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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Daría #LaMaracx

Que tu voz resuene en lo alto, Jéssica Martínez

Seguimos llorando a nuestras muertas.

Seguimos demandando respuestas.

Continuamos elevando su memoria.

Afroecuatoriana, de 37 años de edad, de estatura alta, imponente, con una voz fuerte, así la recuerdan quienes conocieron de cerca a la defensora de los derechos de las mujeres trans en la provincia de Tungurahua: Jéssica Martínez. Conmemoramos su legado, su lucha, sus palabras irreverentes y la templanza con que defendió su vida y la de sus compañeras trabajadoras sexuales. El pasado sábado 3 de septiembre fue víctima de trans feminicidio en la ciudad de Ambato.

Documental «Luciérnagas, el delito de ser transgénero y no tener documentos de identidad» de Shirley Tamayo, Belén Guerrero, Santiago Hernández y Ma. Lourdes Ramos en el Laboratorio de #HistoriasPoderosas realizado por Chicas Poderosas. Agosto, 2021.

Jéssica fue conocida por sus compañeras como “La Negra”, una mujer seductora que agitaba sus brazos para hacer titilar los brazaletes que la adornaban. Desde hace 15 años vivía en la ciudad de Ambato, provincia de Tungurahua. Huyó de las agresiones policiales en la ciudad de Quito. Ella era: “una puta vieja, como las pocas que quedamos”, afirma Odalys Cayambe, amiga de Jéssica y lideresa comunitaria de la primera casa de acogida para mujeres trans “Dejando Huellas” ubicada en Flor de Bastión, un populoso barrio de la ciudad de Guayaquil.

Jéssica integró, desde 2007 la Asociación de mujeres trans “Nueva Esperanza”, en Ambato. Fue Presidenta y actualmente era la Vicepresidenta de la Asociación. Ahí realizó diversas acciones a favor de los derechos humanos de sus compañeras trabajadoras sexuales. Una de esas acciones fue la denuncia pública por el delito de incitación al odio contra las mujeres trans trabajadoras sexuales por parte del comentarista deportivo Walter Villegas, conocido como: “Maestro Cherazo”.

El viernes 15 de octubre de 2021, Villegas publicó una transmisión en vivo a través de su página de facebook, mientras recorría el centro de Ambato. Grabó a las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual, se burló de su identidad de género y las señaló como “criminales y peligrosas para la ciudadanía”. Todo esto mientras estaba en compañía de su hija, una niña quien también participaba de los comentarios.

Gracias al trabajo de Jéssica se inició un proceso penal por delito de odio que culminó con la presentación de disculpas públicas por parte de Villegas el jueves 11 de agosto de 2021. Frente a este acto, Jéssica, en representación de sus compañeras trans trabajadoras sexuales, rechazó la disculpa y expresó su inconformidad porque Villegas no reconoció que haya sido un acto que vulneró los derechos de las trabajadoras sexuales trans.

“Esas disculpas públicas fueron dirigidas a toda la comunidad LGBTIQ+ pero a quienes usted denigró fue a las trabajadoras sexuales trans, a nuestra Asociación Nueva Esperanza por eso estamos inconformes” señaló Jéssica en el evento impulsado por la Defensoría del Pueblo y también en un video difundido en redes sociales al día siguiente.

El legado de Jéssica trasciende este episodio. Durante los últimos 10 años ejerció presión ante el Estado ecuatoriano para garantizar el acceso a la salud para sus compañeras trans, así como la garantía de los derechos de las personas que viven con VIH. Desde 2013 y durantes tres años, integró la campaña #MiGeneroEnMiCedula impulsada por Proyecto Transgénero para garantizar el reconocimiento de la identidad de género de las personas trans en Ecuador a través del proyecto de Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, vigente desde febrero de 2016.

Fue una voz irreverente que no guardaba silencio ni compostura cuando denunciaba el odio, la violencia y la discriminación. Así como la Diosa Òşhun, cuando esta se reveló contra la dominación masculina de los Òrìshàs trayendo consigo la esterilidad y saboteando las acciones de los dioses hasta que estos le rogaron asistir a las asambleas donde se tomaban las decisiones del mundo. Y Òşhun fue coronada como la más importante de las mujeres de la ciudad, regresando la vitalidad a los ríos, alimentando los campos. Jéssica también fue coronada, por sus compañeras, por su indiscutible gargo para desfilar en los certámenes de belleza y por pisar “duro, duro” las calles de un Ecuador que desea ilícitamente a las travestís, sus cuerpos y sus caderas, que desea el contoneo de sus lenguas. Que las desea tanto que les corta la cabeza.

“Mujer elegante que tiene joyas de bronce macizo”.

Saludo dedicado a la deidad yoruba, Òşhun.

“Era una mujer muy inteligente, que prestaba su abrigo a las chicas [trans] recién llegadas. En la pandemia ella organizó con sus compañeras la entrega de comida [para otras trabajadoras sexuales]. Y lo último, fue verla en las protestas del Paro Nacional [junio de 2022] con los indígenas, ahí en las calles de Ambato, reclamando”, recuerda una buena amiga de Jéssica quien prefiere la reserva de su nombre, pues ahora en Ambato prima la impunidad y la muerte violenta de Jéssica es muestra de ello.

Jéssica participó del Paro Nacional en rechazo al alto costo de la vida en Ecuador. Vigilia organizada por el colectivo Wambras Verdes Tungurahua y otras organizaciones. 25 de junio de 2022. Archivo personal. @maluramosescritora

A Jéssica le encantaba cocinar para sus amigas y seres queridos. Desde hace unos meses había dejado de ejercer el trabajo sexual callejizado y se dedicaba a la venta de mariscos. Este cambio en su fuente de ingresos económicos estuvo relacionado con las amenazas de muerte y extorsión que de manera reiterada recibía. Ella era una voz incómoda. “Me tienen puestos los ojos encima porque no dejo que nos cobren plaza” se escucha en una nota de voz qué Jéssica le envió a Odalys, y que se difundió en redes sociales.

En una entrevista para el reportaje “Estrategias para afrontar las violencias, en construcción” parte del especial periodístico “Travesías de mujeres trans”, Jéssica recordaba que “por años, de forma reiterada, han pedido resguardo policial para ejercer su derecho al trabajo sexual, pero se les niega la protección. Y cuando emiten alguna alerta a la Policía Nacional, [las mujeres trans trabajadoras sexuales] son las primeras en ser retiradas de la calle.”

Cinco semanas antes de su muerte violenta se sometió a una operación quirúrgica, la extracción de su vesícula. Con el apoyo de sus compañeras logró sostener económicamente su recuperación y cuidado. Pero el dinero escaseaba y la noche del sábado, Jéssica salío a ejercer el trabajo sexual en las inmediaciones del mercado Central en Ambato. A las 21h45, fue asesinada por herida de bala en las calles Joaquín Hervas y Marieta de Veintimilla, en el centro de la ciudad.

Odalys Cayambe recuerda que Jéssica le comentó sobre las amenazas de muerte que recibió este último tiempo. Jéssica expresó en una nota de voz que sentía miedo porque  estaba en riesgo su vida. La activista se opuso a que ella y sus compañeras pagarán cuotas para su “protección” y para preservar su «plaza” de trabajo en las calles. Jéssica no cedió a la extorsión, por parte de grupos de delincuencia organizada, para que las trabajadoras sexuales trans participen del microtráfico de drogas que de manera constante les exigen. 

La Fundación Tacones Rojos y la Red Comunitaria Trans de Ecuador, en un comunicado publicado en redes sociales después del trans feminicidio de Jéssica, denuncian las constantes extorsiones a las que se enfrentan las mujeres trans trabajadoras sexuales y dueñas de peluquerías que se niegan a pagar “plaza y vacunas”, es decir, cantidades de dinero con la promesa de ser “protegidas” por parte del crimen organizado.

En los últimos meses las amenazas a las defensoras de derechos humanos en Ecuador han aumentado y han sido denunciadas frente al Estado. Es el caso de Lina Maria Espinosa Villegas, integrante de la organización Amazon Frontlines y de la Alianza por los derechos humanos en Ecuador, quien denunció el 29 de julio de 2022, amenazas de muerte mediante llamadas telefónicas. Estas amenazas se han realizado en el contexto de acompañamiento técnico jurídico que ella realiza a comunidades y miembros de pueblos y nacionalidades indígenas, antes, durante y luego del paro nacional de junio de 2022, 

No podemos cerrar esta nota sin preguntarnos: ¿Qué está haciendo el Estado para precautelar y asegurar la integridad y la vida de las defensoras de derechos humanos? ¿Cuántas más deben vivir amenazas y estar expuestas a que les arrebaten la vida?

Once disparos apagaron la voz de Jéssica, en un intento más por silenciar a las voces incómodas, aquellas que no se doblegan ante las amenazas. La muerte violenta de Jéssica  pone en evidencia el riesgo al que son expuestas las defensoras de derechos humanos en un país donde el presidente Guillermo Lasso anunció la inversión de 1.200 millones de dólares para mejorar las condiciones laborales y operativas de la policía nacional y la progresiva incorporación de 30 mil nuevos uniformados. ¿Es suficiente ese dinero para asegurar la “paz ciudadana”? ¿Serán suficientes esos gendarmes para proteger a la “gente que sí lo merece”? En tanto, las mujeres trans, las víctimas de feminicidio, de transfeminicidios, las familias seguirán enterrando a las suyas, a sus hijas y sus hermanas, a sus madres y compañeras, a quienes les arrebataron la vida por negarse al sometimiento de la guerra masculina, de la guerra de los poderosos que imponen “su ley y su orden”.

***

Hoy recordamos tu cuerpo firme, ese paso osado, tu voz inflamada. Jéssica, para muchas representas a una madre, para otras, eres una gran amiga y para las mariquitas de estas tierras hoy te conviertes en un símbolo de fuerza y templanza. Regresaremos el golpe. Tu nombre y tu vida se unen al de otras míticas mujeres trans, Paola Buenrostro, Diana Sacayán, Tayra Evelyn Ormeño, que desgarraron el velo del Hades y fueron bien recibidas en los campos Elíseos, lugar dedicado a las travestís.

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Autoras

Daría #LaMaracx

Escribe para no olvidar. Le obsesiona la sexualidad y los hombres. Grindera 24/7 porque el deseo no se reprime.