El pasado 10 de octubre en Pujilí, se realizó una ceremonia que celebró la vida y rindió homenaje a las 11 víctimas mortales registradas en el contexto de las protestas de octubre de 2019.
Son las 11:30 del 10 de octubre de 2020 y los sonidos de pingullo vibran en el corazón de la comunidad San Isidro de Pujilí, en Cotopaxi. Gustavo comienza a caminar y -de a poco- extiende una bandera tricolor hacia las manos de su madre María Aurora. “¡Octubre vive, la lucha sigue!”, grita. En su voz hay indignación, esperanza, dolor. Ha pasado un año desde que su padre, Inocencio Tucumbi, falleció por golpes severos y el impacto de un objeto en la parte posterior de su cabeza en octubre del 2019, cuando el movimiento indígena se levantó contra el Gobierno de Lenin Moreno en rechazo al Decreto 883.
Las heridas aún sangran. Pero la Confederación de las Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) convocó a sus comunidades que se unieran el sábado 10 de octubre de 2020 en una ceremonia íntima que celebró la vida y rindió tributo a las 11 víctimas mortales registradas en el contexto de las protestas.
Había llanto, sí. Pero en el corazón de los pueblos andinos el dolor es también símbolo de trascendencia. Lejos de las bombas lacrimógenas, la violencia de la fuerza pública y la falta de diálogo, hacer memoria histórica es volver a las raíces.
En el centro de la comunidad San Isidro, una fila de árboles abría paso a una pequeña cancha. Allí, las líderes indígenas construyeron una chakana -el símbolo más importante para la cultura de los Andes- con flores, granos y frutas para iniciar el ritual. Las escalinatas del símbolo llegaban a los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, que, al converger, abren un puente entre el mundo humano y la naturaleza.
Entonces, cientos cerraban sus ojos en comunión y levantaban sus manos, mientras el humo comenzaba a purificar. Las lágrimas caían en el rostro de madres, padres, hermanos, hermanas, hijas e hijos de quienes salieron a luchar y no lograron regresar a casa.
“No hemos sepultado a nuestros muertos, los hemos sembrado. Por ellos continuará nuestra lucha”, se escuchaba en medio de silencio, mientras 11 velas eran encendidas en homenaje a Edison Mosquera, Raúl Chilpe, Marco Oto, José Daniel Chaluisa, Inocencio Tucumbi, Silvia Mera, Abelardo Vega, Édgar Yucailla y Gabriel Angulo Bone.
Se recordó, además, a las personas heridas que perdieron sus ojos o registran lesiones permanentes tras haber sido impactados por bombas lacrimógenas mientras protestaban por sus derechos.
El movimiento indígena vive el cambio no solo por su lucha, sino por la revolución feminista que se gesta en sus estructuras. Las mujeres cumplen un rol protagónico no solo como guías de la vida comunitaria, sino como protectoras de la comunidad en la guardia indígena y líderes activas de los procesos políticos de sus pueblos.
Pese a que la pandemia limita la interacción humana, en Pujilí ganó la unión y el abrazo. Con mascarillas en sus rostros y alcohol-gel, la comunidad unió sus manos para ratificar una sola firmeza: el ser humano no es finito. En cambio, su existencia va más allá de la muerte y es, en realidad, la génesis de nuevas batallas. Después del ritual de sanación, la Conaie y la Asociación de Víctimas del Paro Nacional Inocencio Tucumbi, volvieron este lunes 12 de octubre al parque El Arbolito, que hoy es su espacio de resistencia. Allí, se realizó una nueva ceremonia ancestral para recordar a las personas que cayeron durante el levantamiento de octubre y el movimiento indígena anunció acciones legales en contra del Estado ecuatoriano por delitos de lesa humanidad.
La denuncia -que fue ingresada este lunes a la Fiscalía General del Estado- fue interpuesta en contra del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, la ministra de Gobierno, María Paula Romo; el contralor, Pablo Celi; y el comandante de la Policía Nacional, Patricio Carrillo.