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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

La guerra es la excusa:

discurso bélico como política de Estado en Ecuador

Hace algún tiempo escribí sobre cómo el lenguaje bélico que usa el gobierno ecuatoriano nos pasaría factura: esa narrativa de que hay un enemigo constante, que debe ser combatido en una “guerra” que, que de tanto ser repetida, empezó a tomar forma en la realidad, en los barrios, en las ciudades, entre vecinas y vecinos. El racismo que ahora se ha impregnado en este frágil país, en los discursos reiterativos de acusaciones vacías de “terroristas”, está dejando una herida profunda.

¿Quién merece derechos en este país? ¿Quién tiene la osadía de marcar la línea de cómo se hace una protesta?

La  población del país está enfrentada por sus propias fuerzas militares que, en teoría, deberían protegerla de amenazas externas. Lo absurdo es que se habla de guerra, pero sólo hay un bando armado, entrenado y hasta con permiso para matar. Por lo tanto, que exista esa “guerra  interna” es un error y un horror.

Hace menos de 72 horas, diecisiete militares fueron llamados a juicio por la Fiscalía General del Estado por el presunto delito de desaparición forzada de tres adolescentes y un niño en un operativo ocurrido en diciembre de 2024, en el sector de Las Malvinas, sur de Guayaquil. Según la acusación, en ese caso las víctimas habrían sido detenidas de forma ilegal, sometidas a torturas y posteriormente sus cuerpos aparecieron calcinados. Sí: Ismael Arroyo Bustos (15 años), Josué Arroyo Bustos (14 años), Nehemías Saúl Arboleda Portocarrero (15 años) y Steven Gerald Medina Lajones (11 años).

¿Y cómo no recordar el caso de Carlos Javier Vega, de 19 años, quien fue abatido por militares durante un control militar en Guayaquil el 2 de febrero de 2024? Su muerte ha sido señalada por organizaciones de derechos humanos como una posible ejecución extrajudicial, y hasta ahora no hay sanción a los responsables.

Tampoco podemos ignorar que, bajo el gobierno actual, se han documentado más de 30 denuncias de desapariciones forzadas atribuidas a operativos y detenciones militares, especialmente en operativos de seguridad.

Esos mismos uniformes recorren ahora los barrios para “evitar protestas”. ¿Cómo no sentir miedo? ¿Cómo no entender que los barrios quieran evitar su ingreso, si se ha visto cómo la muerte ronda en esos uniformes? 

Si usted no ha sentido miedo al ver a un militar en estos últimos meses es porque, seguramente, no vive en Ecuador.

Y ahora las Fuerzas Armadas hablan del “plan de defensa de Quito”. ¿Defensa de quién? ¿De los pueblos indígenas que son quienes alimentan a esta ciudad y que estos pueblos, mientras no piensen ni protesten, son tolerados? ¿Esa es la amenaza? ¿La amenaza es estar en desacuerdo con el gobierno?

Quito no necesita ser “resguardado”. No estamos en una guerra, porque una guerra implica que haya dos bandos con posibilidad de enfrentarse. Aquí no se pueden equiparar estos dos “bandos”, aquí se están usando estrategias militares, pagadas por el Estado (es decir, con dinero ciudadano) contra población civil, como si la población fuera una enemiga externa.

Pero la población no es el enemigo. No somos los enemigos.

Llamar a esta situación “guerra” es una excusa del régimen para justificar el uso y abuso del poder y la violencia estatal en defensa de los intereses de las élites dominantes. Es absurdo que en esta supuesta guerra la única parte armada, entrenada, financiada y con permiso para matar, lo haga contra un pueblo armado sólo con su dignidad y en defensa de la vida.

¡No es una guerra, es represión!

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.