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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Daría #LaMaracx

Sisa

Mujeres que hacen historia

Es una mañana fría, como se ha caracterizado este mes de marzo. Llegamos al portón de la escuela donde Sisa Lozano trabaja. Una de sus compañeras nos da la bienvenida, esperamos unos minutos porque llegamos antes de la hora pactada. Junto con Karen damos una mirada de 360 grados al vasto paisaje. Verde y neblina coronan la comunidad de La Toglla, ubicada en el cerro Ilaló de la parroquia Guangopolo, en Quito.

Sisa nos recibe y nos invita a pasar al aula de música. Es allí donde empieza nuestra conversación. Pregunto: ¿Quién es Sisa?

— Soy una mujer, indígena, kichwa, saraguro y superviviente de todo este pensamiento y forma de tratar que tienen las personas en la capital.

Sisa tiene 34 años de edad y desde muy joven migró junto a su familia a la provincia de Pichincha. Nació en la comunidad de Bellavista, parroquia de San Lucas, en la provincia de Loja. Esta comunidad junto a otras 22 integran la Unión de Comunidades y organizaciones sociales de San Lucas Manta Ayllukanapak Tantanakuy UCURS – SAYTA, afiliada a la Confederación de los pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador – ECUARUNARI y a la Confederación de Nacionalidades indígenas del Ecuador – CONAIE.

— También soy costurera, bordadora, agricultora, afirma con orgullo Sisa.

Éstos oficios han sido heredados de su madre, Mariana de Jesús, quien es originaria de la ciudad de Cuenca. Las labores de Mariana distan mucho de lo que conocemos sobre su tocaya, Mariana de Jesús Molina, una beata quiteña del siglo XIX. “Mi mamá ha sido toda su vida agricultora, ganadera. Siempre ha sobrevivido con lo justo, vendiendo huevos, carne, leche”, cuenta Sisa. Su madre también es una hábil tejedora pues desde “muy pequeñita” le enseñaron el oficio para que pueda confeccionar su propia vestimenta. Sisa nos cuenta el proceso.

— Después de trasquilar al borrego, se lava la lana y con el huango se hila muy fino.

Con el material listo, las mujeres tejen sus propios anacos, rebozos y baetas, también hilan los ponchos de sus familiares y esposos. De eso ya ha pasado mucho tiempo, actualmente su madre se dedica a la distribución de hortalizas en las parroquias de Amaguaña, Tumbaco y Pifo en Quito.

Cuando Mariana estudiaba la primaria, a causa del racismo y la discriminación, se le prohibió comunicarse en kichwa, olvidando el idioma. Acciones como esta impulsaron la lucha por una educación qué ponga en el centro la enseñanza desde el kichwa. Durante el siglo pasado a través de figuras como Dolores Cacuango, reconocida líder indígena del norte de Ecuador, se fundó la primera escuela bilingüe autónoma en el año de 1945 con la ayuda de su amiga mestiza, María Luisa Gómez de la Torre.

Sisa continúa con la lucha “por encariñar a los wawas con este idioma (el kichwa)”. Lo hace desde su espacio laboral ya que acompaña a 29 niñas, niños y adolescentes en la  “Comunidad Educativa Achik Muyu”, ubicada en La Toglla, una comunidad descendiente del pueblo ancestral Kitu Kara y que constantemente se ve asediada por intentos de invasión con fines de expansión inmobiliaria. Sisa también practica el aprendizaje de esta lengua ancestral junto a sus dos hijos en casa. “Hubiera querido algo así con mis papis, pero no se pudo. Recién a los 16 años pude tomar conciencia de dónde veníamos. No crecí hablando kichwa”, nos cuenta.

Hace 12 años, Sisa llegó a la comunidad de San Ignacio en la parroquia rural Toacaso, cantón Latacunga, de allí es originario su esposo. En el lugar conoció a la Organización de Mujeres Indígenas y Campesinas del Norte de Cotopaxi – OMICSE, fundada hace 37 años y en la que participan alrededor de 1200 mujeres de toda la provincia de Tungurahua. Esta organización se ha ganado un lugar importante en el espacio asambleario de la provincia, porque “somos las mujeres quienes sostenemos la alimentación, el cuidado de los páramos, la soberanía alimentaria y lo vivimos día a día”, dice Sisa. Por lo tanto, son las mujeres quienes ponen sobre la mesa estas problemáticas en las asambleas comunitarias.

Sisa enfatiza en que “las mujeres luchan para que no se pierdan las semillas, que se mantenga el cultivo de mashua, de oca, de papa leona negra”.  Y es así como desde los reclamos a nivel comunitario han luchado por alcanzar rangos de participación política más amplios. Sisa cuenta, con orgullo, que para ser aprobadas las disposiciones asamblearias, la organización de mujeres tiene que estar de acuerdo. “Son la última palabra para decidir”, afirma.

Se expresa en la voz de esta mujer indígena el fortalecimiento que han trabajado las organizaciones de mujeres en las comunidades durante las últimas décadas. “Hay compañeras que son buenas dirigentas, que aportan a la comunidad y sus reflexiones no se pueden quedar solamente ahí, tienen que ser llevadas a nivel de la provincia y mucho más” reflexiona Sisa. Por eso concentran sus esfuerzos para enseñar a lxs niñxs y jóvenes que los espacios asamblearios son la forma de incidir en los cambios y transformaciones políticas que demandan sus comunidades. Ella misma ha sido nombrada como dirigenta de Educación en la comunidad de San Ignacio, sorteando su vida familiar entre lo laboral y la participación política. Los fines de semana viaja junto a sus dos hijos y su esposo, Leonidas Iza, a Latacunga para integrarse en los procesos políticos.

Vamos finalizando nuestra conversación y nos dirigimos al aula de costura y tejido, actividades que Sisa comparte con lxs guaguas que participan del Centro Comunitario Achik Muyu. «Todo trabajo hecho con las manos permite asentarse en el aquí y el ahora, mientras coses o bordas te detienes también para pensar en ti misma», afirma. Sisa recuerda que cuando inició su trabajo, uno de los guaguas le preguntó cuánto costaba un collar tejido. “Le dije que seis dólares y me contestó: ‘muy caro, Sisa’ y se fue corriendo.” Pasaron un par de clases y cuando su estudiante aprendió a tejer con mullos, le comentó que ahora ya sabía por qué costaba tanto. “Es mucho trabajo”, le dijo haciendo un gesto de cansancio con sus manos. Es por ello, que para Sisa enseñar a trabajar con las manos le significa tranquilidad y equilibrio.

Karen prepara su cámara, Sisa ordena unas madejas de lana y tejidos a medio hacer, se alista para ser retratada.

Le pregunto: ¿Cómo hacen historia las mujeres?

— Las mujeres hacemos historia por todo lo que hacemos desde cualquier espacio, en el país, en el mundo. Cómo vamos a pasar desapercibidas si estamos luchando, si estamos hablando, si estamos sacando nuestra voz, si estamos proponiendo.

Ahora me ha tocado desde la educación porque desde muy pequeños podemos cultivar en las niñas y niños un compartir con el mundo desde el cariño, el respeto.

Sisa, nos dice que las mujeres que han hecho historia en su vida son su abuela, Angelina, su madre, Mariana de Jesús y su suegra, Rosa Elvira Salazar a quien conoció durante ocho años antes de que falleciera. La recuerda como una mujer de carácter muy fuerte. “Cuando no somos escuchadas, así nos toca ser a las mujeres”, afirma.

Extracto de entrevista a Sisa – Diseño sonoro: Jezabel Calero

Este perfil forma parte del especial por el 8 de marzo: “Mujeres que hacen historia”.

Equipo de trabajo para esta historia:

  • Fotografía: Karen Toro A.
  • Texto: Daria #LaMaracx
  • Diseño sonoro: Jezabel Calero
  • Editora: Jeanneth Cervantes

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Autoras

Daría #LaMaracx

Escribe para no olvidar. Le obsesiona la sexualidad y los hombres. Grindera 24/7 porque el deseo no se reprime.