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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Mariela Rosero Changuán

‘Sé que nos van a condenar, vamos a seguir con los Guevaristas’: Gabriela Gallardo

Gabriela Gallardo, una de nueve integrantes del Movimiento Guevarista Tierra y Libertad procesadas, me abre la puerta de la casona de sus padres, en un barrio del Centro Histórico de Quito. Atravesamos un pasillo y en segundos me anticipa que seré recibida por una policía, que apunta en un cuaderno mis datos de identificación y el motivo de la visita. 

Cuando por fin nos sentamos en uno de los sillones de la sala le comento que sentía muchas ganas de conocer su historia. No tomaré partido, me parece necesario hacer que sea escuchada. Ella, su esposo y siete de sus compañeros fueron llamados a juicio, con la figura de trata de personas, con fines de reclutamiento para conflicto armado, el 10 de noviembre de 2022. El 19 de mayo de ese mismo año, sus casas fueron allanadas y los detuvieron.

Luego de pasar tres meses en la Cárcel de Cotopaxi, un hábeas corpus permitió que el 17 de agosto accedas a prisión domiciliaria, por motivos de salud. ¿Todo el día permanece una policía en tu casa?

Sí y es una forma de hostigamiento, podrían ponerme el grillete, pero debimos acondicionarles una habitación con baño porque una policía pasa 24 horas al día aquí. En cada cambio de turno, a las 07:00, 15:00 y 23:30, debo presentarme para que me tomen una foto. En alguna ocasión, un teniente llegó y quiso confirmar que estoy acá a las 02:00 y debí salir. Otra vez una policía ordenó que acudiera ante ella cada hora y como no hubo un oficio que certifique esa disposición, me negué.

¿Desde cuándo eres militante del Movimiento Guevarista?

Desde hace unos 20 años, en enero cumpliré 38. A los 17 años ingresé a Sociología en la Universidad Central. Ahí conocí a mi esposo, Omar Campoverde, cuando tenía 22; está preso en la Cárcel de El Inca. También a Ernesto Flores, quien estudió tres semestres y se cambió a Psicología, en la Universidad Católica, en donde es profesor. Algunos más estaban en quinto curso del Colegio Tarqui, en el sector de El Camal.

En esa época organizábamos vacacionales, nos llamaban del Municipio de Quito y de la Fundación Nuestros Jóvenes, incluso de organizaciones sindicales como Fetralpi o Ceosl. Yo suelo dar charlas sobre derechos humanos, violencia, protección a la infancia, cine comunitario, manualidades y cocina.

Omar hacía educación popular a los adultos principalmente, empezó con alfabetización en la zona del Austro, también brinda talleres de realidad nacional. Uno de los principios del movimiento es fortalecer procesos socio-organizativos.

¿Cuántos integrantes tiene su movimiento?

En Quito, unos 20; en el país quizá cien, estamos en Machala, Austro, Carchi, Ibarra, Manabí… No somos una organización grande, pero tenemos el principio de llegar a muchos lugares, a barrios en donde termina el límite urbano; en el sur ayudamos a una asociación agroecológica, tienen truchas y un montón de cosas, les fortalecemos y acompañamos. No somos coptadores, pero queda una relación muy cordial. Este año, como otros, en uno de esos barrios del sur de Quito harán la novena y han planificado desarrollar una posada en mi casa.

Retrato de Gabriela Gallardo en la sala de su hogar. 02 de diciembre de 2022. Quito – Ecuador. Fotografía: Karen Toro A.
¿Eres socióloga?

Seguí hasta séptimo semestre de esa carrera, finalmente convalidé materias para terminar los estudios en Ciencias Políticas. Aún debo concluir ese proceso, acabo de decirle a la universidad que no puedo salir de mi casa para rendir el examen.

¿En qué has trabajado?

En la Subsecretaría de Protección Especial del Ministerio de Inclusión Económica y Social fui analista SP1, me quedaban unos USD 500 al mes, con todos los descuentos, pero sentía que hacía algo grande, las acciones no beneficiaban a una persona sino a un país. Sacamos la tabla de pensiones alimenticias para niños con discapacidad, en un año y medio. Hasta el período de la ministra Berenice Cordero tuvimos apoyo. También trabajé en atención humanitaria algo más de un año; hacía entrevistas diarias. En el mejor de los casos les daba el carné de refugiado a familias que enfrentaron matanzas o violaciones. Así que en voz bajita, como una forma de ayudar fuera de lo oficial, les daba teléfonos de psicólogos.

¿Eres guerrillera, Gaby?

No.

¿Te suena a insulto el adjetivo?

No. En América Latina y en el mundo se han dado procesos de gobiernos terriblemente violentos que no han dejado otra alternativa que la lucha armada. Hay momentos en los que la violencia es legítima.

¿Crees en eso?

Históricamente la violencia ha sido legitimada por el poder. Pero al pueblo que decide ejercerla le dicen terrorista. Hubo necesidad, como en el Cono Sur, ¿qué hubiera pasado con esas dictaduras sangrientas y miles de desapariciones en América Central, Guatemala y Nicaragua?

¿En octubre de 2019, en Ecuador, era necesaria la lucha armada para sacar al presidente de turno? En esa fecha comenzó lo que ustedes llaman persecución política a su organización…

Reivindicamos esos procesos, pero no hemos asumido la lucha armada en ningún momento en nuestra organización. Creemos en la construcción del poder popular, fundamentalmente a través de organización, que la gente conozca sus derechos, se organice y los exija. Incluso porque lastimosamente pueblos que han vivido estas revoluciones más violentas, han terminado como Nicaragua, con un gobierno de derecha, reaccionario, machista y antiaborto.

(Analistas han criticado el vuelco de países que se autodenominan progresistas. En marzo de este 2022, por ejemplo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos advirtió de su preocupación por el cierre masivo de organizaciones de la sociedad civil, fundaciones y hasta de universidades, colectivos feministas, gremios médicos. Eso desincentiva cualquier forma de asociación y de expresión de disenso. También hizo un llamado para cesar persecuciones judiciales y garantizar el debido proceso). 

¿Qué busca el Movimiento Guevarista?

La organización popular, que la gente se reconozca como actor político. Sí, salimos a las marchas, ya que es necesario que el poder escuche las demandas del pueblo. Pero nuestro trabajo no está en la marcha sino en un barrio, en una comunidad o en Internet, a través del que hemos realizado procesos de educación popular.

¿Cómo participaron en el paro del 2019?

En la casa de San Roque pusimos una brigada médica, había muchos heridos, pese a las banderas blancas y a que atrancamos la puerta con palos, los policías querían llevarse detenidos a quienes recibían atención médica. También recogimos insumos y participamos en cocinas comunitarias en La Floresta y por la Universidad Central. Yo cuidé de guaguas, en las zonas de paz, en la Casa de la Cultura.

¿También bloquearon vías?

Sí, estuvimos en todos los frentes.

A ustedes les acusan de trata de personas para entrenamiento para conflicto armado. ¿En eso han trabajado?

Es una estrategia del poder para deslegitimar la lucha social. Si nos van a acusar por ser de izquierda o comunistas, guevaristas y revolucionarios, lo somos. Pero en Ecuador eso no es delito. Históricamente lo que se hace es acusar a luchadores sociales de crímenes comunes para judicializar y deslegitimar procesos políticos.

¿Qué opinas de la figura por la que se los acusa?

No se nos acusa de un crimen común sino de algo horrible. La trata de personas, no admite cómplice, encubridor o actor sino que todos entran en el mismo saco. Nuestra condena en el mejor de los casos será de 13 años y en el peor de hasta 26, es súper bien pensada la figura usada.

Este tipo de delitos contra los derechos humanos no admite beneficios, no puedes acogerte a un juicio abreviado.

Según la investigación, ustedes contactaron a la Segunda Marquetalia, grupo disidente de las FARC, por capacitación. ¿Es así?

Hemos manifestado solidaridad con la lucha de los pueblos, que ha sido barrial, comunitaria y de lucha armada, entendiendo que son procesos de transformación. Difundimos comunicados, en el tema de las FARC, cuando murió Raúl Reyes. Existe la Coordinadora Internacional Guevarista, colectivo de izquierda de América Latina y comprende organizaciones de Chile, Uruguay, Paraguay, Argentina y Perú. También incluye a compañeros en Suiza, EE.UU. e Inglaterra. He participado de reuniones por Zoom sobre persecución política.

Han investigado sus movimientos migratorios. ¿Tú a dónde has viajado con el movimiento?

Otros compañeros han viajado a Colombia, Argentina, Bolivia y Perú, yo viajé a Venezuela hace unos 15 años, al Foro Social Mundial; existía el Parlamento Latinoamericano liderado por Hugo Chávez, que tenía un capítulo de Guardianes Latinoamericanos por la Defensa del Medio Ambiente; representé al Ecuador. 

En el 2018 viajé a Colombia a un Festival de cine comunitario. Los compañeros viajaron el año pasado al Festival de Agua Blanca.

¿Allá hicieron contactos con grupos guerrilleros?

Fiscalía dice que viajamos a Colombia y se fundamenta en supuestos, asegura que fue con el objetivo de reunirnos con la Segunda Marquetalia. Quisiera que se sepa lo que encontraron al seguir a los miembros del movimiento. Deberían concluir que pasamos comiendo y bebiendo. En el proceso hay fotos de Ernesto y Omar, mi esposo, sirviéndose unas ‘completas’ en la Poli Burguer. A los actos cotidianos le agregaron la suposición de un delito.

¿Hay pruebas de conversaciones con las FARC, e-mails o fotografías?

No. No, no. Vimos que Código Vidrio sacó una publicación con una foto del Grupo Mapuche, de Chile, diciendo que era el movimiento Guevarista entrenándose en el 2021 y luego corrigió.

¿En Colombia recibieron capacitación sobre manejo de armas?

No, para nada; yo creo que ninguno de los compañeros maneja armas. Si te fijas, somos padres de familia, comenzamos muchachitos pero nos construimos políticamente y como seres humanos; tenemos hijos, trabajo, actividades cotidianas.

Según las investigaciones hubo un grupo de personas que recibieron entrenamiento paramilitar en Colombia. Algunas lograron escapar y tres siguen desaparecidas.

Hay una chica, considerada testigo clave. Creemos que vivió un proceso de tortura. No sé si la conozco, es de Guamote en Chimborazo. Allá he dado talleres a muchas personas, por ejemplo sobre cine comunitario, y les he dicho que en Colombia está la cuna de ese cine.  

¿Qué dice la testigo?

Que estaba en las FARC y se fugó para entregarse al Ejército, junto con su novio, hijo de un comandante de la Segunda Marquetalia. 

¿Cómo te explicas eso?

Mi abogado también es antropólogo y opina que una chica tan joven (18 años), de una comunidad indígena, no podría dar un testimonio con la construcción idiomática que aparece en su declaración. Además, habla de un manejo de armas impresionante. Afirma que en tres días atravesó a pie, 600 km, en medio de la selva. La perito dijo que esa distancia, a una persona Awá, que conoce el lugar, le tomaría tres semanas.

¿Qué más saben sobre la investigación?

Esta persecución política empezó en 2019, hicieron una investigación ilegal, encubierta, que tiene características de espionaje.

¿Al ver el proceso te enteraste que te siguieron a ti y tu familia, en momentos que no imaginaste?

Sí, vi cosas horrorosas. En noviembre con mi esposo viajamos con mi guagua a Atacames. Nos sacaron fotos comiendo ceviches en covachas. Es feo saber que tu vida fue tan invadida y que tu guagua estuvo expuesto. También me han seguido durante viajes que hice con mi esposo a Tulcán y Machala. 

¿Para qué viajaron a esas ciudades?

En febrero renuncié a mi empleo y empecé a trabajar con una agencia de cooperación italiana, que se concentra en la inclusión económica de personas en situación de movilidad humana. Por eso viajaba a Machala y está documentado, hay pruebas de descargo, registros de asistencia, fotografías y respaldos. Al mismo tiempo hacía una consultoría para fortalecer el sistema de protección de derechos en Carchi, para una agencia alemana. Mi esposo me llevaba en el auto, dormíamos allá, daba mis talleres y regresábamos a Quito. Tienen fotos que dicen a las 23:30 en Ibarra, se estacionaron junto a la ferretería tal y comieron chifa no sé qué.

¿No se dieron cuenta de que los seguían?

Si no haces nada malo, no estás pendiente de eso, sigues con la vida. En un archivo señalan: a las 08:33 salen del hotel, van a x calle. Y hay una foto mía sacando de atrás del auto paquetes y banners. Dicen que nos estacionamos 12 horas, pero no señalan que estuvimos en el ECU-911, ese día capacité a unos 40 funcionarios públicos de toda la provincia.

Esas ONG a las que te refieres, ¿te apoyaron?

Sí, pero se asustaron un montón, no puedo dar sus nombres, es delicado. Enviaron informes, copias de firmas y certificación del proceso que hacía.

¿Qué dicen de Omar Campoverde, tu esposo?

A Omar lo investigaron al inicio por tráfico de armas. Pero en todos los viajes coincidencialmente hubo controles policiales, muchas veces nos hicieron bajar a la madrugada con mi hijo dormido, hubo revisiones súper meticulosas. Nunca hallaron nada.

¿A qué se dedicaba él?

Siempre ha trabajado freelance haciendo consultorías y encuestas, para el INEC muchas veces. Le contaba aventuras a mijo al trasladarse al campo. También para encuestadoras privadas y en procesos de capacitación con municipios. Yo desde 2018 decidí tener un trabajo más estable pensando en mi enanito de 11 años.

El 19 de mayo de este 2022 allanaron tu domicilio y el de los demás miembros del movimiento. ¿Cómo fue eso?

La noche anterior nosotros, con Omar y Ernesto tomamos cervezas artesanales por la Universidad Católica. Para el fiscal planificamos el secuestro de un empresario. A las 05:30 del 19, mi casa comenzó a vibrar, con golpes a la puerta. Mi papá adulto mayor le abrió a la Policía Nacional. Me apuntaron de forma violenta y buscaron a mi esposo. El allanamiento duró seis horas, desbarataron la casa.

¿Qué encontraron allá? 

Se llevaron libros. Los izquierdosos tenemos colección, en nuestro caso, una maleta con revistas, panfletos, propaganda de organizaciones de todo el mundo, del Encuentro Mundial de la Juventud, también revistas de las FARC, cosas de Vietnam, Palestina. Un policía decía que eran manuales comunistas, había revistas de hace 15 años. Se llevaron cuatro portátiles, entre ellas la computadora de mi hijo, con stickers de súper héroes y una computadora nueva de gamer, para editar cine comunitario que recién compré.

¿Armas?

Una vieja, que es una reliquia no sé si es escopeta, tiene dos tubos, de Omar. Según el análisis que hicieron para acusarnos, uno de los cañones sirve, no tenía balas.

¿Cuándo llegaron a la Unidad de Flagrancia? 

Como a las 12:30. Ahí vimos a otros compañeros, la hija de Nelly tiene epilepsia y tuvo tres ataques en el allanamiento en su casa y no le creyeron. 

Ernesto contó que lo sacaron desnudo de la ducha, le pusieron esposas contra el suelo. Nos dieron cinco minutos para hablar con los abogados. El proceso para entonces tenía 240 páginas, ahora tiene 3 000. Nos tuvieron seis noches en Flagrancia, sin cambiarnos de ropa, con frío y sin cobijas. Luego a las mujeres nos llevaron a Cotopaxi.

¿Cómo fueron esos tres meses en Cotopaxi?

Al hablar por teléfono con mi hermana recibí el golpe emocional más duro. Me dijo que buscó una psicóloga y que le explicó a mi hijo que más o menos durante un año y medio viviría con ella (Gabriela llora mucho en este momento de la entrevista). Ese día asumí que yo ya no le iba a criar.

Las madres siempre nos echamos la culpa de todo. ¿Pensaste no debí meterme con los Guevaristas?

No, estoy convencida de que somos víctimas del estado. Trabajé en Cotopaxi, con grupos de apoyo. Entre las madres es terrible ese sentimiento de culpa, es más doloroso que la misma cárcel.

Mi hijo es maravilloso, antes de recibir su primera visita, las compañeras de la cárcel me aconsejaron que no llorara frente a él. Llegaron mi mamá y mi hermana con él y ellas tenían unas caras terribles por el proceso de revisión para ingresar. A mi mamá, de 63 años, le pidieron que se desnudara y que así hiciera sapitos, que se abriera las nalgas para revisar que no traiga algo escondido en el ano y la vagina.

¿Cómo actuó tu hijo en la visita?

Mi hijo me hizo bromas y me preguntó si la cárcel era parecida al calabozo del libro ‘Los compas y el diamantito legendario’. Y les pidió a mi mamá y a mi hermana no estar calladas.

¿Qué significa para una mujer estar en la cárcel?

La crisis carcelaria no está dada solo por la violencia. Es una parte de eso. La crisis está dada por una pésima administración del Estado, por una falta de recursos, por un proceso de deshumanización de las personas privadas de la libertad. 

A un hombre al ingresar le pasan por una máquina, para revisarlo. A una mujer, le piden desnudarse, le revisan los pechos. O sea, desde que ingresa, una mujer pierde dignidad. 

¿Lo mejor fue recibir el hábeas corpus?

Al principio no lo sentí así. En casa me enfrenté con la realidad, vi todo lo que perdí, encontré una cama vacía, ya no contaba con el trabajo que amaba ni con ingresos económicos. Mi mami depende de mí. Y ya no podía dar por ejemplo USD 200 al mes, para la actividad política en un barrio. De pronto ya no hay nada (solloza) de lo que tenía.

No puedo salir ni a dejarle a la escuela a mijo, que estudia a una cuadra y media. Antes nunca le permitíamos ir a la tienda, ahora me paro en la puerta y le digo ‘negrito vaya’ y veo cómo cruza la calle.

¿Todo cambió?

En la cárcel perdí 15 kilos. Pero acá me puse mal emocionalmente, lloraba por todo y eso lastimaba a mi hijo; tomo ansiolíticos para dormir. Sentía impotencia porque creo en los derechos humanos y no hay nada que pueda hacer. En la cárcel me levantaba, me bañaba en agua fría y me vestía para ir a Psicología y a dar clases en el colegio de la cárcel, merendaba y me ponía a conversar hasta el otro día. El fin de semana tenía que limpiar, lavar la ropa y así bloqueaba todo. 

¿Qué pasaba con tu hijo de 11 años?

Al principio le costó mucho. Me dijo: ‘mamita, yo estoy preso igual que vos, solo salgo a la escuela’.

Omar y yo tratábamos de darle tiempo de calidad a mi hijo. Una de sus actividades favoritas era ir a tomar mocaccino en La Floresta, una vez por semana. Los sábados, picnic o algo en el bosque. Al ver que estaba triste, hablé con mis hermanos y comenzaron a sacarlo. Además, la medicación me ha ayudado, ya no lloro, solo lo hago hoy al recordar todo.

¿En la escuela saben lo que les pasa?

La profesora sabe, Omar y yo siempre hemos sido directivos en la escuela. He procurado construir un proceso político, donábamos fundas de caramelos en todas las Navidades; la mitad de guaguas son hijos de vendedores de San Roque y la otra de La Marín. Siempre les hablábamos de solidaridad, hay una relación bonita en el grado. La profe y los compañeritos no han estigmatizado a mi hijo.

Retrato de Gabriela Gallardo en la sala de su hogar mientras revisa juguetes que le donaron para regalar a las niñas y niños de los barrios donde tienen trabajo social. 02 de diciembre de 2022. Quito – Ecuador. Fotografía: Karen Toro A.
¿Gaby tienes un tumor cerebral?

Sí, fue detectado hace 15 años. Está en la hipófisis, no es más grande que una arveja, pero genera problemas metabólicos. Si se mantiene hasta de 1 cm, no tendré problemas, de lo contrario tendrían que extraerlo. Su comportamiento es impredecible. Necesito controles periódicos cada dos meses, con la endocrinóloga en la Clínica de Crónicos Metabólicos, e ir a otras citas. Tomo medicación permanente.

¿Has podido acudir a las citas médicas?

He perdido citas médicas porque el juez de Garantías Constitucionales de Cotopaxi, que me brindó el hábeas corpus, tiene que autorizar mis salidas con la Policía y a veces el documento demora en llegar o no hay autos para trasladarme. Estoy en tratamiento para enfrentar la depresión, tomo pastillas. 

¿En qué va a parar este proceso?

No quiero ser pesimista, pero en las audiencias del 7 al 10 de noviembre, nuestros abogados exigieron la nulidad con pruebas, pidieron el sobreseimiento para algunos de nosotros. Y al final nos enviaron a juicio. Mi abogado cree que torturan psicológicamente a Omar a través de mí, para que se incrimine. Nos queda claro que no tenemos garantías jurídicas. Pensamos que a Ernesto le dieron medidas sustitutivas por su situación familiar (sus padres fueron asesinados cuando tenía dos años, por pertenecer a Alfaro Vive Carajo).

¿Qué pasará con el juicio?

Creo que nos van a condenar, el juicio empezará en marzo. Tendremos que esperar dos años, hasta que haya un cambio de gobierno, para pedir la casación y salir. Hemos asumido como un hecho que pasaremos al menos dos años presos.

¿A tu guagua le has hablado de eso?

Yo siempre le respondo que esto va a demorar. 

¿Qué será del Movimiento Guevarista?

Vamos a seguir con el trabajo político. Nos llaman de los barrios. Desde acá (su casa) trato de conseguir donaciones de caramelos y juguetes. Económicamente el golpe es fuerte, no tengo trabajo, vendo unos 30 postres a la semana, que me permiten ganar USD 15. He vivido de la ayuda solidaria de la familia y amigos, que me traen compras. La lista de útiles de mi hijo me la regaló una amiga. Ahora estamos también a cargo de una boca más: la policía de los turnos, lo que implica otro desayuno, almuerzo y merienda.

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Autoras

Mariela Rosero Changuán

Mariela Rosero Changuán. Periodista desde hace 23 años. Me concentro en los temas sociales, con enfoque de derechos. Necesito escribir, más que comer; y abrazar a mi hijo, mucho más que respirar. Mi escuela fue EL COMERCIO.