Este domingo 9 de febrero volvemos a las urnas. Como si tuviéramos que vivir una y otra vez un castigo, participamos en una fantasía de democracia, mientras el país se desmorona de palmo a palmo. Hace poco más de un año, el 20 de agosto de 2023, votamos para completar el periodo presidencial que dejó a medias Guillermo Lasso, el mandatario banquero que sin poder ni saber gobernar dejó al país desmoronándose. Ahora, en 2025, volvemos a enfrentar una elección en medio de una crisis sin precedentes.
Si bien hemos vivido unos años que nos han puesto entre la zozobra, el miedo y la desesperanza, esta breve editorial no tiene el propósito de decirles por quién votar. Cada quien habrá hecho su propio análisis y seguramente sus augurios serán optimistas o pesimistas frente a la violencia desbordada, el colapso de las instituciones del Estado, el empobrecimiento, el desempleo, la precarización extrema, la crisis del sistema educativo que sigue expulsando a niños y adolescentes, hospitales sin insumos… y más situaciones que no hace falta enumerar porque se sienten en el vértigo diario de resolver un día a la vez las condiciones de sobrevivencia.
Esta opinión busca traer un poco de memoria para que al momento de rayar la papeleta –de esto que cada vez más, como diría Pedro Lemebel, es una cueca democrática– su decisión sea lo menos ingenua.
En diciembre de 2024, a 11 meses de que Daniel Noboa, declarara conflicto armado interno, fueron desaparecidos: Saúl Arboleda (15 años), Steven Medina (11 años) y los hermanos Josué Arroyo (14 años) e Ismael Arroyo (15 años) después de ser detenidos por militares cuando salían de jugar fútbol. En Febrero de 2024 se denunció la ejecución extrajudicial de Carlos Javier Vega Ipanaqué durante un operativo militar en Guayaquil. Dave Loor y Juan Santillán también fueron desaparecidos después de haber sido detenidos durante un operativo militar en la provincia de Los Ríos en el mes de agosto de 2024. Seguramente, muchas personas han omitido esta información porque es difícil creer o siquiera imaginar cómo desaparecen personas, cómo son lacerados nuestros vínculos comunitarios con cada desaparición, más aún donde hay participación estatal. Y si esto no le provoca rabia, debería preguntarse cuándo fue que se acostumbró a la impunidad, ¿en qué momento empezamos a ser cómplices silenciosos de estas desapariciones y muertes?
Los responsables de estas desapariciones no son “delincuentes, narcoterroristas, asesinos de niños y adolescentes” como han intentado instaurar en más de una ocasión, sino personas que en teoría están a cargo de la seguridad nacional y que responden a instrucciones del Gobierno: militares y policías. Seguramente usted piensa que jamás podría pasarle algo así a su familia, pero los tentáculos de la discriminación, el clasismo y el racismo están más cerca de lo que piensa. Mañana podría ser usted quien tenga que recorrer el país buscando a uno de sus familiares o seres queridos o teniendo que desesperadamente demostrar que no merecían ser detenidos, torturados y desaparecidos. Pregúntese cuántas veces en la historia de este país hemos visto el mismo guión repetirse con otros nombres, otras excusas, otros verdugos. ¿Seguiremos siendo cómplices y justificando estas prácticas pensando que jamás nos tocarán las puertas?
A esto sumemos la incapacidad de Noboa para manejar la crisis energética que con los apagones de 14 horas golpearon aún más la economía del país. Solo por nombrar algunos de los actos que deberían horrorizarnos e indignarnos.
Ecuador tiene memoria, aunque el poder insista en que olvidemos. Lucio Gutierrez huyendo del Palacio Presidencial en el año 2005, después de manipular e intervenir el sistema de justicia para posicionar a Guillermo “Pichi” Castro Dáger, quien tenía trayectoria en el Partido Roldosista Ecuatoriano y era cercano a los Bucaram, como presidente de la corte constitucional. La “Pichi” Corte, como la recordamos, por solicitud de su presidente anuló los juicios penales en contra de los ex presidentes Abdalá Bucaram y Gustavo Noboa, así como del exvicepresidente Alberto Dahik, quienes eran investigados por malversación de fondos, peculado. El saqueo, el tráfico de influencias, el abuso del Estado. Todo disfrazado de democracia. Hoy, Sociedad Patriótica (partido de Gutiérrez antes y ahora) auspicia la candidatura de Andrea González, mientras él mismo busca un curul como asambleísta nacional. Gutiérrez, además, intentó vender al país incorporándolo al ALCA con los Estados Unidos. Si bien su actual candidata a la presidencia se ha ganado cierta atención por cuestionar durante el debate presidencial a Luisa González, candidata por la Revolución Ciudadana, recuerde que ese proyecto político ya lo vivimos y, es más, lo desterramos. ¿Esa es la «nueva política»? Quieren engañarnos, porque son los mismos que han ido quebrando al país y ahora se disfrazan de demócratas.
Correísmo, anticorreísmo. Ese prisma con el que nos han forzado a leer la realidad ha sido la trampa perfecta, pues nos han hecho creer que solo se puede entender de esa forma el contexto y los distintos periodos electorales. Pero el correísmo, en esta fantasía de democracía, también dejó su legado: la persecución a movimientos sociales, la criminalización de la protesta, la instauración del delito de terrorismo en el COIP de 2014. Rafael Correa deslegitimó la perspectiva de género llamándola «ideología de género», reemplazando la Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enipla) por el Plan Familia, allanó el camino para los sectores ultraconservadores que hoy intentan borrar la educación sexual integral dentro del sistema educativo.
Lenin Moreno, por su parte, desmanteló el Estado con la excusa de combatir su «obesidad» desmarcandose del correísmo y aupado por María Paula Romo quien ahora es líder del movimiento que tiene como candidato para estas elecciones de 2025 a Henry Cucalón (quien también fue ex ministro de Guillermo Lasso). Moreno eliminó el Ministerio de Justicia y entregó el sistema penitenciario al abandono, provocando la primera de muchas masacres carcelarias que hasta la fecha no nos han dado respiro. Fueron los responsables de promover la destrucción de la institucionalidad estatal que había sido fortalecida por el propio extinto partido Alianza País en aquel tiempo, situación que ha traído nefastos resultados que hasta ahora no alcanzamos a entender su repercusión.
No es coincidencia que hoy el país esté hundido en el caos. Ha sido un proyecto sistemático de destrucción. Noboa no es la excepción. Es el resultado de una política de concesiones al poder, de una élite que se ha repartido el país mientras nos venden la idea de que esto es lo mejor a lo que podemos aspirar, mientras nos acostumbramos a sobrevivir de migajas y somos personas gobernadas por el miedo.
En este triste y turbio panorama vemos, como pocas veces, un partido que históricamente nos ha demostrado no ser la tarima de un caudillo, un partido que se debe a las bases más empobrecidas y trabajadoras de este país, esas bases que cada vez que han tenido que salir a las calles a reclamar los derechos más básicos han sido quienes han puesto los cuerpos. Pachakutik, el ala política de la CONAIE (Confederación de nacionalidades indígenas del Ecuador) con la candidatura de Leonidas Iza, quiere decirnos que dejemos de creernos esa letanía de que un indígena no puede ser presidente de este país, que dejemos de repetirnos que este país no está listo para eso. Seguramente Iza no gane en estas elecciones, pero su presencia, en la disputa simbólica e histórica de poder, es valiosa, además que ahora tienen la tarea de no transar con el poder y disputar un proyecto político a largo plazo más allá de lo electoral.
Las opciones que lideran la intención de voto nos ponen en una disyuntiva compleja. Como mencioné al inicio, no pretendo decirle por quién votar.
De manera reiterativa tenemos que acudir a elegir por el mal menor. Lo sabemos. Pero lo que no podemos permitirnos es seguir votando desde la desesperanza o la apatía. Porque si algo nos ha demostrado este último año es que las cosas siempre pueden empeorar, siempre pueden hacer méritos por superarse a sí mismos para ir controlando a la sociedad a partir del miedo de una crisis que ha sido generada por los mismos gobernantes de turno. Y mientras sigamos votando desde el odio al correísmo, desde la condescendencia con el empresario Daniel Noboa o desde la irreverencia hueca de Andrea González, seguiremos perpetuando el mismo ciclo.
Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes
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jeanneth@laperiodica.net
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@JanetaCervantes