Me deshago de las cuerdas que me hicieron una marioneta
Cuando nací tenía más pelo que cuerpo. Un pelo lacio, indomable, azabache en el que, de niña quedaron prendidas algunas mariposas, y en mi juventud, algunos hombres.
Mi pelo negro, negrísimo y mi voz de trueno me daban aspecto de una pequeña galaxia, una pequeñísima, apenas si llegaba al metro y medio.
También nací con el corazón agujereado y a los 11 años mis padres lo llenaron de amor y risas. Tal vez por esa vocación heredada, intenté llenar vacíos que no me correspondían.
Sé que tuve más alegrías que dolores, porque la memoria de mi cuerpo sonríe y no ha olvidado cómo...