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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Natalia Sierra Freire

Desde las víctimas, mi versión de los hechos

Plantón en los exteriores de la Unidad de Flagrancia en Quito, después de la detención de integrantes del movimiento Guevarista. Foto: Archivo La Periódica

El día previo a la injusta detención hablé con mi Ernesto de las travesuras de su gato, Niño Toribio y de sus dos perritas Laica y Merlina. Realmente fui a que calme mi corazón angustiado por mis dolencias emocionales. Sólo él sabía cómo hacerlo.

El día 19 de mayo de 2022, día de la injusta detención de mi Ernesto, a las 6:00, por un llamado angustiado de mi madre, llegué a su casa y la encontré aterrorizada. Invadida por más de una docena de policías, armados con fusiles de asalto, iban a buscar a su nieto, realmente su último y más querido hijo, con él que vive y quién cuida de ella. Mi madre y yo volvimos a vivir el terror de la violencia estatal.

Encontré a Ernesto esposado y aún no le habían leído sus derechos. Las tropas de policías de asalto revolvieron todo su departamento buscando evidencias, sin encontrar nada, porque nada podían encontrar, se llevaron algunos ejemplares de dos libros escritos por Ernesto y la cédula de su madre Sayonara, quién 36 años atrás fue asesinada por el Estado, durante el Gobierno de León Febrés Cordero.  Se llevaron uno de los pocos recuerdos que guardaba de ella, en un acto de pura violencia gratuita y perversa que buscaba herirlo.

A las 22 horas de la injusta detención, después de que los familiares sufrimos el sol, la lluvia, el frío de la noche y la madrugada, a las 4:00 del 20 de mayo se dio la audiencia de acusación, en la cual la jueza, vía zoom, estableció la prisión preventiva.  Sin siquiera verlos directamente, sin permitir que la audiencia sea pública como corresponde, sin permitir que los abogados presenten los arraigos para las medidas sustitutivas, los envió a prisión.

Ernesto no había llegado a Flagrancia y todos los grandes medios de desinformación ya habían sacado su imagen, no respetaron su derecho constitucional a no ser expuesto públicamente, no respetaron su derecho a la presunción de inocencia. Lo juzgaron y sentenciaron. Lo expusieron, expusieron a nuestra familia en un acto cruel de sensacionalismo mediático absolutamente irresponsable y, sobre todo, nada ético.

Desde el día 20 de mayo en que se dictaminó la prisión preventiva, sin observar la resolución de la Corte Constitucional de evitarla por la crisis carcelaria, hasta el martes 24 de mayo los tuvieron incomunicados, violando sus derechos y torturando a las familias que permanecimos seis días infames en las veredas de Flagrancia, con el cuerpo roto en mil pedazos.

El 24 de mayo a las 16:00 los trasladaron a la cárcel del Inca en Quito. Los interminables seis días de angustia de no saber cómo estaban, dónde estaba, qué pasaba, porque nadie nos quería decir nada, porque así torturan a las familias. Me llevaron al psiquiatra justo a la hora que se lo llevaron de Flagrancia.

Las familias somos sentenciadas al maltrato y a la humillación del sistema judicial sin que nuestros hijxs hayan sido aún sentenciadxs. Ahora una vez más experimento que la violencia estatal cae sobre el cuerpo de las mujeres: abuelas, madres, hermanas, hijas. 

El domingo 19 de junio, al mes de su injusta detención, por fin pude verlo, abrazarlo, sentirlo; decirle cuanto lo amo, que no hay día que no piense en él, que permanece en mi corazón siempre. Pude ver el ser humano maravilloso que es, ver que nunca le van a quitar su dignidad ni su bondad.

El Estado me destrozó hace 36 años, saqué fuerzas de mi dolor, me levanté para con madre cuidar de ti y tu hermana. Hoy que el Estado vuelve a romper. Voy a recoger los pedazos, me voy a volver a levantar y con la dignidad de nuestra historia lucharé sin tregua por tu libertad.

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Autoras

Natalia Sierra Freire

Zapatista de corazón. Comuna – Ecuador.