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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Ma. Belén Cedeño

Incomodar: una tarea del feminismo

El martes 8 de marzo de 2022 quedó claro que en Ecuador incomodan más las feministas que la constante vulneración de derechos.

En las calles de Guayaquil, nos convocamos organizaciones de mujeres, organizaciones sociales populares, feministas y defensoras de Derechos Humanos en el Parque Centenario, renombrado por los movimientos feministas de la ciudad , como Parque Soledad Rodríguez. Este fue el punto de encuentro de la marcha en conmemoración del Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, este 8 de marzo. El lema propuesto por el Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia de Guayaquil, este año fue: “Nuestros derechos no se negocian”, consigna que interpela a las negociaciones que se dieron en la Asamblea Nacional, durante la construcción y votación de la ley de aborto por violación durante el mes de febrero.

A las 17:30, la marcha arrancó por la avenida 9 de octubre, su ruta tradicional, hacia la Calle Pichincha. En el ambiente se sentía la potencia y ritmo de las diversas batucadas locales; este año por primera vez participaron batucadas conformadas por niños, niñas y adolescentes de los barrios Socio Vivienda II (Batusocio), Suburbio (Ritmo del Suburbio), Guasmo (Batuquerxs del Sur) y Bastión Popular (Los chicxs del Barrio). La marcha históricamente ha sido un espacio de encuentro pacífico, en la que también asisten jóvenes, familias, personas adultas mayores e incluso mascotas.  

Este año no fue la excepción, más de mil personas gritamos a una sola voz: “las calles también son nuestras”. Debemos recordar que Guayaquil es una ciudad donde el espacio público está en constante privatización, donde existe un “plan de seguridad” que enmascara políticas déspotas, abusivas y autoritarias del Partido Social Cristiano. Ybelice Briceño, profesora de la Universidad de las Artes y militante feminista, comenta que “llevamos cuatro años haciendo manifestaciones en la calle, rompiendo el temor y el conservadurismo de esta ciudad”. Este encuentro masivo en las calles se convierte en una posibilidad para habitar el espacio público sin miedo.

Una gran ola de pañuelos verdes y morados se agitaban al grito de: “si Lasso fuera mujer, el aborto sería ley” y “nos matan y nos violan y el Gobierno no hace nada”, mientras atravesábamos la calle Pichincha. Estas y otras consignas recogen las demandas del movimiento feminista hacia el estado ecuatoriano, y que es una deuda pendiente desde hace décadas.

Estas demandas,  que en los últimos años se han agravado según el informe de la CEDAW. La respuesta para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, el acceso a la vivienda digna, a la implementación de una educación sexual integral en el sistema educativo y el acceso a servicios seguros de aborto fueron algunas de las demandas colectivas planteadas. “Nos vamos a mantener aquí, movilizándonos en las calles, exigiendo el derecho a una vida libre de violencia, a una educación de calidad, a la salud” indicó Gabriela Menéndez de Mujeres por el Cambio.

La movilización continuó por la calle Malecón hasta llegar a la intersección con la calle Loja. Es aquí, donde agentes UMO (Unidad de mantenimiento del orden) cerraron el paso y nos lanzaron gases lacrimógenos. Alegaron que no estaba autorizado seguir —como siguen sosteniendo en su comunicado público—, a pesar de que la marcha informó con anterioridad la ruta planificada a diversas instituciones de seguridad y tránsito de la ciudad. Amenazas de uso de la fuerza, empujones y bloqueos fueron las primeras reacciones de los agentes al ser consultados sobre la razón del cierre de la calle. En medio de la represión, cientos de compañeras decidimos sentarnos en el piso, mientras otras gritaban “a la policía le quedan dos caminos, estar con el pueblo o ser sus asesinos”. Queda en evidencia que ya escogieron uno de ellos, la represión que también se dio en Quito, nos da una respuesta contundente y clara. 

Después de la represión esperaban que nos vayamos, que lleguemos a una negociación, que ya nos habían colaborado con su presencia y que aceptemos sus órdenes. No resulta ajena esta estrategia, la lucha de las mujeres históricamente ha sido utilizada por aquellos que están en el poder. Nuestros derechos han sido y son usados como moneda de cambio en mesas de negociación entre partidos políticos y vistos como dádivas en plenos legislativos.

En ese momento, el lema de la marcha “nuestros derechos no se negocian” se hizo cuerpo, se transformó desde el discurso a la acción colectiva. Permanecimos juntas en la calle,  hasta llegar por la ruta planificada, por el camino deseado. El encuentro finalizó en la Plaza Colón —renombrada por el movimiento feminista como Plaza Tomasa Garcés—. En medio de tamboras, lágrimas, abrazos y potencia gritamos que no tendrán la comodidad de nuestro silencio nunca más. 


Fotografía: Tatis Jiménez. 8 de marzo de 2022, Guayaquil. Cortesía: CEPAM Guayaquil.

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Autoras

Ma. Belén Cedeño

Fotógrafa y comunicadora audiovisual feminista. Prefiere narrar con imágenes, pero a veces escribe. Guayaquileña.