Sin pedir perdón ni permiso
Mi reconocimiento como mujer lesbiana no fue violento, fue de lo más amoroso y acompañado. Me enamoré en aquel tiempo de una mujer que fue esa luz y ese cariño que una necesita para reconocerse. Fui acompañada por mi familia, amigas y amigos (incluso exparejas). Sé que no todas las historias son iguales y que es un privilegio haberlo vivido de esa manera: sin prejuicio y sin miedo, pero esto no me ha impedido activar la memoria para hablar de las mías.
Memoria por mi tío William, que jamás se casó, pero a quien vi sentir tristeza cuando un amor ingrato de otro hombre, se marchó casi casi...