¡La clase política huele a mierda!
Le hablo a todos y cada uno de los candidatos y —por supuesto— a las candidatas: cada cuatro años pretenden que “elijamos” entre el menos peor, el menos fascista, el menos dictador, el menos-macho-men, el menos milico, el menos chapa, el menos…
Y nos creemos el cuento de alcantarilla de que si ya tiene plata no va a robar los fondos públicos. Pero, ese candidato: ¿cómo consiguió su propio dinero? ¿robó antes? ¿con apoyo legal de quién se hizo de esas tierras, esas emisoras, esas fundaciones, esas extensas propiedades?
En esta campaña por las elecciones seccionales, los candidatos varones no han parado de hablar sobre temas poco usuales: homosexuales, putas y trans. Y sí, aunque usted no lo crea al parecer la moda de temporada ha sido desarrollar una fijación freudiana por el sexo entre pervertidos. Que si estamos enfermos y nos van a curar con la biblia, que si a pesar de como cogemos podemos ser profesionistas, que si somos esclavas explotadas por la necesidad, que si somos las víctimas de la discriminación, que si hacemos mucha, mucha, mucha fuerzita todo va a cambiar. Porque como decía el candidato Andrés (Cachetitos) Páez, si quieren ser gays, sentirse yeguas o conejos, está bien. Al final: ¡Quiénes somos nosotras para juzgarlos!
¿Qué está pasando? ¿De cuando acá, ese miedo a perder el falo de entre las manos, ya no les es suficiente sostenerlo cuando miccionan que ahora necesitan acudir al terror sexual?
Candidatos, les invito a que junto a sus colaboradores (algunos son gays-bien-portados) empinen la cola y aprieten las nalgas. Sodomícense el uno al otro. Forjen amistad, hagan alianzas políticas, hermánense. Al final del día como lo único que importa es la autodeterminación, si ustedes me dicen que después de cabalgar a otro hombre siguen siendo bien varoncitos, yo les creo. Después de todo, comer polla no es motivo para abandonar sus ideales.
Pero debo advertirles, el sexo entre varones no es tan espectacular, tampoco aseguro que sus delgaditas piernas lo soporten. Así como les gusta recorrer la calle anunciando buenas nuevas, recorran la piel de otro miserable hombre. Tal vez mi invitación llega muy tarde y ustedes ya han probado las suaves mieles del sexo sodomita, porque como decimos popularmente: “El que en público se espanta, en privado se atraganta”.
La segunda obsesión de los candidatos a la alcaldía de Quito han sido las putas. Sí, las trabajadoras sexuales que se paran en las calles del centro histórico de la ciudad y que desde inicios de este siglo han sido constantemente expulsadas de las aceras de ese invento patrimonial. Al referirse a ellas, todos insisten en que son «pobres mujeres obligadas a realizar semejantes actos» (sic). Que ellos las van a sacar de las calles con talleres, que las van a transformar en emprendedoras y uno se atrevió a decir que desde el Municipio las van a contratar como costureras. Dichosas deberían sentirse las putas que pasarán de enfrentarse día, tarde y noche contra los policías para someterse a la burocracia masculina del patrono municipal. Pasarán de manejar autónomamente sus horarios y frecuencia de trabajo a marcar tarjeta y trabajar más de ocho horas diarias por un irrisorio salario.
Gracias alcaldes, ediles, gran señores. Gracias infinitas por públicamente acordarse de las putas, ojalá así mismo pagaran el servicio, sin regatear el uso de condón.
Y como si fuera poco, tras los cinco centavos de progresismo que algunos candidatos han tomado como parte de la modernización de su figura política, hasta de las trans hablan. Hasta se reúnen semanalmente a hablar con ellas, hasta les van a contratar para que les asesoren en el municipio. Y como para que la intención sea honesta, me atrevo a decir que un candidato ha salido del clóset como trans no binario. ¡Sí, créanmelo! Perico Freile un día le lamió las bot(l)as a su papi europeo, Santiago Abascal y al día siguiente le picó el ojito a la izquierda revolucionaria ecuatoriana “que persigue la instauración de un régimen socialista”. Pero claro, todo era de mentiritas.
Finalmente, los aspirantes al palacio municipal se han concentrado en declarar su confianza y amor hacia los soldados de la nazión. Todos y cada uno han decidido explicitar que para acabar con la inseguridad incrementarán el número de policías, cámaras, vigilantes. ¿Qué protegerán? ¿A quién van a tolerar? ¿Y María Belén Bernal?
Esta confianza absoluta de unos hombres a otros hombres —que son más perros que hombres— quiere decir, que en Quito habrá una nueva plaga de ratas armadas con macanas para someterte. Tú, déjate llevar, fluye. Si no opones resistencia al Estado, saldrás bien parado.
Por eso este domingo, depositaré mi voto en las urnas tras sacarme la papeleta de la cola con manchas de mierda. Esa será mi rutina lavativa de la semana. Me comportaré como Las Indetectables, travestís culpables del rechazo a la flamante nueva constitución en Chile. Me poseerán Francisco Casas y Pedro Lemebel, relinchando en medio de la dictadura. Fracasaré como las mariposonas sidosas de Act Up en las afueras de Wall Street en 1989.
Para los esclavos de las juntas receptoras de voto: usen mascarilla porque el olor a caca de travestí es intenso, se compone de excremento de yegua, mezclada con orina de perra y cemento de contacto inhalado por las callejeras.
Autoras
Daría
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daria@laperiodica.net
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