Este martes 18 de octubre, madres de víctimas de feminicidio se convocaron en la Plaza Grande en la ciudad de Quito. ¿Su demanda? Exigir: verdad, justicia y reparación. Después de este martes realizarán esta misma acción, en el mismo sitio, cada 15 días, hasta tener respuestas por parte del Gobierno de Guillermo Lasso.
El plantón coincidió con el habitual cambio de guardia que se realiza los martes a las 11:00 en los exteriores del Palacio de Gobierno. La Policía intentó disuadir a las madres para que se retirarán durante este evento y que guardaran silencio porque mucha gente, especialmente turistas, se reúnen a ver la ceremonia, así advirtió el primer policía que se acercó a las mujeres.
La exigencia de las madres no cesó, al contrario, ubicaron sus pancartas con los nombres de Nikita Soto, Valentina Cosíos, Valeria Vargas, Joseline León… Mientras la policía insistía en quitarlas de la ruta del cambio de guardia, Ruth Montenegro, inclinada sobre la pancarta con el rostro de su hija Valentina, con su guitarra en las manos, elevaba su voz para reconocer que las madres siguen buscando respuestas: «hemos salido a las calles porque han matado a las nuestras. Somos madres que exigimos verdad y justicia…».
Se acercó una representante de la Dirección de Conflictos del Ministerio de Gobierno, les preguntó si tenían un oficio o una carta para ingresar a la Presidencia o al Ministerio y así revisar los casos. Las madres enérgicas replicaron que quieren diálogo directo con el Presidente Guillermo Lasso y no con intermediarios. Unas llevan meses y otras décadas esperando que se haga justicia. “Cada 28 horas” es la frase que repetían una y otra vez, cada 28 horas otra mujer es víctima de femicidio.
El cambio de guardia inició pasadas las 11:30. Un nuevo intento para que las madres se retiraran. Ubicaron un cordón policial conformado solo por mujeres frente a las pancartas de las madres, de a poco las empujaban para que no se vieran los carteles, tampoco a ellas, les pedían silencio, pero ellas continuaban gritando sus consignas.
—¿Les importa más que no incomodemos su ceremonia?
—¿No les incomoda ver cómo mataron a nuestras hijas?
—¡Nosotras somos madres!
—¡Nadie nos devuelve a nuestras muertas!
—Y cómo, y cómo es la huevada, nos matan y nos violan y el Gobierno no hace nada.
Las madres elevaban sus carteles para que se vieran por sobre el cordón policial, detrás de ellas una gran cantidad de gente se congregó a ver el cambio de guardia. Opiniones divididas: unos defendían las exigencias de las mujeres, otros se burlaban, mostraban su desacuerdo riéndose en cada consigna, les decían que no son las formas, que elijan otro día que no haya eventos. Mientras tanto las mujeres del cordón policial murmuraban comentarios similares para que solo las madres escucharan:
—A nuestros compañeros también los matan y eso no les importa se oía decir.
— A nosotras también, pero tampoco les importa.
Las policías buscaban que las madres respondieran a sus comentarios insidiosos.
El vicepresidente Alfredo Borrero, ausente de otros eventos públicos, apareció en el balcón de la Presidencia. Saludó desde allí enviando besos volados a la gente que buscaba ver el galopar de caballos y a los hombres vestidos de uniforme azul y rojo, con bayoneta, en lugar de escuchar una realidad que interpela y lacera: Ecuador es un país feminicida. Se escuchaban las campanas y detrás de cada una buscaban interponerse las voces de las madres con toda la indignación, intentando sobrepasar el cordón policial y alcanzar la atención de Borrero. El Vicepresidente hizo caso omiso. La actitud de Borrero indignó aún más a las mujeres que esperaban al menos un gesto de empatía a la distancia, pero ni eso. El Gobierno del Encuentro y su desconexión con la realidad de las mujeres es evidente.
—Ahí están, esos son, los que encubren la violación.
—Esta es la cara del verdadero Estado, que no permite a las madres exigir su derecho a la protesta. Que no permite exigir justicia, verdad y reparación para nuestras muertas.
—Nadie ha sufrido lo que yo buscando justicia en este país.
—Siguen matando a nuestras hijas.
—Somos las voces de nuestras hijas y por nuestras hijas nadie se cansa.
Eran consignas que de manera reiterativa lanzaban las madres, sin megáfono, sin parlantes, solo ellas haciendo lo imposible por ser vistas y oídas.
Todas las vidas de las víctimas de feminicidio merecen justicia y atención, no solo aquellos casos que han trastocado la sagrada institución del Estado (refiriéndose al femicidio de María Bernal y cuestionando que en sus casos los femicidas están prófugos también), sino todos porque en este país #Cada28Horas una mujer es víctima de feminicidio, fue uno de los últimos cuestionamientos que hicieron las madres antes de irse con el objetivo claro: no descansarán hasta que la vida y memoria de sus hijas sean honradas.
Ellas son, sin duda: las madres coraje de este país de la impunidad.
Cobertura:
Autoras
Jeanneth Cervantes Pesantes
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jeanneth@laperiodica.net
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@JanetaCervantes