Hacer periodismo, de manera ética, mostrando con pruebas denuncias de corrupción y las causas y efectos de la violencia no debería costarnos la seguridad, la integridad, la salud mental y la vida. El oficio periodístico está para informar, pero también para mostrar aquello que se pretende ocultar; por eso a algunos les resulta incómodo que haya periodistas que logran escuchar los malestares de su sociedad y de su tiempo, mucho más cuando ejercen su trabajo sin caer en la mediocridad de los discursos amarillistas, deshumanizantes y sin sustentos.
Ahora vemos que Karol Noroña, nuestra colega, reportera del medio GK, quien también ha sido colaboradora de la Periódica, ha tenido que salir del país para asegurar su integridad. Su salida responde a un contexto de inoperancia, pues Ecuador vive un momento de violencia exacerbada a la que el Estado no ha podido ni ha querido dar respuesta y solución.
Hace pocos días más, periodistas de los medios masivos del país, han recibido serias amenazas y el domingo 26 de marzo se recordó un año más de impunidad por el secuestro, desaparición y posterior asesinato de Efraín Segarra Abril, Javier Ortega Reyes y Paúl Rivas Bravo en 2018. ¿Cuántos periodistas más están bajo amenazas?, ¿por qué hay intimidaciones y amenazas con total impunidad?, ¿cuándo los gobiernos de turno dejarán de estigmatizar al oficio periodístico, dejando de obstaculizar el acceso a la justicia y la obtención de reparación por los asesinatos de Efraín, Javier y Paúl? Nos preocupa que esta situación afecte, todavía más, a quienes ejercen este oficio en los medios independientes y locales, a lxs comunicadores comunitarixs, a quienes informan en sus pueblos y en las pequeñas ciudades.
Esto nos muestra que no tenemos garantías para hacer periodismo en Ecuador, para quienes lo hacemos desde la independencia, sin alianzas con el poder, es una tarea titánica…
No deberíamos tener miedo de cubrir las realidades que vive Ecuador, nuestra labor es contar las historias que nos atraviesan, aquellas que laceran este país y que merecen seguir siendo contadas sin que eso nos cueste la vida.
Al mismo tiempo también sabemos que los retos como medios de comunicación, especialmente independientes, en este contexto de desprestigio y persecución estatal, son aún mayores, para precautelar la integridad y seguridad de quienes ejercemos este oficio.
