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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Gabriela Toro Aguilar

El mundo visto por ellas y con ellas

La manera de pronunciar el mundo y cómo lo vemos, nos pone los pies en la tierra y su presente. Cuando hablamos del mundo nos referimos a lo concreto, de la vida, sus dificultades, su maravilla y sobre todo de lo que hay ahí en medio: sudor, lágrimas, risas, tierra, lodo, terremotos, ciudades, campos, seres que nacen, viajan, desaparecen, envejecen o que fueron asesinados o torturados; hablamos de su memoria.

En este tiempo en el que la producción y reproducción –inmediata, sin filtros, sin anclas– de las imágenes somete la mirada a la banalización de los malestares contemporáneos se agradece la existencia de las imágenes que en su complejidad nos devuelven el sentido de este mundo de lo real, esas mismas imágenes nos permiten recrearlo y reinventarlo; no reproducen al mundo, sino que al volverlo a mostrar crean otras cosas, esas cosas que el público que las ve decide llevarse e integrarlas a su vida.

La decimosexta edición del Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine salió a flote pese a que la coyuntura política y económica del país apunta directamente contra la cultura (en su amplio sentido), la educación y la ciencia; entre otros ámbitos esenciales para la libertad. De todo eso hay en la selección de esta revista que también está acompañada con la entrevista a la directora Florence Jaugey.

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Fotograma de Tempestad de Tatiana Huezo.

Si se multiplican las formas del despojo de la vida de las mujeres y del mundo las respuestas del documental también se transforman, no en la vía de la crueldad y su exacerbación, sino en las de la creación para dar más espacio a las resistencias. El documental se vale de las grandes historias, las que son vividas por países o pueblos enteros y también de las cotidianas; incluso se ha valido de la ficción para poder contar lo que pasa aquí y ahora.

Tempestad de Tatiana Huezo se inscribe en esa opción vital: se escuchan las voces de dos mujeres contando sus historias en las que ellas fueron protagonistas de la más terrible injusticia, la que es perpetrada por el Estado en colaboración estrecha con el crimen organizado. Las imágenes de Tempestad sensibilizan a su público con el dolor, el miedo, la desesperación y la fortaleza de continuar con la vida; no son imágenes alentadoras ni tampoco terroríficas, son las imágenes de viajes en las carreteras de un país militarizado, son tomas de pueblos que parecen abandonados, esas imágenes también pueden remitir al día que cualquier persona tiene cuando va de un lugar a otro. Lo que pasa ahí nos puede pasar a cualquiera, por eso estremecen los rostros anónimos, porque son la evidencia de la arbitrariedad brutal de la violencia. Este documental es una obra maestra: sonido, música, imágenes, lugares, voces y conversaciones están en su justa medida y de manera experimental, incluso, para que el público empatice con la realidad de México y porque también sus protagonistas cuentan cómo enfrentaron al terror y al miedo.

Otra de las obras maestras es Gulistán, tierra de Rosas de Zaynê Akyol. La vida de las guerrilleras kurdas se muestra sin artificios, no hay panfletos y cada una se deja ver en su individualidad sabiéndose parte de un proyecto histórico; todo esto lo sintoniza la directora con algo tan kurdo, tan de los pueblos ancestrales de Medio Oriente que es el sentido poético que tienen de la vida. Las imágenes son de una belleza exquisita y se corresponden a los actos de esas mujeres que conocen que mientras haya un mundo que oprima a todas las mujeres no será posible la libertad. Cinematográficamente, Zaynê Akyol avoca por las sensaciones para sentir algo de la guerra contra la que luchan estas mujeres y sus compañeros kurdos, el sonido habla por lo que no se puede ver: lo que quiere infundir el Estado Islámico y los otros Estados que quieren borrar la historia kurda.

En otra sintonía está Comunión de Anna Zamecka, este conmovedor y sutil documental pone al espectador frente a un fenómeno tan común como naturalizado, el cuidado de la familia que recae en las mujeres, en este caso su protagonista adolescente: Ola; quien, a decir de la cineasta Carla Larrea Sánchez, es retratada desde el día a día de su vida en familia: “su padre disfuncional, su hermano autista y su madre que vive lejos”. Para Carla Larrea Sánchez, que colaboró con La Periódica en el visionado de Comunión, este documental permite observar “la complejidad de las relaciones familiares” además que llama a la reflexión “acerca del rol de las mujeres en la familia y en la casa. Pues la necesidad que tiene Ola de unificar y sostener a su familia va más allá del llamado ‘instinto materno’, es la evidencia de años, siglos de una estructura social que nos ha responsabilizado a nosotras, las mujeres, de ser el centro que cohesiona las familias.” De modo que ahí está uno de los grandes aciertos de Comunión: las disyuntivas de Ola entre el amor propio y el amor a su familia y el preguntarse –desde el amor– por el bienestar y las decisiones que marcan la vida.

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Fotograma de Tierra de mujeres de Amaia Merino y Fernanda Sosa.

Líneas que podrían juntarse pero que tienen sus particularidades están en Las mujeres deciden de Xiana Yago, Tierra de mujeres de Amaia Merino y Fernanda Sosa, y Girasoles de Nicaragua de Florence Jaugey. Acá se ven historias cotidianas que son más cercanas aunque no se las quiera ver ni escuchar.

Tierra de mujeres relata, a manera de una crónica y tras una interesante investigación de Paula Castello, las historias de vida de cuatro mujeres de las parroquias rurales de Quito enfocándose en su resiliencia; lo único reprochable del documental es el uso folklórico de cantos y vestimentas indígenas, pues sale como un dato de contexto cultural pero no se ancla con el relato del documental.

En cambio, Las mujeres deciden tiene que ver con la salud sexual y reproductiva de niñas, adolescentes y mujeres adultas de la Costa y la Amazonía ecuatorianas; en sus 60 minutos topa temas muy complejos (aborto inseguro, embarazo adolescente, violencia sexual e incesto) de manera breve, de modo que no se conectan sólidamente entre sí. El documental impacta por el peso del tabú de los temas –en especial el del incesto que es tan tabú que tampoco se lo menciona explícitamente–, lo que impide acercarse a los mismos de otra manera que no sea el efectismo. Aun así vale decir que su potencia está en la posibilidad de generar diálogos que aborden estos temas sellados por el silencio y la omisión social.

Girasoles de Nicaragua se vuelca a retratar el trabajo de las facilitadoras judiciales de algunas de las trabajadoras sexuales de la organización Girasoles Nicaragua. Si el público se desmarca del estigma podrá apreciar el día a día de estas mujeres trabajadoras mientras brindan ayuda legal a sus compañeras y a la ciudadanía en general en casos civiles y penales que requieren de mediación y acompañamiento. Como parte de la cobertura al festival se realizó una entrevista a la realizadora Florence Jaugey que pueden encontrarla aquí.

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Fotograma de Desde que bailas de Álvaro Torrelli y Beatriz Osorno.

Tres películas en especial confrontan al público con lo difícil de las relaciones afectivas: Desde que bailas de Álvaro Torrelli y Beatriz Osorno, No tienes idea de cuánto te amo de Paweł Łoziński, y Amazona de Clare Weiskopf. El documental de Álvaro Torrelli y Beatriz Osorno se destaca en especial por hilar fino y mostrar la intimidad de una pareja en pleno proceso de divorcio, en ese momento se ve a una mujer discapacitada y empoderada que se ha forjado un camino propio frente a muchos obstáculos y a un hombre introvertido y nostálgico de su matrimonio. Desde que bailas se destaca, en especial, por su sutileza al dibujar la diferencia entre la violencia de género y la complejidad de lo afectivo.

Por esa línea van los dos documentales de madres e hijas: No tienes idea de cuánto te amo y Amazona. En el primero ellas se ven en varias sesiones terapéuticas para resolver problemas que todavía les pesa mucho en su relación; ahí empieza un camino para comprender a las madres también como personas y no solo como una mujer ideal que quizá acompañó de la mejor manera el crecimiento de sus hijas o hijos. Amazona es más como un viaje que lleva en el equipaje videos y fotos familiares, pero que confronta a la madre con dos hechos concretos en la vida de la hija y realizadora: la llegada de su hija y la drogodependencia de su hermano, uno de los cuatro hijos de la mamá de Clare, Val. La directora no niega los resentimientos que tiene con su madre y sin que sea contradictorio también se ve el cariño que le expresa, basta ver el tipo de tomas y el cuidado en reconstruir la memoria de esa mujer que se fue contra muchas reglas de la época y que después de muchísimos viajes termina viviendo en la selva colombiana. Lo interesante y polémico de Amazona es que lo que ha significado la libertad para Val es aquello que podría reprochársele sino fuese porque el panorama del descuido hacia sus hijos no solo dependía de ella.

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Fotograma de Ama San de Cláudia Varejão.

Sobre la imagen propia y yendo por la vía de la autoreferencia, Las lindas de Melisa Liebenthal juega con la idea de la belleza en una mujer cis (es decir, mujeres cuya identidad de género coincide con el género que le asignaron al nacer, mujeres no trans, por decirlo de otra manera), de lo que se ha aceptado y se ha construido socialmente como bello. La fotogenia, el cuerpo y sus transformaciones, la socialización y erotización precoz y exacerbada de los cuerpos de las adolescentes pasan por la lupa fresca y divertida de Liebenthal. Las lindas es un documental que hace tambalear a la imagen femenina “ideal” con preguntas simples y actos comunes y cotidianos.

Por último, para cerrar esta mirada a los #16EDOC, un aire fresco, de mucho trabajo y con sabor a mar trae Ama San de Cláudia Varejão. Es conocida la tradición de más de 2000 años de las buceadoras japonesas de Wagu que buscan moluscos y otros animales de mar sin usar oxígeno. En este documental que se conjuga cinematográficamente con el oficio de las Ama San se observa la rutina de estas trabajadoras del mar. La cámara las acompaña, no interviene pero crea un poema sobre sus vidas: la música está en los momentos comunitarios, se monta con la experiencia espiritual de estas mujeres y con sus instantes familiares. Se podría decir que este documental es un homenaje visual a estas mujeres y a su oficio ancestral.

En esta edición de los EDOC hubo, como siempre, un panorama muy amplio para seguir conectándose con lo real. Faltaron muchas películas por ver y por mencionar en este artículo, sobre todo aquellas que hacen memoria: La memoria de los huesos, Quilapayún más allá de la canción, La piel del camaleón, En el intenso ahora, El Paso, Ukamau y ké, Labaka, Pelé mi paraíso, 52’’ y muchas más. El documental cada vez más se afirma desde la creación con lo real –cualquiera que sea el tema o el campo que explore– y así es como en estos tiempos de imágenes narcisistas y banales la posibilidad de ver estas otras historias de realizadoras, realizadores, de mujeres y hombres de carne y hueso refrescan la mirada para tomar más aire y seguir caminando aunque el poder quiera apagar las luces de la vida.

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Autoras

Gabriela Toro Aguilar

Apasionada de la locura de la vida. Antes que nada prefiere observar, escuchar y leer. Periodista, correctora de texto y estilo y encuadernadora artesanal. Actualmente es becaria de la maestría en literatura hispanoamericana de El Colegio de San Luis (México).