La muestra de cine feminista llegó a su sexta edición.
La equis (x) es una letra que resiste. Se niega a ser excluida, aunque en la historia se ha intentado eliminarla. Equis es un símbolo de lo incógnito, de lo marginal, de lo prohibido. A lo largo de la historia su sonido ha ido cambiando (ss, sh, ks) y en la actualidad también es un símbolo de diversidad. Por ello el primer (y hasta ahora único) festival de cine feminista del Ecuador ha tomado su nombre. Equis es una ventana para mirar(nos) en las disidencias y las luchas contemporáneas de las mujeres.
Entre el 13 y el 24 de noviembre de 2024 se proyectaron 43 películas de 23 países y se realizaron cinco foros. Este año ocurrió, como una coincidencia, que Quito estaba sacudida, los movimientos sociales salieron a las calles para protestar por la crisis energética, la seguridad, el desempleo. Muchas calles estuvieron bloqueadas con vallas de metal. En medio de la convulsión y las tinieblas, Equis, una vez más, resistió.
Las directoras del Festival, Estefanía Arregui y Virginia Sotomayor, enfocaron la programación de este año en temas que nos atraviesan como sociedad: la crisis carcelaria, el racismo y machismo en la política, la despenalización del aborto, la inteligencia artificial, la resistencia palestina, la discriminación en los deportes, la atención y protección a las niñas, el cine como denuncia. “Entendemos el poder enorme que tiene el cine para generar empatía, para sensibilizar, para cuestionar las normas, pero también para buscar nuevas normas sociales, culturales, etc. El audiovisual es súper poderoso en ese sentido”, dice Estefanía, sentada fuera de la sala de cine del Parque Urbano Cumandá.
Allí se ofreció una de las tres proyecciones gratuitas del encuentro, la película Igualada, sobre la lucha de la activista rural negra Francia Márquez y el racismo político que ha vivido como vicepresidenta de Colombia. “Nuestro lugar es desde la raíz, desde la tierra, desde el territorio”, defiende Márquez. El filme también muestra la lucha de La Toma, un territorio ubicado en el Cauca, poblado en su mayoría por personas negras que han sido abandonadas por el Estado. “Un territorio lleno de paradojas”, diría el portal Tierra de resistentes: “Nunca fueron tan pobres como el día que el mundo supo que estaban llenos de oro”. En la película se ve el crecimiento de Francia como una voz política potentísima que representa a la diversidad y a las clases populares. “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, dijo el día que la posesionaron como vicepresidenta de Colombia.


Foro abierto al público luego de la proyección de la película Abortion Dream Team en la Cinemateca del Ecuador. 16 de noviembre de 2024 Quito, Ecuador. Foto: Santiago Serrano para el Festival Equis.
Desde la primera edición de Equis, en 2019, la programación ha puesto el foco en películas que, aunque suceden en otros países, permiten aterrizar en la coyuntura ecuatoriana. En esta ocasión también se presentaron nueve cortos de autorxs locales que hablan de sororidad, racismo, disidencias y acoso. “El verte representada en el cine o ver películas nos hace pensar ‘¿qué puedo hacer yo para generar cambios y empatía?’ Te das cuenta de las violencias que estás viviendo”, dice Virginia en las escaleras de la Cinemateca Nacional, antes de la proyección de Another body, una película sobre la necesidad de cuidarnos frente a los excesos de la tecnología. La idea de Equis, desde los inicios ha sido ofrecer una alternativa a las salas de cine comerciales, donde los filmes que llegan, casi siempre de Hollywood, no generan ese tipo de reflexiones. “Para nosotras era superimportante exhibir películas que cuentan otras historias, de mujeres que ‘somos’ en nuestras diversidades”, dice.
Un camino de desafíos
En estos seis años han surgido muchos desafíos. Uno de ellos, la gestión de fondos. Otro, mantenerse firme como festival “feminista”. Estefanía y Virginia han tenido que escuchar cosas como “¿no le podrán quitar la palabra feminista?”, “mejor que diga ‘femenino’ o ‘cine de mujeres”, “capaz si le cambian el nombre les salen más rápido los fondos”. Pero esas, dice Estefanía, “son personas con las que básicamente no queremos trabajar”. Las dos gestoras se toman todo un año para organizar cada edición y los auspicios llegan de diferentes lugares: instituciones públicas y privadas, organizaciones feministas, embajadas, etc. También está la venta de entradas, que cuestan cuatro dólares (en un cine comercial, una entrada puede llegar hasta doce dólares).

Otro de los desafíos fue la pandemia del 2020 que obligó a cerrar a las salas de cine, sobre todo a las independientes. Pero las gestoras encontraron un modo de salvar el festival. “Si parábamos, se moría. Así que hicimos una versión virtual. Fue un reto enorme convencer a los auspiciantes y patrocinadores de que el festival tenía que mantenerse”, dice Estefanía. Esa versión online les dejó aprendizajes para ampliar el festival a todo el Ecuador. Cuando Equis volvió a los encuentros presenciales en 2021, la versión online se mantuvo (este año hubo 28 películas disponibles en modalidad virtual).
La pregunta luego fue “¿cómo llegamos a los que no tienen acceso a internet?”. Surgieron nuevas alianzas con centros culturales y comunitarios, y con fundaciones que proyectan de manera presencial y gratuita las películas a sus comunidades. Básicamente se necesita una sala con un proyector y con buena señal de internet. Así es como, además de las funciones en Quito y Guayaquil, Equis llegó este año a 14 sedes satélite en Esmeraldas, Loja, Sucumbíos, Manabí, Bolívar, Pastaza, entre otras.
El color de la cárcel
Frente a la pantalla, mientras se ve una cárcel de plastilina en movimiento, la voz de una mujer dice que solo en una ocasión tomó café en prisión. Fue cuando entró un grupo de mujeres bien vestidas y perfumadas, detenidas por corrupción. Luego otras voces van contando cómo es la vida en prisión, mientras se despliegan imágenes en stop motion. Las voces y las imágenes son parte del cortometraje La cárcel tiene color y clase, creado por mujeres exprivadas de la libertad, integrantes del colectivo Mujeres de Frente, en el Taller Vidas en Movimiento.
El cortometraje se estrenó en la sexta edición del festival, durante una emotiva proyección dedicada a escuchar las voces de mujeres exprivadas de libertad. En esa misma función se presentó el documental experimental Reas, de la directora y escritora argentina Lola Arias. En ambas películas las protagonistas son mujeres que estuvieron en prisión y que exploran lenguajes visuales y narrativos (la animación y el musical) para intentar transmitir la experiencia terrible de sobrevivir en una cárcel: el abandono, la soledad, el hambre, la desigualdad, el racismo, la violencia; pero también la amistad, el amor, la diversidad.
“Estas películas pueden hacer entender que nosotras también tenemos sueños, somos parte de la sociedad, tenemos familia, hijos y queremos una vida diferente. Pero no nos dan las herramientas”, dijo Eli, una de las integrantes de Mujeres de Frente en el foro Humanizar la cárcel que se realizó luego de la proyección. “Lo que acabamos de ver, me trajo recuerdos e impotencia”, dijo frente al público. Recuerdo que le preguntaba a una amiga ¿qué vas a hacer cuando estés libre? Y ella me decía: ‘¿qué voy a hacer? si no sé hacer nada más que vender droga’. Nos meten en la cabeza que no podemos ser más y no nos dan las herramientas para ser diferentes”. Y continuó: “Yo escucho en las noticias que dicen: ¡qué se mueran los delincuentes! como si eso fuera a parar la violencia. En la cárcel no hay nadie que sea de las élites. Hay jóvenes que están encerrados por un teléfono. Nos da impotencia de ver en las noticias que otros se roban millones de dólares, pero ni siquiera son señalados. ¿Por qué no vamos a lincharles a ellos? ¿Por qué solo nos quieren linchar a nosotras?”, concluyó, entre aplausos y ovaciones.
Andrea Aguirre Salas, representante del colectivo, tomó la palabra: “Para nosotras como Mujeres de Frente es un honor estar aquí e intentar dar palabras a lo que es fundamentalmente innombrable, a lo que no puede compartirse de tan complejo e injusto”. La cárcel, añadió, es un lugar inhumano donde hay gente que protege su propia humanidad. El proyecto visual Las cárceles tienen color y clase “son expresión del racismo de estado y cuesta nombrarlo”.


Taller de stop motion con mujeres exprivadas de libertad. Octubre 2024, Quito, Ecuador. Foto: Santiago Serrano para el Festival Equis.
La voz del silencio
El río habla. Victoria, una niña de nueve años, escucha. Cree que así podrá hablar con su padre muerto. Ella es la protagonista de la película Victoria o la serenidad, de la directora y actriz mexicana Ángeles Cruz. A través de la ternura, el silencio, el río, el viento, el árbol quemado y las hormigas, la directora nos permite entrar en las emociones de una niña en proceso de duelo por la muerte de su padre. La cineasta llegó a Quito para presentar la película y ofrecer una clase sobre su visión horizontal y comunitaria del cine. Sus rodajes son la mayoría de las veces en San Miguel El Grande (Oaxaca), su tierra natal. Para poder grabar, dice, ella espera la decisión de la asamblea comunitaria, luego procura una distribución equitativa del presupuesto, respeta los horarios de trabajo y las costumbres de la comunidad.
Ella salió de su comunidad en la adolescencia para poder estudiar. Luego regresó para retratar a su comunidad. “El cine es una posibilidad de narrarnos desde nuestra propia voz y mirada. Muchas veces las comunidades indígenas hemos sido narradas por ojos que vienen de fuera, que hacen una romantización de nuestra realidad, o son un señalamiento brutal y despiadado. Eso ha regresado a nosotros como referentes muy negativos, como personas racializadas. Tener la herramienta a nuestro favor, contar desde nuestro lugar, creo que nos da una posibilidad de resistencia”, piensa la directora.

Manteniendo los debates
El Festival Equis también abrió el debate sobre la discriminación en los deportes. Este año, en los Juegos Olímpicos se avivó la controversia sobre las diferencias genéticas y hormonales de las deportistas en la categoría de mujeres; la participación de la boxeadora argelina Imane Khelif invadió las redes sociales con comentarios machistas, prejuiciosos y transfóbicos (sin que ella se declarara una persona trans). Por eso, las directoras del festival encontraron pertinente incluir la película Category woman, que permite pensar cómo los diferentes espacios imponen requisitos y exigencias para considerar a alguien “mujer”. “La categorización de hombre y mujer en los deportes está totalmente ligado a los cuerpos de las mujeres blancas y europeas. Cualquier cuerpo que se salga de esos índices de hormonas son cuestionados, sobre todo los cuerpos de las mujeres negras, asiáticas e indígenas”, dice Estefanía Arregui.
Otro debate necesario nos ofreció la película Abortion dream team. El filme cuenta la historia de un colectivo feminista que entrega información sobre aborto seguro en Polonia, un país donde está estrictamente prohibido. Luego de la proyección se abrió el diálogo, ya que en Ecuador el tema sigue estando vigente. En marzo de 2024, diversas organizaciones demandaron a la Corte Constitucional la eliminación del delito del aborto en el Código Orgánico Penal. En este país, el aborto está despenalizado si el embarazo pone en riesgo la vida o la salud de la mujer embarazada y si es producto de violación. Pero, si se trata de un aborto consentido en otras condiciones es criminalizado con hasta tres años de prisión. De acuerdo a una investigación de Surkuna, “el miedo a ser criminalizadas lleva a las mujeres a buscar alternativas que ponen en riesgo su vida, su salud y su libertad”. El Ministerio de Salud Pública (MSP), dice el estudio, “ha reportado que en 2022 hubo 119 muertes maternas, una de sus principales causas son los embarazos que terminan en aborto”.
Es evidente que criminalización del aborto pone en riesgo la vida de las mujeres (muchas de ellas niñas) que no pueden acceder a una atención médica segura. La prohibición y el estigma, por supuesto, no impide que aborten, sino que lo hagan en condiciones inseguras. “Este es un tema que siempre incluimos en el Festival y que nos permite hablar del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos”, dice Virginia Sotomayor.
Al final de estos doce días de festival, las dos gestoras se pondrán a trabajar en la siguiente edición, porque persiste la necesidad de un encuentro de cine para pensar desde la mirada de las mujeres y las disidencias. Dice Estefanía: “Seguimos siendo un país muy machista, racista, xenofóbico, homofóbico, que se está inclinando mucho hacia decisiones políticas muy represivas, cae mucho en el discurso del odio y del miedo”. El Festival Equis seguirá resistiendo un año más.

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