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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Daría #LaMaracx

Elsie Monge

Mujeres que hacen historia

Nació en Quito, pero pronto su familia se trasladó a vivir en Guayaquil. De allí que una imagen del manso río Guayas permanece presente en su memoria: “ver a los campesinos, desde sus balsas, arreando el ganado. Las vacas iban nadando por el río hasta su destino. Esto era surrealista”, cuenta Elsie. El agua a partir de ahí tuvo un importante significado en su vida, creció “al vaivén de las olas”. Así empieza nuestra conversación. Un brevísimo encuentro sobre las luchas sociales que ha acompañado Elsie Monge en los últimos 50 años.

Nos recibe al equipo de La Periódica en su departamento al norte de la ciudad Quito, afuera está a punto de llover y el ruido de la calle invade el lugar. En su juventud, ella viajó a los Estados Unidos para estudiar, tras cuatro años, regresó a Ecuador y quiso retomar sus amistades, pero “ya tenía la idea de que quería hacer algo frente a las injusticias y la pobreza”, afirma. A los 21 años, se unió a las hermanas de Maryknoll, una comunidad de religiosas que fue acusada de apoyar con su trabajo humanitario a grupos guerrilleros en distintas zonas del mundo. Acusaciones que resultaron en la desaparición y tortura de las Hermanas Maura Clarke, Ita Ford, Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan parte de la misma congregación, en manos de grupos militares de la dictadura Salvadoreña en el año de 1980.

Posteriormente, Elsie viajó a Panamá, como misionera, para trabajar con el movimiento campesino junto a Laura Glynn, quien se convirtió en su compañera de lucha por los derechos humanos de los sectores más oprimidos. Algo que marcó su vida fue la desaparición, secuestro y asesinato del sacerdote colombiano Hector Gallego, en junio de 1971. Ella había compartido con él en la provincia de Veraguas. En junio de 2018, después de 47 años de búsqueda, se confirmó el hallazgo de los restos de Hector sepultados en el antiguo Cuartel de Los Pumas de Tocumen.

Elsie y Laura se dirigieron a Ecuador en 1973, conocedoras del trabajo de Monseñor Leonidas Proaño y durante meses lo acompañaron en sus visitas a las comunidades indígenas de la provincia. “Teníamos en contra dos factores, Laura no quería esperar un año para aprender un nuevo idioma y yo, siendo rubia y de ojos azules… Luego de un proceso de discernimiento con Monseñor, él nos invitó a seguir recorriendo el país”, afirma con una leve sonrisa en su rostro.

Tras recorrer un par de provincias, fueron convocadas por el Instituto de Formación Social – INEFOS, que les encargó la construcción del Centro de Documentación de la organización pero los caminos de la vida las llevaron a dictar talleres a organizaciones campesinas de base. Es así que, visitaron el territorio ancestral del valle del Chota en la provincia de Imbabura. “La tierra era arenosa, necesitaban agua para trabajarla”, cuenta Elsie. Así impulsaron la creación de la Federación de Trabajadores Agrícolas del Valle del Chota y exigieron al Instituto Nacional de Riego la creación del canal de Ambuquí.

Elsie recuerda que la lucha campesina siempre ha estado profundamente atravesada por la lucha identitaria. “Hicimos una investigación sobre el pasado y origen de los apellidos de las familias negras  y su conexión con las raíces africanas. Encontramos que el apellido Carabalí estaba relacionado directamente con poblaciones de Costa de Marfil, en el occidente de África”, comenta.

Elsie también recuerda que las mujeres negras de la comunidad de Chalguayacu, en el Valle del Chota, se organizaban para tener independencia económica de sus maridos. Ellas se ubicaban en los dos extremos de un puente vehicular y vendían frutas. “Era muy beneficioso para ellas, porque el puente solo tenía un carril. Los conductores tenían que parar para que pasen los autos, de uno en uno.”

Tras cinco años de trabajo comunitario una tragedia nacional las llamaría de regreso a Quito. El Consejo Supremo de Gobierno (1976-1979) ejercía una dictadura militar y había criminalizado la protesta social. En 1976, cuenta Julio Roca en su texto: a 40 años del martirio obrero, que los trabajadores del ingenio Aztra, de propiedad en un 90% del Estado, habían celebrado un contrato colectivo con su empleador, que estipulaba que los obreros debían participar de los beneficios del alza del precio del azúcar. Pero en septiembre de 1977, la dictadura militar expidió ilegalmente un decreto que eliminó dicha cláusula. Esta situación motivó una paralización de actividades..

La tarde del 18 de octubre de 1977,  2000 trabajadores del Ingenio Azucarero Aztra ubicado en La Troncal, provincia del Cañar, iniciaron una huelga general exigiendo el cumplimiento del contrato colectivo que estipulaba el pago del 20% del alza del precio del azúcar. Esposas, hijos e hijas acompañaron a los trabajadores en la medida de protesta. 

Cien policías nacionales sitiaron el Ingenio con la intención de desalojar a los trabajadores. Al cabo de cinco minutos de resistencia, los disparos iniciaron. Un centenar de personas fueron asesinadas. Muchos cuerpos desaparecieron. Esa noche es conocida como la Masacre de Aztra y sería el punto de partida para la creación de la Comisión Ecuménica por los Derechos Humanos – CEDHU, que Elsie Monge dirige desde 1981 hasta la fecha. “Los sectores progresistas de la Iglesia, organizaciones campesinas y centrales sindicales impulsaron un espacio desde el cual defenderse. Iglesias protestantes como los luteranos, presbiterianos, el mismo Monseñor Luna, participaron. Grupos de jóvenes, de mujeres, el colegio de médicos, la Unión Nacional de Periodistas, abogados. Esa fue la composición de la Comisión”, recuerda.

Cuando la Comisión Ecuménica inició su trabajo, lo primero que hicieron fue difundir información sobre derechos humanos, un tema poco conocido tras salir de una dictadura militar que inició en 1972. De las primeras acciones, recuerda Elsie, fue recorrer el país apoyando a la organización social. “Nos fuimos a recorrer el país, hicimos educación popular para que las organizaciones se fortalezcan y defiendan sus derechos. Así nació el Comité de Derechos Humanos en Guayas”, cuenta Elsie.

Visitaron asiduamente la provincia de Chimborazo para brindar talleres y mantuvieron lazos con Monseñor Leonidas Proaño, quien había construido un frente de solidaridad para las personas refugiadas que huían de las dictaduras del cono sur. Fruto de ese trabajo, en 1982, en el Centro de capacitación de Riobamba, “conformamos el Frente Ecuatoriano de Derechos Humanos – FEDHU con cuatro organizaciones. Pero hacernos cargo de todo era imposible, en la CEDHU éramos solo tres personas”, afirma Elsie. Y añade: “así que dijimos, seguiremos apoyándoles con la capacitación y todo lo que produzcamos está a su disposición, pero cada organización del Frente debe seguir funcionando de forma autónoma.”

Este trabajo de base les sirvió para el siguiente periodo: el régimen de León Febres Cordero que inició en 1984 y concluyó en 1988. “La cantidad de denuncias diarias de desaparición forzada, encarcelamiento, la tortura, nos desbordó. Se llevaron a mi hermano, mataron a mi esposo, ¿dónde está mi hijo?, nos decían todo el tiempo”, cuenta Elsie. La Comisión de la Verdad (2008-2010) presidida por Elsie Monge e integrada por Julio César Trujillo, monseñor Luis Alberto Luna Tobar y Pedro Restrepo, hizo público, que de los 118 casos y 456 víctimas de violaciones de los derechos humanos, desde 1984 hasta 2007, el periodo con mayor cantidad de casos de vulneraciones es el de León Febres Cordero. “Para controlar a la gente, un régimen autoritario, debe implantar el miedo. Nadie se atrevía a hablar, y nosotras lo que teníamos que hacer era denunciar”, reflexiona Elsie.

Extracto de entrevista a Elsie Monge.
Diseño sonoro: Jezabel Calero

Para 1984, el principal trabajo de la CEDHU era la denuncia. Se integraron más personas al equipo y así se recibían los casos. Elsie, con los ojos vidriosos y en medio de su sala, recuerda que: “la mayor parte de denuncias las hacían las mujeres. Ellas no medían el precio, eran muy valientes”. No hay ruido, ni gesto que corte la tensión de la escena. Elsie retoma: “Venían una vez, nos pedían que no le contemos a nadie. Venían una segunda vez y se marchaban. Pero a la tercera, ya no podían más y nos autorizaban para iniciar con la denuncia.”

Llegó 1988 y la desaparición forzada de los hermanos Restrepo por parte del Estado durante el Gobierno de Febres Cordero, marcó un antes y después para el país. Luz Helena Arismendi y Pedro Restrepo salieron a denunciar públicamente en la Plaza Grande, en los exteriores del Palacio de Gobierno, la ausencia de sus hijos, Santiago (17 años) y Andrés (14 años). “Su padre y su madre hacían plantones en la Plaza Grande, nosotras empezamos a acompañarles. La gente nos miraba con carteles y pensaban que estábamos locas, creían que aquí eso no pasaba”, recuerda Elsie. Los hermanos Restrepo fueron vistos con vida, por última vez, el 8 de enero de 1988. Han transcurrido 34 años y aún no se hallan sus restos ni han sido señalados los culpables de su desaparición.

«La Plaza se convirtió en un centro de denuncia para tomar los casos. Aumentaba el número de participantes de los plantones, hablábamos del derecho al tambor porque venían artistas a ‘martirizar’ a los funcionarios de la Presidencia. Esto lo hicimos por más de veinte años”, cuenta Elsie, quien además, enfatiza en el rol fundamental de las mujeres a la hora de buscar justicia por las personas desaparecidas en Ecuador. Nos recuerda el caso de Consuelo Benavides, quien el 4 de diciembre de 1985 en el recinto Estero del Plátano del cantón Quinindé (Rosa Zárate) de la provincia de Esmeraldas, fue detenida por marinos ecuatorianos y días después, ejecutada extrajudicialmente. “La que llevaba la lucha era la madre, una señora ya mayor que no medía riesgos. Nosotras hicimos la denuncia, pero un par de años más tarde, gracias a que un funcionario judicial visitó el archivo de Esmeraldas se pudo descubrir la verdad sobre su desaparición”, afirma Elsie.

La desaparición, totura y muerte de Consuelo Benavides, fue llevada hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, resultado de esta demanda ante la Corte, el 19 de junio de 1998 se dio la sentencia que responsabilizó al estado ecuatoriano y determinó que la investigación debía continuar para sancionar a todos los responsables del crimen de Estado contra profesora.

Elsie relata, en un breve texto, a propósito del 40 aniversario de la CEDHU, que el impulso para continuar con la defensa de los derechos humanos en Ecuador reside en el: “acompañamiento de familiares a pesar de las amenazas; la valentía de testigos oculares, quienes, a pesar del peligro para su integridad física, dan testimonio de la verdad; la compasión de presos que atienden a un compañero moribundo o golpeado; el coraje de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos”.

Elsie nos cuenta que la organización con otras mujeres fue clave para poner un freno a la tortura: “íbamos con las señoras y claro, siempre negaban a los detenidos, pero no nos callábamos. Alguien después que salió del encierro nos dijo: ‘dejaron de torturarme cuando supieron que defensoras de los derechos humanos estaban afuera.’ Nuestro trabajo era un freno para la tortura.”

Cierro esta conversación con Elsie, preguntándole: ¿Por qué cree que las mujeres hacen historia? Elsie responde: “Porque sin las mujeres no hay historia. Les comentaba, que ellas fueron las que más denunciaron las desapariciones y pienso cuando les decíamos a los varones que vayamos al SIC, (una dependencia clandestina de la Policía Nacional de Ecuador que funcionó entre los años 1984-1989), ellos respondían que no, porque temían que los fichen. Pero las mujeres, no dudaban, sabían del peligro.”

La defensa de los derechos humanos es un trabajo colectivo, una afrenta al “buen funcionamiento” estatal y un recordatorio constante de que los gobiernos son “la gran mafia” que acecha la lucha por vidas dignas.


Este perfil forma parte del especial por el 8 de marzo: “Mujeres que hacen historia” 

Equipo de trabajo para esta historia:

  • Fotografía: Karen Toro A.
  • Texto: Daria #LaMaracx
  • Diseño sonoro: Jezabel Calero
  • Editora: Jeanneth Cervantes

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Autoras

Daría #LaMaracx

Escribe para no olvidar. Le obsesiona la sexualidad y los hombres. Grindera 24/7 porque el deseo no se reprime.