Despenalización de la homosexualidad en Ecuador
El 27 de noviembre del 2021 se cumplen 24 años de la despenalización de la homosexualidad en #Ecuador.
En este especial por los veinte años, estrenado el 2017, compartimos testimonios de cómo se vivió antes y después de la despenalización.
Por el #AbortoLibre #28S
Este 28 de septiembre, Día de Acción Global por el Acceso a un aborto seguro, liberamos un par de fondos de pantalla para tu celular con un mensaje claro y contundente:
¡Hacemos Periodismo Feminista por el Aborto Libre en Ecuador! 💚
Lettering: Sara del Bosque
Diseño: Daría #LaMaracx
¡Que se vayan ellos!
Apuntes para no aplaudir a Bad Bunny
Me rehúso a glorificar las acciones “progresistas” de los hombres jóvenes y ricos que forman parte de la hegemonía, aunque se travistan, se pinten de colores y se muestren como héroes de la nación. Aquí empieza una queja en tres actos.
¡Con esta desvergonzada, no!
Alexa una existencia travestí, una cínica que vivía en las calles puertorriqueñas, allí donde somos disciplinadas, una y otra vez, para regresar al gineceo, al hogar. Un domingo del año 2020 —como muchos otros días— esta caballota decidió invadir las instalaciones de un miserable restaurante McDonalds, para ocupar el servicio higiénico. Al parecer, la “buena conciencia” de quienes comían se asustó al verla entrar en el caduco baño separado por sexos: hombre y mujer, y denunciaron su presencia frente a la figura policial de la franquicia de mierda imperialista, digo… frente al guardia de seguridad del local de comida rápida que sin mayor aspaviento la sacó. Al día siguiente, lunes 24 de febrero, un medio local viralizó un morboso video donde se escuchan las voces de varios hombres burlándose y agrediendo a Alexa, también conocida como Neulisa Leuciano Ruiz. Al final de la grabación se escuchan disparos.
Esta diva virtual fue asesinada esa madrugada en la ciudad de Toa Baja, al norte de la isla de Puerto Rico, en las afueras de San Juan, su capital. Cuando la policía redactó el informe forense, se refirió a Alexa como “un hombre con falda”. Cuatro días después, el 28 de febrero, el rapero puertoriqueño Bad Bunny presentó su sencillo “Ignorantes” junto a Sech, en el popular programa estadounidense de entrevistas: The Tonight Show. Benito vistió una falda negra, una chaqueta de color rosa y una camiseta blanca con el mensaje: “Mataron a Alexa, no a un hombre con falda”.
Así conocí a Alexa, a través de una serigrafía fría colocada sobre el pecho de un hombre, no de cualquier hombre, un joven millonario, un hombre que es parte de la hegemonía pero con brillitos. No me obliguen a aplaudirlo, quiero llorar a Alexa, asesinada a sus 28 años de edad, oriunda de “Tierra de Gigantes” sobrenombre con el se conoce al municipio Carolina ubicado en el área metropolitana de San Juan. Quiero recordar a esta perra con la que sí tengo cosas en común.
Un pasito pa’ trás
Habían transcurrido doce días desde la declaración de la emergencia sanitaria y confinamiento obligatorio por la pandemia en Ecuador, cuando en horas de la noche del 27 de marzo de 2020, nos llegó, a mi compañera de departamento y a mí, el enlace de una nueva canción de Benito. Se estrenaba por lo alto el videoclip de “Yo perreo sola”. En su primera aparición se ve al conejito malo envuelto en cuero rojo desde la punta de los pies hasta los hombros, este personaje se va travistiendo con siliconas y un ajustado vestido de flores hasta llegar a perrear con su alter ego (masculino) en un escenario donde se leían las frases “Ni una menos” y “Las mujeres mandan” en letreros de luz neón.
No sabía qué pensar, ni qué decir. Pero si algo tenía claro es que Bad Bunny no sería mi nuevo ícono aliado trans de la temporada, renegaba de tan solo imaginarlo.
Un mes después del estreno de la canción tomé contacto con Kendra Mart, la mujer trans que dirigió la coreografía del videoclip y Lula Arreola, diseñadora trans mexicana, cuyas prendas vistió el boricua. Esta última contestó a mi pedido de una entrevista pero el contacto se interrumpió porque ni ella ni yo podíamos obviar las escalofriantes cifras de muertes causadas por la Covid-19 que cada día se anunciaban. En un mundo que no quería ver el horror necro político al que nos sometieron, existen prioridades.
El hecho de que dos mujeres trans poquísimo conocidas en el circuito de la cultura de masas hayan sido remuneradas por su trabajo para la industria musical era un acto mínimo, un acto propio —y necesario— en el capitalismo. Lo recalco con todas sus letras: que le paguen a las travestís por trabajar es un acto mínimo y propio del capitalismo. Por ahí me han dicho que la representación es siempre un fin sagrado para las “minorías”. Cabe recordar que de la representación nosotras no comemos.Pero algo más me taladraba la cola: ¿quién o qué estaba detrás de la letra de esa canción, de esa producción, de esas frases “feministas” en el video clip? Argumentos misóginos y posturas condescendientes con las personas trans reinaron los debates. Sin embargo, meses después de “Yo perreo sola” algo sacudió el tablero. Las organizaciones de mujeres, feministas y familiares de víctimas de feminicidio en Puerto Rico levantaban un grito estruendoso: en 2020, se registraron 60 feminicidios y transfeminicidios en una población de poco más de 3 millones de habitantes.
Cansadas de la complicidad estatal, madres, hijas, hermanas y amigas se organizaron desde 2018 para exigir un plan de acción contra la violencia machista en la isla, misma que se exacerbó tras la devastación causada por el huracán María en 2017. Luego, la crisis económica y el confinamiento por la pandemia de Covid-19 obligó a las activistas feministas a levantar banderas rojas en todo el país, comenzaron a llevar conteos independientes de denuncias por desapariciones forzadas, feminicidios y transfeminicidios.
En octubre de 2020, siete meses después del estreno del videoclip de “Yo perreo sola”, tras un millón de críticas buenas y comentarios malos, Ivy Queen sorprendió en los escenarios de los premios Billboard 2020 interpretando una versión adaptada de la exitosa canción. La noche del 14 de octubre, la potra no llegaría sola, pues en media presentación saltó a escena esa voz que había pasado desapercibida en los debates de redes sociales sobre la canción, la de la cantante puertorriqueña Génesis Ríos, conocida como Nessi (22 años de edad).
Inmediatamente después estuvo disponible la versión adaptada de la melodía, donde La Queen y Nessi son las voces protagonistas y Benito Martínez pasa a ser el corista. Un adorno, nada más.
¿Qué puñeta tú miraba’? (Tú me miraba’)
¿Tú no ves que te picheo? (Loco, ya)
Papi, yo soy una atrevida (Atrevida)
Pero contigo yo no quiero (No)
Yo hago lo que me dé le gana
A los pendejo’ como tú le’ saco el de’o (Nah; Jajaja)
Te dije que yo no quería (Ey)
Y ahora quiero meno’ (‘Tás loco, ‘tás loco)
Coro de Nessi en Yo Perreo Sola remix
¡Puerto Rico está bien cabrón! Pero con apagón
Nunca escucho álbumes completos de los artistas de temporada. Es el temor al compromiso, diría la psicología de instagram. Me aterra comprometerme durante 1 hora o más con la producción musical de alguien, me pasa con las películas y con los libros. Soy una lectora fragmentaria. Por ello, cuando youtube me notificó el estreno del nuevo videoclip de Bad Bunny y vi la exagerada duración (23 minutos), algo no me cuadró. Puse play y tras el primer minuto de “El apagón”, una explosión se veía, una voz ingresaba y de aquí para adelante me quedé clavada.
Esa voz es la de Bianca Graulau, periodista puertorriqueña independiente, cuyo reportaje “Aquí vive gente» invade el videoclip del conejito malo. Inmediatamente me llama la atención a quiénes entrevistó Bianca, a qué mujeres puso en primera línea para narrar la nueva invasión colonial que siembra el despojo en la isla del encanto.
Maricusa Hernández, es una mujer de 68 años de edad, originaria de República Dominicana y residente en Puerto Rico desde la década de los años noventa. Hoy, ha sido desalojada del apartamento que alquilaba en el barrio de Santurce, en San Juan. Ella pagaba 600 USD mensuales por el alquiler del apartamento donde vivía, pero su nuevo propietario le informó que ahora cobrará 2 500 USD. Un monto exorbitante cuando el ingreso medio de un hogar en la isla es de 1 750 USD al mes.
Laura Mía González es otra de las cientos de personas desalojadas de sus viviendas. En 2019 le llegó la notificación de desahucio. Ella pagaba por el alquiler 300 USD al mes, hoy el Edificio La Ferretería alquila su apartamento en 150 USD la noche. Un negocio redondo, donde los nuevos colonizadores han sido atraídos desde los Estados Unidos por la promulgación de una ley que permite a los extranjeros no pagar ciertos impuestos cuando se mudan a la isla.
En julio de 2021, la senadora María de Lourdes Santiago Negrón dijo que: “la Ley Para Incentivar el Traslado de Individuos Inversionistas a Puerto Rico”, conocida como la Ley 22 de 2012 —y que ahora es parte de la ley 60—, crea un “Apartheid contributivo”, en la medida en que “permite que millonarios se asienten en la Isla a costa de la clase trabajadora, por lo que debe ser derogada”. Es decir, que quien migre desde los Estados Unidos e invierta su dinero en acciones de la bolsa de valores, criptomonedas y bienes raíces, no tiene que pagar nada de impuestos. Actividades económicas que —como diría la escritora Leonor Silvestri— son de gente con yate, de millonarios.
Y cabe señalar algo, Bad Bunny forma parte de esa élite económica, aunque hoy se muestre nacionalista, progresista, con la uñas pintaditas y alguna vez lleve falda negra. Con tan sólo 28 años, de acuerdo al sitio web Celebrity Net Worth, el patrimonio neto de Benito Antonio Martínez Ocasio, Bad Bunny es de 18 millones USD. Una fortuna que va en ascenso.
Por ello cuando leo en twitter vítores a favor de Bad Bunny como el creador del “perreodismo” o su “destacado papel” junto a Ricky Martin en las movilizaciones de rechazo al gobernador de la isla, Ricardo Rosselló, en 2019 me pregunto: ¿por qué insistimos en asignarle una esencia revolucionaria a los actos propios de la hegemonía, propios del capitalismo colonial, propios de los hombres, de los machos, de los varones, de los patriarcas, de los amos?
Son las mujeres, las y los trabajadores y habitantes de barrios populares quienes limpian las casas de los ricos, las que sandunguean con o sin conejo, son ellas las que se han levantando una y otra vez, con sus puños firmes para regresarle el golpe a la maquinaria capitalista a costa de sus vidas y la de las suyas.
¿A dónde fueron las regalías de las canciones “feministas” interpretadas por el rapero? me preguntaba una amiga mientras leía esta queja que proviene de una travestí resentida.
Finalizo recogiendo las palabras de Benito sobre el estreno del videoclip El Apagón: “Espero que la gente en PR pueda ver mi video antes que se vaya la luz». No es tu video, querido. Tú lo financiaste porque —como diría nuevamente Leonor Silvestri— no eres más que un empleado bien pagado en el capitalismo, en el circuito industrial de la música dominante.
Espero que la gente en Puerto Rico pueda liberarse de la Unión Americana, pueda arrancarse del pecho la privatización de su electricidad —hoy en manos de la empresa Luma Energy— y en el camino no deberle nada a un cabrón, agente de la hegemonía. Espero que nosotras tampoco le debamos nada, ni la atención para cancelarlo ni las ovaciones de instagram.
Esta lucha por la dignidad es de las de abajo y cuando ellas se mueven, los de arriba se caen.
Música Marika
Una playlist de La Sudada Jungla Urbana.
Las marikas seguiremos defendiéndonos en las pistas de baile, en las camas y en las calles. Como lo hicimos en los Disturbios de la cafetería Compton’s en 1966. Como lo hicimos en la despenalización de la homosexualidad en 1997 en Ecuador. ¡Siempre con música!
Orgullosamente seguimos en Paro.
Compartimos esta lista de reproducción que preparó Sofía Córdova Vega de la La Sudada Jungla Urbana para La Periódica.
Consentimiento
Aquí nuestro tercer episodio de #LaFeministaPregunta.
Lo cortés no quita lo violento
Michel Foucault abusando sexualmente de niños menores de 15 años en un cementerio de Túnez, Fernando Moncayo cometiendo delitos de violencia psicológica y sexual contra mujeres ecuatorianas y de otras latitudes, en Quito, y Andrew Cuomo acosando a decenas de mujeres en los Estados Unidos; son episodios de la historia patriarcal de occidente acaecida entre los siglos XX y XXI, que atraviesan la academia, las artes escénicas y la política; respectivamente. Lo que estos tres depredadores sexuales tienen en común no es otra cosa que el Pacto Patriarcal, sobre cuyos alcances ofrezco a continuación algunas reflexiones.
El poder blanco
En los años 60, las manos de niños tunecinos pauperizados recogían el dinero que “el Tío Lucas” (Foucault) echaba al piso, mientras a viva voz los citaba para que luego de las diez de la noche lo esperaran en el camposanto; sobre cuyas lápidas saciaba su voraz apetito pederasta. Entrado ya el siglo XX, en 2011, Fernando Moncayo (fundador de la Corporación Cultural La Rana Sabia) fue escalando su acoso sexual hacia Bernarda Robles Morocho —con quien entonces sostenía una relación laboral— hasta que una noche aciaga del 2012 irrumpió en su habitación y la violó. El 10 de agosto del año en curso el exgobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, dimitió de su cargo tras las acusaciones de conductas lascivas realizadas por 11 mujeres en su contra.
Y es que el poder blanco —entendido en toda su dimensión machista— ha estado y sigue estando tan naturalizado, que su imposición sobre las vidas y los cuerpos de las mujeres es todavía la plataforma fundacional sobra la que se yergue el Pacto Patriarcal: en el caso de Foucault —ese niño mimado de la academia francesa— llegó en 1977 al punto de solicitar que la cero vigilancia y el nulo control que proponía en sus ensayos, se extendiese hasta alcanzar la legalización de la pedofilia. En lo que se refiere a Moncayo, su ardid fue siempre el de procurar la cercanía física de mujeres muy jóvenes, a través de estrategias de apadrinamiento, prestación de servicios o intercambio de saberes; que sucedían en un territorio donde él funge —hasta la fecha— como dueño y señor del espacio de vivienda y del teatrino, donde se han llevado a cabo las funciones de títeres por décadas. Cuomo no se queda corto. En su favor declara en ruedas de prensa que no tenía idea de que lo que hacía era inapropiado. Es decir, entre estas prácticas impresentables y la de los conquistadores españoles tomando como trofeos las vidas y los cuerpos de las mujeres aborígenes, subyace una idéntica relación de poder.
¿Todo es relativo?
“Hay que entenderlo en su contexto y en su tiempo”, “A viejitos verdes como Maradona y Jeffrey Epstein hay que leerlos desde la perspectiva del Marqués de Sade”, “Separemos la obra del artista”, “La historia del mundo no se puede leer como algo de buenos y malos porque pierdes los matices”. Estos son entre muchos más los argumentos que se leen o se escuchan cuando de relativizar los delitos sexuales de un amigo, pariente, colega o famoso admirado se trata; y son proferidos por gente que articula aguerridamente sobre la lucha de clases, dicta talleres de nuevas masculinidades, hace política pública en temas sociales; entre otras actividades propias de quienes persiguen ser favorecidxs por becas de ONGs con nombres de iconos del feminismo; y desde la autoproclamación como aliadxs de la lucha de las mujeres cuando no abiertamente “feministas”. Gouche divine criolla que lo mismo pondera a Foucault como su gurú teórico, como llora la muerte de Maradona porque “El Pelusa vino de abajo y es pueblo”, que presume dentro de sus films favoritos a “El discreto encanto de la burguesía” (Luis Buñuel, 1972); pero que no tiene el menor empacho de seguir cantando en las guitarreadas: “…Y sus hombres son bravos/sí señor/y muy celosos”. Esa fauna pseudoinformada a través de Google, que lo primero que dice ante un caso de violencia sexual perpetrada por un hombre con amplia y visible trayectoria laboral es lo siguiente: “¿Pero sí será verdad?, porque yo vi una película sobre denuncias falsas”. Y es así como las teorías que predican que todo es una construcción social, relativizan las voces ya de por sí calladas de las víctimas. ¿Hemos visto alguna vez a un académico de la Flacso —experto en fútbol— haciendo una investigación de campo que nos diga si las niñas abusadas por Maradona habían leído al Marqués de Sade? Lo cierto es que sobran los dedos de una mano para contar las excepciones de músicos ecuatorianos varones que no salieron a defender los delitos sexuales de Mateo Kingman a capa y espada; como sobran los dedos de la otra mano para contar personas dentro del mundo de las artes escénicas del contexto, que pasan de los 55 años de edad; y que han hecho pronunciamientos contundentes e incondicionales a favor de las sobrevivientes del Caso Rana Sabia. Abunda, por el contrario, en todo el planeta; gente con poder y privilegios que afirma sin el menor pudor que las mujeres detrás de las denuncias de acoso y abuso buscan réditos económicos, fama o posicionar algún tipo de agenda en los medios de comunicación. A la sazón, estas sentencias vaciadas de sentido son también una contravención de la ley, si consideramos que la Constitución de la República del Ecuador consagra el derecho de todas las mujeres a una vida digna y libre de violencia.
“Tocó pagar piso”
Como todo poder, el hegemónico en ciernes se encarga de volverse aspiracional; de tal suerte que sus pares masculinos subalternos se propongan como meta emular sus formas de relación con el mundo. De este modo, aquellos líderes de organizaciones socio-político-culturales, situadas en las periferias de las grandes ciudades, que trabajan en las empresas de la plana mayor del corporativismo salvaje; se manifiestan aquí y allá en contra de la explotación laboral capitalista, pero al mismo tiempo no hacen el menor esfuerzo para diferenciarse del machismo que imprimen en la relación con las mujeres de su entorno más próximo. Así, el alfa proleta —desde su lugar en la fábrica— es testigo de cómo el alfa patrón arrastra de los cabellos a su esposa por el parqueadero; conducta similar que el primero ha visto en su barrio desde que nació y que el segundo aprendió de su abuelo. En ambos casos estas formas de dominación se disfrazan en los espacios sociales con máscaras de buenas intenciones, que derivan en mujeres de estratos altos, adictas a los fármacos, utilizando su fortuna para evadirse de estos malos tratos; y quinceañeras de los estratos bajos siendo escopolaminadas por sus “amigos”, en fiestas de las que despiertan con claras evidencias de haber sido violadas. Ambas saben que luchar contra el monstruo les puede literalmente costar la vida. Casi siempre callan. Viven el resto de su vida con esa pesadumbre dentro de sí, la que de cuando en cuando comparten con alguna amiga, a la que le cuenta que: “Tocó pagar piso”.
Cancelar… tal vez, espectacularizar… nunca, educar… siempre
El efecto globalizante de las redes sociales pinta paisajes ambivalentes en el ámbito de la violencia de género: la tendencia generalizada es reaccionar sobre una denuncia sin proveerse de la información necesaria y contrastarla. Aún cuando estos comentarios partan de creer en la palabra de la sobreviviente de violencia, podrían a la larga ser contraproducentes si no son expresados con inteligencia y sensibilidad. De hecho, es precisamente porque un ataque de cualquier tipo va a marcar de por vida a la víctima, que para ella no solo se pide justicia, sino también reparación. Es muy frecuente que las mujeres atenten contra su vida tras haber sido abusadas sexualmente. Es para ellas motivo de autodestrucción ver ante sus ojos homenajes a su agresor.
Dicho esto, es preciso hacer un trabajo orgánico en el tejido social que se replantee la relación entre los derechos humanos de las víctimas y el derecho de las instituciones públicas y privadas de rendir culto a personajes públicos sobre los que pesan acusaciones legales en firme.
La espectacularización de un delito solamente revictimiza: cuando se comparten imágenes y/o videos de los agresores, capturas de pantalla de sus adláteres y se hacen amenazas beligerantes; lejos de ayudar en el proceso jurídico a la sobreviviente, estamos haciendo publicidad gratuita a un agresor y permitiendo que las nuevas generaciones consuman estos contenidos sin filtro alguno. Malcriada Total Producciones apuesta, más bien, por esgrimir en nuestros espacios virtuales una política de publicación e interacción; que se compadezca con nuestra realidad fuera de los píxeles. De esa manera poco a poco vamos dejando al patriarcado hablando solo… hasta que se calle, se canse y muera. Esa, una forma de cancelación más equitativa y menos visceral.
Incompleto será todo estudio de las Ciencias Sociales que excluya a Michel Foucault de su malla curricular, como lo sería una antología del teatro ecuatoriano sin revisar la trayectoria de La Rana Sabia. Jamás una tesis de cómo el mundo afrontó la pandemia del Covid podría evadirse de la mención de la política pública establecida por el gobernador Cuomo en Nueva York. Completa —por el contrario— se escribe ahora en el espacio público físico y virtual, la vida de quien fuera 15 veces campeón mundial de boxeo: Carlos Monzón, el argentino que en 1988 asesinó a su esposa y madre de sus hijos. En 2018, la placa que reposaba en su monumento en Santa Fe decía: “Carlos Monzón: Campeón Mundial”, fue intervenida por un colectivo de artistas feministas; hoy la insignia exhibe: “Carlos Monzón: Campeón Mundial y FEMICIDA”. En Wikipedia suscriben en su biografía el subtítulo: “Femicidio de su pareja”. Y es así como idealmente deberían contarse las vidas de estos agresores: com-ple-tas. Y solamente así —con ese ejemplo adulto consciente— podremos reclamar que en las nuevas generaciones haya hombres buenos; hombres que comprendan con el cuerpo que no hay una sola manera de pasar a la historia. Seres humanos que sepan aproximarse críticamente a una película enorme como “El nombre de la rosa” (Jean-Jacques Annaud, 1986), sabiendo que Sean Connery —su protagonista— incitaba al sometimiento de las mujeres a través del maltrato físico; y que sean capaces, también, de tolerancia cero hacia propuestas culturales con guiones sobre “valores humanos”, performadas por artistas cuyas vidas son la apología de la doble moral; como la de Fernando Moncayo y su esposa Claudia Monsalve… vaya.
Las estadísticas hablan de que en los últimos 12 meses el 55.6% de la población total del Ecuador utilizó el internet. Si consideramos que la edad promedio del país es 15 años (dada la elevadísima cifra de embarazos adolescentes); estamos ante un panorama en que una gran mayoría de la población adulta tiene acceso a información. De ese porcentaje, aquel que además ha tenido estudios superiores, estaría en la obligación moral de investigar sobre potenciales pasados delictivos, antes de incurrir en exaltaciones exacerbadas de hombres carismáticos, pero agresores; porque lo cortés… no quita lo violento.
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Nota:
Sobre la foto, Susana y los viejos es un cuadro de la pintora italiana Artemisia Gentileschi. Fue ejecutado en 1610. Se trata de una pintura al óleo sobre lienzo, que mide 170 cm de alto y 121 cm de ancho. Actualmente se conserva en el Castillo de Weissenstein de Pommersfelden.
Mujeres y extractivismo
El afán por convertir Íntag en una zona de extracción de minerales como el cobre y el oro no cesa. Las mujeres han sido fuertes símbolos de la lucha contra la minería, como por ejemplo, doña Charito, Elvia, Rosario… a quien todas tienen en mente cuando hablan de los procesos de resistencia en Íntag. En ellas está el deseo por preservar su entorno natural, por mantener los ríos limpios y los cultivos sanos, la búsqueda de proyectos y maneras de organizarse para conseguirlo.
#8M Mujeres van juntas a la huelga
Cobertura de la marcha #JuntasAlaHuelga por el Día de las Mujeres Trabajadoras en Quito, Ecuador el 8 de marzo de 2019.