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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Daría #LaMaracx

Melva Rodríguez

Mujeres que hacen historia

Con las manos heladas por el frío quiteño toco el timbre del edificio donde nos recibirá Melva. Al verla me sorprendo porque usa un par de sandalias descubiertas pese a la baja temperatura que hay en la calle. Ella está muy cómoda. Se disculpa por el retraso. Le tomó más de una hora movilizarse en bus desde el lugar donde trabaja, hace casi siete meses, al extremo sur de la ciudad de Quito.

Melva Rodríguez Burvano, se reconoce como una mujer afrodescendiente. Nació hace 32 años en la provincia de Esmeraldas. Creció en un barrio urbano marginal con limitado acceso al agua potable y calles no pavimentadas. “Disfrutábamos de jugar pelota en el lodo, encharcarnos cuando llovía”, recuerda Melva. Inmediatamente nos habla de los cuidados de infancia de su abuela y de su madre. Esta última, Doña Cecilia Burvano de 59 años, le enseñó que la fuerza para la vida no era propia de los hombres. Verla cargar la bombona del gas o traer agua del río son dos imágenes que Melva tiene presente a la hora de pensar en su madre. Con la partida de Melva hacia Quito para asumir un nuevo reto laboral, su madre por primera vez vive sola y aunque a Cecilia le genera mucha nostalgia, le ha dicho a su hija, que este cambio de vida le servirá para ser más fuerte.

Migrar no ha sido fácil pero le ha permitido reconocer la importancia de las redes de apoyo que mantiene con otras mujeres, sus amigas de lucha. “Creemos que vivir con alguien lo es todo, pero estos meses me han permitido conocerme, como hace mucho no lo hacía.” Melva, ya había experimentado lo que significa volar del nido familiar, así lo hizo cuando, tras graduarse como enfermera, fue a realizar el servicio de salud rural en San Lorenzo del Pailón, una ciudad ubicada en la frontera norte de Ecuador.

San Lorenzo fue una escuela de vida para Melva, tras finalizar su año de trabajo rural se incorporó al trabajo administrativo en el Ministerio de Salud Pública – MSP de la misma ciudad. Fueron cuatro años los que vivió ahí. “Aquí pude apreciar la resistencia de las mujeres a tantas situaciones de violencia. Conocí a las concheras y su liderazgo”, afirma. Es de aquellas mujeres trabajadoras que Melva pudo reconocer el amor por “su identidad étnica”, antes había rechazado su cabello, su aspecto físico. En estas tierras se reconoció como una mujer negra, afrodescendiente.

Y también fue a partir de su trabajo con las mujeres concheras que Melva cuestionó su papel profesional. Le llamó la atención que ellas encuentran alternativas terapéuticas para solventar los problemas de salud producto de las extensas jornadas de trabajo. El dolor lumbar y de piernas por remover el fango y las infecciones en la piel de manos y pies por estar expuestas a la humedad son de los malestares más comunes que agobian la vida de las concheras. Melva les decía que para desinflamar su cuerpo tomen diclofenaco y descansen del trabajo, a lo que las mujeres le contestaban: “No, licen. Usted se pone un ungüento aquí y una manteca con estos montes. Y si todavía tiene dolor vaya a conchar pero fajada, va a ver cómo se mejora más que con su medicina”, recuerda. En un contexto de desigualdad y empobrecimiento ciertas recomendaciones médicas eran difíciles de cumplir. Por lo tanto, un día de no trabajo en el manglar significa un día de no comer y “ellas no se pueden dar ese lujo”, afirma Melva.

Cuando le pregunto sobre su profesión y el enfoque desde el cual trabaja, me cuenta que ahora se considera salubrista. Mientras cursaba la universidad defendía la importancia del sistema de salud pública, pero “no es completa y tenemos que apuntar hacia algo más”, nos dice. Después de cursar su posgrado y el trabajo directo con las usuarias del sistema de salud ella concibe su la labor profesional desde la salud colectiva; una perspectiva de trabajo que contempla los saberes y prácticas culturales de quienes se enfrentan a mayores riesgos de enfermar, para pasar de la simple intervención médica a generar cambios sociales trascendentales, otras alternativas de salud que cuestionen el modelo de explotación capitalista, capacitista, racista.

Cuando habla de sus recuerdos en San Lorenzo su voz se torna musical, su rostro se desborda de emociones. Fue en ese mismo lugar donde se reconoció como feminista, ahí tomó la decisión de apostar por la lucha de las mujeres. Tenía 24 años, era una joven profesional y se enfrentó a los resultados del machismo y de la violencia sexual: niñas embarazadas que llegaban al servicio de salud. En cada turno de trabajo en el servicio de vacunación, Melva recibía a niñas y adolescentes con hijos e hijas en sus brazos. Nos cuenta que peleó mucho con sus compañeras para que la atención a estas usuarias sea amigable y no se naturalice el ver a niñas embarazadas. Les interpelaba a las otras enfermeras diciéndoles: “¿crees que una niña se siente cómoda cuando le dices ‘ey, señora venga?’ Pues no, es una niña, no se siente bien”, cuenta indignada.

Esta realidad a la que Melva se enfrentó, es cada vez más alarmante, en el año 2016, 2.115 niñas de entre 10 y 14 años y 23.809 adolescentes de entre 15 y 17 años dieron a luz en el país. Dos años después, la realidad empeoró, según cifras de 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 148 adolescentes de entre 15 y 19 años dieron a luz cada día. Esto significa que Ecuador es el segundo país de la región andina con la tasa más alta de embarazo adolescente.

Melva veía en los rostros de esas niñas una profunda frustración. Ellas ya tenían dos o tres hijos y eran obligadas a continuar con un nuevo embarazo. “Tenía que hacer el Tamizaje Metabólico a 15 recién nacidos y más del 85% de sus madres eran adolescentes. Esto era todos los días”, recuerda Melva. También nos cuenta que se encontró con usuarias adultas que estaban a punto de entrar en su período menopáusico, pero se quedaban embarazadas y nadie les había brindado la opción de abortar.

Extracto de entrevista a Melva Rodríguez – Diseño sonoro: Jezabel Calero

Desde el año 2014, Melva ha participado de movilizaciones feministas en la capital de Ecuador. Primero participó de la Marcha de las Putas y más recientemente de la Marea Verde. Mientras nos cuenta esto señala un mueble donde permanece un pañuelo verde con el slogan “Aborto libre”, símbolo de la campaña por la despenalización total del aborto en Ecuador. Ella está a favor de que “las mujeres decidamos abortar, por las razones que sean y las veces que sean necesarias. Sueño que pronto en este país el aborto no sea solo posible por violación, porque con o sin ley vamos a seguir abortando”, dice Melva con voz firme.

Nos cuenta que ese, no es el único pañuelo verde en casa, tiene otro amarrado a su cartera y varios en su oficina. Melva es, además, epidemióloga y actualmente su trabajo consiste en administrar los servicios de vacunación que ofrece el Estado y distribuir vacunas, incluidas las que son contra la Covid-19. “A veces me preguntan si no me da miedo que me vean en el trabajo con el pañuelo verde. Pero ese pañuelo me recuerda que las mujeres necesitamos abortar juntas, sin miedo, sin culpa. Me recuerda que en un aborto acompañado las mujeres podemos encontrar paz”, dice Melva.

Mientras se acomoda sobre la alfombra fucsia sobre la que conversamos, Melva nos muestra un par de libros de Coral Herrera, una escritora española que se especializa en criticar el amor romántico y la relación con la violencia hacia las mujeres. También nos indica una cartuchera donde guarda aceites esenciales que le han ayudado con la ansiedad y el estrés de los últimos días. Para finalizar nuestro encuentro le pregunto: 

¿Por qué las mujeres son históricas? Me responde:

— Porque este mundo no se podría sostener sin nosotras. Cuando estamos cuidando, trabajando, militando, estamos resistiendo. Esa lucha nos hace: históricas.


Este perfil forma parte del especial por el 8 de marzo: “Mujeres que hacen historia” 

Equipo de trabajo para esta historia:

  • Fotografía: Karen Toro A.
  • Texto: Daria #LaMaracx
  • Diseño sonoro: Jezabel Calero
  • Editora: Jeanneth Cervantes

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Autoras

Daría #LaMaracx

Escribe para no olvidar. Le obsesiona la sexualidad y los hombres. Grindera 24/7 porque el deseo no se reprime.