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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Diana Bermeo Zapater

Neisi, una jaguar que levanta sus sueños

Escribo desde ese hormigueo de la alegría y el pujo que antecede al acto de llorar. ¿Qué vemos en Neisi Dajomes? ¿Qué nos hace sentir tan nuestra su felicidad, su victoria? ¿Por qué al escuchar ese grito después de levantar 145 kilos nos sacude las células?

El empuje

Neisi es hija del refugio. Nació en 1998 en Puyo, capital de la provincia de Pastaza. Años atrás su madre y padre huyeron de la violencia de nuestra vecina Colombia pero no pudieron huir del empobrecimiento.

El empuje caracteriza su historia en Ecuador, cuando su papá decidió abandonar el hogar y todos los cuidados cayeron sobre los hombros de su madre Orcelina Dajomes, a quien, en una entrevista, Neisi describió como la mujer maravilla, tan maravillosa que al no contar con la firma del padre de Neisi para un trámite que le permitiría viajar a una competencia, con la determinación propia de muchas madres, quitó el Palacios de su nombre y pasó a llamarse Neisi Dajomes Barrera, así el abandono no le arrebataría las oportunidades a su hija. El empuje también puede partir de la muerte de su hermano Javier en 2018 y de su mamá en 2019, a quienes llevó hoy en letras escritas en su mano izquierda, que colocó junto a su medalla y su corazón.

Desplazamiento

Ese momento donde la fuerza se concentra antes del aventón. Es el camino de una niña que miraba por la ventana de un gimnasio en la parroquia Shell, provincia de Pastaza, que levantaba un palo de escoba en casa, que sorprendió a la entrenadora y el entrenador: Mayra Hoyos y Walter Llerena, quienes vieron en ella un futuro de triunfos y, sin dudar, convencieron a su mamá para que Neisi, Javier y Angie, se queden en Ecuador construyendo una carrera en la halterofilia. Son sus triunfos en campeonatos juveniles, panamericanos, en mundiales, su séptimo lugar en los Juegos Olímpicos Río 2016.

Envión

Y llegamos al último momento, el envión, cuando levanta sus brazos hacia el cielo y dibuja la victoria con su cuerpo, cuando los sueños pesan 145 kilos, cuando reta al empobrecimiento, al abandono, a la indiferencia, a la falta de apoyo estatal y lanza ese grito de fiera, el rugido de una jaguar amazónica que nos despierta un domingo de agosto. Un grito que llega hasta las autoridades de turno que han tratado al deporte como a la educación y a la salud pública, destinando a nuestras deportistas a zapatos rotos, gimnasios sin equipos y a tomar la decisión de dejarlo todo. ¿Sabía usted que en los últimos 5 años el presupuesto asignado al deporte se redujo a la mitad?[1] Un grito que nos zarandea, a una sociedad que ve normal que la y el deportista se prepare con hambre, en bicicletas sin asiento y pistas con baches llenos de corrupción.

Neisi Dajomes, medallista olímpica

Es el triunfo de Neisi, de la hija del refugio, de la sonrisa de una niña afrodescendiente, de la mujer amazónica que puso en el podio su historia, la de su madre, de sus hermanos, de sus hermanas, la historia de sus pueblos. Un triunfo que es posible porque nunca dejó de creer en ella. Porque creyó su familia, porque creyeron quienes la han acompañado en su camino deportivo.

Porque cuando se cree en las mujeres, solo cosas maravillosas pueden suceder.


[1] “En 2015 el presupuesto destinado al deporte fue de USD 151 millones y en el 2020 era de USD 80 millones. Nos referimos a una reducción de más del 50 %” -afirmó Sebastián Palacios, Ministro del Deporte.

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Autoras

Diana Bermeo Zapater

Radialista feminista. Su experiencia inicia junto a las radios comunitarias y educativas de América Latina y el Caribe.