Imagino un mundo donde no sería necesario
y luego vuelvo al mundo en donde lo es.
Sallie Tisdale, enfermera y poeta.
Desde hoy, en Chile, menos mujeres iban a morir por abortar. Menos niñas violadas iban a ser madres forzadas, con lo cual habría ido desapareciendo una de las formas contemporáneas de la tortura. Desde hoy, menos mujeres y niñas iban a pensar en el suicidio ante embarazos por violación o incesto, en donde los futuros padres resultan ser sus propios padres, sus tíos o sus profesores de primaria. Chile estuvo muy cerca de todo esto. Hoy está más lejos.
El movimiento de mujeres en Chile ha venido demostrando que 80% de la población chilena apoya la despenalización del aborto en tres causales. El martes 18 de julio, el senado chileno las aprobó. El proyecto de ley contempla el aborto legal en caso de riesgo de vida de la madre, la inviabilidad del feto y la violación. En esto hay una premisa común: la vida de las mujeres tiene un valor y en su decisión de abortar se respeta su autonomía como sujetos de derecho. Contrariamente a lo que se piensa, el aborto tiene protocolos tan rigurosos como cualquier otra práctica médica. En Chile, “se autorizará la interrupción del embarazo cuando sea resultado de una violación y no hayan pasado más de doce semanas desde la gestación, plazo que se amplía a catorce semanas si la embarazada tiene menos de 14 años”, ha quedado redactado. Faltaba un tercer trámite y a la Cámara de Diputados le quedaba la votación por un artículo en particular.
En la votación del día 20 de julio, siete senadores lograron bloquear este proyecto. Son siete senadores que no se vieron ni se verán ante la encrucijada de un aborto en lo que les queda de vida. En la propuesta chilena había un punto que requería quórum calificado, según lo explica El mostrador: “el de las atribuciones y competencias de los Tribunales de Justicia en caso de que menores de 14 años decidan interrumpir su embarazo por alguna de las causales y no cuenten con la autorización de alguno de sus tutores legales, el que requería de 67 votos a favor para ser aprobado. Sin embargo, obtuvo 66 sufragios favorables, 40 en contra y 1 abstención, la del diputado DC Marcelo Chávez.”
La senadora Camila Vallejo recogió en una intervención los falsos argumentos que algunos senadores habían utilizado. Algunos de ellos votaron desde su profunda ignorancia respecto del tema de la gestación de la vida, que si se concibe como gestación paulatina, por ejemplo, permite diferenciar estados a partir de la fecundación en donde se abre una posibilidad para el aborto sin que sea punible ni considerado “asesinato”. Ni siquiera en sus discusiones teológicas la postura de la iglesia ha sido nunca unánime respecto del inicio de la vida, así que esa tampoco puede ser ya su defensa. Los senadores se refirieron a “embriones que están por nacer” o no eran capaces de distinguir entre cigoto, embrión o feto. También se refirieron a los violadores como “padres” con derechos y a las mujeres que necesitan abortar como “prostitutas, irresponsables y asesinas”.
Todas esas niñas violadas cuyas vidas quedan al borde de la destrucción, las jóvenes que preferirían morir a verse pariendo hijos de sus propios padres o de violadores, iban a poder elegir la vida. Las mujeres que no pueden mantener sus propios hogares y que no han tenido educación laica ni acceso a la salud para métodos de anticoncepción tenían una alternativa al aborto clandestino y riesgoso o a la muerte: el aborto seguro y garantizado por el Estado.
En América Latina hay un grupo de países que mantiene la prohibición total del aborto y del cual Chile buscaba distanciarse: son Nicaragua, República Dominicana, El Salvador, Haití, Honduras. Ecuador se había acercado a este grupo bajo el liderazgo anti-derechos de Mónica Hernández, responsable del Plan Familia, en reuniones de este año en Ginebra. Hernández perseguía eliminar las causales que Ecuador ha logrado sostener: el aborto es posible si hay riesgo de muerte para la madre o embarazo por violación a una mujer con discapacidad mental.
En Chile, fue la dictadura de Pinochet la que agravó la situación de las mujeres con la prohibición total del aborto en 1989. En 1931, el Código Sanitario había permitido la interpretación de una norma que podía permitir el aborto terapéutico. Es decir, en 1931 Chile era más progresista con los derechos de las mujeres que en 1989 —podemos mirar algo similar para Ecuador en cuanto a retrocesos que van en contra de la vida de las mujeres—. Durante la redacción de la nueva constitución de la dictadura, el ex senador pinochetista Jaime Guzmán, entonces a cargo de la redacción, había emitido esta sentencia mortal para las mujeres en Chile: “(La mujer) está obligada siempre a tener el hijo, en toda circunstancia, como parte de la cruz que Dios pueda colocar al ser humano. La madre debe tener al hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte.”
Hace pocos meses, Guillermo Lasso había sugerido algo parecido respecto del aborto: como la vida está por sobre todas las cosas, aun a riesgo de que la madre muera, decía Lasso, el aborto no puede practicarse. He ahí su evidente y terrible contradicción. “Podríamos acelerar los procesos de adopción”, fue su respuesta a una mujer que le planteó desde su propia experiencia la urgencia del aborto terapéutico a riesgo de morir. No estábamos lejos de la misma concepción del aborto de la dictadura chilena.
Guillermo Lasso invitó al ex presidente de Chile Sebastián Piñera a Guayaquil en 2016. En 2013, Piñera había sellado su hermandad con Pinochet al referirse así a Belén, una niña de 11 años que había sido violada por su padrastro y que estaba por dar a luz: “nos sorprendió a todos con palabras que demostraban una profundidad y una madurez cuando dijo que a pesar del dolor que el hombre que la violó le había causado ella iba a querer y cuidar a su bebé”. Todo esto nos importa porque las alianzas conservadoras están más allá de los estados nacionales y se sostienen en órdenes más amplios. Lasso tuvo una votación muy importante en las elecciones de este año y su agenda respecto del aborto y de los derechos sexuales está vinculada a dichos órdenes. Piñera, por su parte, es hoy el candidato presidencial más fuerte en Chile y ya se ha pronunciado en contra de la despenalización del aborto y de su curso actual en el senado.
No sólo se trata de Lasso, sino de otros representantes del orden conservador y de la posición antiderechos en Ecuador. Está, por ejemplo, Henry Kronffle. El mes pasado tuvo lugar el Primer Congreso Hemisférico de Parlamentarios, con senadores de 17 países americanos. En un manifiesto muy preocupante, acusan a la OEA y a la CIDH de inmiscuirse en la soberanía interna de los estados y actuar fuera de sus marcos legales “por adelantar e imponer a los Estados miembros ciertas políticas y perspectivas ideológicas que atentan contra el derecho a la vida, la familia y las libertades de expresión, de asociación y religiosa.” Donde dicen “familia” están diciendo familia tradicional. Donde mencionan “perspectivas ideológicas” están hablando de lo que el Vaticano llamó en 1995 “ideología de género” para desprestigiar las luchas de las mujeres. Donde mencionan “libertad religiosa” se refieren a los legítimos avances laicos en los estados. Hay en la región un gran proyecto para promover retrocesos en materia de derechos de manera organizada, internacional y articulada. Y va contra las mujeres y la población sexualmente diversa.
Este manifiesto también se pronuncia contra el aborto y rechaza “cualquier interpretación que promueva la creación de una supuesta obligación internacional de autorizar o subsidiar el aborto voluntario o de ampliar supuestos de aborto no punible; o que limite el derecho de objeción de conciencia de aquellos que por razones serias se niegan a cooperar con el aborto voluntario.” Henry Kronffle es el representante para Ecuador en el grupo hemisférico de parlamentarios.
Por eso importa mucho lo que acaba de suceder en Chile, porque estuvo a punto de oponerse a esta avanzada internacional en contra de los derechos. Hoy, el proceso tomará más tiempo tras este grave revés. Importan también las largas sesiones que han promovido las mujeres en Bolivia para que el senado considere nuevas causales, como lo explica este artículo de Franco Morales en Rebelión: en Bolivia “el proyecto contempla que las mujeres con menos de ocho semanas de gestación puedan abortar en caso de pobreza extrema o no cuenten con recursos propios para la manutención de su familia.” Abortar por pobreza, porque en Bolivia la cantidad de niños abandonados y los índices de trabajo infantil se vuelven inenarrables.
Por eso es importante la lucha que sostiene y que defiende en Ecuador el movimiento de mujeres. Un sector importante de este movimiento, coordinado por la Coalición de Mujeres, acudió a la Asamblea Nacional recientemente y presentó el “Proyecto de ley integral por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”, entregado al titular de la Asamblea. Allí y en la voluntad de diálogo del ejecutivo se tendrá que demostrar la capacidad de concretar los ofrecimientos a fin de contar con política públicas reales. Son luchas de numerosos sectores que vienen de las últimas décadas, los últimos años, que se renuevan ahora mismo y que hallan su fuerza en varias generaciones de mujeres. Detrás de esas luchas están la urgencia y la posibilidad de que mueran menos mujeres en este país.
Por eso es importante la lucha por la progresión en la despenalización del aborto en Ecuador, por ejemplo hacia otras causales, pues como sociedad incluso tenemos escasa conciencia de las dos con que contamos y de sus posibilidades jurídicas y prácticas. Por eso son importantes Las Comadres, Salud Mujeres, los colectivos que brindan información sobre el aborto: hacen un trabajo que no está haciendo el Estado, resguardan la vida de las mujeres y les ofrecen posibilidades dignas de conservar sus proyectos de vida, algo que el Estado históricamente nos ha negado y que debería amparar a todas las mujeres, especialmente a las mujeres más pobres y con menor acceso a la salud. Estas son redes que defienden la vida, no la muerte. Y, paradójicamente y como ellas mismas lo dicen, son redes que quisieran no ser necesarias. Si viviéramos en un mundo donde el aborto no sería necesario…y luego volvemos a un mundo en donde lo es. Y lo defendemos.