De qué sirve no callar
Con Sara nos encontramos 30 minutos antes de las 9 de la mañana, el tiempo exacto para que llegue puntual a su trabajo; por eso no le pregunté si ese era el motivo para tomar dos buses en una ruta tan corta para esta ciudad alargada. Ella caminaba ágil hasta la primera parada, donde luego cambiaríamos de bus. Apenas subimos me dijo “esta vez tuvimos suerte”, noté que su preocupación no era que le abran el bolso. Sabía a lo que se refería: en la unidad no había mucha gente y por eso no tendríamos que fijarnos mucho en la cercanía a nuestros cuerpos de quiénes estaban detrás o al lado. Aunque...