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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| María Paula Granda Vega

Para esta segunda vuelta electoral, el ‘progresismo’ debe hacerse cargo

Lo que ha ocurrido en el Ecuador durante los gobiernos de Moreno, Lasso y Noboa no es culpa de Correa, ni de su movimiento, pero existen responsabilidades que deben ser asumidas. Tal vez no es el momento para decir esto, pero que hoy estén dos modelos autoritarios en segunda vuelta, no es gratuito. Sin embargo, también, es necesario, en este punto, tener mínima claridad política para decir con fuerza: por Noboa, NO. Nunca más.

Dicho esto, hay que poner sobre la mesa, lo que desde diversas voces de movimientos y organizaciones sociales y de distintas izquierdas se ha denunciado desde el año 2009-2010, cuando ya se veía y se sentía que el progresismo conservador, machista, racista, autoritario y corrupto no apuntaba a una transformación real de las estructuras políticas, productivas y económicas del estado.

El correísmo apostó por lo público desde un discurso moralizador, blanco mestizo y patriarcal. Se dividió a las organizaciones sociales populares; se las deslegitimó utilizando recursos del estado y se las criminalizó. Se creó organizaciones paralelas de obreros, de campesinos, de indígenas, de maestros, de mujeres y de todos los gremios posibles para minimizar y romper el tejido social existente.

Se impulsó y ejecutó un extractivismo avasallador abriendo la puerta a mineras y petroleras y, con ellas, a proyectos que atentan contra la naturaleza y sus derechos reconocidos por la Constitución del 2008, que fue aprobada con el 64% de aprobación en la Consulta popular. A la par se hablaba del movimiento indígena como “atrasa pueblos” “ponchos dorados”, “infantiles” y otros epítetos y frases que se pueden citar con minutos y segundos de las sabatinas de Rafael Correa, pero que no hace falta porque solo el correísmo más fanático puede negarlo y minimizarlo… y por eso, hoy, estamos como estamos.

Se hizo obra pública con sobreprecios, negociados de diversa índole, documentados en denuncias que duermen el sueño de los justos en una fiscalía que no le ha interesado investigar los grandes casos de corrupción, sino hacer shows mediáticos, aprovechándose del anticorreísmo insulso que impera en la sociedad.

Si hoy tenemos el caso de “los Guevaristas”, jóvenes hombres y mujeres que fueron encarcelados sin pruebas, acusados de terrorismo y algunos formalmente juzgados por «tráfico de personas», en un proceso lleno de irregularidades; con Correa tuvimos a “los 10 de Luluncoto”, a cientos de dirigentes judicializados que defendían sus territorios del extractivismo; dirigentes sindicales perseguidos, estudiantes del colegio Central Técnico quienes también fueron encarcelados…

Si hoy tenemos violencia política descarnada contra la vicepresidenta, Verónica Abad; en sus días tuvimos declaraciones sobre la supuesta equidad de género mejorando las farras por las faldas cortas; envíos a mujeres políticas opositoras a hablar de maquillaje; discursos sobre las “mujeres que parecen mujeres y los hombres que parecen hombres” (ridiculizando, despolitizando y minimizando reivindicaciones de las personas trans) y tantas cuestiones que en el Ecuador de hoy nos pasan factura. Basta ver cómo se han normalizado discursos cada vez más retardatarios y conservadores que a su vez se traducen en políticas públicas (o en su ausencia) y leyes.

Poco se puede decir sobre la sombra que rodeó al Ministro del Interior y su gestión entre mayo de 2011 y noviembre de 2016, durante el gobierno de Correa… así como se puede comentar mucho de la ineptitud de los últimos gobiernos para manejar la inseguridad, pactos con la mafia albanesa, y otras, un Plan Fénix cuyo único resultado han sido desapariciones forzadas y muertes de menores empobrecidos y racializados.

El progresismo debe hacerse cargo de atacar a la educación intercultural, de legitimar en su día a Moreno, a Nebot y al mismo Lasso. Debe hacerse cargo del racismo y del sexismo destilado así como, en la última etapa de gobierno, acercarse hacia el FMI; de que la banca haya ganado muchísimo y de que ciertos grupos económicos se fortalecieran. No se hizo mayor daño al modelo rentista ni a los deudores de impuestos, mientras se reforzaba la idea de que el enemigo interno eran las izquierdas sociales y políticas por fuera del gobierno.

Ahora, de cara a la segunda vuelta, el progresismo debe asumir compromisos reales con las mujeres y disidencias; con los pueblos y nacionalidades indígenas; con las trabajadoras y trabajadores del país, de corregir errores del pasado, de no dejar en impunidad la corrupción; de abandonar su autoritarismo y extractivismo, de no criminalizar la lucha social y fortalecer el sistema democrático y de justicia. Asimismo es imperativo que se respete la autonomía de las diversas organizaciones y movimientos sociales para que puedan formar sus propios proyectos políticos por fuera del Estado y de una sola opción electoral.

Debe entenderse que quienes necesitan hoy los votos para derrotar a la extrema derecha deben asumir sus responsabilidades y acceder no solo al diálogo sino a un compromiso sujeto a la vigilancia permanente. Las organizaciones y movimientos sociales de izquierdas coherentemente no pueden volver a darle un cheque en blanco al correísmo porque tenemos memoria y finalmente son quienes antes y ahora han puesto el cuerpo, muertxs, encarceladxs, y perseguidxs.

Finalmente, tenemos que ser conscientes, también, que el proyecto autoritario de Noboa no solo tiene efectos a nivel local, sino que está inserto en un proyecto internacional de las derechas más peligrosas que se expanden por todo el norte global. La posibilidad de otorgarle una base militar en las Islas Galápagos a Estados Unidos y en general el darle a este país carta abierta para operar en nuestro territorio sin ningún control y con inmunidad representa un riesgo inimaginado para quienes habitan el Ecuador y para miles de ecuatorianos que estamos fuera. El país no se merece más millonarios fascistas en el poder; no aguanta ya a niños ricos caprichosos que velan por su empresa y metro cuadrado mientras todo el territorio se desangra. Por otro lado, es necesario creer que otros proyectos políticos son posibles, más allá de un reformismo conservador, y para eso Noboa no puede volver a gobernar.

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Autoras

María Paula Granda Vega

Feminista, de izquierdas. Socióloga. Estudiante de doctorado en geografía urbana.