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Las voces de las niñas y los niños: otros mundos posibles en Esmeraldas

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Las voces de las niñas y los niños:
otros mundos posibles en Esmeraldas

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En la ciudad de Esmeraldas, las niñas, los niños y los adolescentes sueñan con correr, de nuevo, atravesando los árboles y las calles libremente, sin riesgo de ser asesinados. Sueñan con seguridad para sus familias. Sueñan con barrios protegidos de las inundaciones y ríos libres de contaminación. Sueñan con el juego heredado. Sueñan y exigen. Sueñan con un otro infinito. Uno posible en Esmeraldas, imaginado por sus voces.

Nota ética: este reportaje es el resultado de un proceso de talleres y entrevistas con niñas, niños y adolescentes y liderazgos comunitarios en los que colaboraron las autoras en la ciudad de Esmeraldas, desde el año 2024. Las entrevistas y fotografías de esta historia fueron realizadas con consentimiento informado, en un entorno de respeto y cuidado, y contaron con el acompañamiento de las organizaciones Nación de Paz y la Pastoral Social Cáritas de Esmeraldas, que trabajan en la promoción de la cultura de paz y prevención de conflictos, además de la asesoría de expertas en protección de derechos. Nuestra intención como periodistas es construir nuevas narrativas en torno a las realidades de las infancias ecuatorianas.

Una mañana de mayo de 1955, Doña Hilaria Escobar Cuero —mujer negra, de ojos café oscuro, cabello apretado y voz brillante— enterró un trocito del cordón umbilical de su bebé recién nacido en la madrugada, al pie de un altivo guayacán. El emblemático árbol, que florece como un milagro dorado en medio de la sequía, creció en un barrio de la ciudad de Esmeraldas, hoy conocido como Parada 10.

Con las hojas verde oscuro, alargadas y lanceoladas del guayacán, Doña Hilaria tapó la herida del corte en el vientre de su bebé —el tercero de sus cinco hijos—, a quien llamaría Juan Montaño Escobar, uno de los escritores y periodistas más reconocidos de Esmeraldas, capital de la provincia homónima con mayor población afro en Ecuador.

El rito ancestral de Doña Hilaria, quien nació en Colombia, pero cruzó la raya —la frontera con Ecuador—, era tanto amoroso como premonitorio: un bebé ombligado caminaría acompañado por las virtudes del árbol en el que fue sembrado, inmerso en la comunidad que lo vio nacer.

Como cualquier otro niño o niña, Juan Montaño también lloraba. Doña Hilaria lo animaba, a su manera. “Mi madre, una mujer muy trabajadora, me decía: ‘¡pero míralo a éste!: ¿fue ombligado con guayacán o con obo?’, porque las ramas del obo son quebradizas. En cambio, las del guayacán a lo mucho se doblan, pero no se quiebran. Ella me decía mucho con una sola frase, no necesitó grandes discursos”, me cuenta Juan Montaño, ahora de 70 años, una tarde calurosa en la Esmeraldas de 2025.

Los guayacanes nacen, también, como un rito de certeza: son árboles que resisten.

Resisten a la sequía perdiendo sus hojas, con un tronco duro de raíces robustas que buscan la humedad en las capas más profundas del suelo, aún cuando la superficie está totalmente seca. Y cuando parecería que ha perdido la vida, su renovación comienza: sus flores amarillas brotan sobre las ramas de un árbol sin hojas. Florecen.

Rejuvenecidos, los guayacanes celebran su “fiesta de oro”, escribió el narrador esmeraldeño Nelson Estupiñán Bass, situando a los árboles como un símbolo de resistencia en Cuando los Guayacanes Florecían. Es una novela que retrata la lucha armada, social y antiesclavista del pueblo afroecuatoriano en Esmeraldas frente a la exclusión y los aún violentos mecanismos de explotación laboral a inicios del siglo XX.

Un siglo después, la Esmeraldas que se alzó en colectivo contra el concertaje —un sistema de explotación laboral que ató a trabajadores indígenas y afrodescendientes a laborar indefinidamente en haciendas por deudas impuestas al antojo de “patrones”, que no podían saldar— aún enfrenta la herencia de la violencia estructural: el abandono de Estado, el racismo, el empobrecimiento y nuevas formas de violencia criminal.

Su capital, la ciudad de Esmeraldas, pasó de tener una tasa de 16 muertes violentas por cada 100 mil habitantes en 2020, a una tasa de 144 por cada 100 mil habitantes en 2023. El grave incremento del 800% de la tasa de homicidios en tres años ha expulsado progresivamente a cientos de familias en medio del fuego cruzado del crimen organizado.

La Pastoral Social Cáritas Esmeraldas, organismo humanitario de la Iglesia Católica en Ecuador, acompañó a 476 personas desplazadas forzosamente hacia varias zonas del país solo en el año 2024.

El gobierno no ha reconocido que cientos de personas, entre ellas, niños y niñas, dejaron sus casas, sus escuelas, sus amigos y sus comunidades para salvar su vida, lejos de las extorsiones, las amenazas y la muerte. Tampoco las ha asistido.

Esmeraldas, la provincia con la tasa de desempleo más alta del país y los mayores índices de pobreza en la costa ecuatoriana, también sobrevive al impacto de una doble emergencia humanitaria y ambiental. El devastador derrame de petróleo, causado por la ruptura de un oleoducto administrado por la empresa pública Petroecuador el 13 de marzo de 2025, se extendió a lo largo de 86 kilómetros, contaminando cultivos, ríos y playas en cuatro cantones. Al menos 113 mil personas han sido afectadas por la falta de acceso al agua y la pérdida de sus ingresos, según un informe de Unicef Ecuador. El 39% del total son niños, niñas y adolescentes.

En menos de dos meses, otra herida: un terremoto sacudió a la ciudad el 25 de abril, sumando, al menos, otras 700 personas afectadas por daños materiales y emocionales que aún no han sido remediados.

“Tenemos una desdicha profunda en el corazón por lo que vive mi tierra”, dice Zoila Castillo, una lideresa comunitaria de la ciudad. Pero hay algo que, cuenta Zoila, ha comenzado a brotar: los sueños de los niños y las niñas.

“Nosotras, como lideresas, reunimos a los niños de nuestras calles para que sigan unidos, incluso cuando la violencia intenta encerrarlos. Qué lindo es verlos jugando por los árboles o maravillados por los guayacanes, y decir: bueno, también puse parte mía para acompañarlos. Ahí está mi caminada, ¡yo también fui parte de esta resistencia!”, dice Zoila.

Los guayacanes son centinelas de la resistencia en Esmeraldas. Son los techos naturales donde los niños y las niñas juegan en barrios en los que toda la comunidad sabe quien sale por la mañana y quien entra por la tarde, y activa alarmas si alguien no llega antes de las nueve de la noche. Es un sistema de cuidado comunitario que rechaza los toques de queda impuestos por la violencia.

Solo así, acompañadas, nos ha sido posible llegar a la cálida latitud de cuatro barrios esmeraldeños para entrevistar a diez niñas y niños que tienen algo qué decirnos: narrar la Esmeraldas desde la mirada más honesta, sembrando sus sueños. Luchando —como el guayacán— por florecer. Haciendo memoria con sentido de futuro.

Leamos las voces de las niñas y niños de Esmeraldas. Y luego, soñemos. Florezcamos.

Dayer

Cuando soñar en equipo cambia el juego

Yo quiero ser un delantero de los buenos. Mejor dicho, ¡me gustaría ser un delantero como Lionel Messi! Y no porque meta muchos goles, sino porque lo que a él le importa es tocar el balón y compartirlo con sus compañeros. Eso es lo que quisiera que pase: que todos en Esmeraldas juguemos juntos.

Soy Dayer y lo que más me gusta hacer en Esme es jugar pelota hasta tarde en mi barrio.

Ahora ya no puedo quedarme mucho tiempo fuera de mi casa por las lluvias —en enero cae bien fuerte el agua y todo se inunda–. No puedo salir mucho también por los robos y las matanzas que escuchamos por aquí.

Antes, yo vivía en una casa de caña en otro barrio. Éramos mi mami, mi abuela, mis primos y yo. No teníamos mucho, aunque sí vivíamos bien, podría decirse: teníamos qué comer y nos quedábamos jugando hasta las diez de la noche, porque era tranquilo, era sano. No escuchábamos sonidos de bala tan seguido. Pero hace dos años, el río Teaone, que es larguísimo porque cruzaba muchos barrios, creció mucho.

Un día, en la noche, mi mami corrió a despertarme. Estaba asustada y me dijo que el barrio se estaba inundando. Corrí rapidísimo para decirle a mi abuela y salir de nuestra casa.

La casa se destruyó porque el río dañó todo. No alcancé a sacar nada, ni la refrigeradora, ni los zapatos, ni los juguetes, ni los cuadernos, ni la ropa.

Esos días fueron tristes. Estuvimos en la casa de una de mis tías y ahí nos quedamos hasta que bajó el agua. Y ya días después nos avisaron que estaban haciendo el campamento donde ahora vivimos junto a nuestros vecinos. Primero, comenzamos a levantar las columnas de caña. Luego, pusimos los plásticos para que separen los cuartos. Nos toca hacer alcanzar el espacio porque somos siete ahora: mis ñaños, mis primos, mi tía, mi mami y yo.

Al principio nos faltaba la comida. Pero las vecinas cocinaban y nos daban un plato a todos para pasar el día, porque no teníamos qué comer y ninguno de esos señores del presidente se acercó a nosotros para apoyarnos. Poco a poco, mi mami fue comprando pañales y comenzó a hacer bolos de hielo para ganar un poco de dinero. Así mi mami fue llenando nuestra casita y hace poco ya pudimos conseguir una refrigeradora.

Yo la miro y creo que ella es muy fuerte. Para mí, ella es hermosa. Nos da todo su amor, nos tiene mucha paciencia. Hace todo lo que puede para que nosotros seamos felices. Y nosotros también le damos todo nuestro amor a ella.

Me doy cuenta de que, a veces, mi mami tiene miedo de lo que nos pueda pasar, porque no solo cae la lluvia, también caen balas y muchos niños como yo han muerto. Nos enteramos que, incluso, por allá, en Guayaquil, mataron a cuatro niños como yo. Por eso, hay días en los que nos quedamos en la casa, porque cualquier cosa que pueda pasar en la calle. Así pues, nos quedamos quietos para cuidarnos.

Yo intento estudiar y cumplir con mis tareas para apoyarla. Me gustan mucho las matemáticas. Es mi materia favorita en la escuela. Siempre le ayudo a mi mami a hacer las cuentas cuando lo necesita. A veces, también les enseño a sumar y restar a los niños que viven aquí, porque me gusta que todos aprendamos. El inglés no me gusta tanto, pero igual intento aprender las palabras porque puedo necesitar después.

Lo que sí hago todos los días es jugar pelota. Sí soy habilidoso y creo que es porque yo toco mucho el balón. En mi escuela, todos me dicen “Mbappé”, como Kylian Mbappé, el jugador francés del Real Madrid, porque corro rapidísimo —aunque yo quisiera ser como Messi—. Cuando me tiran la pelota desde el centro – y es un saque de medio campo bien puesto—, casi siempre hago los goles en los partidos. También hago goles desde la media cancha o desde el arco, ¡eso es talento, dígame que no! En otros partidos, yo sí les paso la pelota a mis amigos para que ellos hagan los goles. Eso es muy bonito porque celebramos juntos. Sentimos que ganamos juntos, pues, y eso es compañerismo.

Pero eso no se aprende sin práctica. Gracias a mi mami, voy a una escuela de fútbol. Entreno tres veces a la semana —aunque los días que no voy sí practico en mi casa–, y jugamos en partidos que hacen todos los sábados.

Me gusta mucho entrenar, correr, aprender. Sí soy disciplinado porque mi mami se ha esforzado por conseguir pupos usados para que yo pueda entrenar.

Jugar me hace sentir más tranquilo y más animado, porque lo que vivimos en Esmeraldas me pone triste algunas tardes. Ni yo ni mis amigos queremos estar encerrados. No nos gusta estar quietos, no nos gustan esas balas. Queremos que todo esté sano, como antes, que hagan la paz.

"Esmeraldas es un lugar bien lindo, bien verde, y yo quiero quedarme aquí."

"Esmeraldas es un lugar bien lindo, bien verde, y yo quiero quedarme aquí."

Para que se imagine: en Año Nuevo, todos salimos, bailamos y jugamos a las escondidas, a las quemadas, a la “estrella”, un juego que les enseño de una si vienen al barrio. También les voy a mostrar el árbol grandote en el que nos subimos para que nos tomen fotos en Navidad.

Por eso, mi sueño es ser un gran futbolista. Quiero divertirme y correr, correr, correr. Pero también quiero ser futbolista para poder darle plata a mi familia y que estén tranquilos en mi casa, aquí, en Esmeraldas. Quiero estar con ellos sin que haya todas estas matanzas. Quiero poner cámaras para que nadie ingrese a mi barrio a hacer daño. Quiero comprarles juguetes y cuadernos a mis primos. Quiero darle a mi mami todo lo que me pida. Quiero que más niños puedan ir a la escuela de fútbol.

Y si el dinero me alcanza, también quiero comprarme unas canilleras bien buenas, porque no quiero lesionarme si me pegan mientras juego para cumplir este sueño.

Nota de la redacción:

El 4 de junio de 2023, el río Teaone se desbordó e inundó gran parte de las casas de varios barrios históricos en el sur de la ciudad de Esmeraldas. Fue una de las zonas más afectadas: al menos 2.500 viviendas sufrieron daños y, muchas de ellas, quedaron bajo el agua. pues el desbordamiento del río causó que el agua subiera más de tres metros de altura. Una de ellas fue la casa de Dayer y su familia. La destrucción fue total.

Actualmente, familias como las de Dayer viven en campamentos que armaron de forma improvisada a pocos días del desbordamiento del río con el apoyo de organizaciones sociales y la Iglesia católica. A dos años de la tragedia, ninguna autoridad se ha hecho cargo de las afectaciones en los barrios, ni han ofrecido nuevas alternativas para las personas damnificadas.

En Esmeraldas, una ciudad donde la planificación urbana y la prevención de desastres antrópicos no han sido prioridad para el gobierno local y nacional, la llegada del invierno sigue generando incertidumbre en las comunidades. En enero de 2024, varias familias volvieron a perder sus casas por el desbordamiento de ríos. En marzo de 2025, en medio de nuevas inundaciones, uno de los más devastadores derrames de crudo en la historia de Ecuador, que impactó la vida de miles de familia de éste y otros tres cantones de la provincia homónima. La voz de Dayer es un llamado a la acción urgente en los barrios esmeraldeños.

Sailenis

Un lugar llamado “entre todos”

¡Uy, yo siempre he tenido muchos sueños! Quería ser enfermera para curarle a mi mami. Quería ser bombera porque me asustaban los incendios y decía: así los voy a apagar. También quería ser abogada o cocinera para hacer almuerzos ricos no solo para mí y mi familia, sino para mis vecinos si no tienen qué comer. Ahora, he pensado que podría ser veterinaria porque me gustan muchísimo los animales y quiero cuidarlos, tratarlos con cariño, protegerlos de las inundaciones y ayudarlos a estar sanos para poder jugar con ellos.

Cuando estoy en la escuela me imagino lo que quiero ser de grande y siempre se me ocurre algo nuevo…

Soy Sailenis y nací en un barrio rodeado por el río, pero ya no paso mucho tiempo ahí. Visito mucho a los amigos con los que crecí, porque no tengo hermanos y, a veces, me siento solita. No hay nadie con quien hablar. Pero cuando estoy con ellos, jugamos a las escondidas, corremos largo por los caminos de hierba que hay por aquí y, a veces, nos pasamos viendo los guayacanes, unos árboles bien grandes que florecen en diciembre, más o menos. Las flores son amarillas, muy brillantes.

Hay algo que sí extraño bastante: bañarme en los ríos cada sábado con los niños del barrio. Aquí, en Esme, el sol sí pega duro en las mañanas. Ya más tarde es que el cielo se pone como naranja, medio rosado y hasta rojito. Son colores lindos los del cielo, parecidos a los colores de los pintalabios de mi mami. Verlo desde el río me gustaba, como que me hacía sentir tranquila.

Pero ya no se puede: las crecientes del río suben rapidísimo y se lleva todo, todo, hasta nuestras casas arrastra. Ya uno no se puede bañar ahí y a mí sí me da un poco de miedo que alguien aparezca y me haga daño. Uy y otra cosa: ahora, el río es negro, es como un lodo gigante, porque el petróleo se regó en todita la ciudad hace menos de un mes. El olor es fuertísimo. Si le llega ese olor a usted la nariz le arde, la cabeza le duele, las piernas como que ya se le caen. También andamos con bastante hambre porque nos quedamos sin comida. Se puso como mala cuando ese petróleo llegó a los barrios y me dolía bastante la barriga.

Si parece que todo está bien difícil, pero como que sí siento que las cosas van a mejorar. Por ejemplo, le explico: hace dos años, un río que le decimos Teaone creció y, uf, bastantísimas casas se dañaron porque todo se inundó. La mía no se destruyó mucho, pero las de otros vecinos se cayeron toditas. Cuando eso pasó, yo estaba de vacaciones en San Lorenzo*, porque mi familia es de allá, de la frontera.

Cuando volví, ya mis amigos no estaban. Se quedaron sin casa. Eso sí: mis vecinos no son quietos, como que sí resuelven y construyeron un campamento para poder vivir. Las inundaciones se llevan todo, hasta las ollas. Como no había comida, las mamás de mis amigos cocinaban seco de pollo*, tallarín, arroz y verde* para todos en una olla que también era de todos. Yo ayudaba en lo que podía: pasando el agua o algunas frutas que se compraban.

Las vecinas nos llamaban para comer, dábamos los platos a cada uno y nos sentábamos a comer juntos. Sentía como si fuéramos una sola familia y nos reíamos ahí, bastante, ¡porque nosotros sí que hablamos!

"Nos cuidamos mucho también. Si alguien sale a trabajar, siempre nos avisa. Si alguien sale para la tienda, siempre nos avisa. Si alguien no llega rápido —porque en mi barrio nadie puede salir ni entrar después de las nueve de la noche—, nos levantamos hasta que aparezca. Es para sentirnos más seguros, porque aquí hay muchos robos y hasta explotan bombas."

"Nos cuidamos mucho también. Si alguien sale a trabajar, siempre nos avisa. Si alguien sale para la tienda, siempre nos avisa. Si alguien no llega rápido —porque en mi barrio nadie puede salir ni entrar después de las nueve de la noche—, nos levantamos hasta que aparezca. Es para sentirnos más seguros, porque aquí hay muchos robos y hasta explotan bombas."

También escuché en las noticias que había cuatro niños desaparecidos y sus mamás los estaban buscando. Aquí sonó mucho ese caso.

Yo dije en mi mente: ¿y si eso pasaría en mi familia? Claro, yo no estaría bien. Por eso yo quise investigar un poco más sobre lo que pasó, como que quería conocer sus personalidades, diga. Así supe que Ismael, Josué, Steven y Nehemías iban a la iglesia y les gustaba el fútbol. Me dio mucha tristeza. Aquí en Esme dicen que también hay desaparecidos. Creo que por eso también quisiera ayudar a la gente, sacarla de todo este peligro.

Aquí sí hay tantas cosas qué hacer. Y yo digo, ¿los de las cosas políticas sí deberían actuar. no? O sea, para reparar los ríos, para que no haya tanto robo, ni esas bombas que explotan cerquita de los barrios.

Yo sí quiero que Esmeraldas tenga un cambio, la verdad. Y si quiero que cambie es porque mi deseo es seguir creciendo aquí. Me di cuenta que ayudarnos entre todos es lo que nos hace estar bien. Por eso, ahorita pienso y pienso en qué sueño quisiera que se haga realidad: ser abogada, bombera, veterinaria o cocinera. Bueno, creo que sí tengo más tiempito para pensar. Lo que sí sé es que cualquiera sería bonito si me hace apoyar a las personas que quiero.

Nota de la redacción:

*San Lorenzo es un cantón fronterizo, que une a Ecuador con Colombia.

*El seco de pollo es un plato típico ecuatoriano que se sirve con presas de pollo cocinado en sofrito de tomate y verduras, acompañado de plátano verde, yuca o papa cocida y arroz.

*En Ecuador se llama “verde” al plátano verde que se usa para cocinar.

Vannia

De su fuerza vengo, con la mía sueño

Esmeraldas es una tierra bonita. Es una experiencia grande la que hay aquí para conocer. A mí lo que más me gusta es andar tranquila por el barrio escuchando marimba. Bailaba bastante con mi mamá, que murió hace un año. Por eso bailo, ajá, porque me acuerdo de mi mamá y moviéndome me siento cerquita de ella. También sigo bailando con los muchachos de aquí, o en el colegio, o en videos que me hacen mis amigos.Toca seguir viviendo…

Soy Vannia y crecí en Esme. Voy creciendo y ya una se pone a pensar, ¿qué pasará después?, ¿qué hago?, ¿qué voy a ser? Usted también se ha de hacer esas preguntas.

Pero ahorita mismo pensaba mucho en mi mamá. Un poco antes de morir, ella me dijo que soñaba con que que sea policía. Para mí, sería bonito ser una mujer policía para poder darle seguridad a la gente o acompañar a los muchachitos a la escuela y ver que sí lleguen bien, diga. Que no se pierdan. Que puedan salir a jugar. Que nadie les dañe. Eso creo que sería mi sueño y mi trabajo, lo que me gustaría hacer para cumplirle a mi mamá y que vea que puedo trabajar bastante para la gente. Y sé que tengo que prepararme bastantísimo porque ahora se ve que hay peligro, sí hay riesgos para nosotros porque no podemos salir como antes.

Viera hace unos pocos años, nos quedábamos hasta las doce de la noche jugando en las calles y no pasaba nada. Igual los abuelos, que terminaban jugando bingo hasta que amanecía. Ahora me da un poco de miedo, pero sí creo que ser policía me ayudaría a hacer comunidad porque sí nos hace falta unirnos nuevamente. La gente ve a veces solo por su lado, aunque sí entiendo, porque pasamos ocupados viendo en qué se puede trabajar por los problemas que tenemos.

Recién nos estamos recuperando de las inundaciones que hay aquí. Hace casi dos años yo perdí mi casa y con las nuevas lluvias una se pone alerta porque puede pasarnos de nuevo. Cuando mi casa se inundó, nosotros —mi papá, mi mamá y yo— estábamos ahí y el río estaba crecido, pero no sabíamos que nos íbamos a inundar. Nada de eso. Entonces, cuando lo llaman a mi papi a darle alerta ya el agua había entrado. Creció tanto el agua que me llegaba hasta aquí, hasta el cuello. Ya no podía más, pensé que me iba a llevar el agua. Con la ayuda de mi papá pude llegar a donde mi tía y ahí nos quedamos hasta la noche, que bajó el agua. Desde la ventana yo veía como pasaban los policías y los vecinos en las lanchas, llevando a los animales que andaban rescatando, toditos ahí iban subidos. Otros animales sí se murieron.

Después de unos días ya nos vinimos a vivir en el campamento y ahí hicieron estas casitas de caña para nosotros. De alguna manera sí teníamos que refugiarnos, porque no queríamos vivir de nuevo lo que había pasado. En medio de eso, fue que mi mamá falleció por una enfermedad. Pero con dolor y todo, gracias a Dios tengo a mi papá vivo.

"Ella me dijo siempre que si pasaba cualquier cosa, hay que seguir adelante. La extraño muchísimo. No es lo mismo sin ella, pero le hago caso en lo que me aconsejó: que me cuide, cuide a mi papá y cuide a mi gente."

"Ella me dijo siempre que si pasaba cualquier cosa, hay que seguir adelante. La extraño muchísimo. No es lo mismo sin ella, pero le hago caso en lo que me aconsejó: que me cuide, cuide a mi papá y cuide a mi gente."

Ahora, mi papá y los vecinos están queriendo pagar el terreno del campamento para que ya sea nuestro y estar tranquilos. Tengo fe de que ya mismo lo compran.

Por la inundación perdimos lo material, pero sabemos que lo material se recupera. Hay que esforzarse bastante para recuperarlo, eso sí. Pero lo que importa es que estamos vivos y podemos hacer más cosas. Por ejemplo, aquí se hacen bastantes reuniones y talleres para que las vecinas aprendan a cocinar nuevos platos con su misma sazón, a vender ropa y hasta a hacer helados. Claro, eso ya ayudó a que ellas pongan sus emprendimientos y vendan sus cosas en el mismo barrio. Ya sale para vivir.

A nosotras, las niñas y las adolescentes, los chicos de Nación de Paz* nos han dado talleres para entender lo que sentimos, nuestras emociones. Eso sí me ha servido bastante para sentirme más tranquila y hablar mejor con mi papá, mis vecinos y los muchachos del barrio.

Entonces, cuando hay un problema, todos vemos cómo se puede resolver. Cuando le decía que quería hacer comunidad, era eso, o sea, resolver juntos.

Para eso también quiero comunicarme mejor. O sea, hacer saber lo que quiero y siento, lo que me enseñan. Por eso, la materia con la que me llevo mejorcito en el colegio es Lengua. Leo bastante. Por ejemplo, ahí me gusta mucho aprender lo que escribía Juan García, que es un historiador bien conocido de aquí, de lo que es el pueblo negro y nuestras raíces, porque nosotros somos fuertes y desde siempre hemos luchado.

Me gusta, también, aprender mucho de nuestra cultura. Por eso, como le decía, me gusta la marimba. Aquí suena bastante Papá Roncón, que fue un cantante muy querido. A él yo nunca lo conocí, pero sí lo he visto por foto. Ha dejado unas canciones hermosas que una a veces cuando está en la marimba y los tambores una las escucha. Con mi mamá le escuchábamos bastante. De Rosita Wila también me acuerdo porque aquí todavía se cantan los arrullos para los niños. Usted los escucha en las fiestas y en los funerales.

Los arrullos hablan de los sueños. Cuando las abuelas cantan hablan del amor de las mamás por sus hijos. Hablan de Dios. Hablan de las lagunas y de los ríos. Hablan de que los niños deben ir al cielo. Y claro, hablan de Esmeraldas, de lo que me recuerda a mi mami y del sueño que me dejó.

Nota de la redacción:

*Nación de Paz es un programa social de Esmeraldas que centra su trabajo en construir proyectos de prevención de conflictos, cultura de paz y artes urbanas para los niños, niñas y adolescentes de la provincia.

Manuel

Encender lo que otros apagan

Si usted me pregunta qué es Esmeraldas para mí, yo le digo que Esmeraldas es ambiente para la gente. Es ambiente cuando vamos con los muchachos de la cuadra a jugar indoor, a jugar pelota. Aquí nos recreamos en las calles jugando así. Ya, pues, es la rumba que hay aquí con los amigos. Un ambiente sano, prendido, para bailar largo en Las Palmas, nuestra playa. Ahorita está manchada por el derrame de crudo, pero sí esperamos volver pronto.

Yo me llamo Manuel y quisiera ser electricista para darle ambiente a Esmeraldas. Me gustaría bastante. Pero le cuento para que me entienda por qué. Crecí en un barrio en el sur de Esme que ya tiene unos veinte años. Aquí, todas las casas de cemento o de tabla, las tuberías de agua, los cerramientos y hasta la luz han sido puestos por nuestros papás, por los vecinos. Las calles no tienen cemento, son de tierra y cuando llueve se vuelve lodoso y así ha tocado moverse en estos años.

Lo chévere es que siempre vemos qué se puede hacer. No nos quedamos tranquilos si aquí falta algo. Mire, aquí, el barrio estaba bien caliente. Para estar más seguros, nos tocó poner puertas afuera de las casas. Ahorita está más calmado, gracias a Dios, porque aquí se armaban los enfrentamientos y en esos días me guardaba. Pasaba encerrado o a veces solo salía para ver si llamaba a la ambulancia. Incluso cerraron un buen tiempo la escuela de fútbol que hay aquí, donde iban los muchachitos para aprender a jugar. Como las vecinas vieron que había ese problema, nos comenzaron a llamar para que vayamos a unos talleres donde nos hacían conversar, nos preguntaban cómo pasábamos en el barrio y nos hacían jugar. Uno terminaba abrazado con el otro por ahí.

Ya por suerte en la escuela de fútbol se están reactivando bastante y es bien útil porque, piense, los niños ya se van entrenando y van haciendo equipo. Pueden hacerse profesionales como Moisés Caicedo*, que no es de aquí de Esmeraldas, pero es bien sonado. Aquí los niños sí quieren ser futbolistas, pero eso es lo que se necesita: entrenarse, que haya donde entrenar, ¿sino, cómo?

Porque la cosa se pone difícil. Vea, cuando cayeron esos apagones el año pasado, hasta estudiar era complicado. Y era peor, porque no había luz ni para la cocina, ni en los postes de las calles. Entonces, ya pues, un día me puse a pensar qué podía hacer y ahí se me vino la idea de ser electricista.

"Lo que quiero es dar luz. Que Esmeraldas tenga luz."

"Lo que quiero es dar luz. Que Esmeraldas tenga luz."

Yo estudio en un colegio técnico y sí le pongo empeño. A mí lo que más me gusta hacer es andar en el taller, aprendiendo a desarmar y armar cosas, ajustar cables. Póngase, ahorita nos están enseñando cómo funcionan los circuitos de cables de los carros. Usted ahí encuentra los cables que sirven para el arranque del carro, para el encendido y la iluminación, como un ejemplo.

La mecánica automotriz también me gusta. Sería un buen mecánico. Pero más me gusta la electricidad. Mi tío es electricista y también me enseñó bastante sobre el sistema eléctrico porque trabaja en una finca. Entonces, yo también le sé acompañar para aprender.

Sí tengo un sueño con eso: quiero ser un ingeniero electricista. Ahí sí ya puedo ayudar a reparar el sistema de Esme y que los muchachos más chiquitos hagan lo mismo que yo: que estudien, que jueguen a la escondida, a la atrapada. Con mis amigos, como somos muchos, salimos así a tumbar mangos al río. Quiero que se puedan disfrutar como nosotros, que antes nos quedábamos hasta tarde, como hasta las diez de la noche, y que se sientan tranquilos.

Con luz usted no solo juega, también baila, se divierte, se ríe, comparte con la gente de la cuadra. Aquí está sonando bastante Jombriel, que canta Punto y Choque. Todos los muchachitos se vuelven locos. A mí me gusta más la salsa. Cualquiera que me pongan yo bailo. Y si hay luz, podemos seguir bailando, poniéndole ambiente a Esmeraldas.

Nota de la redacción:

*Moisés Caicedo es un futbolista afroecuatoriano nacido en la provincia de Santo Domingo de Los Tsáchilas.

Saoni

Sigo las rutas que tejieron mis raíces

¡Nuestra cultura esmeraldeña es espectacular! Yo ya fui artista: bailé marimba durante muchos años y sé lo poderosa que es no solo la cultura de Esmeraldas, sino su música, sus platos, su medicina ancestral, sus fiestas, sus palabras. Es lo bello que resalto de mi ciudad. Nuestra historia es parte de mi sueño: ser chef para llevar nuestra gastronomía a todo el mundo.

¡Hola! Soy Saoni y nací en Esmeraldas. He vivido en varios barrios de mi ciudad y le puedo decir que aquí somos personas que no nos rendimos. Vamos pa’ lante. No nos resignamos aunque —para qué, no le voy a mentir— nuestra realidad es dura: por la violencia, la pobreza, las inundaciones. Pero aquí estamos, ¡de pie!

No rendirnos es parte de nuestra historia. Eso lo aprendí bailando la música de la marimba, uno de los mayores patrimonios culturales de Esmeraldas. Es un símbolo de resistencia de nuestro pueblo afrodescendiente. Mi familia era dueña de Tierra Verde, un grupo de marimba sonado aquí. Ensayábamos tres veces a la semana para que se tenga tiempo de estudiar y se le dé tiempo a la marimba, porque para bailar se debe tener un físico bien resistente. Es algo fuerte. Se baila descalza y con un quiebre de cadera que debe ir mejorando cada día, porque la marimba tiene varios ritmos: el andarele, el agua corta o el agua larga. Hay bastantes.

Cuando era chiquita, mi papá me explicaba que las personas esclavizadas en África se hacían unas trenzas como las que llevo hechas yo también en mi cabello. Las trenzas eran un mapa para entregar mensajes: rutas de escape y los lugares donde debían encontrarse. Entonces, imagínese, todas las personas se hacían el mismo modelo de trenza para saber a dónde iban para poder liberarse de la esclavización, O sea, un mapa para la liberación que solo ellas entendían. Y claro, esa es la raíz de lo que es la marimba, una práctica de liberación, que llevamos en nuestra historia hasta la actualidad.

Ahora nosotras también las usamos. Es parte de la herencia de nuestras ancestras, así como los platos típicos de aquí. A mí el encocado de mariscos me queda riquísimo. El de solo pescado también, porque lo cocemos con leche de coco, pero también tenemos nuestra sazón culinaria que pasa de generación en generación a través de nuestras mamás y abuelas. También me gusta hacer encebollado y sopa de bola de [plátano] verde.

Descubrí que me gustaba la gastronomía porque estudié en un colegio técnico. Usted tenía varias especializaciones como Construcción, Ciencias y Alimentos. Yo escogí alimentos y ahí me enseñaron bastantes cosas, como el procesamiento de lácteos, cárnicos, frutas y vegetales. Me causó mucha emoción porque me di cuenta de que sí aprendía rápido. Busqué más y encontré la gestión culinaria como un camino para poder ponerme mi propio restaurante.

Entonces, mi primera meta será estudiar gestión culinaria. Después quiero especializarme para ser chef. Me encanta cocinar y sé que soy buena para hacerlo. En Esmeraldas sí hay la carrera y también estoy buscando ya más lugares para estudiar, porque acabo de graduarme del colegio.

Por ahora sigo aprendiendo más de cocina, porque ese es mi sueño: llevar la comida de Esmeraldas bien lejos. Me emociona pensar que, con lo que haga en mi futuro, también voy a estar llevando a mi tierra conmigo.

Hace unos meses dejé de bailar marimba porque mi familia y yo decidimos enfocarnos en nuestra religión cristiana —otro integrante está a cargo del grupo. Nos ha ayudado mucho a enfrentar el miedo a la violencia, de alguna manera.

Esmeraldas tiene otro lado, que es ese, el de la violencia. Eso ha hecho que muchas personas abandonen la ciudad. Muchos se han ido para salvar sus vidas, porque todo comenzó a ponerse feo después de la pandemia. En mi barrio también hubo bastantes enfrentamientos.

Pero le cuento una cosa. Aquí en el barrio hay varias iglesias cristianas y una de ellas está cerca de una zona que es peligrosa. Y, aunque sabíamos que había riesgo, nunca dejamos de ir en estos años. Sí teníamos miedo, pero, de alguna forma, ir era como no perder la esperanza, como no resignarnos a lo que estaba pasando.

Sí pedimos mucho para que los muchachos del barrio estén sanos, porque en los barrios poco a poco las bandas van captando su atención.

"Siento que Dios me ha protegido para no recibir esas violencias, pero a otros chicos sí les está pasando y es muy grave. Sobre todo, es triste, porque para que no se los lleven, tienen que guardarse. Encerrarse."

"Siento que Dios me ha protegido para no recibir esas violencias, pero a otros chicos sí les está pasando y es muy grave. Sobre todo, es triste, porque para que no se los lleven, tienen que guardarse. Encerrarse."

Creo que es muy importante que los padres hablen con sus hijos, que los acompañen. Eso me parece lo principal. Al mismo tiempo, sé que la situación para los padres es difícil por las condiciones de Esmeraldas. No hay mucho trabajo.

Aquí se necesita mucha atención para los chicos y para el barrio también. A veces todo se llena de agua. Los políticos dicen que van a pavimentar, pero hasta la fecha no han hecho nada. Esto se sigue llenando de lodo y a veces nos cuesta transitar por aquí.

También necesitamos más seguridad para que los muchachos puedan andar tranquilos.

Por eso le cuento todo lo que yo he aprendido en Esmeraldas, para que eso se transmita a los más jóvenes. La cultura también une. Los niños se interesan bastante cuando usted los hace conocer el baile y la marimba. En nuestros ensayos, los niños ingresaban allí porque también te unías a una familia. Mi hermano, por ejemplo, tenía dos grupos: el de jóvenes y el de niños. Muchos le ponen empeño. A otros no les sale al principio, pero se ilusionan y practican hasta que les sale.

Esa es la mayor enseñanza que me llevo de mi ciudad: una Esmeraldas que no se resigna. Que sigue intentando.

María

Que no se pierda la estrella

A mí lo que más me gusta de Esmeraldas son los juegos que nos enseñaron mi papi y mi mami cuando éramos chiquitas. Ahorita les mostramos también a los niños más pequeños del barrio para que cuando sean más grandes, les enseñen a otros muchachos, ¡yo quiero que esos juegos no se pierdan!

¡Hola! Soy María. Como le decía, a mí me gustan mucho los juegos que hay en Esmeraldas: la pelota*, la atrapada, y la estrella, que es el que más jugamos. Si usted le pregunta a los niños de otros barrios, también ellos conocen la estrella. Sí es bonito jugarlo porque nos hace distraernos y pensar de una con los muchachos. Uy, usted tiene que ser rapidito, porque si no lo queman rápido. 

Le cuento cómo se juega: con sus amigos, usted se consigue unas tapas de cola —las que tengan o sino las recoge—, un pedazo de tabla y una pelota, la que sea. Ya, entonces, ponen las tapas en el piso boca arriba y tienen que virarlas lo más rápido que puedan. Si las viran todas, ¡ya ganaron! 

Solo que no es tan fácil. Ahí, uno de los muchachos debe tener la pelota para quemarlos. Él la lanza a su cuerpo para que ustedes no puedan virarlas. Ese es el juego. Para que no les llegue la pelota, tienen que devolver la pelota esquivándola con el pedazo de tabla. Si no la puede esquivar y la pelota le llega a la cara, a la pierna, a los brazos, o a cualquier parte del cuerpo, ya lo quemaron. Usted ya perdió y se sienta hasta que el juego siga. Si ya los quemaron a todos, perdieron.

Por eso, si juega estrella, debe ser rapidísimo. Tiene que correr y ser habilidoso para que no le quemen. Hasta eso, sus amigos deben virar las tapas. Es bien divertido y como aquí hace bastante calor, queda sudadito. Y pueden jugarlo entre unas diez personas o unas cuatro para que vayan haciendo amistades.

Nosotras, con mis amigas, jugamos bastante aquí en el barrio, antes de que mi mami nos llame para que subamos a la casa. A veces no podemos jugar porque en mi barrio sí hay bastante inundación porque vivimos a la orilla del río Teaone. Cuando eso pasa, nos quedamos en nuestra cama arropadas, porque no podemos hacer mucho. Sí nos da miedo porque una vez hasta vimos un lagarto chiquito.

El río Teaone se sabe crecer bastante. Una de mis tías perdió su casa hace dos años. Mejor dicho, perdió todo. También se le fue la plata, la ropa de mi prima chiquita. Se le fue hasta el gas. Por suerte, nosotros sí tenemos aún nuestra casa, que es de un piso no más. Entonces, el agua sí entra bastante.

Pero nos toca estar bien atentas. Un día casi se pierde uno de mis perritos. Yo tengo cuatro: Morena, Burbi, Lazy y Oso. Y también tengo dos gatos: uno se llama Aparecido —porque se apareció atrás de mi casa y ya se quedó— y Rescatado. A ese lo rescató mi tío, pero murió hace poco. Cuando llueve mucho los estamos viendo para que no se vayan en el agua.

En esos días no podemos jugar, porque no hay cómo. Todo está inundado y no hay tierra. Hay lodo.

A veces no se puede jugar porque se pone raro aquí. Hay robos o personas que pasan con armas. Una se entera porque dan aviso a nuestros papás en los grupos de Whatsapp. Hasta a los niños los secuestran o los maltratan. En Tik Tok están todas las noticias, pero yo no veo eso porque no me gusta. Mejor sé hablar con mi papi y mi mami o mis amigas, para que tengamos cuidado de lo que pasa en las calles.

Cuando hablo con ellas pensamos bastantes cosas. Yo les digo que quisiera ser militar. Creo que podría ayudar al barrio en lo que es la seguridad y también para apoyarlos a mis papás con mi sueldo. Lo que no quisiera es detener a cualquier muchacho porque sí. O sea, quiero que la gente se sienta tranquila.

Mi papi me dice que estudie duro para ser militar. Y yo sí estudio: me gusta el inglés. Saco puro diez. Una de mis amigas nos dice que quiere ser doctora para darle salud a sus papás y así… tenemos nuestras metas porque aquí se necesita bastante.

Pero, créame, lo que sí deseo de verdad es que no se pierda la estrella. Que sigamos jugando en mi barrio, haciendo amistad.

Yaritza

Las alas también se heredan

¡Tengo dos grandes sueños: ser profesora y, si la vida quiere, ser azafata y decir: nací en Esmeraldas y de aquí voy para todo el mundo! Me gustaría mucho enseñarles a los niños la historia de mi ciudad y también viajar para conocer más lugares y aprender otras tradiciones.

¡Hola! Soy Yaritza. Desde que tengo memoria he querido ser azafata. Me da bastante ilusión viajar a otras ciudades o a otros países y conocer más gente, más culturas. Estoy muy enfocada en alcanzar ese sueño no solo por mí, sino por mis padres y mis hermanos, porque —así como yo— quiero que ellos también puedan conocer otros lugares. Sería algo así como un respiro para nosotros.

Eso sí, tengo que aprender muchos idiomas y ese es el reto. No me gusta mucho el inglés, pero también me digo: “si tengo la oportunidad de estudiar, tengo que hacerlo porque eso me va a servir para mi futuro”. Y no solo el inglés, debe aprender más idiomas para poder llegar a ser azafata.

Me han dicho que la carrera de azafata no hay aquí, en Esmeraldas. Entonces, tengo que acabar el bachillerato y de ahí sí prepararme. Con mi papi —con quien vivo—, pensamos que nos tocará buscar opciones en otras ciudades para cumplirlo. No conozco a muchas mujeres que sean azafatas aquí y me gustaría que otras niñas sepan que sí pueden hacerlo.

Si se dan las cosas, extrañaría a Esme y a sus playas. Atacames es mi playa favorita. Eso y el cangrejo, ¡ufff!, que es delicioso, y más el [plátano[ verde, porque sin el verde aquí no se come. Pero sí creo que vale la pena buscar oportunidades y un lugar donde me sienta más segura.

Sí quisiera regresar porque también tengo otra meta: ser profesora. Es una carrera muy bonita para educar a los niños de nuestros barrios.

"Nosotros somos pobres, pero sí tenemos muchas ganas de estudiar."

"Nosotros somos pobres, pero sí tenemos muchas ganas de estudiar."

Nos esforzamos y, mire, muchos muchachos no tienen para estudiar, porque sus papás pasan momentos difíciles. Nosotros queremos que eso cambie y, para mí, ser profesora ayudaría bastante porque aquí hace falta más educación.

A mí, por ejemplo, me gustan tres materias en el colegio: lengua, estudios sociales y ciencia. Y es porque una aprende, pero también porque los maestros son dedicados. Nos escuchan bastante, entonces, como que se siente un apoyo para seguir con nuestras metas.

Me gustaría enseñarles a los niños la historia de Esme y cómo ha ido cambiando. Mire, por ejemplo, antes, yo me quedaba hasta las diez de la noche conversando con mi abuelita. Como acá venden corviche —que usted lo hace con verde, pescado y maní—, nos quedábamos comiendo con ellas y mis hermanas. Ahorita ya no salimos hasta tan tarde porque ya no es tan seguro y hay mucha delincuencia, pero sí conversamos con las muchachas para pensar en cómo podríamos compartir más tiempo juntas o cómo podemos hacer algo desde los barrios, porque aquí las autoridades no llegan. Ese es el motivo por el que mucha gente se está yendo de Esme, porque ya no es una ciudad segura.

Entonces, hay niños que no saben que antes sí podíamos quedarnos hasta más tardecito. Crecen sin esa vivencia y yo quiero enseñarles que en tiempo eso sí puede volver a pasar. A mí me gusta verlos, a veces, cuando llegan de la escuela y se ponen a jugar pelota afuera de las casas hasta de noche. De ahí, se van a la tienda a tomarse una cola. Ellos juegan con un poco de dinero. Entonces, el que gana va a tomar las colas con todos, así pierdan o ganen. Eso es bonito y queremos recuperarlo.

Para que eso pase, nos dicen que debemos exigir más seguridad y educación. Y esforzarnos mucho. Eso nos ha enseñado Mamá Zoila. Ella no es profesora y tampoco es mi mamá, pero aquí le decimos así de cariño, porque es una de las personas que lidera el barrio. Nos trata a todos con mucho amor y se preocupa por el barrio. Ella hace que nos reunamos todos los barrios para que hagamos minga en los parques y, de esa manera, poder compartir algunos momentos lindos en Navidad, por darle un ejemplo.

Mamá Zoila también nos llama para que pintemos las calles o para que nos den talleres de juegos. Por eso le hemos agarrado mucho cariño.

Yo la admiro mucho a Mamá Zoila y por eso creo que enseñar sí aporta bastante aún con lo que tenemos en contra en Esme. Sí he pensado en seguir sus pasos, porque, de alguna manera, es hacer más bonito al barrio con la ayuda de todos.

Jordan

Así se sueña desde la orilla

Yo sí tengo muchos sueños en Esme. Pero si usted me pregunta lo que yo más quiero: ¡irme a vivir a Borbón con toda mi familia! Borbón* está al norte de Esmeraldas y es bien bonito. Usted puede ir andando sus caminos a caballo, tranquilo. Ahí fue donde yo nací y ahí quiero hacer mi vida. Pero para eso tengo que trabajar bastante con los muchachos aquí, en la ciudad, para dejarla bonita.

¡Hola! Soy Jordan. Vivo en un barrio, cerquita del río. Pero no siempre fue así. Mi mami viajó bastante para que lleguemos a la ciudad.

Mi mami nació en Borbón, que está más al norte de la ciudad de Esmeraldas. Nuestra familia es de Borbón. Sino que mi mami fue a Quito, que es en la Sierra, para trabajar y ganar alguito más. Yo estaba en la barriga de mi mami en Quito. Si no que —me contó mi mami—, se le iba a complicar al parto. Mis abuelos pensaron que ella se iba a morir y por eso la llevaron de nuevo a Borbón.

¡Pero no murió! Y yo nací bien. Nos quedamos en Borbón unos meses y después ya nos vinimos para Esmeraldas.

Lo bonito de vivir aquí es que crecimos bañándonos en el río todos los días. Sino que ahorita no podemos porque los ríos están muy contaminados ya bastantes años. La última vez que fui a bañarme, la pierna se me quedó manchada y llena de granos. Entonces, a uno ya le da recelo irse a meter.

Para llegar a los barrios, usted no puede entrar caminando por tierra. Tiene que venir por el puente que está sobre el río. Si no que está todo quebrado, lleno de huecos. Toca pasar medio saltando viendo bien donde hay tabla para poner el pie. Eso pasa en muchos barrios aquí, en Esme. El otro día iba caminando y se me cayó una zapatilla. Me tocó lanzarme al agua para recuperarla. Otra vez, el río me sacó granos. A mis amigos también se les ha manchado la pierna bastantísimo. Nos pica mucho. Aquí sí decimos que son los gobiernos los que deberían construir un puente bien puesto en el que sí podamos caminar. Un día nos vamos a caer todos ahí, ¿qué van a hacer ahí? Uno se ríe, pero sí nos podemos lastimar de verdad, pues.

De ahí, el barrio era tranquilo. El problema fue cuando se metió gente de otro lado y comenzó a tirar bala desde hace unos dos años. A veces los militares vienen al barrio y lo ponen tranquilo. Otras veces, no. Cuando ellos entran al barrio nos quedamos en la casa. Tocó aprender a escondernos, pero eso no nos gusta, ¡qué se va a acostumbrar a vivir así!

Aquí, la gente es sana. Aquí se pesca, se trabaja bastante, aunque el trabajo también falta. Por eso mismo, le decía, hay que hacer mucho en el barrio. Yo lo que hago es estudiar bastante. Regreso de la escuela, hago mi tarea y de ahí salgo a jugar pelota con mis hermanitos y mis amigos del barrio en la cancha chiquita que hay aquí. Después vamos a comer mango y subimos a la casa para que mi mami esté tranquila, porque sí se escucha mucho que otras personas se están llevando a los niños.

"Mi mami sí conversa bastante conmigo. Ella lo que me dice es que sea un niño centrado, que no deje de decirle lo que me pasa por la cabeza o lo que yo siento."

"Mi mami sí conversa bastante conmigo. Ella lo que me dice es que sea un niño centrado, que no deje de decirle lo que me pasa por la cabeza o lo que yo siento."

Ella y yo pensamos que yo podría ser militar. Así yo podría cuidarla a ella y a los niños. O no sé. Lo que me gustaría es poner la paz, sentirnos bien libres. Que nos quedemos hasta más tarde jugando, no escondernos. Y así podría ganar un poco de dinero para llevarle a mi mami a Borbón. Allá es bonito. Mire, uno por allá anda a caballo, se baña todos los días y se anda a la hora que uno quiere. Allá uno puede estar haciendo su moneda trabajando y escuchando bastante música.

¿Usted ha escuchado a Papá Roncón*, que tocaba la marimba en todo el país? ¡Él es de Borbón!

Imagínese, a Borbón también podría llevar los talleres que nos dan aquí. Hemos hecho rompecabezas, hemos jugado rayuela, hemos armado una torre de jenga. Pero cuando usted la arma, debe pensar en sus habilidades y la de sus amigos del barrio. Entonces, se decide entre todos qué pieza se saca para que no se caiga la torre. También nos enseñaron cuáles son nuestros derechos. Por ejemplo, yo sé que estudiar es mi derecho y poder salir tranquilo a jugar en el barrio igual.

Por eso le cuento lo que vivimos los niños aquí, para que usted le cuente a más personas: un día quisiéramos volver a bañarnos en los ríos, caminar por un puente bien puesto y poder jugar hasta más tarde, como antes era bien bonito en nuestra ciudad. Yo sueño con irme a Borbón y también quiero que Esme mejore para dejarla linda.

Nota de la redacción:

*Borbón es una ciudad y parroquia fluvial de Eloy Alfaro, uno de los siete cantones de la provincia de Esmeraldas. En Borbón, las comunidades afroecuatorianas e indígenas viven del transporte y la pesca, en un clima caluroso que difícilmente baja de los 25 grados centígrados. En Ecuador, es conocida como la capital de la marimba.

*Guillermo Ayoví Erazo fue un histórico narrador oral, marimbista, músico y cantor esmeraldeño, conocido como Papá Roncón, nacido en la parroquia de Borbón, en la provincia de Esmeraldas. Ayoví —quien vendía pescados guacucos, conocidos como roncadores en el pueblo de Borbón— se convirtió en uno de los grandes íconos de la memoria colectiva y cultural de Esmeraldas. Murió el 30 de septiembre de 2022. Dos años después, en 2024, la Asamblea Nacional declaró al 30 de septiembre de cada año como el Día Nacional de la Marimba y la Promoción Cultural Afrodescendiente en el Ecuador en su honor.

Jennifer

Nosotras no aceptamos el miedo

¡Sueño con una Esmeraldas donde las niñas y adolescentes nos sintamos seguras! Yo quiero una ciudad y un país donde nosotras podamos jugar, hablar y salir tranquilas. Ir a la playa, caminar en los barrios, hacer amistad. Sí han sido años muy duros, pero tengo la esperanza de que si Esme toma conciencia, sí puede cambiar.

Mi nombre es Jennifer. Nací en Esmeraldas y he crecido aquí toda mi vida, rodeada de ríos. Para describirle a mi ciudad, yo pienso en los momentos cuando era niña y jugaba con mis tíos, con mis primitos y mis vecinos. Éramos como una familia grandota a las orillas del río. O jugábamos estrella fuera de nuestras casas y todita la tarde pasábamos así. Como hace calor, a veces usted prefiere estar en la calle para no sudar tanto y estar con sus amigas para ir al río.

Eso lo extraño mucho. Ahora salgo más con mi mami cuando me dice que vayamos a la playa, a comprar algo y pasamos las dos juntas en el centro de la ciudad donde usted puede encontrar cualquier variedad de ropa y vestidos, o en mi casa. Ella es mi mejor amiga y en quien más confío. Ella es la única persona a quien le cuento todo lo que siento, porque sí hay días en los que he sentido miedo, porque a veces no se puede confiar en todas las personas por la inseguridad. Pero mi mami me dice que no hay que pensarlo mucho, y que sí hay que estar abiertas a compartir el corazón con los demás cuidándonos.

En estos últimos años, sí hemos sentido que hay algo bien fuerte que ha subido bastante y que por aquí no se habla mucho: la violencia contra las mujeres. En Esmeraldas, muchas veces las mujeres sufren violencia y creo que es importante que las chicas más jóvenes podamos decirlo para que cambie.

Algunos dicen que es mejor ya no salir, ni tener la puerta abierta. Pero nosotras no vamos a aceptar eso. Creo que lo que más nos ha ayudado es saber qué es la violencia y qué tipos de violencia existen. Hay muchas. En mi barrio nos han dado bastantes talleres y en uno de ellos nos enseñaron cómo podemos reconocer la violencia contra las mujeres en nuestras vidas. Eso me parece muy importante, porque sí nos da más confianza de hablar entre nosotras y con nuestras mamás sin vergüenza sobre lo que estamos viviendo. También nos enseñan a entender qué es lo que sentimos —miedo, enojo, tristeza o alegría– para expresarlo y no llevarlo guardado.

"Hemos aprendido que tenemos derecho a que nuestra vida sea protegida y que nadie puede agredirnos. Que podemos ser libres, independientes y hacer un camino bonito fuera o aquí, en Esme."

"Hemos aprendido que tenemos derecho a que nuestra vida sea protegida y que nadie puede agredirnos. Que podemos ser libres, independientes y hacer un camino bonito fuera o aquí, en Esme."

Las autoridades también deben ocuparse de eso. Si me preguntan qué les diría a los políticos, quiero decirles que gran parte de la seguridad que nos falta tiene que ver con las acciones que ellos toman.

Nosotras sí hacemos lo que nos toca, que es estudiar duro para seguir nuestros deseos. Yo tengo muchos sueños en mi vida, pero lo que más anhelo es ser militar. Por eso, en el colegio yo siempre cumplo mis tareas. Nunca la han mandado a ver a mi mamá porque haga falta una tarea. La llaman solamente cuando hay juntas de curso para que le den las notas y las calificaciones o cuando hay algún proyecto.

La materia de Contabilidad también me gusta mucho. Ese es otro de mis sueños: ser contadora. Militar o contadora. O ambas. Lo que quiero es ayudar a las personas porque, así como yo necesito apoyo en estos momentos, sé que hay muchas más necesitando seguridad sin agredir a los demás. Sé que sí lo voy a lograr. Me faltan pocos años de colegio y sí quiero terminar mi ciclo bien para poder avanzar en mi vida y apoyarla a mi mami. Ella es mi mayor motivación.

Mi empeño es fuerte. Y me gustaría que todos tengamos esa oportunidad, porque en Esmeraldas hay muchas niñas y adolescentes que no pueden estudiar —su familia no tiene cómo sacar dinero para eso. Eso no debería ocurrir, ¡nosotras tenemos derecho a educarnos!

Por eso aprender es muy importante. Aunque la violencia existe, sé que educándonos y transmitiendo nuestro conocimiento también podemos aportar un granito para que Esmeraldas cambie y sea seguro para las mujeres.

Josué

Yo me quedo por si vuelven

¿Sabe qué soñaría para Esmeraldas? ¡Que venga más gente, que viva mucha gente aquí! Ahorita ya no hay tantos vecinos: muchos se fueron para buscar una vida mejor. Se los extraña bastante. 

¡Hola! Mi nombre es Josué. Vivo en un barrio que queda bien cerca al río Esmeraldas. Aquí le decimos “Isla” porque, le digo, usted sale de su casa y ya está en el río. No tiene que caminar mucho, unos metros nada más. Por eso, los vecinos de toda la cuadra trabajan el río, trabajan la pesca, o la palma del [plátano] verde, porque hay bastante para comer y vender. Es bien rico. Usted los mezcla con queso y chicharrón y ya se hace un desayuno bueno.

Mi papi hace fibra de vidrio para las canoas. La gente usa bastante la canoa en Esmeraldas para ir de un barrio a otro, para pescar o para cargar a los animales y otras cosas —una vez vi que llevaban perritos y hasta una cocina pequeña y ollas cuando hay inundaciones. Sino que cuando usted usa la canoa, tiene que cuidar bien el material, porque la tela de fibra de vidrio —que sí es buena—, se puede dañar si deja que la canoa se lastime, se golpee o se agriete, se rompa. Ahí es donde entra mi papi a repararla. No solo las arregla, también las hace desde el principio. Él es bien rápido lijando la tela de fibra, que es como una malla que usted va poniendo en capas. Yo sí veo cómo hace lo suyo para aprender.

Él se va a trabajar en la mañana y llega en la noche. A veces ya lo veo cuando voy a dormir, porque trabaja bastantísimo para que yo pueda estudiar. Pero le cuento que la cosa está difícil. La otra vez casi me lo matan a mi papi por robarle en otro barrio. Entonces, ahorita sale a hacer cachuelos* para hacer un poco de plata. Lo llaman a trabajar, él va y de ahí regresa para pasar con nosotros. Lo quiero mucho a mi papi. Sí lo veo que se esfuerza para que yo esté tranquilo.

"Queremos quedarnos en la Isla, crecer con los otros muchachos de la Isla."

"Queremos quedarnos en el barrio, crecer con los otros muchachos que conocemos desde que éramos más pequeños."

Otros vecinos sí se han ido. Algunos han vuelto después de un tiempo, cuando el barrio está sano, sin mucha delincuencia. De muchos no se sabe nada. Ahí están sus casas abandonadas. Sí se los extraña, la verdad. Lo que uno quiere es que estén bien.

Yo sigo aprendiendo de mi papi y de lo que hace, pero sí pienso en lo que quiero ser desde pequeñito: cuidar a la gente para que se sienta tranquila todo el tiempo y hacer guardia, porque tendría un trabajito fijo para apoyarle a mi papi y a mi mami.

Estos días han estado duros. Pero siempre nos decimos entre la familia y los vecinos que hay que estar juntos, pues, para que todo esté tranquilo. Recién el río creció, como todos los años, y quedamos bajo el agua. A veces aquí entran hasta serpientes. Entonces, toca estar bien despierto para sacarlas y que no pase nada. Con el derrame que hubo recién, ¡ve!, todo el río se manchó. Usted iba al puente del río y veía como llegaba todita el agua negra día y noche y con un olor bien fuerte a gasolina y basura que nos da dolor de cabeza todo el día. Ya no hay mucha canoa, y ya mi papi no tiene mucho cachuelo.

Sí nos hemos unido bastante a raíz de eso. Las vecinas, o sea, nuestras mamás. nos llaman casi todos los días a reuniones para ver cómo podemos conseguir más agua. Se han ido a la iglesia para ver qué se puede hacer. No estamos quietos.

De ahí, nosotros, los muchachos, estamos tranquilos. Yo estoy pilas con mis estudios. Me gusta hacer la clase de inglés y la de educación física para entrenar y luego jugar pelota. Ahorita no tenemos cancha grande en el barrio, pero eso sí es lo que quisiera: que hagan una cancha mejor para poder jugar bien, con los niños y los muchachos que son del barrio. Todos queremos eso, porque la que tenemos es muy pequeña. Uno intenta jugar donde se puede, frente a la casa, pero no podemos hacer muchos goles porque no hay por donde correr. Y a uno que le gusta ser delantero y arquero, sí necesita más espacio.

Hacer una cancha sí es buena idea, porque nos distraemos y pasamos bonito. Hasta se puede montar un campeonato o unos partidos. Lo que deseamos es movernos, que nuestro barrio cambie y se vea más bonito, más llenito.

Ese es mi sueño: ¡quiero que Esmeraldas cambie, que venga más gente, que vuelvan los vecinos!

Nota de la redacción:

*En Ecuador, un cachuelo es un trabajo ocasional que se realiza para recibir una remuneración limitada. En la Sierra se lo conoce como “chaucha”.

Equipo de trabajo:

Dirección, reportería y escritura: Karol E. Noroña
Fotografía y edición: Karen Toro
Audios y paisaje sonoro: Jetssael Orozco
Coordinación y edición: Daria, Karen Toro y Jeanneth Cervantes Pesantes.
Acompañamiento en Esmeraldas: Pastoral Social Cáritas Esmeraldas
Diseño web: Fernanda Sánchez

Este reportaje fue realizado con el apoyo de Nación de Paz y la Pastoral Social Cáritas de Esmeraldas.