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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

Zapatos Rojos: Un encuentro entre el arte, la memoria colectiva y la sanación

Zapatos Rojos ha sido tema de debate en redes sociales, ya que estos últimos meses, durante la segunda vuelta electoral en Ecuador, la campaña de Guillermo Lasso ha hecho uso del símbolo de los Zapatos Rojos desvirtuando su sentido original, lo que ha traído como resultado reacciones contrapuestas: por un lado el rechazo y reclamo en redes sociales de sectores activistas que  defienden y luchan por los derechos de las mujeres; pero por otro ha mostrado que la violencia digital es una situación constante, pues activistas e incluso la misma artista fueron hostigadas en estos canales por cuestionar el uso de este símbolo con comentarios como:  “patéticas”, “delirantes”, “ridículas”, “locas” y más…

¿Por qué importa el uso del símbolo de Zapatos Rojos?

La instalación artística Zapatos Rojos nació en Ciudad Juaréz- México en agosto de 2009. Elina Chauvet, autora de la obra comenta en su blog que surge “a partir del duelo propio y la necesidad de hacer público el dolor privado y ajeno”. Durante estos 12 años, la obra ha recorrido distintos países: México, Italia, Argentina, Chile, Ecuador, España, Reino Unido entre otros más y es símbolo para las familias y sectores feministas que buscan justicia por las mujeres víctimas de violencia de género, de violencia sexual y de feminicidio.

En Ecuador la obra se ha replicado en distintos momentos. El 20 de mayo de 2014[1], la Plataforma Justicia Para Vanessa[2] replicó la instalación en Quito. Durante dos semanas las integrantes de la Plataforma recolectaron 98 pares de zapatos, los pintaron de rojo para después ubicarlos en la Plaza de los Presidentes, en la Av. Amazonas y Jorge Washington, en el norte de Quito. Cada uno de los zapatos representa a las mujeres ausentes, a las asesinadas, a las víctimas de feminicidio.

Desde aquella fecha,  otros colectivos feministas han hecho de esta obra una apuesta colectiva para continuar llamando la atención de la sociedad y el Estado sobre la situación de violencia, siendo un símbolo de exigencia por la búsqueda de justicia por las desaparecidas y víctimas de violencia machista.

Mientras escribimos esta entrevista, en México la policía de ese país asesinó a Victoria Salazar, una migrante salvadoreña. En Ecuador, en cambio este último fin de semana se registraron tres feminicidios: Dayana Arévalo de 24 años en Mira-Carchi, Rosa de 26 años en Quito y Gissel Beltrán en Balao, que se suman a las más de 870 mujeres han sido víctimas de feminicidio desde 2014 hasta la fecha.

¿Quién es la autora de la obra y qué está detrás de este símbolo de arte y memoria colectiva?

Elina Chauvet

Yo soy una artista mexicana, me dedico a las artes plásticas y visuales desde hace 30 años.  La manera en la que incursioné o entré en el arte feminista fue de una forma espontánea. Yo no estaba muy enterada de lo que era el feminismo, pero mi hermana murió de una manera trágica, asesinada por su esposo. En esa época yo estaba empezando con las artes -estudié arquitectura, y vivía en Ciudad Juárez- Me mudé a una ciudad del noroeste de México y vi la oportunidad de dedicarme a lo que yo amaba, quería hacer arte, inicié entonces. Y en el momento que inicie murió mi hermana.

Mi hermana se casó y se fue a vivir a Chiapas. Ella estaba sola allá con la familia de él, no podíamos saber lo que estaba pasando con ella. Ella estaba en un rancho, no tenía la facilidad de acceso a un teléfono.

Para mí es importante que la gente entienda de dónde viene esta obra. Esta obra nace del amor a mi hermana. Teníamos una diferencia de edad muy pequeña, éramos casi gemelas, era mi amiga, compañera inseparable. Cuando ella muere, me sentí partida en dos, el dolor fue tremendo, inmenso; cargue con ese duelo sola. Mi familia estaba en Chihuahua. Yo vine a Sinaloa y nadie de los que me rodeaban -la gente nueva en mi vida- la había conocido.  Entonces sanar está herida fue muy difícil porque no tenía con quién hablar de ella.

Hice catarsis a través del arte que apenas estaba iniciando. Pinté diez años y sin pensarlo, pinté sobre mi dolor, pero en este proceso de pintar, de sacar el duelo, de sacar mis emociones a través de la pintura, a través del arte, fui generando conciencia, mucha reflexión acerca de la muerte de mi hermana y acerca de la violencia que hemos vivido las mujeres generación tras generación. Todas esas desventajas que hemos tenido, en relación con los varones, que siempre nos han llevado muchísima ventaja.

¿Cómo fue esa reflexión? 

Se me abrió el panorama más grande y empecé a darme cuenta de la violencia que vivimos las mujeres de una manera normalizada. Y, entendí que eso no era normal. Además, empecé a reflexionar sobre la violencia en el hogar, porque la violencia que vivíamos era un tabú. Los espacios como los museos me empezaron a ser insuficientes para decir lo que quería decir y sobre todo para interpelar a las mujeres y empecé a buscar ese espacio en que pudiéramos decirlo todas, hablarlo todas.

Los feminicidios en Ciudad Juárez empezaron a nombrarse a principios de los noventa y mi hermana murió en el 92. Yo relacioné mucho esta violencia, esta muerte de mi hermana con los feminicidios en Ciudad Juárez. El efecto dentro de la familia es muy similar ante cualquier muerte violenta, todos los efectos se dan como una bola de nieve, que no se detiene, no se acaba.

Y bueno, digo todo esto, para explicarles de dónde nació esta obra, no fue que un día me levanté y se me ocurrió voy a hacer zapatos rojos, para mí fue un proceso de toda la vida y los zapatos rojos fueron una conclusión. El inicio de algo que yo quería movilizar, que era sacar a las mujeres a la calle para hablar sobre esta violencia.

En el 2009 fui a Juárez y todos pensábamos que los feminicidios habían quedado atrás, porque ya los medios no hablaban de esto, ¿no?, pero este silencio, no obedecía a que los feminicidios se hubieran acabado en Juárez, sino que las mafias que controlaban la ciudad tenían amenazados a los periodistas. No podían hablar del tema periodistas y activistas. Para entonces el feminicidio, los cuerpos ya no los encontraban como antes, los dejaban en las afueras de la ciudad; ahora eran desapariciones, cientos de mujeres jóvenes desaparecidas. Yo voy en 2009 y me encuentro con este escenario. La ciudad está militarizada por el Gobierno de Felipe Calderón, por la guerra contra el narcotráfico, pero se incrementaron las desapariciones durante esos años. La verdad es que yo fui al centro de la ciudad Juárez y me conmocionó la cantidad de pesquisas pegadas en todas partes.

Pesquisas, ¿carteles de búsqueda de personas desparecidas?

Sí, de los familiares buscando a las jóvenes. Yo venía con algo, con una carga muy fuerte y con una reflexión. Tuve la necesidad inmediata de hacer algo, de volver a poner la atención en Ciudad Juárez y volver a visibilizar el tema, pero también de visibilizar todos los tipos de violencia que hemos sufrido y tomar acciones. Ciudad Juárez es un referente del desprecio más grande y más inhumano hacia la vida y la dignidad de las mujeres.

Hice investigación, como te digo: zapatos rojos también tuvo un proceso de mucha investigación, fue un proceso largo, no salió de la nada, todo tiene un porqué, todo tuvo motivo: por qué los zapatos, por qué rojos. Yo quería hacer una obra que no se quedara en México, que no fuera nada más para Ciudad Juárez. En Juárez ya sabía lo que pasaba. Soy artista y tenía que ver todo, todas las implicaciones, todos los símbolos, el contenido, lo que quería decir, la empatía que estaba buscando en las mujeres, la solidaridad, la sororidad y la reflexión de la sociedad para con el tema.

Malgrat de Mar, España, 2016. Foto: Elina Chauvet
¿Cómo se hizo la instalación?

Fue todo un proceso diseñar en ese momento la pieza. Y bueno, llegué a la conclusión de que el objeto que necesitaba eran los zapatos por motivos personales, políticos y sociales, El centro de Ciudad Juárez es una zona de venta de zapatos, de tiendas de ropa y en ese momento una zona de prostitución. Las jóvenes iban a esa zona a buscar zapatos para la escuela, o a buscar empleo en las zapaterías en época de vacaciones, muchas de ellas desaparecieron ahí.

Las mujeres habíamos sido invisibilizadas todo el tiempo y esta invisibilidad de las desapariciones también nos representaba a las que estábamos aún con vida. Poner los zapatos era representarlas a ellas, ponerlas de pie, dignas. Es una obra que nunca ha contado con un presupuesto de ninguna institución, es una obra autogestiva, entonces también tenía que ver esta parte económica – ¿Cómo quería yo que esta pieza viajara por el mundo si no tenía los recursos económicos para hacerla? -.Es por eso que la obra viaja conceptualmente y se replica en todo su proceso. La obra genera empatía, sororidad, acompañamiento, reflexión y crea redes. Sí, porque las mujeres que han estado calladas, se acercaran a buscar ayuda, se generan redes, desde el hecho de recolectar los zapatos, de pintarlos. Esto genera mucha, mucha conciencia social para finalmente concluir con la instalación en el espacio público, que es en  dónde se coloca generalmente la instalación. Zapatos Rojos es una obra de arte colaborativa (se recolectan zapatos, se pintan de rojo y se colocan los nombres y edad de las mujeres que han sido víctimas de violencia feminicida).

¿Es posible vivir el duelo a través del arte?, ¿es de alguna forma una manera de reparación ante la pérdida? 

Yo no le llamaría una forma de reparación porque es algo que no se repara. Sí, digamos que es un canal de salida, una forma de comunicar, de decir, todo lo que hemos callado. Es sanar, el arte sana. Y esto ha sido sanador hasta cierto punto. Son pérdidas que nunca vas a recuperar. Bueno, si pudieras llamarlo reparador en un sentido, pues ha sido este. Esta tremenda herramienta que tengo para poder comunicar y compartir.

¿Hacer público el dolor propio y el dolor ajeno tiene que ver con la sanación personal?

Sí, por supuesto, porque este es un dolor compartido y es algo tremendo, porque esta negación del patriarcado, del machismo, de negar esta violencia, de no aceptar que la ejercen, tiene un costo político enorme, no nada más social, sino económico y repercute y nos afecta a todos.

En este proceso, como familiar, que has vivido en carne propia lo que significa el duelo y hacer memoria también a partir del arte ¿el arte finalmente tiene un rol político dentro de la sociedad?

Sí, por supuesto, más si señala un problema social y muestra algo que no se puede ver.

En Ecuador han habido varias reflexiones desde sectores feministas por el uso de los Zapatos Rojos durante la campaña electoral. En Ecuador se han hecho varias réplicas de la instalación de los zapatos rojos como denuncia a la situación de violencia y ausencia de las mujeres que mueren resultado de la violencia machista. 

Yo tengo 12 años trabajando en cuerpo y alma para esta obra cuidando precisamente eso, que no se desfigure, que no se pierda en el camino, para cuidarla, para proteger la obra.

Turin Italia 2013. Foto: Francesca Guerisoli
Zapatos rojos, es un símbolo de la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

Los zapatos rojos representan a las mujeres desaparecidas, a las víctimas de feminicidio, a las mujeres que ya no están. El color rojo es el color, es la sangre, pero también representa el amor de las familias, el amor de las madres, de los hermanos, de las hermanas, el amor de la familia hacia esa persona que se perdió. Es mi propio amor hacia mi hermana, es la parte del duelo, pero también lleva esta parte de esperanza del amor que generemos como sociedad para lograr un cambio.

Eso es lo que representan los zapatos rojos y obviamente, pues es la lucha contra esta lacra social de la violencia hacia las mujeres, cuyo final pues muchas veces termina en feminicidio.  Los papelitos de los zapatos, el escribir son nuestras voces, expresándose porque siempre estuvieron encerradas, relegadas. Es nuestra libertad para decir que aquí estamos y manifestar que no queremos seguir con eso, con lo mismo. Las mujeres somos las voces de las mujeres que estamos vivas y que queremos tener una vida digna, vivir de una manera segura en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestros países. Eso es lo que significa.

Han pasado ya varios años y la instalación zapatos rojos sigue siendo una obra importante y además que se replica de manera constante alrededor del mundo, ¿a qué se debe?

Zapatos rojos va a existir mientras no cambie la sociedad, mientras las mujeres no se sientan seguras, mientras haya feminicidios. Zapatos rojos va a seguir porque un cambio social no lo logras en uno o dos años. Este es el principio. Cuando inicié con el proyecto nadie hablaba de la violencia a las mujeres, nadie hablaba o era muy poco lo que se hablaba. Las mujeres no se sentían libres de hacerlo. Hemos visto el cambio en estos 12 años y ha sido un cambio veloz. Ahora, cuando veo las multitudes de mujeres marchando; por supuesto que ha habido muchísimas mujeres que han contribuido y que han colaborado con todo esto y lo siguen haciendo y hasta que socialmente se comprenda que el sistema machista y patriarcal es un sistema opresor y destructivo seguiremos caminando con los zapatos rojos como símbolo en contra de la violencia a las mujeres, si los políticos se los ponen pues solo están enviando un mensaje equivocado que les va a generar un costo.


Notas:

[1] En agosto de 2014 se tipificó el femicidio como un delito en Ecuador

[2] La Plataforma lleva el nombre de Vanessa Landínez Ortega, víctima de feminicidio en Ambato y cuyo caso recibió sentencia 5 años después de su muerte violenta.

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.