Skip to main content
Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Alba Crespo Rubio

Guissela Jadán

“Primero salí del clóset con mis amigxs, después con mi familia”, cuenta Guissela. Con 16 años sintió que podía confiar en sus compañerxs del colegio para contarles que era lesbiana. No hubo ningún problema ni con aquellxs que eran creyentes, “nunca sentí rechazo por su parte”, dice. ¿Por qué hasta que no tuvo 18 o 19 años no se abrió a su mamá? “Siempre tuve miedo de herir o decepcionar a aquellas personas que amo, y yo había oído muchas historias de violencia y rechazo en entornos familiares, a mi mejor amiga le pasó al salir de su clóset, y me aterraba que pudiera pasarme a mí.

Era un miedo infundido, porque cuando le contó a su mamá, fue cuando realmente se liberó de un gran peso: “ya podía dejar de fingir ser alguien que no era, podía ser yo misma”. Y lo mejor fue como respondió; Guissela recuerda que su mamá le dijo algo así “te estabas ahogando en un vaso de agua, tu eres mi hija y yo siempre te voy a querer”, y esa comprensión le dio alas para asumir su identidad ante el mundo.

A pesar de vivir un proceso tan amoroso en los espacios más cercanos, de puertas afuera se encontró con la discriminación. Lo que más recuerda es ser juzgada por su aspecto físico. Cuenta que de adolescente “ocultaba su feminidad” con su forma de vestir o su actitud, y eso era motivo de insultos, que su vecino le gritaba desde la ventana cuando ella pasaba por delante. Ahora se ríe, lo encuentra cómico, “era un pastor evangélico, ¿no se supone que debería profesar el amor al prójimo?”, dice entre risas; “me gritaba ‘marimacho’ y se escondía”.

Guissela convivió con esa estigmatización, asumiendo que por ser como era, era diferente. Pero andaba metida en la universidad, y no le afectó mucho. A los 25 años se acercó a través de las redes a organizaciones de derechos humanos, y fue cuando descubrió que ella habría podido ser considerada criminal si no fuera por las luchas libradas por quienes la habían precedido. “Me dio mucha alegría conocer esa historia, sé que hay muchas historias de dolor, de maltratos, pero también hay esa otra parte, la de un grupo de personas que lucharon por derogar esa ley”, y eso lo considera “un semillero de nuevas generaciones de luchas y organizaciones”.

También reflexiona acerca de cómo vivieron y viven las mujeres lesbianas: “si los hombres fueron más violentados y reprimidos, a la vez que su lucha fue más visible es porque las lesbianas hemos vivido nuestra sexualidad escondidas”. Ahora los movimientos feministas y de mujeres lesbianas están posicionándose y marcando agenda, también hay, según Guissela, muchas más organizaciones y activistas, gracias a que se garantizan más los derechos de estos colectivos —a pesar que es consciente que quedan todavía muchos estereotipos que combatir—. Ella quiere formar parte de eso.

Especial completo aquí.

Compartir

Autoras

Alba Crespo Rubio

Feminista y Periodista.