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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Gabriela Toro Aguilar

Los hombres se cuentan cosas

Crítica de ‘Panamá’ de Javier Izquierdo

La premisa de Javier Izquierdo –como director y en el guion junto a Jorge Izquierdo– para su nueva y tercera película ‘Panamá’ está en el terreno de lo que el escritor argentino Ricardo Piglia señaló como una de las máximas borgianas: ver cómo actúa la ficción en la realidad. Algo que ya lo hizo, aunque de un modo distinto, en ‘Un secreto en la caja’ (2016). Ahora esta historia, que también está impregnada de humor, ya no tiene que ver con un personaje de la cultura nacional sino con la amistad, la política latinoamericana –que no ha cambiado mucho– y ser hombre ecuatoriano a inicios de los 80; años convulsos en todo el continente, de levantamientos sociales y políticas estadounidenses violentas.

En la película de ficción que se estrena este viernes 10 de enero dos hombres, después de diez años de no haberse visto, coinciden en Panamá. Sus vidas, así como su manera de ver el mundo, son casi totalmente opuestas; los une ser del mismo sexo, haber sido amigos en el colegio y ser de una clase muy privilegiada. Ese encuentro sucedió en el plano de lo real: José Luis (Jorge Fegan) encarna a Juan Carlos Acosta (poeta y miembro de Alfaro Vive Carajo que fue secuestrado y torturado hasta la muerte en el gobierno de León Febres Cordero) cuando se encontró con un amigo de la adolescencia en un lugar del país centroamericano; ese amigo es Esteban (Diego Coral) y ocupa un cargo ejecutivo en un banco ecuatoriano.

Esteban (izq.) y José Luis en la habitación de un hotel. Fotograma de ‘Panamá’.

Los hombres conversan, se ponen al día y recuerdan; José Luis lo hace con parquedad y Esteban es locuaz, canchero, con la confianza que le da encarnar la subjetividad de su tiempo: estar al lado del poder siendo hombre. Sus anécdotas son comunes pero se pueden tornar polémicas –gracias a un manejo de la tensión entre Fegan y Coral–, tan solo porque a veces se devela el sentido común que perdura hasta hoy: cómo ven a las mujeres, cómo se relacionan con ellas, el trato con hombres y mujeres que no son mestizas ni de su clase, y la política. Básicamente toda la película reposa en ese acercamiento a la conversación –incluso lo que no se quieren decir–: la cámara busca intimidad en las cosas que se cuentan esos hombres tan distintos y que están casi siempre a unos centímetros del cuerpo del otro, siempre a la altura del ojo que los ve. Esa intimidad está construida por un trabajo de guion impecable, y con una recursividad que responde a concentrarnos en esas cosas que se dicen José Luis y Esteban, en los ambientes cerrados y próximos a los personajes; y quizá así los podamos conocer. ‘Panamá’ minimiza en sus recursos y en las formas, sin ser simple ni complaciente.

Fotograma de ‘Panamá’.

No se trata de que ‘Panamá’ sea una exploración profunda de la intimidad masculina amistosa –aunque no descuida verla–; es una película múltiple, ahí están política, masculinidad y amistad cortando la tela de la pantalla. Pero en especial el juego entre ficción y realidad de José Luis y Esteban, algo que no adelantaremos en esta crítica pero que sí llamamos a ponerle mucha atención. Son muchos planos de ese juego, a lo que el blanco y negro le sienta muy bien, porque en esa misma actuación de sus personajes se juega, incluso, algo de su masculinidad: son más visibles por lo que dicen en la “conversación de amigos” (el campo sin censura y siempre tenso de muchos hombres: comparación, halago, ponerse a prueba) que por lo que muestran.

Para rematar, Izquierdo ha puesto a José Luis –el más enigmático– como periodista, oficio que afirma un régimen de verdad desde la palabra, y a Esteban como el banquero, la “verdad” de las finanzas; palabra y números, monopolios del patriarcado que vivimos, pendiendo de un hilo. Paradójicamente al hacer tambalear esas verdades ‘Panamá’ se acerca a la realidad críticamente: nadie tiene un solo rostro y a veces el más visible es el menos transparente, y planteado desde los hombres resulta muy interesante. Por último, llama la atención que la única mujer de la película hace un papel repetidísimo, cuestionable hasta un punto; sin embargo ella es el personaje que todavía está en el imaginario masculino sobre las mujeres con vida social y que, otra vez, cuando aparece pone a prueba la valoración entre pares hombres.

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Autoras

Gabriela Toro Aguilar

Apasionada de la locura de la vida. Antes que nada prefiere observar, escuchar y leer. Periodista, correctora de texto y estilo y encuadernadora artesanal. Actualmente es becaria de la maestría en literatura hispanoamericana de El Colegio de San Luis (México).