
| Mariela Rosero Changuán
Mujeres: la historia se repite, con caciques, machismo y violencia en la política ecuatoriana
En unos días se definirá, en una disputa no apta para apostadores ni encuestadores, si Daniel Noboa se queda en el Palacio de Carondelet o si asume Luisa González. Durante la campaña, a la vicepresidenta Verónica Abad no le permitieron reemplazar al mandatario e incluso acaba de perder sus derechos políticos y el cargo para el que fue elegida, con una cuestionada interpretación de la figura de ‘violencia política de género’, del Tribunal Contencioso Electoral (TCE).
No es la primera vez, en nuestra historia política, que una mujer se queda fuera del juego. Aunque las condiciones fueron algo diferentes, hace 28 años, Ecuador ya tuvo una presidenta. Rosalía Arteaga asumió oficialmente la presidencia durante tres días: el 9, 10 y 11 de febrero de 1997. Luego de la caída de Abdalá Bucaram, de quien fue su vicepresidenta, no la dejaron mantenerse en el poder.
En entrevista con La Periódica, la ex presidenta resalta que, “el machismo, mezclado con ambiciones políticas de congresistas y personas que querían pescar a río revuelto”, le arrebataron al país la posibilidad de tener a una mujer al mando hasta agosto del 2000, como correspondía.
Eso luego de que el Congreso, hoy Asamblea Nacional, destituyó a Bucaram, ‘el loco’, con 44 votos a favor y 34 en contra, el 6 de febrero de 1997. El argumento: “incapacidad mental”, según el artículo 100 de la Constitución vigente en la época.
“Solo en mi caso no se respetó la transición, sino veamos lo ocurrido tras la salida de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez; en esos casos asumieron sus vicepresidentes”, anota Rosalía Arteaga, quien actualmente es presidenta de la Universidad Internacional de La Rioja — UNIR en Ecuador e integrante del Consejo de Regentes de las universidades de Otavalo y SEK. Además dirige Fidal, una fundación que suele premiar a maestros.
Si bien, ella no se ha retirado de la vida pública, incluso mantuvo un espacio de entrevistas en televisión, sí dejó la esfera política. ¿Cómo vivió esa época en la que pudo llegar tan lejos, pero solo durante unos días? Por un momento la embargó una sensación de rabia ante la injusticia que se cometía. Por eso —cuenta— escribió el libro La Presidenta, el secuestro de una protesta, que está tratando de reescribir, a la luz de los acontecimientos que se vivieron después.
¿Qué habría pasado si Ecuador hubiera tenido una presidenta hasta el año 2000? Responde que está segura de que las cosas habrían sido diferentes. “Primero porque entré en la política por el ámbito educativo, pasé de ser subsecretaria de Cultura a ministra de Educación, Cultura y Deportes. Lo mío era lo social y lo ambiental. En el 92 y 93 dirigí una brigada de siembra de árboles. Con seguridad habría enrumbado al país por otro camino”. Desafortunadamente, los hombres han dejado un legado de “corrupción y pobreza, los cánceres más graves”.
Rosalía cree que los exdiputados escogieron hacer esas maniobras ilegales durante el Carnaval de 1997, para tomar por sorpresa a la ciudadanía. “Fue algo que no se esperaba, y recuerde que en esa época no había redes sociales sino la situación habría sido diferente. Existía un movimiento de mujeres que me respaldó; inclusive se tomaron un hotel y muchas se solidarizaron. Días después, Noemí Sanín, excanciller de Colombia, me dijo que intentó llamarme, pero le fue imposible; hubo un bloqueo”.
Apenas en 1995, Ecuador había encarado la guerra del Cenepa. Por lo que le llegaron a Rosalía Arteaga, informes de los destacamentos acantonados en la frontera sur, alertando de un movimiento de tropas peruanas hacia el país. Y en ese febrero de 1997, desde el Departamento de Estado de Estados Unidos, le dieron noticias de que efectivamente eso podía suceder.
Con los recuerdos frescos dice que Alberto Fujimori, ex presidente de Perú, intentaba apoderarse de más territorio ecuatoriano y viendo la situación de inestabilidad que vivía Ecuador, ella pensó que podían repetirse eventos previos a la firma del Protocolo de Río de Janeiro, en 1941.
“Podía seguir luchando, tenía el respaldo del pueblo, también de las Fuerzas Armadas. No de la cúpula sino de mandos medios, que hablaron conmigo y querían que se respetara la Constitución. Pero yo no quería una guerra civil. Había un mando militar alineado con Alarcón. Pensé en la tranquilidad del país, antes que en mi reclamo justo”.
Al volver al pasado, la ex presidenta experimenta dos tipos de sentimientos: “alegría” porque creía que estaba abriendo el camino para muchas mujeres. “Me ha tocado hacerlo en varias oportunidades, al haber sido la primera ministra de Educación, vicepresidenta y presidenta de la República”. Pero también recuerda que la invadió una enorme preocupación por el país. Iban a romper la Constitución. “El no permitir que me mantenga en el cargo hasta el 2000, no me afectó solamente a mi”.
¿Cómo ve Rosalía Arteaga la situación de Verónica Abad? Opina que no es comparable con su caso. Cuando asumió la Vicepresidencia de la República —aclara— ese cargo tenía funciones específicas. No podía ser enviada a ningún otro país.
“Yo debía asumir la presidencia del Consejo Nacional de Desarrollo; después se quitó esa función. Por otro lado, yo no tenía en mi pasivo, situaciones como las que se están presentando contra la vicepresidenta, por más que había desempeñado funciones tan importantes como el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. No tenía ninguna observación sobre manejos no adecuados”.
El sesgo de género en la política partidista
Para la abogada Ana Karen Gómez, presidenta de la Asociación de Mujeres por la Equidad de Género, en ese momento de la historia política del país hubo un evidente “sesgo de género”, ya que “se inventaron la forma de colocar a un presidente interino (Fabián Alarcón). No existió ninguna razón lógica ni jurídica que lo justifique”.
Alarcón era el presidente del Congreso, que además de destituir a Bucaram, seis meses después de que fuera posesionado, lo nombró presidente interino. El roldosista dijo que era víctima de un golpe de Estado, no quería dejar el cargo y Rosalía Arteaga firmó un decreto asumiendo la Presidencia, ya que la Constitución establecía que era la sucesora natural. Por eso, al 6 de febrero de 1997 se lo conoce como ‘la noche de los tres presidentes’.
Enseguida, los diputados echaron mano de un supuesto error en la transcripción del artículo de la Constitución en el que se había eliminado la palabra “definitiva” y se leía que la o el vicepresidente reemplazaría al presidente en caso de ausencia “temporal”. En realidad nunca hubo reforma, solo un “error”, que benefició a Alarcón.
Incluso Ana Karina Gómez menciona que el retrato de Arteaga no constó en el Salón Amarillo del Palacio Presidencial sino hasta junio del año 2018, 21 años después. Esa le parece una evidencia más de que no se la reconoció como presidenta. Se buscó que para el público su período fuera como “de paso”. Se intentó mostrar que el “verdadero presidente era el nombrado por un Congreso de hombres”.
Lamentablemente —apunta Ana Karina Gómez— la política sigue desarrollándose así, en espacios reservados para hombres, fiestas y reuniones, en las que no se admite a mujeres. Pese a los avances logrados como la Ley de cuotas, que ha dado lugar a la paridad al armar las listas de candidatos y por la que en la papeleta desde el 2023 hay mujeres en los binomios presidenciales (casi siempre en el papel de candidatas a la vicepresidencia), el sesgo de género se mantiene, según Gómez.
“Aunque se evidencie que una mujer política sufre violencia de género, si no pertenece a una organización afín, no importa, se permite que la sigan violentando. Todo eso es válido mientras el violentador sea de mi línea”, comenta Gómez y lamenta que en esta campaña en redes sociales se haya comparado, por ejemplo, el físico de Luisa González, de la Revolución Ciudadana, con el de la esposa del presidente Noboa, Lavinia Valbonesi, pese a que no son competidoras, una está de candidata y otra no tiene ese perfil.
Pero, hay otras muestras de machismo, con las que lidian las mujeres: “desde la propia militancia de la RC5 se ha evidenciado que no se permite a Luisa González tener el protagonismo absoluto como candidata presidencial. Está limitada frente a la figura del cacique al que representa (Rafael Correa) y de otros hombres que han cooptado el espacio público”.
Ese sesgo de género está presente y ha sido instrumentalizado por las organizaciones políticas, que tienen la obligación de cumplir con requisitos como la inscripción paritaria de candidaturas y la conformación paritaria de directivas, reflexiona Gómez.
Sin embargo, la abogada precisa que más allá de lo que pasa en relación al género, a las mujeres y a la política, en Ecuador hay una debilidad: las organizaciones no tienen una militancia orgánica y no funcionan como tales.
“El actual presidente (Daniel Noboa) pudo ser candidato (en el 2023), en alianza con un movimiento político, que se podría decir fue alquilado”, asegura. El director de Pueblo, Igualdad y Democracia (PID), Arturo Moreno, ha confirmado que no ha gobernado con Noboa, el PID solo fue la plataforma con la que llegó al poder, no puso ni un solo ministro.
Por eso, Gómez coloca sobre la mesa de discusión un comentario: “muchos analistas creen que si Noboa perdiera las elecciones el 13 de abril, ADN no duraría ni un año; la bancada se va a deshacer; esos legisladores son rezagos de otras organizaciones y los nuevos no responden a una ideología”.
En ese sentido, para Gómez, la organización con mayor componente orgánico ha sido Pachakutik porque escucha a sus bases, hasta llegar a una suerte de elecciones primarias. Eso le parece que no es común en otras tiendas, en las que se instrumentaliza mucho el concepto de la Ley de cuotas del 2000 y el principio de paridad establecido en la Constitución y en el Código de la Democracia, que señala que las listas de candidaturas se conformarán paritariamente, con secuencias de hombre- mujer o mujer- hombre. Por ello, se termina colocando a cualquier persona, escogida por el dueño del partido, el cacique macho.
“Le ocurrió a ADN, con Verónica Abad; fue elegida en binomio y debería tener los mismos derechos que el presidente. Pero ha sufrido una persecución constante, sin que la ciudadanía sepa el motivo de su distanciamiento”, dice. Eso también responde a la falta de organizaciones políticas reales —opina— ya que en ese caso seguramente se juntó a dos personas que ni se conocían y esta improvisación se repite.
“No han sido ni presidentes en el condominio y de pronto se convierten en candidatos o candidatas, sin haber hecho militancia ni tener ideología. En el Legislativo ocurre lo mismo, por eso no responden a nadie, más que a sus propios intereses”.
Ana Karina Gómez enfatiza en que eso no solo pasa en tiendas políticas nuevas, sin mayor estructura. Así, recuerda que en octubre del 2013, el entonces presidente Rafael Correa sancionó a las asambleístas de su movimiento, Paola Pabón, Gina Godoy y Soledad Buendía, y amenazó con renunciar a su cargo, si ellas continuaban a favor de introducir la despenalización del aborto en casos de violación en las reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP).
En lo formal, el comité de ética de Alianza País, las castigó con 30 días sin declaraciones públicas. Pabón, hoy Prefecta de Pichincha y aún integrante de la misma agrupación política, tuvo una nueva intervención en la que le recordó a su líder, que ellas no habían traicionado a su organización.
“Jamás pensamos que el defender la vida de las mujeres, condenar las violaciones, que el restregarle a la sociedad ecuatoriana que en este país las mujeres ecuatorianas son violadas y abortan, genere una reacción como esta… Con el inmenso cariño que te tenemos (Rafael Correa), te digo que esta vez te estás equivocando… Pero por la unidad de la bancada… Aquí no están los traidores…”, dijo y retiró su propuesta, que tenía el respaldo de 21 compañeros asambleístas.
Con esos antecedentes, Ana Karina Gómez reitera que el sesgo patriarcal está presente en todas las organizaciones y la participación política de las mujeres se hace de forma desigual. Ellas, hasta ahora —dice— llegan a ser candidatas, a través de procesos inventados o por una instrumentalización. Por eso no pueden representarse a sí mismas.
El club de Toby
Betty Amores, ex asambleísta y fundadora de lo que fue Alianza País, en sus inicios, dejó la bancada en enero del 2011. Está alejada de la política partidista, ejerce su profesión de abogada, de vicepresidenta de una organización social y hace las veces de maestra de su hija menor, Camila, de 26 años, quien nació con síndrome de Down. La mayor, Pamela, de 32 años, está casada y vive en el extranjero, en donde trabaja como crítica de arte contemporáneo.
Al abandonar su movimiento, en una entrevista de hace 14 años, me dijo: “Si bien he sido una voz crítica en Alianza País, algunas veces he tenido que callar y obedecer por pedido de la bancada, que normalmente es un sitio para procesar diferencias y puntos de vista. En esa instancia puede suceder que se gane con argumentaciones y se adopte una resolución de bloque o se pierda y entonces, he adoptado disciplinadamente la decisión de los demás”.
Sin embargo, ella dijo también que de pronto, las reuniones de bancada se volvieron espacios de información más que de debate de los disensos. Incluso les hacían conocer sobre las decisiones del buró, a través de un correo electrónico. En esa época había reuniones largas, que terminaban sobre las 22:00. La exasambleísta sostiene que valora el apoyo que tuvo y tiene de su esposo, Jorge Cevallos, ingeniero electrónico, que se encargó de sus hijas, cuando ella tuvo que mudarse a Montecristi y trabajar hasta la noche en la Asamblea, en Quito.
¿Las mujeres de las organizaciones políticas enfrentan el machismo? Sin duda —reflexiona Amores— el machismo en tanto ideología, cruza toda las actividades de la vida humana y la política partidista no está fuera de esta lógica.
En Alianza País —dice— ella sintió que había más empatía hacia las causas de las mujeres, le pareció que en un momento se avanzó mucho en sus derechos, más en la Constituyente. “Recuerdo que al inicio, yo era de las pocas mujeres fundadoras del movimiento, entre tantos hombres. Así que el mismo Rafael decía que parecía el ‘Club de Toby’ y yo era la pequeña Lulú”, comenta. En la Revolución Ciudadana —anota— aún queda gente valiosa, que es mucho más progresista, aunque hay mucho rechazo de los electores en la Sierra. Espera que reconozcan los errores.
Al preguntarle, si la Ley de Cuotas es lo que se esperaba, con binomios que son paritarios, pero con historias que se repiten, como la de Rosalía Arteaga, y la de Verónica Abad, Amores es concluyente.
“La historia lamentablemente no es lineal, no solo va de peor a mejor. He constatado en tantos años de lucha por los derechos de las mujeres, que se avanza y se retrocede. Sería ideal que siempre estemos avanzando. Hay retrocesos, tenemos que enmendarlo”.
Ellas acumulan cargas
El movimiento indígena y nuestras organizaciones no están aisladas del sistema patriarcal, son parte de la sociedad, señala Nayra Chalán, exvicepresidenta de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari). Es una de las tres regionales que, junto con la Conaice, por la Costa; y Confeniae, por la Amazonía, confluyen en la Confederación Nacional de Pueblos Indígenas del Ecuador (Conaie).
La dirigente saragura dice que en Pachakutik, las mujeres militantes disputan no solamente los espacios de representación sino las agendas. Admite que uno de los problemas ha sido tener a mujeres gobernantes, con poder de decisión, que no llevan adelante la agenda de las mujeres en general, no solo las indígenas.
En su organización —comenta— se han dado pasos importantes, de forma casi natural, en cuanto a tener paridad de género en el Consejo de Gobierno. Sin embargo, Nayra remarca que la participación de las mujeres va más allá de la voluntad política, ya que pertenecer a la organización social, sea sindical, estudiantil, local y más, implica asumir otra ‘carga’.
“Las compañeras dicen que no avanzan, no tienen tiempo para asumir una responsabilidad más y eso es una limitante para nosotras, salvo excepciones. Sí, hay mujeres absolutamente preparadas para un cargo, pero no tienen la misma facilidad o posibilidad de asumir de los compañeros hombres. Ellos incluso han transitado por un proceso organizativo, que luego les permite conducir una organización grande. Para llegar a eso se necesitan no solo herramientas como lecturas y escuelas de formación sino tiempo. Muchas desertan”.
En la segunda semana de marzo, las mujeres de Pakkiru, que representan a 16 comunas, pueblos y asociaciones kichwa de Pastaza, desmintieron al presidente de la Confeniae, José Esach. Rechazaron y se deslindaron de lo que llamaron actitudes autoritarias y una carta, que presentó ese dirigente, en la que expresó apoyo total al candidato-presidente, Daniel Noboa. En el último consejo ampliado, aclararon, se resolvió respetar la decisión de cada ayllu y que prevalezca la agenda de lucha frente a cualquier gobierno.
Sobre eso, Nayra Chalán anota que, los defectos del sistema democrático de los partidos políticos se están trasladando a sus dinámicas organizativas. Los burós, generalmente compuestos por hombres —lamenta— toman decisiones arbitrarias; dejando de lado la representación legítima de la comunidad. Sin embargo, “nos es mucho más posible controlar las deformaciones, aunque se violen estatutos y reglamentos”.
Nayra, de 34 años de edad, es madre, cría a su hija, de 10 años de edad. Cuando ejerció la vicepresidencia de la Ecuarunari, el padre de su hija asumió más responsabilidades. Sin eso no habría sido posible mi trabajo en política, dice. Es comunicadora social y artesana e impulsa una iniciativa popular, para la fabricación de hilos, tejidos y bordados.
En la conversación, Chalán insiste en que el movimiento indígena es complejo. Hay un bloque —sostiene— que piensa más críticamente, no desde las cuotas de poder y afinidades familiares sino en construir una agenda de mujeres, que no se conforma con talleres de superación personal, quiere una agenda política. Son compañeras que buscan un espacio antifascista, antipatriarcal.
El sábado 29 de marzo, ella fue expulsada de Corpukis, organización local, “por la cúpula, sin el debido proceso, sin el respaldo de la dirigencia nacional porque he sido una voz incómoda”. Se ha mantenido como una dirigente destacada en la Conaie; en su paso por la Ecuarunari también hubo intentos de removerla de su cargo; durante las protestas del 2022 rechazó la presencia de infiltrados y en el 2024 defendió la expulsión de exasambleístas como Guadalupe Llori.
Ir más allá de las reformas legales
Ante la consulta: ¿Qué habría pasado si Verónica Abad fuera hombre?, la socióloga y politóloga argentina, Soledad Stoessel, responde que hoy en día, la sociedad ecuatoriana no se escandaliza por nada. Pregunta de vuelta: ¿Por qué nuestra sociedad está pasiva y no se escandaliza ante la creciente concentración de poderes, ante el asesinato de cuatro niños de Las Malvinas, en Guayaquil? ¿Qué ha pasado con la sociedad ecuatoriana?
Por eso, la profesora de la Universidad Central considera que hubiera dado lo mismo que la vicepresidenta Verónica Abad fuera hombre. A la sociedad —dice convencida— se la ha disciplinado para aceptar el abuso de poder, la concentración de funciones en pocas manos. Además, cree que tiene problemas agudos en su vida cotidiana, que debe resolver.
Para Stoessel, Ecuador es uno de los países de la región que más ha avanzado en reformas políticas a favor de una igualdad de género, la Ley de Cuotas no le parece algo menor. Sin embargo, no es garantía de que se gobierne en favor de la igualdad de género y contra la violencia hacia las mujeres.
En el país, la Ley de Amparo Laboral fue el inicio de la participación de las mujeres en este campo, siguiendo la política de cuotas, en la Asamblea Constituyente, en 1998. En el 2000 se aprobó la Ley de Cuotas, que posibilitó el incremento gradual de candidaturas de mujeres y en el Código de la Democracia, con una transitoria se estableció que había que partir del 5 % hasta llegar al 50 %, vigente desde las elecciones del 2023.
“Son avances democráticos que hay que defender”, resalta la socióloga y politóloga. Asimismo que Ecuador comparado con otros países tiene una Asamblea, con paridad de género. Pero están pendientes otros desafíos al interior de las organizaciones, en donde persiste el machismo, ya que el patriarcado es estructural; se mantienen en la familia, la iglesia y más espacios.
Stoessel coincide con Betty Amores al señalar que los derechos no se conquistan de una vez y para siempre. Pide mirar lo que pasa en su país, Argentina, en donde se registra un “retroceso descomunal”, con avances que parecían garantizados como la ley de aborto del 2020. El presidente Javier Milei propone volver a la penalización.
En Ecuador, la dinámica es compleja, desde el poder presidencial —reflexiona Stoessel— se instrumentaliza la figura de la violencia política de género para marginar, perseguir a mujeres, en la esfera política.
“Pasó hace algo menos de 30 años con Rosalía Arteaga, la primera presidenta del Ecuador. Ahora pasa con Verónica Abad, quien desde el primer día de ese mandato fue perseguida por su compañero de fórmula. No la dejaron ejercer un cargo, que ganó como resultado del voto popular”, señala.
Para Stoessel, este caso es emblemático, ya que desde antes de que ganaran las elecciones, la relación fue tensa entre Noboa y Abad; luego fue enviada como embajadora de paz en Israel, “lo que ella calificó como un destierro forzado, una estrategia para apartarla de la política nacional. Es un patrón reiterativo de apartar a mujeres que ‘molestan’”.
A la analista le parece necesario debatir sobre la instrumentalización de este recurso del Código de la Democracia en el Tribunal Contencioso Electoral (TCE). Abad denunció ante los jueces electorales al presidente de la República, a la canciller, a un viceministro y a una asesora, recuerda. Y luego a ella la acusaron de ejercer esa violencia de género. “Hubo hostigamiento”.
La catedrática argentina ve un paralelismo entre lo que pasa en Ecuador y lo que se vive en su país, con Milei. “Lo he investigado en el marco de las nuevas derechas. Desde el primer día, él está en una batalla cultural en contra del feminismo; radicalizó la misoginia al eliminar el Ministerio de la Mujer (existía desde el 2019)”. Menciona declaraciones públicas en contra de las cantantes Lali Espósito y María Becerra y el hecho de que el mandatario no ataca de ese modo a hombres.
En el caso de Noboa —anota— no tiene un discurso antifeminista, pero mantiene un presupuesto bajo para el Ministerio de la Mujer, incluso comparándolo con el gobierno de Guillermo Lasso. Hoy son 10 millones, 0.08% del presupuesto total, precisa y dice que en general hay un discurso negacionista sobre la violencia de género, a lo que se suma la implementación de un estado militarizado.
¿Qué pasará el domingo 13 de abril? Las encuestadoras no acertaron en sus pronósticos, tras la primera vuelta. Para el balotaje, sus datos no dejan ver claramente a un ganador o ganadora. Stoessel destaca que Luisa González si bien no cuenta con un gran capital político, viene de un movimiento que sí lo tiene. No así Daniel Noboa, ya que ADN tiene vida legal, desde mayo del 2024.
En un momento histórico, en el que en materia de derechos se va perdiendo el terreno avanzado, hay que sostener la lucha. Y no hay garantía de avances con mujeres en los poderes Legislativo y Ejecutivo, como han dicho las mujeres entrevistadas.
Autoras
