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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Jeanneth Cervantes Pesantes

Una sola raíz

Al sur de la Amazonía ecuatoriana, mujeres indígenas Sarayaku mantienen viva la defensa de sus tierras y territorios contra la explotación petrolera.

Desde los años 30, el territorio ancestral del pueblo Sarayaku ha tenido varias incursiones petroleras, y el rol de las mujeres ha variado en distintos momentos, cada uno de éstos sosteniendo sus principios y luchas como dueñas de las tierras.

Cristina, Noemí y Patricia Gualinga, son parte de una misma raíz, y en este relato nos cuentan cómo ha sido para ellas se mujeres y resistir a la entrada de empresas petroleras dentro de su territorio.

En el Puyo, provincia de Pastaza, en la casa de su hijo aguarda Cristina Gualinga por nosotras, su paso es leve, firme y seguro de sí misma. Ella nació en el año de 1941, a sus 77 años recuerda que cuando era pequeña, su padre decidió dejar la zona en la que vivía porque estaba cercana al ruido de la maquinaria de la multinacional Royal Dutch Shell, que en 1930, realizó incursión en su territorio. Su familia y ella migraron a El Tambo, donde no llegarían los “colonos”, como ella los llama. Recuerda que esa empresa había plantado un “aparato que sonaba feo todo el tiempo”.

“La lucha principal de las mujeres de Sarayaku es defender su territorio, nunca negociar a la madre tierra. Ellas están motivadas para luchar y defender, no para negociar.” (Cristina Gualinga)

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Cristina Gualinga. Fotografía: Juan Manuel Ruales

Cristina vivió en Quito desde los 9 a los 18 años. Aprendió a hablar español, a leer y escribir. Entró al normal en Pastaza para ser profesora y, en los años 70, era maestra de escuela en Conambo, en el Coca. Ese mismo año, la Compañía norteamericana Amoco intentó una nueva incursión a Sarayaku.

Ella se preparó para tener conocimiento e información porque sabía que “la petrolera no causa cosas buenas, es como las mineras”. Mientras se molesta por el ruido que hacen los vecinos colonos hacen mientras charlamos, nos cuenta que conocía de los estragos del extractivismo viendo los problemas que se originaban en el nororiente, en el sector de Lago Agrio, y el desastre que causaban en los ríos, en los animales, en la gente y en todo su entorno. Pensó que, si la petrolera entraba al territorio de Sarayaku, sería una “calamidad”, y empezó la lucha —contra la petrolera que siempre viene a dañar a la gente—.

Cristina, enfatiza desde su firmeza absoluta, que la vida cambia cuando entran las petroleras “porque entran puro hombre”, —sanguinarios porque no entienden de razones.-. Durante el tiempo que fue profesora en Conambo, vio que la comunidad se transformó por las petroleras —habían violaciones a las mujeres y nadie hacía nada—.

No se negocia

Con molestia y algo de indignación Cristina recuerda que algunos de los hombres de la comunidad decían que se negocie con las petroleras, pero la decisión de las mujeres fue que no. Afirma que los tiempos han cambiado, que para ella como mujer y para las suyas la situación es ahora diferente. Pero en aquel tiempo, por los años 60 y 70, era difícil que salieran las mujeres —porque eran más sujetas al marido, a los hermanos, a la familia—. Reconoce que fue necesario tener información y salir de la comunidad porque el no saber leer, por ejemplo, facilitaría la situación en beneficio de las corporaciones petroleras.

Mientras agita su mano aún con indignación, Cristina no recuerda exactamente el año, pero sí la situación en la que les ofrecieron USD 60 000 a cambio de negociar con las petroleras y, con claridad, la respuesta que las mujeres dieron a esto fue: —¿usted puede vender a su madre? No se vende a la madre y la tierra es madre para nosotros—.

La voz de las mujeres

En medio del sonido del río Puyo, Noemí Gualinga nos recibe. Ella tiene menos años y una experiencia distinta a la de su tía Cristina, al tiempo que su voz es firme, sostiene calma en su relato, sonríe poco mientras cuenta su historia y sus ojos brillan cuando habla de las suyas. Actualmente, es representante de la Asociación de Mujeres Sarayaku, y admite poseer información legítima sobre sus ideas y necesidades: —¡Tenemos información y no, no pueden decir que nuestras ideas están mal o que nos vean como personas que solo están para cuidar hijos! Se puede cuidar hijos pero también tener el conocimiento—.

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Noemí Gualinga. Fotografía: Juan Manuel Ruales

El rol de las mujeres durante estos años de resistencia ha sido fundamental. Noemí, a sus 51 años, afirma que “cuando vives en la comunidad ya naces involucrada. Y más ahora, porque la defensa de los territorios depende de toda la comunidad, no está en manos de una persona”.

Actualmente, la lucha en contra de las petroleras, mineras y madereras es un asunto que toma las vidas y la atención de las comunidades. Noemí ha empeñado su vida a la defensa de su territorio, pero admite que esto “no fue sencillo, cuando empecé la decisión estaba en manos de los hombres, las mujeres somos activas pero pocas tenemos más oportunidad de sacar las voces. Las mujeres estábamos más para apoyar haciendo otras actividades como la chicha, y, si los hombres salían a la ciudad, quedarse con los hijos, cuidar de ellos; o, para que el hombre pueda hacer una gran dirigencia, la mujer se encargaba de las cosas del hogar. Aunque tenían voces fuertes, las mujeres no aparecían políticamente.”

La voz de las mujeres en ámbitos políticos se volvía cada vez más necesaria, pues el interés en estas tierras era ambición de muchos, por lo que era imprescindible que las mujeres asumieran una voz más fuerte:

“Como mujeres dirigentes estamos también compartiendo ideas, lo que antes cuando era niña no había eso, los hombres eran los únicos que podían, los únicos que tenían conocimiento y las mujeres estaban para otras cosas: para criar hijos, cuidar de la casa, prepararles sus cosas cuando ellos se van a muchos lugares”. (Noemí Gualinga)

La organización

Las mujeres del pueblo Sarayaku han sostenido una lucha permanente frente a los intentos de las petroleras por ingresar a su territorio.

Noemí tenía 13 años y estudiaba en el Puyo cuando la Organización de Pueblos de Pastaza (OPIP) se creó, su interés por involucrarse en la organización de la resistencia de su pueblo crecía aún más. Cada vez que regresaba a su comunidad, escuchaba lo que iba pasando y cómo asambleas se organizaban para luchar “en contra del ingreso de la colonización”. A sus 19 años, ella ya era parte de la OPIP trabajando en el Departamento de Comunicación, y recuerda que eran dos varones y ella, la única mujer en ese espacio. Luego, trabajó en Radio Puyo dando información sobre lo que pasaba en la ciudad. Entre risas comenta que aprovechaba para dar en kichwa toda la información que quería, sin que “alguna gente sepa lo que les decía”.

Entre el bullicio de perros y autos en la ciudad del Puyo, conversamos con Patricia Gualinga, una de las dirigentes indígenas más reconocidas del pueblo Sarayaku, recuerda que cuando era más joven participó, durante la marcha de 1992, en la titulación de las tierras de la provincia de Pastaza. Ella venía de un proceso de trabajo dentro del Estado, y esta experiencia le permitió saber cómo funcionaba por dentro, e incluso la importancia y la potencialidad de relacionarse con los medios de comunicación para hacer visible la realidad de su pueblo.

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Patricia Gualinga. Fotografía: Samantha Garrido

Con voz firme e inmutable afirma que el Estado brinda un contexto falso a lo que es en realidad el mundo indígena, por eso ella viendo desde adentro lo que significaba el Estado, escogió a su familia: —Jamás hubiese podido vivir habiendo decidido lo otro, en ese momento sabía lo que tenía que hacer—.

El año de 1992 es un momento clave para la lucha del pueblo Sarayaku, Noemí recuerda a Beatriz Gualinga, quien ya falleció, como una de las mujeres que impulsó la movilización. Así también, reconoce a su madre como un referente pues tenía una voz fuerte dentro de la comunidad, no fue aceptada pero ella luchó: —como mis padres tenían una relación buena, ella podía dar consejos y llamar la atención, contradecirles. Mi hermana y yo crecimos mirando eso, que no había problemas porque mi madre esté fuera de casa o en algún taller, creo que crecimos con eso—.

En el año 1992, Noemí junto a su madre, hermana, tías y primos participaron en la movilización que salió de Unión Base, en Sarayaku, hacia Quito. “La caminata fue cansada, madrugar, caminar hasta que el sol caiga, y hasta llegar a Quito estábamos cansados, cuando llegamos a Quito recuerdo que nos cerraron la puerta del Palacio de Gobierno con policías y caballos”.

Cuatro años más tarde de que el Gobierno de Rodrigo Borja entregó las escrituras de sus territorios al pueblo Sarayaku, durante el gobierno de Abdalá Bucaram, sin consulta previa alguna, el Estado ecuatoriano concesiona a la Compañía General de Combustibles (CGC) el bloque petrolero 23, que comprendía 200 000 hectáreas. El 65% de esa concesión afectó al territorio de Sarayaku. Noemí era dirigente de Educación en su pueblo en aquellos años, recuerda que cuando la empresa CGC ingresó “para hacer firmar un documento donde nos comprometía, los hombres estaban decididos a participar”. —Yo alerte a varias mujeres porque esto no iba a dar ningún desarrollo—.

Patricia, por su parte reconoce que ser mujer y asumir la dirigencia es mucho más complejo, recuerda una de las escenas en la que sintió un ataque directo a su representatividad por el hecho de ser mujer. En el 2004, durante el gobierno de Lucio Gutiérrez: —me enfrenté a Carlos Arboleda, ministro de Minas y Petróleo. Yo le fui frontal al decir que las cosas no eran así, que el movimiento indígena se iba a levantar, y me salió con una cosa sexual horrible, algo así como ‘a mí también se me para’, o alguna cosa así, atacándome directamente, todos los compañeros se quedaron callados. Nunca había estado en una situación así, pero me di cuenta que era la única mujer que estaba en medio de todos los compañeros dirigentes y era un ataque directo hacia mí. Yo estaba muy enojada y le respondí que no esperaba eso de un Ministro y él insistía: —usted es más citadina que yo, más blanca que yo, yo soy del Itchimbía… a lo que le respondí: —Yo desciendo de los jaguares y usted no lo sabe—.

Durante mucho tiempo, la dirigencia de la mujer en Sarayaku fue ignorada. Patricia comenta que fue puesta a un lado por la dirigencia que tenían los hombres; pero en 2010, ella aceptó asumir este cargo.

La dirigencia de la mujer era la que hacía la chicha, o solo asociaban esta dirigencia con la responsabilidad familiar, Patricia se cuestionó ese rol de la dirigencia y afirma que ese no sería su rol, pues no es responsabilidad solo de la mujer sino de la comunidad.

Patricia Gualinga asumió la dirigencia de la mujer por tres años. En 2013, se organizaron las mujeres amazónicas como movimiento y se encaminaron a Quito para denunciar los “atropellos que estaba haciendo el gobierno de Rafael Correa”. Es en este año donde la dirigencia de la mujer se convierte en una de las fuertes del pueblo Sarayaku.

Esta dirigencia es un pilar fundamental de la lucha en contra del extractivismo y, hoy por hoy, la participación de las mujeres amazónicas se ha posicionado y están generando un gran impacto; así, por ejemplo, menciona Patricia que “los compañeros achuar, que no tenían dirigencia de la mujer, ahora tienen una Vicepresidente. Hay un movimiento, un resurgimiento, se empieza a ver más rostros de mujeres”.

Hijas del Jaguar

El que las mujeres expusieran su voz, denunciando atropellos físicos, sexuales, violencia intrafamiliar, el despojo de sus tierras por las grandes industrias y la contaminación y destrucción de sus núcleos sociales, fue resultado de que ellas estaban al frente del cuidado de la familia, mirando cuando sus hijos estaban enfermos.

La madre de Patricia y Noemí Gualinga fue un referente para ambas, desde niñas supieron que las mujeres siempre estuvieron en el intento por organizarse, que ella junto a otras mujeres pusieron su propia organización para coser o “algo así”, pero que al inicio recibían burlas. Son muchos años en que las mujeres estuvieron asumiéndose desde otro lugar, y ahora piensan de qué forma participar activamente.

Actualmente, en el Consejo de Gobierno Sarayaku hay más mujeres, las burlas quedaron atrás, las mujeres muestran sus capacidades y esto es valorado por la organización. Para Patricia, desde la experiencia personal, pero también herederas de la experiencia de las suyas sabe que a ellas “no es fácil engañarnos, a mí, por ejemplo, no se me acercan fácilmente, las empresas petroleras ni el Estado… Las mujeres empiezan a asumir otros roles, a saber que son importantes y que no las pueden humillar.”

El plan de vida Sarayaku

“Estamos unidas como mujeres amazónicas con otros pueblos que han sido desalojados de sus tierras. Estamos unidas para que quienes han sido desalojados puedan regresar a sus hogares. Ellos estaban reclamando sus derechos, su lugar, su tierra. Ellos son dueños de su propiedad, ¿cómo pueden estar huidos de su mismo territorio? Estamos unidas para solidarizarnos con ellos para que ya no haya más exploración y explotación petrolera, para que no haya más ambición.” (Noemí Gualinga)

El 5 de enero de 2018, Patricia Gualinga, quien durante cerca de 20 años ha sido parte de la resistencia y dirigencia de Sarayaku, recibió una amenaza luego que un hombre rompió de una pedrada la ventana de su habitación en su casa en el Puyo y la amenazó de muerte: —La próxima te mato, me dijo varias veces—. Las mujeres Sarayaku, saben lo que significa en sus vidas ser dirigentes y oponerse al extractivismo, cuando conversamos sobre esto la respuesta enérgica de todas para seguir defendiendo sus tierras no se hizo esperar:

Jibaritas del monte, de todo nos dicen, comenta Cristina. “Para mí no hay miedo, porque estamos haciendo lo nuestro, nuestra tranquilidad y nuestra riqueza, no es afán de tener dinero”, aseguró.

Patricia afirma que seguirán protegiendo a los seres vivos que habitan en las hojas, en los árboles y en toda la selva; sabe que todo lo que han escrito desde la lucha de su pueblo y desde las mujeres no se puede borrar, y que continuarán resistiendo.

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Mujeres amazónicas en la Plaza grande durante la movilización del 22 de marzo de 2018 Fotografía: Samantha Garrido

Las dirigentes aún esperan el cumplimiento de la sentencia del caso Sarayaku, que tiene que ver con la consulta previa, libre e informada y el consentimiento, así como con lo que ha significado la tonelada y media de explosivos que están enterrados en su territorio desde el año 2000, y el principio de no repetición de lo que le ocurrió en sus tierras.

Noemí, por su parte, comenta que “Sarayaku no está libre de seguir luchando” hasta que sea respetado el plan de vida de cada pueblo y nacionalidad, que continúan esperando la respuesta al Mandato de las Mujeres Amazónicas Defensoras de la Selva Frente al Extractivismo que fue entregado en marzo de 2018, durante la última movilización, al Presidente Lenin Moreno.

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Autoras

Jeanneth Cervantes Pesantes

Editora de la revista digital feminista: La Periódica. Asesora de comunicación con enfoque en violencia, género, derechos sexuales y reproductivos. Feminista apasionada por la encrucijada digital.