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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

Terri (Jaime Terreros)

Aproximadamente desde los cinco años de edad Jaime dice que tenía ya “marcada” su orientación. Comenta que sus “despertares sexuales eran hacía el mismo sexo” y pensaba que esas emociones “no estaban bien”, porque su referente era el de una familia tradicional, con mamá, papá e hijos; de alguna manera él sabía que no estaba dentro de la heteronorma.

El sentir un afecto distinto fue para Jaime asumir “momentos bastante duros”. Sabía que su identidad era distinta y que no podía contar con nadie en esa época, “era un secreto que iba guardando o escondiendo”. A pesar de ello, agradece a Dios que su carácter extrovertido le permitió sortear de mejor manera la situación, y no guardar heridas traumáticas.

A los 27 años, junto a otros amigos homosexuales organizó un grupo donde reflexionaban acerca de ser diferentes en un mundo intolerante y en una sociedad como la cuencana. 1997 fue el año que marcó su salida pública del “clóset”. En ese junio “se clausuró una fiesta gay de unos amigos travestis que son peluqueros. Los llevaron presos, la policía no cuidó su integridad y la reina de Abanico’s Bar pasó con la misma ropa que usó en el concurso sábado, domingo y lunes. Y, fuera de eso, fue vejada, violada por la misma fuerza pública. Los policías hacían que salga de la celda, la pateaban, la escupían, la humillaban y la devolvían a la misma celda”.

Después de este hecho que los medios de comunicación sí cubrieron, Jaime recuerda algunos titulares como “Antro de homosexuales en Cuenca clausurado” o “Fiesta sodomita en Cuenca”. La detención, agresión y también el discurso de los medios de comunicación hicieron que Jaime presente una denuncia frente a lo que ocurrió en el Abanico’s Bar, “indicando que la policía no los protegió y que hubo una violación [correctiva]”. La denuncia fue aceptada pero la identidad de Jaime como denunciante no fue protegida, él aclara que quizá esto ocurrió por falta de experiencia en este tipo de denuncias.

Jaime también estuvo involucrado en el reclamo que, desde la población LGBTI, se hizo a los medios de comunicación para que dejen de usar términos peyorativos y discriminatorios contra la población LGBT. El resultado inmediato fue que los medios de comunicación “empezaron una campaña de desprestigio hacia la fuerza pública (…)”, pero la Policía empezó a perseguir a Jaime “por toda la bulla y por toda la presión que hizo la prensa, diciendo lo de la violación”.

Ese fue un momento clave en la vida de Jaime, por un lado estaba frente a la policía –de quienes tenía que esconderse–, y por otro de la prensa que “empezó a presionar pidiéndole declaraciones”, y un tercero, su familia, que hasta esa fecha no sabía nada sobre su orientación sexual. “Mi familia se enteró cuando hice unas declaraciones en el programa de Fredy Elhers, La Televisión, y les tocó escucharme y saber quién era”.

1997 marcó la vida de Jaime desde el activismo. Puso el cuerpo y denunció los atropellos que, por amar desde la diferencia, se cometían contra la población LBGTI. Reconoce que aún queda mucho por trabajar y hacer, y que siempre hay nuevos retos, pero también nos dice que “siempre somos los miembros de la comunidad los que tenemos que seguir luchando para puedan cumplir las ordenanzas y normativas que nos permiten avanzar en la conquista de nuevos derechos de igualdad.”

Especial completo aquí.

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.