Ser mujer y buscar justicia
En Ecuador 24 de cada 100 mujeres reconoce haber sufrido violencia sexual a lo largo de su vida, según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género hacia las Mujeres (ENVIGMU) de 2019. Esta métrica deja ver apenas la punta del iceberg, pues la muestra solo toma en cuenta a mujeres de 15 años y más, dejando de lado los casos de violencia sexual a niñas. Asimismo, existe un subregistro resultado de la culpabilización a las sobrevivientes, el parentesco con los agresores y la alta tasa de impunidad. A esto se suma que las cifras corresponden al 2019 y desde aquel año no se ha renovado la Encuesta, por lo que no tiene en cuenta factores como la pandemia por Covid-19 y el incremento de la violencia por el encierro dentro de los hogares con los agresores cercanos.
Este delito es el que menos se denuncia. “El 97,1% de mujeres que sufrieron violencia sexual a lo largo de su vida nunca denunció la agresión”, se añade en el mismo informe. Esta encuesta también señala que “la violencia sexual junto con la física son la puerta abierta al feminicidio”.
Las razones para no denunciar son varias. El estudio de Surkuna, “La culpa no era mía”, publicado en 2021, sobre los principales obstáculos que viven las víctimas y sobrevivientes de violación en Ecuador señala: la respuesta del sistema de justicia al culpabilizar a las víctimas y cuestionar aspectos como la forma de vestir, la ocupación laboral, la conducta sexual y la relación o parentesco con el agresor. Por esto, dice el mismo estudio, muchas víctimas se desaniman a continuar con sus procesos de denuncia y búsqueda de justicia.
Entre los motivos por los cuales se creó la Red de Primeros Auxilios Legales en casos de Violencia de Género “Juntas Nos Cuidamos” en junio del año 2022, está el aumento de la violencia hacia las mujeres y los cuellos de botella que existen cuando una mujer busca acceder a justicia. Es decir, los obstáculos al momento de presentar una denuncia, pedir medidas de protección y precautelar las primeras pruebas de las agresiones. A esto se suma que la mayoría de los operadores de justicia no están debidamente capacitados para atender a víctimas y sobrevivientes de violencia de género y esto genera una atención inadecuada para las mujeres que acuden a estas entidades. El estudio “La culpa no era mía” afirma que de los 413 operadores de justicia de la Fiscalía (contabilizados hasta 2021) que estaban distribuidos a nivel nacional, solo 284 tuvieron alguna clase de capacitación en enfoque de género, sensibilización y no revictimización, y prevención de violencia contra las mujeres.
Tras casi dos años de funcionamiento de la Red se ha visto cómo frente al incremento de casos de violencia de género se desbordan los espacios a los que se derivan a las víctimas y sobrevivientes, como los centros de atención psicológica de organizaciones sociales y gubernamentales aliadas o de la Defensoría Pública.
Asimismo, varias voluntarias de la Red han tenido que iniciar quejas para que se realicen sumarios administrativos a funcionarios y funcionarias públicas que se niegan a recibir las denuncias, que desinforman sobre los procesos legales o revictimizan a las mujeres con comentarios que las culpabilizan.
Incluso, han atendido casos en los que las víctimas ni siquiera pueden hablar libremente porque el agresor está cerca, mientras acuden a la acompañantes de la Red “Juntas nos Cuidamos”.
Hasta diciembre de 2023, la Fundación Aldea contabilizó 321 feminicidios en Ecuador. En el 43 % de los casos las víctimas tenían un vínculo sentimental con el feminicida. De esta forma se muestra la vulnerabilidad de muchas mujeres quienes conviven con los agresores. Además, según cifras de la Fiscalía General del Estado de octubre de 2021, de 500 casos, 128 se encontraban en investigación previa, es decir no avanzaron la primera etapa del procesamiento judicial. Este es uno de los factores que generan desconfianza en el sistema de justicia, lo que hace aún más necesario el acompañamiento para que las víctimas y sobrevivientes conozcan sus derechos y puedan acceder a éstos.
Frente a un Estado que abandona, el feminismo encuentra estrategias para acompañar. De junio de 2022 a marzo de 2024, la Red ha recibido 289 registros y se ha acompañado a 148 mujeres en su búsqueda de justicia y protección, mientras que 141 han sido derivadas a otros servicios de justicia públicos y privados. En este periodo se han identificado varios tipos de violencia en las historias de las víctimas, la mayoría de casos se relacionan con violencia psicológica, seguida de violencia física, violencia sexual y otros (violencia intrafamiliar, amenazas, tentativa de femicidio, violencia contra la intimidad, acoso y más…).
Según el rango de edad, las personas de 40 y más años representan un 17,0 % de las llamadas; luego están las mujeres de 30 a 34 años de edad con 13,5 %, y las personas de 25 a 29 años suman el 12,9 %. Cada acompañamiento feminista significa rehusarse a vivir la impunidad, revictimización y el silencio del sistema de justicia.
Si estás viviendo violencia de género o conoces a una mujer que la esté viviendo, puedes comunicarte con la Red “Juntas Nos Cuidamos” al teléfono: 0995 551 789. Las acompañantes brindan atención en el horario de 17:00 a 22:00 todos los días.
Nos volvemos acompañantes feministas por nuestras propias historias
Conocí a Lucía (nombre protegido) y a su tía cuando contactaron a la Red “Juntas Nos Cuidamos”, que acompaña a mujeres que requieren denunciar una agresión, solicitar medidas de protección o acceder al bono para hijos e hijas de víctimas de femicidio.
La joven enfrentó la pérdida de su padre cuando aún era una niña. Su mamá vive con una discapacidad mental que la inhabilita. Por eso, se vieron obligadas a vivir con su abuela paterna, su prima y el esposo de ésta. La vida de la adolescente cambió cuando el esposo de su prima empezó a abusar sexualmente de ella. Él manipuló psicológicamente a la adolescente para que guardara silencio frente a los abusos e incluso tomó fotografías durante una de las agresiones sexuales. Una tía materna de la joven descubrió la violencia sexual a la que estaba sometida su sobrina y la sacó de ese lugar.
Maritza (nombre protegido), quien realizaba el turno de telefonista de la Red, fue quién habló en primera instancia con la tía de la adolescente. El contacto inicial que las víctimas y sobrevivientes tienen con la Red “Juntas Nos Cuidamos” es vía llamada o mensaje de texto. Luego de conocer la historia de la adolescente, se brindó información sobre el proceso de acompañamiento que ofrece la Red, que consiste en colocar la denuncia o pedir medidas de protección para la víctima y su círculo cercano. Las medidas de protección son disposiciones legales dadas a una o varias víctimas de violencia basada en género, para evitar o cesar la amenaza y salvaguardar su vida, integridad física, psicológica, sexual; y los derechos patrimoniales, económicos y laborales. Por su naturaleza, son de aplicación inmediata y no necesitan una sentencia que diga que el victimario es culpable para que entren en funcionamiento a favor de la víctima o sobreviviente.
Detrás de cada acompañamiento está una red interna de apoyo a la cual se recurre como acompañantes para buscar las mejores formas de actuación legal. Se genera un plan conjunto de acción entre las acompañantes y la acompañada.

Como muchas otras, también he sobrevivido a la violencia de género. La justicia es una forma de reparación que ayuda a muchas mujeres a retomar el control sobre sus vidas, y si no deciden denunciar, las medidas de protección son una herramienta para precautelar sus vidas y su integridad.
Ser acompañante
En el año 2022, empezó mi búsqueda para iniciar una reparación personal y colectiva. Decidí participar como voluntaria de la Red “Juntas Nos Cuidamos”.Fueron cuatro meses de capacitación intensiva, virtual y presencial, por parte de la organización feminista Surkuna. El grupo estuvo conformado por 40 mujeres, entre estudiantes de Derecho, trabajadoras sociales, dirigentes barriales, comunicadoras, psicólogas, sociólogas, entre otras. Nos brindaron formación para robustecer nuestras capacidades sobre género, marco jurídico, cuidado de víctimas y ética del acompañamiento, para contribuir a tejer una comunidad que reaccione ante la violencia.
En el camino también aprendimos sobre la ética feminista. Los principios a tener en cuenta durante el primer contacto con las mujeres incluyen: brindar calma y no alterar a la víctima o sobreviviente, generar empatía, no revictimizar, asegurarnos de que la mujer se encuentre segura. Nuestro trabajo se basa en brindar herramientas para que puedan tener una vida libre de violencias, informando sobre sus derechos con un lenguaje accesible y libre de prejuicios, entendiendo las necesidades y tiempos de cada una.
Una de las consignas de trabajo central es: “nada sobre las sobrevivientes sin las sobrevivientes”. Esta respeta completamente la voluntad y consentimiento de las víctimas o sobrevivientes, es decir que no se tomarán decisiones sin que ellas estén de acuerdo y completamente informadas. Y se dialogará directamente con la persona sin la participación de intermediarios, poniendo en el centro la voz de las sobrevivientes. Incluso si no desean denunciar, la red está abierta para proporcionarles información y que conozcan todas sus opciones.
La Red acompaña a víctimas y sobrevivientes que se encuentran en Quito, dos voluntarias la acompañan a solicitar medidas de protección o poner una denuncia. En el caso de que estén en otra ciudad, se procede a informar sobre las opciones que tiene en otras localidades y derivar los casos con especialistas.
Si el caso lo amerita, se deriva a defensores públicos, abogadas (según las capacidades económicas de la persona), psicólogas o casas de acogida. La red está al tanto de cada caso por si surge una eventualidad que requiera de asesoría de las abogadas feministas de Surkuna que cuentan con experiencia en litigio penal.
Tejer redes entre mujeres es una reacción colectiva frente a un sistema que nos violenta, poniendo el cuerpo y el corazón para que la persona que está vulnerable encuentre en sus compañeras las fuerzas que necesita para recomponer aquello que le intentaron arrebatar. La reparación es una lucha personal que desafía al sistema y que encuentra en lo colectivo y el acompañamiento la fortaleza para romper cualquier barrera que nos pretendan imponer. El camino continúa para seguir construyendo oportunidades y horizontes más dignos para todas nosotras.
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