| Mariela Rosero Changuán
40 años después de los primeros diagnósticos en Ecuador, el VIH aún trae una condena social
Portada: Juanjo sostiene un frasco de antirretrovirales, medicación que toma diariamente. Quito, junio de 2024. Fotografía: Karen Toro
Una vez reciben el resultado positivo a la prueba de VIH, este explota como una “bomba” frente a ellos, y seguido escuchan: “El Virus de Inmunodeficiencia Humana ya no es una sentencia de muerte”. Sin embargo, hasta ahora, en Ecuador, el VIH trae una condena social; tras el diagnóstico, la mayoría vive con este virus autoinmune, casi en secreto, para sortear prejuicios y desinformación.
Con Juanjo (nombre protegido para este reportaje), de 30 años de edad, nos juntamos en un lugar público, en donde el resto desayuna o bebe algo. Él no se da cuenta que, en casi dos horas de conversación, me ha repetido tres veces (más una cuarta telefónica) que yo soy una de las tres personas EN TODO EL MUNDO, que conocen su diagnóstico. Se trata de su amiga y su jefe, quien también es un hombre gay, cuya ex pareja vive con VIH.
Juanjo salió de Perú a Quito huyendo de la violencia que enfrentó su familia, hace más de 15 años. En su país, sus hermanos mayores se enteraron de que es un hombre gay al ver fotografías de él y un novio, y le prometieron que el lazo que los une no desaparecería por eso. Durante casi toda su adolescencia y en los primeros años de juventud, le pidió a Dios dejar de ser gay. Hoy mantiene su fe, pero no se cuestiona más por ser quien es.
Su madre y su padre son muy religiosos. Su papá sigue en su país y nunca se pierde la misa de los domingos, es miembro activo de la Iglesia. Pero, cuando Juanjo abandonó los estudios universitarios, luego de ser discriminado en el departamento que rentaba en Quito, su padre le hizo saber que siempre lo apoyaría, aunque seguramente, hasta hoy ora para que Juanjo se vuelva hétero.
¿Por qué no le has contado a tu familia que vives con VIH?, le pregunto.
Juanjo responde: “Si hoy le confieso al mundo que tengo VIH, se muere mi mundo”. Y deja salir sus miedos:
—Pensarán que me pasó por ser gay.
—Que soy promiscuo, que me he acostado con todo el que aparece.
—Dirán que es mi culpa por maricón.
—Asegurarán que mañana me voy a morir, ya que estoy condenado porque tengo sida.
—En mi trabajo, los clientes tampoco distinguen entre VIH y sida y sin saber de lo que hablan comentarán: ‘Uy, no quiero que ese muchacho me cobre [cuando pagan por la comida]’. Creerán que los “contagiaré” al tocarlos porque hay demasiada desinformación.Juanjo respira y saca su tomatodo de la mochila. Bebe agua. Desde hace dos años y medio, cuando el VIH llegó, con un positivo en una prueba rápida en Kimirina y luego con la confirmación del test de sangre en el Hospital Eugenio Espejo, ha buscado informarse para mantenerse “indetectable”.
¿Qué implica estar indetectable? Quienes viven con VIH y se tratan con antirretrovirales pueden mantener una carga viral indetectable. Eso significa un nivel bajo de VIH en la sangre. Para ello además les recomiendan practicar un deporte, comer sano, beber agua y evitar el estrés.
Según la Organización Mundial de la Salud, el Virus de Inmunodeficiencia Humana ataca las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. El VIH produce un deterioro progresivo del sistema inmunitario, es decir la ‘inmunodeficiencia’.
El sistema inmunitario es deficiente cuando deja de cumplir su función de lucha contra las infecciones y enfermedades. La fase más avanzada de un caso de VIH es el Síndrome de inmunodeficiencia adquirida o sida, término que solo aplica para los estadios más avanzados de un diagnóstico de VIH, y que en función de la persona —y de si pudo acceder o no al tratamiento completo antirretroviral— puede tardar de 2 a 15 años en manifestarse.
El VIH puede transmitirse a través de relaciones sexuales vaginales o anales (sin método de barrera como el preservativo masculino y femenino) y, en menor medida, a través del sexo oral para lo cual se requieren cumplir tres factores: que quien recibe la estimulación sea una persona que ya vive con el VIH, que mantiene su carga viral alta (detectable) y que quien estimula los genitales presente llagas o heridas expuestas al interior de su boca. También puede transmitirse por la transfusión de sangre con VIH o el uso reiterado de agujas y jeringuillas usadas (que siempre son desechables y de un solo uso). Sí puede transmitirse de la madre al hijo durante el embarazo, el parto y la lactancia, lo que se conoce como transmisión vertical y al igual que las otras formas de transmisión del virus, es prevenible.
Juanjo toma una pastilla cada noche. Ha tenido parejas sexuales, con las que se protege usando condón. Mientras se encuentre indetectable (ya que está en tratamiento) no podría transmitir el virus, pero alguien con una infección de transmisión sexual (ITS) si pudiera transmitírsela y debilitar sus defensas. Por eso prefiere utilizar preservativo.
Hace 40 años, en 1984, se registraron los primeros casos de pacientes con VIH en Ecuador. Aunque en el mundo, los primeros diagnósticos se conocieron tres años antes. Hasta el 2023, en el país se han reportado un total de 79746 casos acumulados de VIH según el Ministerio de Salud Pública (MSP).
En el año 2020 se reportaron 3823, para el 2021 la cifra ascendió a 3960 casos nuevos de VIH, de los cuales el 79,59% corresponden a hombres y el 20,41% a mujeres, la proporción de hombres a mujeres con el diagnóstico es de 3,8 a 1, lo que significa que aproximadamente por cada cuatro hombres afectados, hay una mujer que vive con VIH. En el año 2022 se registró la mayor cantidad de casos de los últimos 10 años, 5336 casos nuevos.
De acuerdo con el MSP, la pandemia de la covid-19 determinó una reducción de la detección de casos en el año 2020. En ese primer año de la pandemia, hubo “un menor esfuerzo en el diagnóstico del VIH, dificultades en la adquisición de pruebas rápidas, disminución en el acceso a los servicios de salud por parte de la población y una menor ejecución de programas de prevención combinada del VIH para población clave”.
En cuanto al año pasado, 2023, el MSP reportó 5154 casos de VIH a nivel nacional. De ellos, el grupo de edad más afectado, con el 62% de casos nuevos, está entre los 25 a 49 años de edad. Le sigue el de los 15 a 24 años, con el 27%.El VIH, concluye el Ministerio en el pedido de información realizado por La Periódica, afecta en especial a la población joven en etapa productiva y a las mujeres en edad reproductiva. De acuerdo con el Estudio de Prevalencia de VIH Ecuador 2021, la epidemia es de tipo concentrada en grupos de población clave.
Prevalencia de VIH en grupos de población clave:
- 10,19% son Hombres que tienen sexo con hombres (HSH)
- 18,17% son Personas Trans femeninas
- 1.04% son Trabajadores y trabajadoras sexuales
Fuente: Estudio de Prevalencia de VIH — ITS, Ecuador 2021
- 1.3% son Personas privadas de libertad
Fuente: Estudio de prevalencia de VIH en personas privadas de libertad, 2008
Juanjo se quedó en shock, cuando le dieron el resultado positivo, en Kimirina, una organización no gubernamental que suma 25 años trabajando en la prevención y tratamiento del VIH en Ecuador. Él llevaba cinco años viviendo con un abogado, 10 años mayor.
¿Desde cuándo tendré el virus?, se preguntó de inmediato. Un año antes se había realizado el examen de rutina. Desde entonces solo había tenido un ‘desliz’ con alguien y no usó ningún tipo de protección. Estaba agobiado con el diagnóstico, pero no quería buscar un culpable.
En Kimirina, ubicada en la calle Andrés Xaura, sector de La Foch, en el centro norte de Quito, una mujer trans que trabaja como brigadista de salud, de la forma más gentil posible le informó: “Juan, eres positivo”. En su memoria guarda un hecho: ella no fue solo respetuosa sino cariñosa.
“Esta no es una sentencia de muerte. Vamos a buscarte un turno en el hospital, para que te hagan una prueba de sangre y que te empiecen a tratar”, le dijo.
Con otro sorbo de agua, Juanjo apunta que con esa noticia se mantuvo en estado de shock varios días. No lloró. Pero sintió que el miedo lo invadió y la ansiedad, que no se despega de él, se presentó, casi como un ser viviente.
En el hospital público se dirigió a la Unidad de Atención Integral, en donde se atiende exclusivamente a personas que viven con VIH. Una licenciada (enfermera) muy amable, que lleva muchos años trabajando allá, dice, también lo trató con empatía:
“Mijito tiene que tomar una pastilla diaria. Tu diagnóstico muestra que tienes VIH, desde hace poco; fuiste diagnosticado a tiempo. Hay personas que desarrollan sida; algunas mueren incluso por presión alta y no por el VIH. Esta no es una sentencia de muerte”, le reiteró.
En la Unidad de Atención Integral de ese hospital sintió y siente que la angustia disminuye, con información útil. En el país hay 61 Unidades de Atención Integral para personas que viven con VIH (51 del Ministerio de Salud, seis del IESS, dos del Isspol y dos del Issfa), en las 24 provincias.
En Quito:
- Hospital General Enrique Garcés
- Hospital Provincial Pablo Arturo Suárez
- Hospital General Docente de Calderón
- Hospital de Especialidades Eugenio Espejo
- Hospital de Especialidades Carlos Andrade Marín
- Hospital General IESS Sur de Quito
- Hospital Gineco Obstétrico Luz Elena Arismendi
- Hospital Gineco Obstétrico Isidro Ayora
- Hospital Pediátrico Baca Ortiz
- Hospital de las Fuerzas Armadas Nro. 1
- Hospital Nro. 1 de la Policía
En Guayaquil:
- Hospital del Guasmo
- Hospital Matilde Hidalgo de Prócel
- Hospital Francisco de Icaza
- Hospital de Infectología
- Hospital Universitario
- Hospital Monte Sinaí
- Hospital Guayaquil
- Centro de Salud El Recreo
- Centro de Salud Posorja
¿El VIH se mantiene en secreto?
Tras la confirmación del positivo para VIH, Juanjo decidió que solamente lo sabrían una amiga y su jefe. Ya había tenido algunos roces con su pareja de años, así que pensó que debían terminar la relación. Le sugirió que se hiciera una prueba y cuando el resultado salió negativo, dejó pasar unos días y le hizo ver que lo mejor era que se separaran.
Juanjo sintió miedo del “poder” que le entregaría a su ex, si le contaba sobre su diagnóstico. “Podría usar esa información en mi contra”, pensó. En Ecuador aún pesan los prejuicios y hay poca información real sobre cómo se transmite el VIH. Incluso, en algunas empresas, a pesar de ser ilegal, aún piden someterse a esa prueba y entregar el resultado del diagnóstico, al postular por un empleo; la discriminación no es una percepción para las personas con VIH y en general para la población Lgbtiq+, en múltiples aspectos, no solo de salud.
Anthony Guerrero, de 27 años de edad, sostiene que el miedo al rechazo no es infundado, por lo que opina que la decisión de compartir el diagnóstico positivo de VIH debe ser validada según la experiencia, el entorno y hasta la personalidad de cada quien. En su caso, un hombre gay, con género fluido o persona no binaria, siempre ha preferido externalizar lo que le ocurre, pero hace ocho años, estaba vulnerable y no contaba con suficientes datos científicos sobre el virus.
Solo tenía 19 años, había dejado Esmeraldas, para ir a la universidad y le iba de maravilla; pasó la nivelación y dos semestres de ingeniería industrial en la Espol, en Guayaquil. Aunque, la carrera llenaba más las expectativas de su padre que las de él.
Además, si bien desde los 14 años de edad había empezado lo que llama una “exploración de la sexualidad descarrilada”, en esa ciudad era más libre. A los 13, Anthony escuchó a su madre y a su abuela planeando pedirle a un conocido que lo lleve a un prostíbulo. Él no entendía nada, pero se sentía lastimado. No tocaron el tema directamente con él, nadie le preguntó sobre lo evidente: le gustaban los hombres.
En Ecuador, las relaciones homosexuales, entre hombres cisgénero, aún se transitan sobre una capa de cemento fresco: el antecedente de la penalización. Si bien desde 1997, esas relaciones ya no son consideradas un delito, aún generan prejuicios, por lo que se viven, muchas veces, a escondidas.
A los 14 años se registró en un sitio web de citas, en busca de relaciones. Así, él dio con un vecino, de 32 años de edad, y con más hombres, que le llevaban al menos 10 años. A veces estaba preparado para la relación sexual, pero otras no; por lo que no siempre usaba condón. Les dejaba a ellos la decisión de protegerse o no.
¿Al acudir a citas con desconocidos, para explorar tu sexualidad, sentías miedo? “Sí, full. Pero quería vivirlo”. Hasta los 22 y 23, relata, mantenía ese temor en cada encuentro. No podía hablar de su orientación sexual con nadie, así que su experiencia en la adolescencia se redujo a explorar la sexualidad y vivir el abuso —apunta— mientras conversamos en la cafetería del Centro de Arte Contemporáneo (CAC). En el CAC, ubicado en San Juan, centro de Quito, se levanta la residencia artística de cultura VIH latinoamericana: Positiva. Nueve artistas de la región que viven con VIH imaginaron la cura de este virus. Será posible recorrerla hasta el 1 de septiembre de este 2024.
“Esos hombres mayores no querían tener una relación conmigo. Se aprovecharon de mi deseo. Fueron cientos, esos años”, relata Anthony, quien nació en Sangolquí, pero creció en Atacames. Su madre es manabita y su papá (fallecido), esmeraldeño.
A los 18 años de edad se hizo por primera vez una prueba para saber si tenía VIH, en la Cruz Roja de Esmeraldas. Entonces el resultado fue negativo.
Hace ocho años, a los 20, sintió miedo al ver que pasaban los días y un chancro (llaga), que apareció en su cuerpo, no se iba. Él solo podía pensar en el VIH.
En el 2016 vivía en Guayaquil, una ciudad que hasta en sus recuerdos aparece hostil. Se la pasaba entre descubrir su sexualidad y estudiar. Había visto alguna campaña sobre enfermedades de transmisión sexual, pero no tenía mayor información.
“Fui al médico, me pidieron volver en una semana y me dieron tratamiento para la sífilis, una enfermedad que no conocía. No se curaba y entonces otra vez, el doctor chequeó el resultado y recién se dio cuenta de que también decía positivo para VIH”.
Anthony Guerrero fue derivado al Hospital de Infectología de Guayaquil. La cita fue la experiencia más tétrica que ha enfrentado. Era invierno, por lo que alrededor de la casa de salud había cientos de grillos muertos. Con el turno en la mano se sentó en la sala de espera y vio a decenas de pacientes.
“Pensé que rápidamente me podría convertir en ellos: chicos en mal estado y muy delgados. Al consultarle, el médico me aconsejó que no hablara sobre el VIH con mi madre y mi padre y que viera la forma de solucionarlo solo”, señala Anthony, quien ha entendido que solo en casos muy específicos no se recomienda compartirlo con la familia.
Con la noticia del resultado positivo, Anthony dejó la ingeniería, la Espol, Guayaquil y se mudó a Quito. El diagnóstico fue demasiado impactante. Solo un par de meses después acudió a un hospital para recibir el tratamiento. Estuvo deprimido hasta que decidió contarles lo que le pasaba a sus amigas. Se inscribió en la Universidad de las Artes, en Guayaquil, para estudiar Literatura y en esa época pudo compartir su diagnóstico también con su madre y abuela.
En realidad no fue como se lo imaginaba, no lo rechazaron. Se preocuparon por su salud. “Pero las percepciones no son infundadas, en la mayoría de casos. Yo sentía que si les decía que era gay me rechazarían. Así que no podía imaginar su reacción al contarles algo que me parecía mucho peor: que ahora tenía VIH”.
¿Por qué pese a los tratamientos, un diagnóstico de VIH positivo no se comparte como uno de cáncer? Anthony sostiene que aún se siente como una sentencia de muerte.
“Es como cuando se crea un rumor o un mito alrededor de algo. Al recibir el diagnóstico sientes que te vas a morir, quizá es un proceso mitológico. Los médicos deben desmitificar lo que asociamos con el VIH”.
Y su apunte hace pensar en ‘La enfermedad y sus metáforas’, el ensayo que escribió Susan Sontag, en 1978. En el texto habla del halo artístico en torno a la tuberculosis y del silencio trágico con el que pacientes como ella enfrentaban el cáncer, en esa época. Ni qué decir lo que pasó con el sida, en los años ochenta.
Sobre eso también escribió Susan Sontag, en 1989. En ‘El sida y sus metáforas’ se refirió a las connotaciones sociales de ciertas enfermedades, que hacen que padecerlas sea inclusive “penoso”.
La escritora, filósofa y directora de cine estadounidense, que falleció hace 20 años, se centró en las causas sociales, socioculturales y religiosas que hicieron que a la epidemia de sida se la denomine ‘la peste del siglo XX”. Se la llamó peste como calamidad colectiva, pero además a manera de juicio a quienes la contraen por su ‘laxitud moral’ o supuesta ‘promiscuidad’, porque se transmite en relaciones sexuales. Pero es oportuno compartir con quien lee, que el VIH así como cualquier otra infección de transmisión sexual (ITS) puede ser adquirida en la primera relación sexual sin protección que mantenga una persona. Así como no existe una correlación directa entre mayor número de relaciones sexuales, igual probabilidad de adquirir una ITS. De hecho, la experiencia que adquiere una persona activa sexualmente puede ser un factor que abone a evitar una transmisión.
Juanjo ha aprendido a sobrellevar la enfermedad. Acude cada tres o seis meses a la consulta en el hospital público. Según lo que digan sus análisis le entregan medicación para ese período. No lo niega, al principio sentía ansiedad cada vez que tenía cita en la Unidad de Atención Integral del hospital, temía que alguien conocido lo viera.
En los últimos meses ha encontrado en dos ocasiones a un hombre gay, que conoció en un bar. Venciendo el temor lo saludó como si nada y recibió una respuesta similar. Luego se han visto fuera del hospital y no han tocado el tema.
Juanjo agradece el trato cálido de la enfermera y la doctora que siempre le preguntan por su trabajo. Le llama la atención gratamente que recuerden a qué se dedica y que celebren que se mantenga indetectable. Asimismo sufre cuando algún médico o médica lo trata de manera seca, deja abierta la puerta del consultorio o dice en voz alta su nombre completo. Acciones que atentan contra su privacidad y que en el argot del activismo de las personas positivas ya se discute como el derecho a la privacidad de su estatus serológico. Solo ellas, las personas que viven con el VIH, tienen la autoridad para compartir su diagnóstico.
Él evita buscar obsesivamente información en torno al VIH y al sida. Pero trata de hacer preguntas sobre, por ejemplo, cómo incidirá en su tratamiento si bebe alcohol socialmente; cuánta agua debería tomar. Va al gimnasio, trota y come sano. Ha sentido necesidad de apartar citas con la psicóloga, ya que en ocasiones la ansiedad se intensifica. Cree que podría ser un efecto secundario de la medicina, que toma a diario, desde hace dos años y medio.
Aún se pregunta ¿qué hará si encuentra una nueva pareja estable? ¿Cuándo debería contarle que es VIH positivo? ¿Esa información ayudará a cimentar la relación o lo ahuyentará? No resuelve esas interrogantes y mientras, quiere mantenerse saludable.
Las estrategias de prevención disponibles
Aunque en el sistema público de salud, las y los usuarios reclaman por falta de medicamentos, Juanjo asegura que nunca le han faltado sus medicinas. El Ministerio de Salud respondió a La Periódica que administra antirretrovirales, “que conforman tratamientos potentes, de menor toxicidad, con barrera genética alta frente al desarrollo de resistencia del VIH, y que se pueden utilizar en los diferentes grupos poblacionales”.
Entre otros entregan tabletas de Abacavir/Lamivudina, Nevirapina, Tenofovir Disoproxil Fumarato o jarabe o solución inyectable de Zidovudina. Descartó desabastecimiento en lo que va del año y en el 2023.
Además, según el MSP, la prueba de VIH en Ecuador está disponible en todos los niveles de atención, más que nada en los centros de salud; es gratuita y no requiere una cita médica.
Aunque en el sistema público de salud y en iniciativas privadas como Kimirina hay pruebas gratuitas e incluso tratamientos para prevenir la transmisión de VIH como la Profilaxis pre Exposición (PrEP), otros factores hacen que la población no acceda a ellos.
Desde el inicio de la epidemia, el estigma y la discriminación asociadas al VIH siguen siendo una de las principales barreras para acceder a los servicios de salud para las personas que viven con el virus y las poblaciones claves o más expuestas a este.
Según Markus Behrend, representante del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) en Ecuador, ese estigma y discriminación deben ser parte medular del enfoque de Derechos Humanos en la respuesta al VIH. Y se tiene que reforzar el trabajo en esta línea si se quiere cumplir con las metas previstas para el año 2025.
Según la Declaración Política sobre el VIH y el Sida de junio de 2021, si la comunidad internacional logra cumplir sus objetivos, para 2030 se habrán evitado 3,6 millones de nuevos casos de VIH y 1,7 millones de muertes relacionadas con el sida.
Anthony Guerrero es parte de la Red Latinoamericana y del Caribe de Jóvenes con VIH y lidera MoVIHlízate, una organización que impulsa campañas como #YoNoDiscrimino y se enfoca en promover la prevención.
Cuando hay personas visibilizando sus diagnósticos positivos, los entornos son más seguros para los demás, comenta Anthony. Su red es nacional, sin sedes, pero con miembros que se activan en 10 provincias de Ecuador. Acompañan a jóvenes de 18 a 29 años, en toda la Costa, así como en las provincias de Pichincha, Cotopaxi y la ciudad del Puyo.
¿Qué se hace para prevenir la transmisión de VIH?
En el año 2023, el Ministerio de Salud empezó a desarrollar la estrategia de prevención Profilaxis pre Exposición (PrEP). Actualmente está disponible en 13 establecimientos de salud a escala nacional, en Pichincha, Guayas, Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas, El Oro, Loja, Esmeraldas, Tungurahua y Azuay, que brindan este servicio.
Según el Ministerio, avanzan en la capacitación para la apertura del servicio de la PrEP, principalmente en Unidades de Atención Integral de VIH, del MSP y de la Red Pública Integral de Salud (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas) y con una organización de sociedad civil. El objetivo es contar con 40 entidades hasta el final del 2024.
El servicio es gratuito y se aplica a partir de los 15 años de edad en la población en general, que se encuentra en mayor vulnerabilidad y exposición a ITS como el VIH, y desde los 18 años en personas que ejercen el trabajo sexual. Se basan en el Protocolo Profilaxis previa a la exposición frente a la infección por VIH en Ecuador 2023, así como en el reporte de información en la Plataforma de Registro de Atención en Salud (PRAS) del MSP.
El servicio en Kimirina
Sebastián Benítez administra el centro de Kimirina en Quito. Desde hace 25 años, dice, han promovido la prevención, a través de un modelo comunitario. Ofrecen tamizaje de pruebas rápidas para detectar VIH, sífilis, hepatitis B y C, que arrojan un resultado en alrededor de 20 minutos.
Esta organización se enfoca en la prevención para grupos de población clave, que incluye a hombres que tienen sexo con hombres, mujeres trans, trabajadoras sexuales y a personas privadas de la libertad. Sobre el acceso a tratamiento para este último grupo, La Periódica no obtuvo respuesta del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad (SNAI). Así como la precisión del MSP. Fuentes, que pidieron la reserva, comentaron que abogadas y abogados de personas privadas de libertad señalan que no están recibiendo los antirretrovirales y que este fenómeno se ha incrementado desde la militarización de las prisiones en enero de 2024.
En Kimirina, las pruebas de VIH que ofrecen son gratuitas y deben hacerse cada tres meses, al igual que la de sífilis (por un costo de USD 2,50), según la indicación de Benítez y la información de la OPS. Las de hepatitis B y C, una vez al año.
Además, hay un servicio de médicas y médicos especialistas que atienden patologías de la población clave. Hay un proctólogo (cita por USD 25) y un médico general (USD 20).
En Kimirina, luego de un análisis y de exámenes de sangre se puede acceder a la tableta Profilaxis pre Exposición (PrEP), para quienes tienen un riesgo alto de exposición al VIH. Se debe tomar diariamente. La aprovechan menores de 20 años y de hasta 65 años de edad. No sirve para prevenir otras enfermedades de transmisión sexual. Por lo que se recomienda usar preservativo.
También cuentan con otra estrategia enfocada en casos de emergencia, para quien no pudo prevenir una posible transmisión ni con condón ni con la PrEP. Se trata de la tableta de Profilaxis Post Exposición (PEP). Este tratamiento de emergencia debe ser administrado de forma inmediata tras la práctica sexual sin protección y se garantiza su mayor eficacia dentro del lapso de las primeras 72 horas. El tratamiento implica tomar una pastilla profiláctica diaria durante 28 días, la aplicación de medicamentos profilácticos para ITS e inmunoglobulina anti hepatitis B en ese momento y la toma del anticonceptivo oral de emergencia para mujeres en edad fértil. Luego se realiza una prueba de detección de VIH y 3 meses después otra más para descartar por completo la transmisión.
Según el Ministerio de Salud Pública, la exposición podría haber ocurrido por accidentes laborales (contacto de membranas mucosas, piel no intacta o exposición percutánea por herida con objeto cortopunzante), y no laborales (víctimas de violencia sexual, ruptura del preservativo, prácticas sexuales sin protección), con la implementación del kit profiláctico (kit púrpura) se puede atender y evitar la transmisión del VIH.
Kimirina tiene un convenio con el Ministerio de Salud. En el año 2019 empezaron a entregar la PrEP, a pocos usuarios, pero un año después superaron las expectativas. En el programa ya hay 900 personas aproximadamente. La primera vez les entregan pastillas para un mes, luego para dos meses y en la próxima consulta reciben medicina para tres meses. Entre cada entrega el usuario abona 10 USD como aporte por los análisis que se realizan en el laboratorio de la organización y cuyo resultado determina que el tratamiento continúe. Específicamente se mide el funcionamiento de los riñones al momento de filtrar los desechos de la sangre, órganos que cumplen una función indispensable durante el tratamiento de PrEP.
Para Anthony es importante hablar más sobre VIH. Desde su experiencia como vocero de la Red de Jóvenes Positivos, los chicos agradecen que se hable en primera persona sobre el virus. Eso impacta realmente en las comunidades, dice. Al principio, reconoce, fue durísimo compartir su testimonio, al hacerlo evaluaba las consecuencias, pero pensó que no le debía nada a nadie, ya lo sabían sus amigos y familiares.
Sobre la participación de las mujeres en estos espacios, Anthony confirma que como evidencian las estadísticas de personas viviendo con VIH, “la infección se concentra en hombres gais, mujeres trans y mujeres que ejercen el trabajo sexual. A nuestras asambleas sí llegan mujeres cis heterosexuales, pero la relación es de dos por cada 20 hombres; aunque quizá no se involucran por razones de violencia o por estar [a cargo del] cuidado [de hijxs, familiares, la tierra y los animales]; en la región hay [mujeres] activistas cuyos hijos nacieron con VIH”.
Juanjo (nombre protegido) quiere mantener su diagnóstico en privado. Ha pasado por varias unidades en el hospital público, en donde recibe su tratamiento contra el VIH. Por ejemplo, Odontología. Pero le gustaría que las citas con el o la psicóloga no tardaran dos o tres meses. La Organización Panamericana de la Salud ha advertido que las personas viviendo con VIH pueden presentar mayores necesidades de atención en salud mental.