #LaMaracx, la crítica es parcial. En parte, por la dificultad de sostener económicamente una cobertura —en un ambiente general de precarización de la vida— y, por otra, por los pocos estrenos nacionales (de más de veinte minutos) que ofreció el festival.

Sin duda, fueron doce cortometrajes muy variados en sus propuestas temáticas y, en gran parte, sus directorxs vienen de una generación muy joven. El cortometraje como formato implica un riesgo: la densidad de un tema, una premisa o una pregunta se debe disponer en poco tiempo, de modo que las decisiones estéticas y técnicas se correspondan a esa visión; pero también el corto es la posibilidad de hacer algo cuando los recursos son limitados. En la historia del cine latinoamericano abundan ejemplos de ello. Tal vez por ciertas limitaciones la producción nacional mostrada en Equis fue en su totalidad cortometrajes o mediometrajes. A la hipótesis podríamos sumar que las producciones de mayor metraje, sus directorxs, todavía no encuentran financiamiento para un proyecto de largo aliento, quizá las temáticas feministas no están en su radar o prefieren otros circuitos de exhibición nacional. Lo cierto es que muchas producciones ecuatorianas —de toda calidad— encuentran en el cortometraje un asidero y, desde la primera edición de Equis, se ha sostenido la exhibición de obras nacionales.

Una de las funciones que más respondió al “ojo del tiempo” (llamemos así a la búsqueda de imágenes que crean fisuras) fue “Miradas al cine feminista latinoamericano de los 80”. Dos mediometrajes ecuatorianos (A voz en cuello, 1990, de Helena Corral y Tiempo de mujeres, 1987, de Mónica Vázquez) y uno mexicano (Cosas de mujeres, 1978, de Rosa Martha Fernández) mostraron las preocupaciones de millones de mujeres de la época: la violencia intrafamiliar; la violencia patrimonial; la migración; la restricción a la autonomía del cuerpo —en especial la clandestinidad y criminalización del aborto—; la falta de acceso a trabajos con condiciones dignas y la abismal brecha salarial de esos años. Llamó la atención porque, después de más de treinta años, persisten esos contextos que orillan a mujeres, adolescentes y niñas (cis y trans) a situaciones de extrema precariedad. Además, en la época eran muy pocas las directoras con esa visión crítica; fue valioso conocer, de primera mano —en un cine foro del festival—, a las directoras ecuatorianas, sus visiones, sus aportes a esta genealogía crítica y las limitaciones que enfrentaron. Fue importante observar el tratamiento a los testimonios (como velar o no velar rostros) y la trascendencia del papel pedagógico sobre temas tabú; es el caso del aborto y la violencia patrimonial y laboral. Los mediometrajes documentales ecuatorianos son parte del archivo audiovisual de la Cinemateca Nacional del Ecuador y están disponibles para todo el público.

La presencia internacional tuvo un buen espacio, también con propuestas variadas (maternidad, trabajo sexual, artistas olvidadas, medio ambiente y género, ciencia, entre otras), y excelentes representaciones. La función de cierre fue un botón de eso: El eco, de Tatiana Huezo. La directora salvadoreña, residente en México, quien ya tiene toda una poética consolidada reconocible en cada escena, presenta en su nuevo documental la vida de una pequeña comunidad del estado de Puebla, en el centro de México. Su nueva obra ganó la mejor dirección de la sección Encuentros y ganó el premio al mejor documental de la edición 73 del Festival de Cine de Berlín de 2023.

Fotograma de El eco (documental, 2023, México-Alemania), de Tatiana Huezo.

Con sutileza, El eco retrata el día a día de niñas, niños y mujeres, que transcurre entre la milpa (el equivalente ecuatoriano es la chacra), otros cultivos, las ovejas y los caballos; el espacio rural, su paisaje serrano y sus sonidos, tienen un rol protagónico. Pero no solo se trata de ver la vida de una comunidad campesina y las duras condiciones del trabajo de la tierra —algo bastante logrado—, sino que en el paso del tiempo también conocemos las posiciones que sus protagonistas adolescentes y niñas toman ante los sucesos de sus vidas familiares (el trabajo doméstico y de cuidados, la sexualidad o la educación). El sonido, la luz y el movimiento acompañan las transformaciones de esa comunidad y sus habitantes, sobre todo las de las mujeres. La aparente quietud y calma de las tomas solo es el primer rostro de una realidad que se cultiva ante las urgencias de sus protagonistas.

La quinta edición del festival le tomó el pulso al presente social (en las temáticas y con la presencia de directorxs de la diversidad sexual), a sus inquietudes, sus logros y lo que todavía está en deuda (la justicia y la memoria). Esperamos que en próximas ediciones, y también en otros circuitos de exhibición (muestras, cineclubs y otros festivales), haya mucha más producción nacional y que sus propuestas estéticas (en el caso del documental) beban de herramientas y archivos disponibles, en los distintos acervos públicos y privados, para enriquecer sus investigaciones.

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Autoras

Gabriela Toro Aguilar

Apasionada de la locura de la vida. Antes que nada prefiere observar, escuchar y leer. Periodista, correctora de texto y estilo y encuadernadora artesanal. Actualmente es becaria de la maestría en literatura hispanoamericana de El Colegio de San Luis (México).