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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| La Periódica

Lourdes

Lourdes aparenta un poco más de la edad que realmente tiene, como si algo la habría hecho madurar de golpe, cumplió 12 años hace poco. Es muy dulce, extrovertida y sociable. Carga en sus brazos a una bebé de dos meses, a la que cuida con atención.

Cuando tenía 11 años, su mamá notó algo extraño en ella, algo le pasaba, pues tenía dolores de cabeza, barriga, náuseas y vomitaba seguido, así que la llevó al médico y, después de una ecografía, supo que estaba embarazada y tenía ya cinco meses de gestación resultado de la violación de su padre.

La niña vive desde hace tiempo en una casa de acogida junto a su bebé. El agresor no ha sido detenido todavía, y ese es el único lugar en que se siente segura. Ingresó allí debido a que tenía un embarazo de alto riesgo, a sus 11 años de edad.

Apenas supo la madre de Lourdes lo ocurrido, denunció a su esposo en la Fiscalía y dejó la casa en donde vivían junto a él, en Santo Domingo de los Tsáchilas para mudarse a Quito, junto a Lourdes, su hermano mayor y su hermana menor.

Lourdes intentó volver a su vida normal, pero al inscribirse en su nuevo colegio, la psicóloga conversó con ella para preguntarle cómo se sentía y si, dada su situación de embarazo, quería estudiar. La niña respondió que no quería, que le daba vergüenza que sus compañeros le vieran y que si le preguntaban quién era el padre, ella no sabría qué responder.

Sentía cómo su cuerpo empezaba a cambiar paulatinamente. En su contextura delgada, en su cuerpo de 11 años, sentía cómo de a poco dejaba de ser una niña y cómo su cuerpo se veía obligado a cargar en su vientre el resultado de la violencia.

Finalmente llegó a una casa de acogida, un lugar donde podría seguir con su vida, pero rodeada de personas que estarían cuidándola y atendiéndola. Cuando llegó le preguntaron si quería hacerse cargo de la niña y ella no supo qué responder, pues no entendía si quiera lo que había pasado con su cuerpo y, en ese momento, con su vida. A la madre de Lourdes le parecía inconcebible la opción de dar en adopción a su nieta, por lo que se negó rotundamente, así que la niña no tuvo alternativa. Su hija nació por cesárea un “vientialgo” de diciembre.

A Lourdes le gustan mucho las matemáticas, es muy buena alumna según cuentan quienes la conocen. Estudia en aulas hospitalarias, pero por más empeño que ha puesto en continuar, el cansancio la vence, se queda dormida en clases, porque su bebé se despierta por las noches, y aquello se ha convertido en un obstáculo para continuar con sus estudios.

Frecuentemente falta a clases, pues tiene que cuidar de su hija. A pesar de que apenas tiene la edad de 12 años, no juega como una niña debería hacerlo ni sale con amigas y amigos, está perdiéndose experiencias propias de su edad y necesarias para el desarrollo completo de su identidad.

La responsabilidad de cuidar de una criatura le queda grande, pero es atenta con su hija, la quiere y juega con ella; sin embargo, es una vivencia infantil como un juego de muñecas. No es algo que le llame la atención especialmente, lo hace por obligación, porque en su momento su entorno familiar su madre, su referente, no le dio a escoger. Cambiarle el pañal, bañarla o taparla cuando hace frío no son una prioridad, y, por ser una niña, no llega a darse cuenta de las necesidades de un bebé tan pequeño y frágil. Aunque ella nunca lo admite, su bebé es una carga.

¿Qué pasará con Lourdes cuando deje la Casa de Acogida? Su mamá vive en casa de su hermano, no tiene recursos para sostener a sus tres hijos y su nieta. La madre no lo cuenta, al menos no en voz alta, pero su esposo, el agresor de Lourdes, también su agresor y tanto Lourdes como sus otros dos hijos son resultado de esa violencia. Ella tampoco pudo decidir.

Ilustración de @pepailustradora

Estas historias son de niñas que han pasado por casas de acogida en Quito y fueron recolectadas en un trabajo conjunto entre Surkuna y la Periódica.

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Autoras

La Periódica

Primera revista digital feminista en línea desde 2017 en Ecuador. Es un proyecto orientado a denunciar y visibilizar la vulneración de derechos a las mujeres, niñas, y personas LGBTIQ+, y narrar la realidad desde una perspectiva feminista crítica.