Cuando Pedro Gutiérrez “salió del clóset”, su mamá y su papá salieron con él. La reacción que tuvieron cuando él les contó que era homosexual fue inesperada. Les sentó y les hizo una larga introducción, esperándose lo peor. “Yo les quiero, gracias por todo…”, empezó. Cuando lo “soltó”, su mamá se echó a llorar porque “no se había dado cuenta en todo ese tiempo”, y su papá —de quién le preocupaba la reacción— le dijo algo que recordará siempre: “Me siento muy orgulloso de ti”. No se le olvida ni la fecha: tenía 19 años y 10 meses.
Ahora, con 23, es coordinador de la red LGTBI del Azuay, y productor del programa radial «Sin etiquetas», en Cuenca. Y es que, a pesar de la inseguridad que sentía ante el mundo, siempre ha tenido bastante claro lo que sentía y quería. El salir del “clóset” fue un proceso largo porque “ser diferente bajo un sistema educativo que no te habla de esa posibilidad es difícil”, pero después de los dos primeros años de universidad todo se precipitó.
“Estudio derecho, porque me interesa la política y la capacidad de exigir desde la sociedad civil avances en temas de juventud, ecología…”, también se ha sentido vinculado a las reivindicaciones feministas. Pero el tema LGTBI siempre lo había dejado a un lado. Ahora reconoce que quizás fue para no decir públicamente que tiene “una orientación sexual diferente a la heteronormativa”.
Desde que “tiene memoria”, Pedro se sentía “diferente”. “No me gustaba jugar a lo que se suponía que tenía que gustarle a los niños, pero intentaba adaptarme aunque me incomodara porque sentía que era algo que no podía decir”. Poco a poco se fue sintiendo más cómodo hablándolo con su hermano y sus amigos más cercanos, que le dieron toda su confianza, así como su psicóloga, a quien acudía para poder verse reafirmado ante una sociedad que no le había mostrado esa posibilidad, “necesitaba que alguien me dijera que sí estaba bien, que me diera esa patadita para contárselo a todxs”, explica.
El hecho de vivir este proceso acompañado por su madre y padre, ha sido muy importante para Pedro, porque han evolucionado junto a él: se preocupan cuando prepara y realiza acciones, eso le hace cuestionarse cosas. “Es un tema de ir conversando y desaprendiendo para volver a autoeducarnos”, dice, y cuenta contento como su mamá decidió acudir a una psicóloga para profundizar en ciertos temas que no terminaba de entender para quitarse prejuicios de encima.
Ser de Cuenca y ser gay es complejo porque “es una ciudad conservadora”, pero a pesar de ello se muestra agradecido porque ahí ha podido conocer a muchxs activistas que todavía residen en la ciudad, y que vivieron la dura represión previa a la despenalización. Pedro cuenta que “hace más de un año se cambió la ordenanza pública: antes la policía nos multaba o nos echaban del espacio público si mostrabas afecto hacia alguien de tu mismo sexo”. Considera que “lo más importante es generar una memoria histórica” de lo que fue la lucha de la generación anterior, y visibilizar lo que todavía persiste de esa discriminación.