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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Gabriela Toro Aguilar

Las ‘mujeres innobles’ danzan contra la violencia y el olvido

Las notas de un chelo rompen el silencio del lugar y acompañan la cálida y misteriosa voz de una mujer, al mismo tiempo ruedan por las gradas algunas mujeres envueltas en ponchos de agua de colores y frente a su rostro arrastran máscaras de perros o lobos, o mejor dicho, de perras o lobas. Ellas indicarán el camino que debe tomar el público para entrar en ‘La ciudad de las mujeres innobles’, dirigida por la coreógrafa y bailarina Rosa Amelia Poveda y que se presentará este sábado 7 y domingo 8 de octubre a las 19:00, en el Teatro Bolívar.

Lo que ha pasado es una inmersión sensorial a esta obra interdisciplinaria que muestra en clave de danza contemporánea la resistencia y la resiliencia de las mujeres de viven en Quito; ahí veremos a la Virgen del Panecillo, a Manuelita Sáenz y a otras mujeres anónimas e invisibilizadas que también son protagonistas de nuestra historia. Entre sus intérpretes están mujeres de barrios céntricos, de la Escuela Popular Feminista Mujeres de Frente, una niña y un niño de las mujeres que asisten a la Escuela y las bailarinas: Mishell Argüello, Emilia Arias, Mónica Coba, Andrea Fierro (que también canta), Nadinka Flores, Fernanda Medina, Denisse Neira, Tani Revelo Flor, Estefanía Silva, Irene Vila, Jacqueline Villavicencio y la misma directora. Otra de las ‘mujeres innobles’ también es la chelista Elsa Erazo.

‘La ciudad de las mujeres innobles’ es una obra que mira de frente y con el cuerpo entero a la violencia de género en Quito, desde sus formas más sutiles hasta el final del círculo vicioso, el feminicidio. Lo hace con toda la coreografía, la interpretación de las bailarinas, la de las otras mujeres y el niño, la manera de poner en sus cuerpos pedazos de la cotidianidad (lavar, secar, caminar), de lo histórico (las reivindicaciones sociales) y de lo maravilloso (la solidaridad, la resiliencia). Dos símbolos en especial resaltan esa puesta en escena que se traslada de un espacio a otro haciendo que el público también se mueva: los ponchos de agua y las máscaras. Estos elementos encierran algunos significados relacionados a lo que podría ser intrínseco de las mujeres representadas y lo que viene de afuera; en el poncho se puede ver lo que ellas expresan y sienten, en cambio, la mirada y la palabra ajena que juzga es lo que acertadamente la directora materializa en las máscaras de perras, zorras o lobas –diseñadas y cedidas por Steve Wintercroft–.

Ponchos y máscaras forman parte del cuerpo de las intérpretes y están presentes todo el tiempo, esto también es una crítica abierta a la construcción social e individual del cuerpo. En esa constante, el cuerpo da un significado al espacio: le reclama más color, más vida, más movimiento sin violencia. En el pre-estreno del 11 y 12 de septiembre en el Teatro Capitol, al finalizar la obra, Amelia Poveda contó que los ponchos para ella también son el alma de las mujeres y las máscaras de acetato –pese a que simbolizan el insulto, la cosificación, el irrespeto que anula– también son como diamantes que iluminan el derrotero; son el símbolo de la resiliencia: de la piedra el diamante.

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Video: Ramiro Aguilar Villamarín

Hace más de un año la directora empezó a gestar este proyecto que forma parte del Laboratorio Coreográfico Emergente, para ello varias circunstancias se entrelazaron muy cerca de sus indagaciones estéticas y éticas. Básicamente todo se juntó en la Escuela Popular Feminista que acoge a mujeres que quieren terminar sus estudios escolares y las recibe con sus hijos e hijas. Amelia, en entrevista con La Periódica, cuenta que ahora es su maestra de danza y fue con ellas –gracias a talleres, ejercicios lúdico artísticos y a otros procesos pedagógicos– con quienes logró “objetivizar la reminiscencia del movimiento”. Una búsqueda que la artista ecuatoriano-alemana, que cuenta con más de 24 años de trayectoria, tiene presente desde hace un buen tiempo y que se plasmó en su tesis “Aplicación del análisis de movimiento de Laban-Bartenieff en un taller de danza contemporánea en la Escuela Popular Feminista Mujeres de Frente”. De hecho, ella llega allá para poder realizar el trabajo académico y se queda porque se habían generado más vínculos con las mujeres que acuden al espacio; en el que, por cierto, continúa dando clases abiertas a todo público los martes de 15:30 a 17:30 en la Casa Catapulta (Olmedo Oe3-18 y Guayaquil).

Es así como llegó a una serie de cartas publicadas en el marco de la campaña contra la violencia de género ‘Cartas de Mujeres’ de ONU Mujeres –que recogían testimonios de violencia de género desde la primera voz de sus sobrevivientes– y a la antología ‘Cartas públicas de mujeres ecuatorianas’ de Ana María Goetschel. Su investigación sobre el movimiento, la convivencia con las mujeres de la escuela y los testimonios y denuncias que leyó en las cartas, junto al preocupante contexto machista que nos atraviesa a todas y todos, la abocó a la construcción de ‘La ciudad de las mujeres innobles’; un nombre que interpela directamente a la “muy noble y leal cuidad de Quito”, algo que en lo que sí cree la directora y lo dice sin ironía.

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Rosa Amelia Poveda. Foto: Miro Aguilar Villamarín.

La investigación que realizó Rosa Amelia Poveda para esta obra también incluye textos de la prensa ecuatoriana y los resultados de sus talleres en la Escuela de Mujeres de Frente. Los obstáculos que encontró en el desarrollo de ‘La ciudad…’ fue la falta de un espacio apto para la creación e investigación y el reclamo de derechos de autor de una ex colaboradora.

El espacio se resolvió con el apoyo de la Fundación del Teatro Bolívar en el otorgamiento de una residencia al proyecto de la directora, misma que contempló la necesidad de que algunas intérpretes puedan ir con sus hijas e hijos; un punto que se subestima en los procesos artísticos pero que pueden determinar la presencia de las mujeres al momento de crear en escena. Respecto a la atribución de derechos de autor de una persona que colaboró con varios videos, Amelia Poveda cuenta que ese fue el mayor obstáculo para la cristalización de la obra porque “La ciudad de las mujeres innobles es una unidad indivisible… y las intérpretes fueron convocadas para hacer un video no para esa persona, sino un video de difusión de la obra”. Estos son factores que no dejan de repetirse en las artes escénicas ecuatorianas: falta de espacios aptos para la generación sostenida de proyectos y las actitudes abusivas que intentan sacar ventaja de las obras que a duras penas pueden remunerar el trabajo creativo.

En ‘La ciudad de las mujeres innobles’ el público podrá ver una obra que no descuida ni uno de sus elementos: una escenografía que cambia –como la ciudad misma que siempre está en movimiento–, cada una de las bailarinas y el pequeño bailarín que transforman el espacio y trastocan desde su diversidad la idea de un cuerpo y una danza homogénea y perfecta, la música que se abre paso con el canto de Andrea Fierro y el chelo de Elsa Erazo. Y los textos, durísimos, conmovedores e incómodos, que nos dicen de historias íntimas y reales que deben salir a la luz para que ya no se siga repitiendo tanta violencia contra las mujeres.

Esta obra interdisciplinaria de danza contemporánea es un baño de realidad que lleva consigo toda la sensibilidad e inteligencia del arte crítico que trasciende a su propio tiempo. No hace de lo artístico un simple instrumento para denunciar ni descuida lo formal sin dejar de criticarlo en sus rigideces. ‘La ciudad de las mujeres innobles’ es muy digna de ir a verla, de meterse en ella y renovarse.


Ficha Técnica: Dirección y coreografía: Rosa Amelia Poveda. Bailarinas: Mujeres de la Escuela Popular Feminista ‘Mujeres de Frente’, uno de sus niños, Mishell Argüello, Emilia Arias, Mónica Coba, Andrea Fierro (también en canto), Nadinka Flores, Fernanda Medina, Denisse Neira, Tani Revelo Flor, Estefanía Silva, Irene Vila, Jacqueline Villavicencio. Chelista: Elsa Erazo.

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Autoras

Gabriela Toro Aguilar

Apasionada de la locura de la vida. Antes que nada prefiere observar, escuchar y leer. Periodista, correctora de texto y estilo y encuadernadora artesanal. Actualmente es becaria de la maestría en literatura hispanoamericana de El Colegio de San Luis (México).