“¡Somos la voz de nuestras hermanas, somos la voz de las que han matado, somos la lucha de las silenciadas!”, gritan activistas de Luna Roja, una organización que trabaja por la defensa de los Derechos Humanos en Ecuador. El rostro de Brigith, plasmado en una bandera blanca, flamea en los exteriores del Complejo Judicial Sur, en el sector Quitumbe, en Quito.
Son las 08:00 del jueves 28 de enero de 2021 y el juicio en el caso de Brigith Tituaña, comenzó. Wilmer Q., su esposo y padre de Martín y Rafaela (nombres protegidos), es procesado por el femicidio de la joven, de 22 años, uno de los 118 registrados por la Alianza para el Mapeo y Monitoreo de Feminicidio durante el 2020.
Han pasado más de nueve meses desde que los restos de Brigith fueron hallados en el río San Pedro, ubicado en el cantón Rumiñahui, a menos de dos kilómetros del departamento en el que la joven vivía junto con Wilmer Q.
“Quiero que se haga justicia por mi hija, sobre todo por mis niños pequeñitos, que se quedaron sin su mamá y la extrañan cada día”, exige Carmen Mugmal, madre de Brigith, luego de la audiencia de juzgamiento, que fue suspendida pasadas las 12:00 del jueves. “El juez anunció que tenía otras audiencias que atender y que estemos atentos a nuestros casilleros judiciales para revisar la notificación de la próxima audiencia”, cuenta.
La familia de Brigith reportó su desaparición el 8 de abril de 2020. Wilmer Q. afirmó que la joven habría salido de su casa para buscar señal para su celular, mientras intentaba recuperar una videollamada de trabajo la noche del 7 de abril. Él contó que se quedó dormido y no recordaba haberla escuchado entrar. En Quito aún regía el semáforo rojo y la movilidad estaba restringida: el toque de queda iniciaba a las 14:00 y ella –relata su madre- evitaba trasladarse fuera de su vivienda, salvo para realizar trámites bancarios o comprar los alimentos de la semana. “Mi hija me pedía que no salga todos los días y ella tampoco lo hacía, por eso comenzamos a sospechar”, señala Carmen.
Más tarde, Wilmer Q., confesó frente a un agente de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased) que asesinó a Brigith, el 9 de enero y abandonó su cuerpo en el río San Pedro, al nororiente de la capital. Pero cuando accedió a la defensa legal, lo negó todo. Sin embargo, existe un testimonio que no puede refutar y es el de su hijo, quien fue testigo de lo sucedido.
Carmen es firme en su lucha y exige que la Justicia condene a Wilmer Q. con la pena máxima: 34 años y ocho meses de reclusión en una cárcel ecuatoriana. Y no está sola. No solo sus familiares la fortalecen en su demanda, sino que organizaciones sociales se han unido para acompañarla en cada diligencia o audiencia del proceso legal de su caso. Las activistas llevan banderas, gritan consignas y construyen la memoria de Brigith, la hija que alegraba cada reunión familiar, la hermana incondicional, la madre que trabajaba para asegurar el futuro de su niño y su pequeña, la amiga que siempre cobijaba con un abrazo.
El sol de mis ojos
Brigith era la menor de cuatro hijos y la bautizaron como ‘Sol’, el diminutivo de su segundo nombre, Solange. Su madre, Carmen, dedicó su vida a laborar como trabajadora remunerada del hogar para que sus niños y niñas cultiven sus estudios y se forjen como seres humanos trabajadores. Así mismo era su hija: una mujer independiente, el sostén económico de su hogar.
Carmen se enternece cuando rememora la niñez de ‘Sol’. Su pequeña fue la única bebé que nació en un centro de salud público un 24 de julio de 1997. “Era nuestro milagrito, porque nació prematura, de ocho meses. Por eso le puse Solange. Era el sol de mis ojos, la luz de mis ojos…”, dice la madre.
Era una estudiante dedicada, una amiga extrovertida y risueña. Brigith conoció a Wilmer cuando tenía 16 años, mientras estudiaba en el colegio Juan de Salinas. Carmen supo que su hija mantenía una relación sentimental con el Wilmer Q. cuando le informaron que había faltado a clases. “La primera vez que lo vi y llegó a nuestra casa para presentarse, estaba borracho. Hablé con mi hija y con él. Lo aconsejé como si fuera mi hijo y le abrimos la puerta de mi hogar y aun más cuando se casaron en el 2017”, recuerda.
A Wilmer Q. le decían “el doctor” en casa de Brigith. “Mi papá, que hoy tiene 83 años, lo apreciaba mucho y él lo apodó así, porque a veces mi hija se enfermaba y él era quien le inyectaba. Parecía que se llevaban bien, que eran compañeros. No entendemos por qué mató a mi ‘Sol’, cuenta Carmen.
Brigith sufría los golpes de Wilmer Q. en silencio; ella quería mantener a su familia unida. Anhelaba, además, que Matías y Rafaela crecieran con un papá presente.
Carmen supo que su hija era violentada el 1 junio del 2019. Aquel día, Brigith fue hospitalizada luego de que Wilmer Q. la golpeara repetidamente. Intentó asfixiarla, pero mis niños gritaron y lloraron. Él se detuvo aquella vez”, recuerda.
La familia intervino para proteger a Brigith. La madre habló con ella para aconsejarla y le dijo: “Mija, yo te quiero viva. Yo no quiero sacarte en una caja. Sepárate, tienes un buen trabajo. Nosotros te vamos a apoyar. No estás sola”.
La joven decidió terminar la relación y se separó alrededor de dos meses. “Pero él la buscó y le prometió que las cosas iban a cambiar. Mi ‘Sol’ aceptó porque quería mantener a su familia unida, feliz”, asegura. Sin embargo, los golpes no cesaron. Y, durante la pandemia, Brigith tuvo que vivirlo sola, desprotegida.
¿Dónde está Brigith?
El 8 de abril, muy temprano, Wilmer Q. tocó la puerta de su cuñado Christian –pues su vivienda estaba ubicada junto a la de Brigith- y le consultó sobre el paradero de la joven. Él le comentó que había salido en la noche para intentar recuperar la señal durante una videollamada. “Me preocupé, porque ‘Sol’ no salía. Ella se cuidaba muchísimo, máximo iba al banco, porque trabajaba en casa vendiendo maquillaje. En ese momento comencé a sospechar de Wilmer. Sabía que él le hizo algo a mi hermana”, indica Christian.
Pronto llegaron los agentes de la Dinased al departamento de Brigith. Christian estaba ahí. La actitud de Wilmer le parecía extraña. “Él estaba viendo televisión, ¿cómo va a estar así si la esposa estaba desaparecida?”, relata. Mientras la Policía revisaba la casa, empezó a preocuparse por la seguridad de Matías y Rafaela. “Sabía que si hizo algo, quizá le iba a decir al niño que no avise. Y eso fue lo que pasó. Cuando los agentes se acercaban, él lo llamó y le dijo algo al oído. Yo le pregunté al pequeño si había visto a su mamá salir y me contó que Brigith y Wilmer estaban peleando, justamente en ese momento él lo llamó”, asegura.
La noche del 8 de abril, Carmen invitó a Wilmer a dormir en su casa. Estaba preocupada por él, porque no sospechaba de él, hasta que Matías le contó a Jhoselyn, hermana mayor de Brigith, lo que vio el 7 de abril. “Mi nieto le contó a mi hija que la mamita no tomó cafecito porque él se acordaba que la noche anterior la mamá había tomado cafecito con huevito y también le había comentado que el papá le pegó a la mamá, le botó al piso y cerró la puerta. Cuando después el papá salió del cuarto estaba la mamita acostada en la cama tapada todo. ‘¿Tapada así?’, le preguntó mi hija y él le mostró como estaba mi ‘Sol’. ‘Mi mami estaba cobijada hasta la cabecita. Y mi papi nos dijo: ‘Quítense de ahí, no le molesten a la mami que está durmiendo, está cansada’ y ya después no le ví nunca más a mi mami’. Mi pequeñito estaba asustado”, recuerda.
Entonces, Carmen entendió que Wilmer era la única persona que podía darle una respuesta sobre el paradero de Brigith. La madre salió de su cuarto hacia la sala, donde dormía su yerno. “Me arrodillé ante él y le dije ‘Wilmer si algo pasó con mi hija, quizá sin querer se le fue la mano, que a lo mejor le iba a dejar en algún lugar, que me lo dijera’ y él solo me pedía que cuidara sus niños. Yo le repetía: Wilmer, si estoy pensando mal discúlpeme, si usted no hizo nada le pido que me disculpe, pero entiéndame. Él solo respondió: `Me dijeron que no me han de dar menos de 30 años’. Yo solo quería a mi hija de regreso”, cuenta Carmen.
A las 07:00 del miércoles 9 de abril, Carmen y su hija Joselyn se dirigieron a la Policía para comenzar la búsqueda de la joven. Cuando llegaron, Wilmer Q. ya estaba ahí, sentado sobre una puerta de aluminio. La madre lo enfrentó. “Le pregunté una vez más si ‘Sol’ salió en la noche y me respondió que no. Entonces, me dijo: ‘Señora, le voy a decir la verdad, lo que yo hice con su hija’, mientras me miraba”, relata.
Pero el agente de la Dinased los interrumpió y llevó a Wilmer Q. a una sala en la que confesó el femicidio y contó dónde había abandonado sus restos. Los investigadores identificaron el cuerpo de la joven por los tatuajes que tenía en su cuerpo.
Deudas del Estado
Los restos de Brigith fueron entregados a las 10:30 del 10 de abril. No hubo tiempo para abrazos y flores, tampoco para el ritual que une a la familia en el luto. En aquellos días, en Quito, los cementerios cerraban a las 11:00 por la emergencia sanitaria.
A partir de ese día, la familia -acompañada por las organizaciones Luna Roja, Bloque Proletario y Comité de Lucha contra la Violencia, Desapariciones y Feminicidios (Covidefem) -se han plantado ante el Estado para que en memoria de Brigith se haga justicia.
Un día antes de que Brigith fuese víctima de femicidio el 6 de abril, ONU Mujeres visibilizó una “pandemia en la sombra” que se amplificó a escala global: la violencia basada en género. Los efectos del covid-19 obligaron a la humanidad al encierro absoluto y las mujeres y las niñas que ya vivían situaciones de violencia fueron confinadas con los agresores. Pero la crisis mundial también reveló la fragilidad de las políticas públicas construidas para garantizar la vida de las mujeres. En Ecuador, por ejemplo, la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra Las Mujeres se ha convertido en letra muerta luego de que el presupuesto para su ejecución fuera reducido en un 84% por el Gobierno en noviembre de 2020 y pasó de USD 5,4 millones a USD 876.862.
Carla Espín, activista de Luna Roja, señala que casos como el de Brigith no son aislados, sino que ponen en evidencian que “la violencia patriarcal se recrudeció durante la cuarentena. Y es estructural, no se debe ignorar, porque ha sido sostenida por las instituciones estatales. Las víctimas no denunciaban, no tenían la posibilidad de salir de sus casas, no accedían a redes de protección, además de existir una desconfianza con el sistema judicial porque son revictimizadas y culpadas constantemente. Queremos la pena máxima para Wilmer Q., pero sobre todo, que exista una reparación integral para la familia. No permitiremos que el caso quede impune. Por ello realizamos estos plantones, porque es la única vía de presión para que se haga justicia”, enfatiza.
Ahora, Carmen espera la notificación de la próxima audiencia de juzgamiento. La madre pide reparación y justicia para ‘Sol’. “La Fiscalía tiene suficientes pruebas para demostrarlo. Yo solo quiero que la memoria de mi niña se mantenga como lo que fue: una mujer luchadora, guerrera, que siempre motivó a los demás, que impulsaba a sus amigas a ser independientes. Ha sido muy difícil, pero queremos salir adelante. Mis pequeños han perdido a sus padres y yo veo su sufrimiento cada día. Solo espero que sus heridas sanen, que puedan estudiar tranquilos, que sean felices”, dice, con firmeza.
Carmen siente la presencia de su hija y esa es su fortaleza. Amanece cada día pensando en una de las frases que ella le regalaba cuando las cosas iban mal: “Mamita, tranquila, mañana nos va a ir mejor”. Y así se levanta: con la convicción de que la justicia llegará pronto.