Conocí a Leonor a partir de una curiosidad: ¿qué mismo significaba Queer para el feminismo? Me llevé tremenda sorpresa cuando buscando en youtube, me saltó a la pantalla el ciclo de clases grabadas: “QUEER – Precio y desprecio de un valor” donde analizaba la producción de quien en ese momento era Beatriz Preciado (ícono trans feminista e ídolo de masas queer). Al terminar de ver las siete clases, no me quedaba claro qué era lo Queer pero si el “precio y desprecio” del que podía apropiarme, siendo una mariconcita en sudacalandia.
No paré de “Googlear Leonor Silvestri”. Leí varios textos en línea sobre ciclos de lectura y análisis de la autora —sobre la violencia sexual, la filosofía ética de Spinoza o Gilles Deleuze— que había liberado en internet para uso personal y que como se lee en la página de créditos de sus últimas autopublicaciones, con la intención de: “crear una cadena ética de apoyo mutuo sin fines de lucro ni comerciales”. Y así pasé varios años mirando sus videos, sin siquiera dar las gracias. Incómoda con sus interpelaciones, refunfuñando por conceptos que no conocía y llenándome de carcajadas con ese sentido del humor extramoral que la caracteriza.
Llegó la pandemia. Reuní el dinero y perdí el reparo a tomar clases virtuales con Leonor. Desde ese momento han pasado dos años, varios ciclos, una decena de textos conversados —entre cuentos, ensayos, películas y referencias literarias de las más variadas— hasta llegar a esta conversación. Que sin duda a más de unx no le va a gustar.
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Leonor Silvestri es cinturón negro Wako, se dedica a dar clases de manera independiente, sin afiliación académica. Escribe libros que se autopublica sin becas ni estipendios gubernamentales. Desde marzo de 2020, con el inicio de la pandemia de Covid19, se aisló de manera obligatoria e indefinida ya que su sistema inmune permanece modulado para evitar que el Síndrome de Crohn se recrudezca. Por ello y porque hacer turismo no son prioridades para ella, conversamos de manera virtual sobre el papel del movimiento feminista, clásicos de la antropología, así como de las condiciones materiales en las que produce sus reflexiones.
Acabamos de pasar la temporada de tradicionales movilizaciones y paros por el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en distintos países de Occidente. Por parte del movimiento de mujeres y feministas, la invitación ha sido salir a marchar, a ocupar el espacio público —dónde se hace LA POLÍTICA, desde la perspectiva de Hannah Arendt— y todo ello en medio de la pandemia por covid19 que no ha terminado, las catástrofes climáticas que no paran y los levantamientos de pueblos originarios —el caso Peruano y el caso del Pueblo Mapuche— contra la persecución estatal y el extractivismo. ¿Qué rol cumple el movimiento feminista, las mujeres, el y los feminismos en este contexto?
Tristemente el feminismo, los feminismos —mal que le pese a más de una que cree que si pone plural este sayo (túnica usada por artesanxs y campesinos medievales) no le cabe— forman parte de los dispositivos privilegiados de blanqueamiento neocolonial merch del bien ciudadano occidentalizado y occidentalizante que repite una y otra vez bajo distintos contextos fórmulas y modelos herencias de otros tiempos históricos y otras coyunturas.
La teoría de la mujer enferma, de Johanna Hedva salió al cruce en su momento de la teoría de Arendt de que solo se es política y sólo es político si ocupa físicamente el espacio público, dado que no solo no todos los cuerpos están capacitados para realizar en los mismos términos una lucha política, es decir, ya es capacitista per se pensar y actuar de esa manera, sino también como el feminismo nos había enseñado [que] lo personal es político, por ende que no tengas acceso al espacio público debido a una discapacidad o enfermedad crónica no hace ni tu existencia ni tu compromiso político menos relevante.
Pero cuando hubo que precipitar ese devenir teoría de la mujer enferma, aprovechando el portal histórico que la pandemia [por Covid19] abría, y su estado de excepción, hasta a la mismísima Hedva le sobrevinieron unos deseos irrefrenables de vivir una vida no tan recluida, no tan pequeña, no tan interior e íntima, dado que según parece, lo personal será político, pero vivir como se vive cuando se tiene una encefalomielitis grave no es realmente una vida vivible por ende se convierte en dispensable.
El feminismo supo tener una axiomática voluminosa para una praxis vital, a las pruebas me remito: la sencillez de las mujeres del grupo Jane de Chicago que realizaron miles de abortos sin ser médicas, en la clandestinidad, de manera ilegal, a bajisimo costo, es prueba de que lo personal es político es una acción y que no toda opresión se ataca con visibilidad, ciudadanía, derechos.
Hablar de todo esto que mencionas sin una lucha anticapitalista, antiestatal, contra este concepto que yo denomino visibilizacionismo y elegilismo, sin coordenadas de clase y raza es tan improcedente como continuar bajo el régimen heterosexual. En argentina (la minúscula es intencional) casi cualquier lucha es un slogan, un enunciado, con un consiguiente festival cultural de dudosa calidad estética sin más reflexión sobre las políticas de los cuidados y apoyos mutuos.
Jamás el sometimiento y la subyugación (y la fascinación) por el capitalismo —sin en muchos casos saberlo— fue mayor, ni cuando aun alguna persona distraída podía creer en alguno de sus mitos sin convertirse en un terraplanista negacionista conspiranoide. El feminismo en mi opinión es uno de los dinamizadores de la banalización y la espectacularización, su masificación solo ha redundado en un empoderamiento empresarial capitalista sin ningún atisbo a modificación de las estructuras de parentesco y subjetivas necesarias para no continuar reproduciendo tanto las condiciones materiales como la vida íntima de este sistema. Su moral es conservadora y victoriana, eugenista; son las nuevas institutrices de lo que una mujer moderna debe ser para ser una ciudadana de bien.
Hace poco hiciste una charla suelta donde ponías a dialogar a una “mala feminista”, la lesbiana sadomasoquista, Gayle Rubin con un “mal antropólogo francés”, Pierre Clastres. Titulaste este encuentro virtual de una manera inquietante: “antropología de la cinturonga para abajo”. ¿Qué te interesa discutir a partir de las críticas de Rubin a Clastres? ¿Por qué regresar a los textos “clásicos del feminismo” en un mundo que no para de producir decolonialidad, teorías trans fronterizas, amalgamas culturales y reflexiones aceleracionistas?
Cuando Preciado hacía algo más que enrostrar privilegios y ser modelo de Gucci, lanzaba una provocativa frase contra el neomarxismo progre europeo; autores como Franco Bifo entre otros, eran denominados por el académico de Princeton, como marxistas que no pueden pensar de la cintura para abajo, porque la división sexual de este mundo tal cual la analizaban era aún menos puesta en cuestión que en la religión terfa nenonita. De ahí le di un giro [para] realizar un análisis filosófico de autores o autoras que dividen el mundo en hombres y mujeres solamente, incluí la noción del dildo y me apropié de la injuria “cinturonga” que es la manera peyorativa y machista, pero también cómica, con la que se denomina al arnés donde puede ir ese dildo.
Siempre me han interesado lo que se denomina clásicos, mucho más que el canon o la novedad, primero por aquello de las genealogías, para no estar todos los años intentando la revolución rusa para colegir que los bolcheviques traicionan. Ya hay mucho hecho y pensando, y mucha experiencia histórica a la cual hay que volver con una percepción crítica pero sin soslayar. ¿Qué sería lo opuesto a esta creación de órbitas con estrellas antiguas y cuerpos celestes más contemporáneos? Las iniciativas actuales para modificar los usos del lenguaje de la escritura de un texto clásico, para que se adapte a la corrección política del mundo contemporáneo, [como en el caso de] Agatha Christie o Roald Dahl.
No solamente creo que hay que leer literatura clásica —feminista, también— no contemporánea, sino también ponerla en relación, crearle series vecinas inusitadas, torcerles, hacerles decir cosas que no habrían pensando, ponerles en entredicho, revivirles, actualizarles. Que yo sepa Gayle Rubin y su teoría del intercambio de las mujeres no suele leerse en equipo con [Pierre] Clastres cuando me parece que ambos desarrollos teóricos le realizan una addenda al otro. Creo que muchas cosas ya fueron dichas pero la gente gusta más, como la academia les enseñó, esconder la fuente para hacerlo pasar por original, que dar muestras de erudición, compartir el conocimiento socializando las fuentes y realizar las críticas pertinentes tanto como los reconocimientos merecidos en vez de cancelar lo que no ha sido escrito y dicho hace ya un tiempo prudencial sin respetar los marcos de una corrección política que no existía en el momento de su escritura.
Personalmente, me interesa más un mundo distinto en algún punto al mío, como es el pasado, que regodearme en la naturalización de ese momento histórico actual como el único y el mejor.
Del 24 al 26 de febrero, se llevó a cabo el Encuentro Internacional Feminista 2023 financiado por el Ministerio de igualdad del Gobierno de España, donde se invitó a figuras —globalmente reconocidas— de los feminismos con el eslogan: Feminismo para un mundo mejor. ¿Qué opinión te merece esta declaración?
El encuentro feminista internacional, es decir europeo, como todo lo internacional —al fin de cuentas, ¿la carta de derechos ciudadanos no es francesa?— , por que internacional en este mundo quiere decir europeo cuando no algo peor, occidental, ocupó el slogan, el motto, el llamamiento que solo un ministerio de un estado puede concebir: “un mundo mejor”.
Pusilánime, mendicante, conformista, entregado, hastiado, fundido, es una frase propia de un encuentro ecuménico entre diferentes grupos religiosos para niñeses, algo que podría ser pintado en una escuela, lo que la persona que llama a la policía por ruidos molestos cree. Claro, la ministra de igualdad del reino de Españistan parece Assatta Shakur cuando tiene que posicionarse frente a las terfs españolas, que creo que sin atisbo a error son las más rancias, conservadoras, fascistas que hay en este planeta; pero no está diciendo nada más que la mínima decencia para manejarse socialmente en el capitalismo, lo que ocurre es que sus antagonistas son realmente muy conservadoras.
Agrego que hay una forma de hacer turismo sin culpa ignorando la clase que tiene que ver con este tipo de festivales, perdón encuentros, que bien pueden ser de sanación, por un mundo mejor, o una contracumbre, es la manera de irse a degustar una paella o unos boquerones, sin que se te juzgue como turista, diciendo dos o tres cositas más bien anodinas u obvias. El negocio también es ese. Estaban quienes tenían que estar, dijeron cosas más bien obvias que nadie escuchó porque los cambios no se hacen ni en la ONU, ni en UNICEF, ni en los COPs, ni en la OEA, ni en estos encuentros por un mundo mejor.
Para hacer otro mundo [cabe] decir que es necesario muchas veces darle la espalda a este mundo. Como el museo Reina Sofía haciendo las jornadas de autoras queer, el encuentro europeo feminista por un mundo mejor muestra que si fuera tan queer no estaría en un museo, y que el feminismo no está realmente contra este mundo, solo quiere que sea mejor, pero ¿mejor para quién? y ¿qué mundo? Si el feminismo siguiera con vida, ese encuentro habría sido masivamente desagregado, obligar a un imperio como españa (la minúscula es intencional) que invite a sus funcionarias de gobierno con maestría a hablar sandeces, que lo hagan con personas de pésimo nivel o funcionarias; o habría sido saboteado, al fin de cuentas si el lesbofeminismo existe es porque las así llamadas “amenaza violeta”, básicamente la injuria que [Betty] Friedan les espetó, se hicieron cargo, y amenazantes empezaron a boicotear los encuentros. Se podría haber hecho una contra cumbre por ejemplo…
Que las opiniones y acciones más audaces a la hora de montar un lío vengan de señoras burguesas que creen que si son y han sido borradas del mapa es culpa especialmente de las trans —porque les enoja mucho más LAS que la transexualidad…— y que su interpretación de los cuerpos es anterior a la del doctor John Money, más cercana cuando no coincidente, con la del Dr. Sims, torturador de Anarcha, Lucy y Betsey habla de cómo un aparente proceso revolucionario puede volverse doblemente insidioso y represivo cuando el poder se reconduce después de él. Estuvieron las que tenían que estar, el feminismo para mujeres blancas, del bien, sanas, ciudadanas.
Por todo lo dicho, hace muchos años que sostengo un “Adiós al feminismo”, no se preocupen, el feminismo no es lo opuesto del machismo, por ende dejarlo atrás como arma obsoleta para pasar a analizarlo históricamente —como Foucault alentaba que se hiciera con el marxismo— no nos va a volver machistas; por el contrario, quizás dejemos de abonar a un proyecto de ser humano etnocida y capitalista donde hay mujeres que deben ser de determinada forma.
Finalmente, muchas de las participantes de tus clases y ciclos de lecturas llegamos a ti a través de los videos que liberas en tu canal de youtube. Y luego nos enganchamos con tus libros, los cuales te autopublicas. Cuéntanos cómo podemos aportar a la autogestión que realizas. ¿Se vienen nuevos ciclos, talleres, libros?
Estoy muy cerca este año de publicar un nuevo libro (Protofeminismos: sexo, poder y lenguaje inapropiado en la mitología antigua) por mi sello autogestivo Queen Ludd, me tiene muy entusiasmada, justamente un [libro] sobre literatura antigua del mediterráneo, aggiornado a mi presente.
Me autopublico por varios motivos, aunque me es cansino y agotador, primero porque es la manera en la que garantizo mi libertad absoluta de ideas —pensemos que el Foucault para encapuchadas firmado como Manada de Lobas, fue rechazado por ofensivo por la misma persona que luego editó un texto a esta altura canónico de la teoría queer—; se que tanto mis ideas como mis visiones puede ser editorialmente indigeribles o demasiado confrontativas para esta etapa de la industria literaria; luego de este modo he trabajado muchísimo más, pero he ganado más dinero, que trabajando con editoriales así llamadas independientes —con las que he trabajado, no siempre me he autopublicado, y con las que siempre ha habido problemas sobre todo a la hora de los pagos—; y luego formo parte del cognitariado, no soy una intelectual, soy una obrera que se autopublica, que toma decisiones y tiene la palabra final tanto sobre el diseño como sobre la impresión, que durante años cargó y descargó las cajas, o hizo los envíos, y que desde que comenzó la pandemia y debido a mi cuadro de inmunosupresión, ahora que estoy en el total ostracismo, realizo labores de operadora virtual —desde community manager hasta ventas online—.
Capitalismo de plataformas puro y duro. El famoso devenir call center. No estoy en mi nube de pedo inalcanzable escribiendo o pensando solamente, también organizo el libro con quien lo diseña, el arte de tapa, vendo online, respondo emails, coordino entregas, hago difusión y prensa, y cuando vivía en buenos aires, cargaba cajas, acomodaba libros e iba a ferias.
Por eso digo que Queen Ludd está atendido por quien produce el libro desde la idea hasta su concreción material. Es verdad que así escribo menos —pese a que soy muy prolífica, otro motivo para autopublicarme, no habría forma de que tanta producción fuera absorbida por un sello editorial dado que sus lógicas son las del mercado y así no se maneja el mercado en el capitalismo, ni con autores que son best sellers absolutos— pero me da una visión de cómo son las cosas más real. Tampoco nadie limpia mi casa, y mientras físicamente pueda hacerlo, me encargaré también de realizar esas labores. Y me encantaría tener tanto una imprenta como diseñarme [el libro] íntegramente yo.La mejor manera de aportar por todo lo liberado y [para que] continúe liberando es comunicarse conmigo para pedirme por donde realizar el aporte independientemente del país donde estés, y/o hacerme mucha difusión en redes porque siendo tan intempestiva e inclasificable no me llueven las oportunidades de ser difundida.
Autoras
Daría
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daria@laperiodica.net
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