Skip to main content
Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Anais Córdova Páez

Marie Francis Córdova

“Yo fui varias cosas, fui un hombre heterosexual; luego, un gay afeminado; luego, una persona bigénero, y finalmente me asumí como mujer _trans_”, dice Marie Francis Córdova, quien a sus 31 años es una “mujer trans-heterosexual, mujer trans-lésbica, mujer _trans_”.

Lo trans es un matiz de su personalidad, “no soy ni menos Marie, ni más Francis”. En su hogar era la diferente, el niño delgado sin vello corporal que debía ser más fuerte, que debía hablar más grueso, hacer ejercicio para desarrollar músculo. Que desde niño se identificó como niña. El “clóset” fue una estrategia para sobrevivir, donde Marie Francis entró para no ser castigada. Aprendió que demostrar su feminidad era sinónimo de problemas, por ello permaneció callada hasta que “las cosas se pongan bien”.

Entonces, solo fue Francis. Interpretó el papel de hombre heterosexual durante su educación escolar, colegial y universitaria, por lo que casi se casa y tiene hijos. Un día, como “cuando la cabra tira al monte, te das cuenta de que por más que pongas piedras en el río, normalmente buscan su cauce”, decidió decirles a sus padres, hermanos, hermanas, familiares, amigos y amigas. Sus progenitores estaban en un proceso de divorcio, el padre le echaba la culpa de la orientación e identidad sexual a la madre, y ella lo negaba.

En su hogar, hablar de sexo siempre fue un tabú, peor tocar temas sobre diversidades. Por ello, el acompañamiento que tuvo Marie Francis para salir del “clóset” no llegó de parte de sus padres, sino de sus hermanas menores, con las que creció. Con ellas, Marie se vestía, maquillaba y hacían comparsas. Ellas fueron las que, cuando Marie Francis les dijo quien era, respondieron que no había necesidad de decirlo, que ya lo sabían, sin embargo, con sus hermanos mayores construyó una relación diplomática.

“Cuando yo era niña, y te lo digo con todas las letras, me sentía femenina, pero sabía que en el contexto social de mis compañeros no encajaba”, entonces Marie Francis pensó que cuando terminará la escuela se acabaría el acoso, que podría encajar mejor en el colegio. Después, su esperanza se postergó hasta la universidad, pues pensó que allí podría ser ella misma. Llegó el momento de su graduación, de decir quién es, de volver a ser ella, pero no consiguió trabajo fácilmente, así que esta situación la obligó a callar su identidad nuevamente, se cortó el cabello, se puso camisa y entró de nuevo al “clóset”.

Pasó tres años de su vida dedicada al activismo político, lo que la llevo a brindar talleres sobre la emancipación del cuerpo y sobre cómo no responder al sistema. En ese proceso empezó a darse cuenta de su contradicción, “terminaba mi taller o mi clase y me iba a mi casa a cambiar, y regresaba a trabajar como Francis, solamente”. Un día decidió no cambiarse e ir directamente a su trabajo, Marie Francis se presentó en la oficina y recuerda que “sin decir nada me presenté, y fui midiendo con mis jefes y asumiendo por completo el tema de la estética femenina a nivel laboral, lo cual creo que es el mayor logro que he tenido”.

Cuenta que asumirse trans no fue una revelación, que ella supo desde niña quién era, pero entender qué es el feminismo y lo que implica la tiranía del sistema sobre la dominación del cuerpo fue lo que más aportó en su identidad y proceso de autoconocimiento. “La escuela del activismo me abrió realmente un horizonte, o sea, para mi novio yo no ganaba nada, pero para mí, yo era feliz”. Se llenó de ideas, pero también de realidades. Entre 2007 y 2009, cuando Marie Francis trabajó con las chicas trans de la calle en “La Mariscal”, recuerda que una noche estaban en La Y, la Policía detuvo a dos de las chicas, y junto con Evelyn Ormeño, trabajadora sexual de la zona, persiguieron al patrullero hasta que soltó a sus compañeras, pero fue detrás de ellas. Evelyn escapó porque conocía mejor la calle, pero Marie Francis fue detenida y llevada con las manos en la espalda hasta el parque El Ejido, y luego al Centro de Detención Provisional (CDP), donde los policías pusieron una botella en el piso y le retaron: “a ver, orina y vas a venderles esta botella a los señores del frente”, por cada vez que se negó a hacer esto recibía una patada y gas en la cara.

Cuenta que en otra ocasión, en el mismo parque El Ejido, por defender a un chico gay, “se vinieron contra mí, y fue igual de detenerme y llevarme, en ese entonces a la Matovelle que es un UPC”. Allí le apalearon y le preguntaban “¿tú qué eres?, ¿eres el hombre, eres la mujer?, ¿se te para, no se te para?, ¿queremos verte qué tan grande tienes?”. Estos episodios, cuenta Marie, tuvieron lugar 10 años después de la despenalización.

“La discriminación a tomado otras formas. Si algo le falló al proceso constituyente es el tema de no poder establecer a nivel de la Corte Constitucional los mecanismos para hacer efectivos los dispositivos antidiscriminación.” Ella aprendió a defenderse y a conocer sus derechos, pero no todas las personas transgénero los conocen, muchas sufren discriminación desde el momento en que van a sacar su cédula de identidad, o cuando tienen que hacer trámites de cualquier tipo, o ser atendidas en centros de salud.

“Si bien ya no te dan palo como te daban antes, si bien ya no te echan gas como te echaban antes, los mecanismos ahora tienen formas más sutiles de discriminarte”. Para Marie, es necesario tener una reflexión más profunda sobre lo que el sistema implica, “muchas de nosotras nos vemos como mujeres, pero no pensamos como mujeres”. Estas reflexiones de Marie Francis, sobre lo esencial en la vida, la llevaron a entender que lo más valioso que aprendió a lo largo de su camino es que “el afecto no tiene sexo”.

Especial completo aquí.

Compartir

Autoras

Anais Córdova Páez