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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

Un terruño que se desangra

De niña, junto a otros niños y niñas en el barrio, jugábamos a la guerra. Un palo de escoba solía ser nuestra arma y construíamos las trincheras con lo que encontrábamos a mano: cojines, sábanas, cobijas. Me aburrían esos juegos, siempre me gustó más el fútbol o los deportes de contacto, sentía mayor adrenalina. Últimamente he pensado en esos días de infancia y lo divertido que era ganar la guerra en medio de los juegos. Hoy, en mi adultez, nada de esto es un juego. Hoy nada de esto termina con un helado compartido entre los dos bandos. Hoy, todo se volvió real y nunca estuvimos preparadas para tanto horror.

Ketsia tenía 7 años de edad. Jugaba en el portal de su casa en el bloque 9 de Bastión Popular, en Guayaquil. El 06 de agosto recibió un tiro en la cabeza en medio de una balacera contra un grupo de personas reunidas en la calle.

Sofía tenía 9 años de edad. Ayudaba a vender salchipapas a su abuela en la Isla Trinitaria, al sur de Guayaquil. Murió después del impacto por balas que iban dirigidas a un grupo de personas que estaban cerca a ella. Su hermano de 14 años de edad también fue herido por un proyectil ese 29 de julio.

Kattaleya, de 7 años de edad, estaba junto a su papá en un balneario en el Tena. Fue asesinada por un sicario que atacó a su padre el 06 de agosto.

Ariana Estefanía Chancay, de 29 años de edad, se acercó a hablar con el alcalde de Manta a quien iba dirigido un atentado, recibió uno de los disparos y murió el 23 de julio.

No olvidemos los nombres de quienes hoy se ha dado por llamar “víctimas colaterales” del “conflicto entre bandas” puro léxico bélico que nos imponen y adoptamos sin pensarlo, como única manera de explicar esta realidad que vivimos, jerarquizando a las víctimas haciendo que unas vidas importen más que otras. 

A diario contamos muertes violentas en Ecuador resultado de una guerra que está desangrando el país. Una guerra donde el Estado y el Gobierno de Guillermo Lasso son los mayores responsables. Una guerra que nos deja terribles secuelas. 

El crimen organizado crece en medio del empobrecimiento y la desigualdad. Cada día me pregunto: ¿qué fue lo que como sociedad hicimos y omitimos deliberadamente para que haya escalado la violencia de esta manera, para que haya tanta saña y odio? Esa misma pregunta debería hacerse el gobierno y el Estado.

Nos vendieron la idea de que es una guerra entre bandas; y se las compramos. —Que se maten entre ellos— he escuchado decir más de una vez, pero basta con mirar las fotos de quienes han sido captados por las mafias: son pre adolescentes, casi niños y niñas. No es una guerra entre ellos cuando las muertes son nuestras. No es una guerra entre ellos cuando cualquier niño o niña puede engrosar la lista de quienes a tiroteos matan o mueren. ¡No, no es su guerra, es nuestra!

Cada día despertamos esperando que no nos alcance una bala, no estar en el lugar ni sitio incorrecto y no ser parte de las estadísticas de la crónica roja.

Este 09 de agosto consternó al país que, rodeado de gente y en plena capital, durante este periodo electoral, el candidato a la presidencia Fernando Villavicencio haya sido asesinado. El gobierno de Guillermo Lasso ha declarado tres días de luto nacional y por vigésima ocasión, el estado de excepción. Pero no es la primera vez que un personaje político recibe amenazas, ataques o es asesinado.

Según diario El Universo entre enero de 2022 y febrero de 2023 se han registrado 61 ataques contra personajes políticos: 29 fueron atentados; 22, asesinatos; y 10, de otro tipo.

En febrero, el candidato a la alcaldía de Puerto López, Omar Menéndez, fue acribillado; el alcalde de Durán tuvo que salir del país después de que fuera víctima de un atentado en el mes de mayo; en julio, el alcalde de Manta, Agustín Intriago y el candidato a asambleísta Rider Sanchéz, fueron asesinados. 

Las amenazas a periodistas también se han convertido en un acto reiterativo en Ecuador. Una de ellas, Karol Noroña, tuvo que dejar el país para precautelar su vida. 

Las amenazas e intento de control político a través del miedo y la violencia han sido sistemáticas. Hoy enluta al país que un candidato a la presidencia haya sido asesinado, pero las alertas estuvieron presentes durante varios meses y el Gobierno de Guillermo Lasso ha hecho caso omiso.

Guillermo Lasso ha demostrado que es fiel a su clase, la oligarquía financiera, la que no cree en el Estado democrático y que sus políticas de estado terminaron afianzando el poder del crimen organizado en este terruño. Esto ha sido un caldo de cultivo para que el pueblo coseche dolor y tristeza. Pienso en Kattaleya, en Sofía, en Ketsia, en sus infancias truncadas entre el temor y la muerte. Pienso en ellas avizorando un futuro que cada vez es más sombrío. 

¿Qué nos espera después de tanta violencia vinculada a las élites políticas que representan grandes intereses económicos cuya intención ha sido profundizar el miedo? Estamos a puertas de unas elecciones atípicas, anticipadas, donde el reto de los y las candidatas que aspiran llegar a la Presidencia y a la Asamblea debería centrarse en el fortalecimiento del Estado, sobre todo en el área social, en salud, en la educación, en el empleo para ir logrando cambios estructurales. 

Esta “guerra” que va enlutando hogares ecuatorianos y que ha dejado en la indefensión a gran parte de la población, no se resuelve con la violencia como respuesta, si no, promoviendo respuestas estatales democráticas, de justicia social, que impidan que nuestras niñas, niños y adolescentes sean víctimas (asesinados o captados) de las mafias. Esta guerra que ahora se toma la palestra política, poniendo y quitando candidatos a punta de armas, muestra su mayor descaro. Es por ello que cabe preguntarnos: 

¿Es una guerra de “buenos” contra “malos”, cuando son nuestras infancias y juventudes las que están quebrándose ante la indolencia y la inoperancia estatal? 

¿Es una guerra de ellos, de bandas, donde nada tenemos que ver, cuando cada vida arrebatada representa una fractura social? 

Ecuador está de luto cada vez que se da una matanza carcelaria, cada vez que una mujer es víctima de feminicidio, cada vez que hay “una muerte colateral”, cada vez que un niño o una niña es captado por el crimen organizado, cada vez que una niña o niño deja de asistir asistir a la escuela y toma las armas. Sí, Ecuador está de luto.

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.