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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

¿Cuántas veces más deben matar a Karina del Pozo?

Hace unos días circuló un afiche promocionando que el abogado Paul Ocaña, quien representa a David Piña, uno de los tres sentenciados por el asesinato de Karina del Pozo, presentará un libro con el aval académico de la Universidad Andina Simón Bolívar. El libro, titulado “Gritos tras las rejas. David Piña contra el sistema”, bien podría titularse: “intentos de impunidad: un feminicida en prelibertad”. David Piña, junto a Gustavo Salazar y José Sevilla, fueron sentenciados en octubre de 2013 a 25 años de prisión como autores del asesinato de Karina del Pozo. Piña se encuentra en régimen de prelibertad desde el 23 de mayo de 2023.

Son diversas las emociones que brotan mientras escribo esta opinión acerca de lo que significa que la academia sea la plataforma para esta apología de la impunidad. Por un lado, el desazón; por otro, angustia y una rabia indescriptible invaden poco a poco al hacer memoria. Fue un 28 de febrero de 2013, después de ocho días de la desaparición de Karina del Pozo, que la encontraron en estado de descomposición en el sector de Llano Chico, al extremo norte de Quito: estrangulada y golpeada con una piedra en la cabeza, irreconocible por la magnitud de la herida. Había sido torturada y probablemente violada antes de ser asesinada. Las heridas en su cabeza de 15 x 12 centímetros, la fractura del cráneo en distintas zonas y la ausencia del 80% de la masa cerebral fueron la causa de su muerte, sin contar las otras lesiones que presentaba el cuerpo.

En un texto de opinión, que escribí hace un año, a propósito de la prelibertad de Piña, mencionaba que “se ha montado una gran movilización con campañas de comunicación, pseudo documentales e incluso abogadas que se dicen “feministas” increpando su inocencia, abogadas que después toman casos de otras violencias de género: violencia sexual, especialmente.” A esto se suma que ahora la academia decide en un acto de desprecio a la dignidad de las mujeres publicar en un libro, la tesis de Paul Ocaña, donde se plantea que David es inocente. Una universidad que además tiene una especialización en género y cuya ética debería primar en el análisis de este tipo de trabajos académicos y ubicarlos en el contexto adecuado.

¿Es la voz de un inocente indebidamente condenado? ¿Cuántas otras mujeres vivieron violencia a manos de David y no han podido siquiera denunciarlo, tomadas por el miedo y el temor de que impere la impunidad? Una de ellas, hace un año en Twitter, contaba que él le rompió la nariz cuando eran pareja. Quizás la academia debe encargarse de financiar investigaciones que permitan profundizar en los antecedentes de violencia de género, porque algo está claro: es frecuente que este tipo de feminicidas tengan antecedentes que a veces no han sido colocados en lo penal, sino que han logrado silenciar las denuncias, extorsionar a las sobrevivientes a través del miedo, el acoso, las amenazas y la persecución.

Al tomar como emblema de impunidad a David Piña, nos dan un mensaje claro: la academia, y en especial la Universidad Andina Simón Bolívar, está en contra de las mujeres, está a favor de la impunidad.

¿Cuál es la estrategia detrás de estos actos? ¿Limpiar la imagen y justificar que en derecho todo es posible cuando se trata de defender a feminicidas?  No olvidemos que Ocaña, fue también abogado defensor de Jonathan Carrillo, el pastor que fue responsable de la desaparición y muerte de Juliana Campoverde en julio de 2012. Carrillo fue sentenciado en el año 2019 a 25 años de prisión por el delito de secuestro extorsivo con resultado en muerte.

Karina no está para defenderse e impedir que se haga un evento de este tipo. Karina no está porque la asesinaron con crueldad, con golpes reiterados que dejaron en su cráneo un agujero del tamaño de un puño. Karina no está porque su cuerpo fue escondido bajo un penco. Karina no está porque la mataron; y mientras más insistan en que hay dos víctimas, insinuando que David es una de ellas, pues les recuerdo que no, la única víctima en esta historia fue Karina quien no puede defenderse y quien tampoco puede opinar sobre el libro que ahora celebran presentar.

Karina no está, así como Juliana Campoverde tampoco está. Karina no está, así como Angie Carrillo tampoco está. Karina no está como tampoco está Johana Cifuentes. Karina no está, como no está Valeria Vargas. Karina no está como no está Naomi Arcentales… 

¿Cuántas veces más pisarán su memoria para recordarnos que las vidas de las mujeres son motín de los consorcios jurídicos y de estrategias mañosas e inescrupulosas?

¿Cuántas veces más tendremos que arder de la rabia al ver cómo la impunidad es una regla en la calle, en la academia y en la sociedad?

¿Cuántas veces más tendremos que enterrar a nuestras muertas y resucitarlas para recordarles que sus muertes no fueron accidentales, que fueron intencionales?

¿Cuántas veces más tendremos que decirles que fueron reiterados golpes en la cabeza con una piedra?

¿Cuántas veces más tendremos que hablar de las sobrevivientes que han tenido que guardar silencio porque el agresor tiene toda la impunidad y el dinero para pagar grandes estrategias de comunicación?

¿Cuántas veces más tendremos que decirles que no es inocente, que la inocente quedó sepultada bajo un penco, con su ropa y su cuerpo destrozado?

¿Cuántas veces más?

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.