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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Gabriela Toro Aguilar

De qué sirve no callar

Con Sara nos encontramos 30 minutos antes de las 9 de la mañana, el tiempo exacto para que llegue puntual a su trabajo; por eso no le pregunté si ese era el motivo para tomar dos buses en una ruta tan corta para esta ciudad alargada. Ella caminaba ágil hasta la primera parada, donde luego cambiaríamos de bus. Apenas subimos me dijo “esta vez tuvimos suerte”, noté que su preocupación no era que le abran el bolso. Sabía a lo que se refería: en la unidad no había mucha gente y por eso no tendríamos que fijarnos mucho en la cercanía a nuestros cuerpos de quiénes estaban detrás o al lado. Aunque el bus se detuvo por alguna falla técnica —a la cual los ocupantes parecían estar acostumbrados, porque nadie se quejó ni preguntó al chófer qué pasaba, ni este decía qué estaba sucediendo—, Sara sonreía, irónica.

Es una joven profesional y vive en el Centro Histórico de Quito. Me dice que nunca se acostumbrará al acoso, aunque esté ahí, en las calles, en su vida y en la de las otras, 365 días al año. Hace más de cuatro años rompió todo contacto con uno de los mejores amigos de un exnovio. El hombre, un joven no vidente, la tocó y forzó para besarla cuando ella estaba de espaldas mientras lo ayudaba a colocar cosas en una estantería, pues él es comerciante y ella confiaba en él, como se confía en un amigo algo cercano. Desde ese episodio, Sara tiene sus reservas con los hombres no videntes, aunque no son los únicos de los que prefiere mantener distancias en ciertas ocasiones.

Como Sara, cientos de mujeres rompieron el silencio del acoso desde el 13 de enero en el grupo cerrado de Facebook #PrimerAcoso #NoCallamosMas. Ahí, ellas contaron experiencias violentas que han marcado etapas de su vida. Cuando a algún conocido, allegado (de sus familias, de la escuela o el barrio, que son la mayoría) o desconocido no le importó su seguridad ni integridad habían sido niñas, adolescentes o adultas. Esa carga innecesaria de culpa, vergüenza y miedo empezó a soltarse cuando otras leían las historias de sus conocidas, amigas, hermanas, vecinas, compañeras de estudio, colegas y desconocidas. Así lo decían ellas mismas.

En cinco días sus miembros llegaron a ser más de 26 000 y ese día, el 18, se hizo pública la fanpage de la iniciativa. Sus organizadoras, entre ellas Verónica Vera y Kika Frisone, relataron en el encuentro grupal del 28 de enero en el Parque El Arbolito que la iniciativa no se quedaría en lo virtual y que la invitación es replicarla y sumarse a ella. Efectivamente, en el grupo cerrado, se inició espontáneamente una serie de derivaciones entre mujeres abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales, entrenadoras, coachs, periodistas, escritoras, tatuadoras y más profesionales que ofrecieron sus servicios para generar más acciones que visibilicen la violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes. En Guayaquil y Cuenca también se hicieron reuniones grupales para conocer las percepciones y emociones de las participantes.


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Según las estadísticas del Municipio de Quito, 84% de mujeres usuarias “identifica el transporte público como inseguro”. Hasta noviembre de 2016, aproximadamente 500 usuarias denunciaron haber sido acosadas en las unidades del Trolebus, Ecovía y Corredor Sur Oriental, según la concejala Daniela Chacón. El dato que maneja el programa municipal ‘Cuéntame’ es que de todos estos casos (de enero de 2015 a enero de este año) 92 ya han pasado por la instancia judicial. Los más recientes se registraron en noviembre del año pasado y obtuvieron, cada uno, una sentencia condenatoria de seis años y medio de privación de la libertad para dos hombres que abusaron sexualmente sin penetración a dos mujeres en distintas unidades de la Ecovía.

Hace pocos días se implementó la iniciativa ‘Bájale al acoso’. Con el mensaje de texto “Acoso (y el número de la unidad donde se registre la agresión)” al 6367, la o él chófer activa una alarma que anuncia por los altoparlantes: “¡Atención! En este momento se ha registrado un caso de acoso en esta unidad. Les pedimos estar atentos”. Igual que el programa Cuéntame, esta iniciativa forma parte de las estrategias institucionales del Municipio de Quito contra el acoso sexual en los espacios públicos.

Las usuarias de transporte público en Quito son miles, con diversidades funcionales, de diversidad sexo-genérica, de distintas edades y etnias, y no solo se movilizan en el sistema integrado. Las estadísticas del Observatorio de Seguridad Ciudadana y del Patronato San José arrojan que 91% de usuarias (mujeres, adolescentes y niñas) han sido agredidas en el transporte público. 91% de mujeres que se mueven por la capital y que su integridad ha sido vejada con toques, roces, miradas, insultos, frases que pretenden calificar sus cuerpos según cierta mirada masculina, dichos que demuestran que el hombre (de cualquier edad, estrato económico y oficio) que los dice tiene poco o nulo poder sobre sí mismo y cree tenerlo sobre cualquier mujer, de modo que puede comentar “galante” u obscenamente sobre ella, su espacio o su misma existencia.

Por el momento, las iniciativas institucionales cumplen una demanda de hace varios años para atender y prevenir el acoso. Sus resultados, según el discurso mediático municipal y gubernamental, se miden en los casos judicializados, pues así, se dice, se deja un precedente de que el acoso sexual sí es un delito y se deja en la mirada pública que algo se está haciendo al respecto. Sin embargo, hay mucho que hacer y sacar a la luz. Y este llamado no solo es para que hayan más estrategias entre instancias estatales y municipales.


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“Entiendo que la idea se trata de hablar del primer acoso, es una tristeza para mi decir que no tengo sólo una historia, sino que he me encontrado en simultáneas y terribles situaciones de abuso sexual y mental.

Sin embargo, está bien presente el recuerdo, entre los más actuales, de una fiesta que terminó en un abuso sexual, aun me cuesta llamarlo por su nombre sin sentir culpa (…) Lo recuerdo bien a él porque durante ese semestre intentó siempre agradarme y se notaba que quería estar cerca de mí, que buscaba ganarse mi confianza.”*


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Cuando Sara escribió una de las experiencias violentas que más la ha marcado, –cuenta– temblaba, se culpó, maldijo, se dio cuenta que tenía mucha desconfianza y dolor acumulados. Al compartir esta experiencia, conocidas y amigas suyas la respaldaron, le hicieron saber que no estaba sola y que no tuvo ninguna responsabilidad cuando la convirtieron en víctima. Dice que aunque se sintió expuesta e incómoda, sí le ayudó publicar esa historia en el grupo cerrado. Ahora habla del tema y en enero estaba buscando clases de yoga.

La búsqueda por romper el pacto social de silencio que domina a la sociedad ecuatoriana desató otras reacciones; en ese ejercicio de encontrar sentido a la experiencia dolorosa que acerca a la muerte, pues la violencia tiene esa huella: la de anular la existencia.

#NoCallamosMas no solo empezó a visibilizar viralmente en Ecuador la dimensión de la práctica misógina del acoso y el abuso, también sacó a flote el impulso de vida de las mujeres que deciden romper los círculos de la violencia. Por eso se entiende que, sin esperar algún tutelaje, muchas hayan dispuesto sus conocimientos y experiencias para iniciar procesos de acompañamiento (defensa personal, grupos de sobrevivientes de violencias, asesoría legal y psicológica) y que muchas hayan contado que empezarían a generar dinámicas de auto-cuidado en sus vidas.


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“La violencia no era tan evidente, no habían golpes, ni insultos; la violencia estaba en la cotidianidad, en mi anulación diaria, y por lo tanto fue más difícil reconocerla, identificarla y romperla. Llegué a sentir que no tenía voz, que no tenía derecho de reclamar porque eran siempre tonterías, dentro de mi sólo crecía una herida (…) Me costó reconocer que fui maltratada agredida, que fui permisiva, que dormía junto a un tipo que me pudo destrozar la vida, pero que por suerte salió de ella a tiempo.

Gracias mujeres por enseñarme que no estoy sola.”*

*Estos testimonios públicos y anónimos fueron tomados del blog nocallamosmas.wordpress.com, no pertenecen a una misma mujer y fueron combinados a la manera de un collage para este artículo.

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Autoras

Gabriela Toro Aguilar

Apasionada de la locura de la vida. Antes que nada prefiere observar, escuchar y leer. Periodista, correctora de texto y estilo y encuadernadora artesanal. Actualmente es becaria de la maestría en literatura hispanoamericana de El Colegio de San Luis (México).