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Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Cristina Burneo Salazar

Nuestro derecho a la réplica : las mujeres

El pasado 18 de abril, envié mi columna a Plan V, como de costumbre. Me refería a una nota publicada por su redacción con la que no estaba de acuerdo. Se trataba de la cobertura de un encuentro entre Carlos Andrés Vera, equipo de Guillermo Lasso, y un sector del movimiento de mujeres que había acordado firmar un acuerdo con él durante la campaña electoral. Mi columna no se ha publicado hasta hoy, tampoco me han comunicado que la censuran. Considero que puedo ponerla a consideración de otro medio dado que mi editor ha bloqueado mi comunicación con él, por lo cual nuestra colaboración deja de ser posible. He modificado la columna original, que está en manos de Plan V, para La Periódica.

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Somos un movimiento y nos reconocemos como tal. Las que nos anteceden llevan luchando hace cuarenta años. Las mujeres que las anteceden a ellas empezaron a caminar hace siglos. Somos el movimiento de mujeres, conformado por sujetos políticos diversos, colectivos, organizaciones y mujeres no organizadas. Nos articulamos en torno a los feminismos. Todas, sin excepción, hemos sido discriminadas, agredidas, deslegitimadas o violentadas por ser mujeres. Entre nosotras, contamos asesinadas, desplazadas, violadas, sobrevivientes. El movimiento de mujeres en Ecuador es persistente. Tenemos desacuerdos permanentes y temporales, y navegamos a través de ellos porque sabemos que buscamos lo mismo y que eso que buscamos no comulga con el poder ni se acomoda a sus exigencias.

Somos un movimiento vivo y por eso esperamos que se dé cuenta de sus dinámicas con una aproximación ética desde el periodismo. No aceptamos ser objeto de especulación: es la gran diferencia entre ser un tema y ser sujetos políticos. El 27 de marzo de 2017, Redacción Plan V publicó una nota titulada Así se pulió la estrategia de Lasso para la semana final. La nota se refiere a los vínculos que Guillermo Lasso buscó durante su campaña electoral con las mujeres y colectivos LGBTI. Aquí uno de los pasajes más llamativos: “De ahí que buscó acercarse a ciertos sectores del feminismo, si bien se cuidó de no hacerlo con los más radicales, en especial, con los colectivos y activistas que tienen la despenalización del aborto y la ‘soberanía del cuerpo’ como tema principal de sus agendas.” Hasta hoy, no sabíamos que defender la autonomía del cuerpo era considerado un exceso. Tampoco sabíamos que nos dividíamos en dos: moderadas y radicales.

Un sector del movimiento de mujeres se reunió con Lasso durante la campaña electoral. Hubo posturas y reacciones distintas respecto de esta decisión. Muchas no estuvimos de acuerdo y considerábamos que los contenidos de la carta firmada iban a mínimos. Otros sectores consideraron que esa misma carta era un documento de protección de lo que hemos ganado, para no verlo en riesgo en caso de que la victoria fuera de Lasso —hoy, con Moreno, lo vemos igualmente amenazado—. Esto hay que contarlo porque los desacuerdos se discutieron con respeto en los espacios que tenemos; porque aunque no participamos de esos diálogos, sabíamos que se estaban dando; porque son puntos de agenda que las feministas históricas han discutido por décadas sin ver avances reales y siguen pendientes. Aquí seguimos, reivindicando la autonomía del movimiento una vez que el escenario ha cambiado, igual que reivindicamos su pluralidad y sus desacuerdos, reconociendo procesos de los que las mujeres nos hemos beneficiado y a los que nos han permitido sumarnos.

Es hora de mirar el movimiento de mujeres con mayor conciencia de su complejidad, sus debates no se pueden reducir a dos fórmulas de género. La división que hace la nota de Plan V entre moderadas y radicales no corresponde con la complejidad de las discusiones que sostuvieron los movimientos sociales durante el periodo pre-electoral. El periodista nombra a algunas mujeres como “moderadas”: “Algo que activistas como ellas tienen en común es que no son consideradas totalmente a favor de la despenalización del aborto”, a diferencia de los “elemento radicales”, dice la nota, que pertenecerían a la “tercera ola del feminismo”. La división maniquea de las feministas entre “moderadas” y “elementos radicales” no da cuenta de las distintas posiciones en el interior del movimiento y fuera de él. Tenemos que revisar nuestros lenguajes para poder dar cuenta de la complejidad de la conducta social y de procesos sociales como éste: el periodismo no se reduce a temas, es una exploración permanente que busca nombrar, decir algo más allá de la fórmula.

¿Cómo dar cuenta desde el periodismo de la complejidad de los movimientos sociales sin reducirlos ni hacer de ellos una caricatura? Esa pregunta debe marcar la labor de escritura para poder producir textos éticos. El movimiento de mujeres se articula de múltiples formas con el capital, la tierra y el campo, la ciudad, el cuerpo, otros actores sociales y el derecho a elaborar en el discurso individual una postura que se inscriba en el colectivo de maneras más o menos tensas, pero siempre enunciadas en pos de lo que queremos. La nota mencionada no se agota en lo anecdótico: es una ocasión para pensar en lenguajes renovados, medios independientes y la manera en que el periodismo se aproxima hoy al mundo, desde qué conciencia, con qué preguntas y predisposición.

Finalmente, es curioso que en la nota se afirme que aquí, en América Latina o en Ecuador, se cumple la línea histórica de la tercera ola del feminismo. ¿En qué manual? Es justamente la incomprensión de la historia de los feminismos lo que lleva a estas desorientaciones, o una resistencia a narrarlo de manera más atinada, quizás. ¿Cómo incorpora el periodismo el dato histórico con consistencia y cómo inscribe su narrativa en la cultura? En casos como estos esta pregunta se transforma en deuda: hay una responsabilidad de conocer para registrar.

Entre el 7 y el 9 de abril, el movimiento de mujeres sostuvo una reunión nacional. Asistieron 95 lideresas de cerca de 40 organizaciones de casi todo el país. La más joven vino del Movimiento Cantonal de Mujeres de Cayambe, vinculado a Luna Creciente. Se llama Ángela Coalchi Morales y tiene 13 años. Eli Rivera, lideresa del proyecto Promotores de Derechos, trabaja con niños en voluntariados y escuelas de formación política en Cayambe. La conciencia y la lucidez de alguien tan joven como Ángela vienen de estos procesos, que no pueden ser maltratados por la prensa, ni la pública ni la independiente. Ángela nos dice que mañana seguiremos, que vienen ellas y que vienen con mucha fuerza. Y vamos a honrar sus aprendizajes defendiendo nuestras luchas y la manera en que éstas se nombran.

La retórica divisiva de la nota de Plan V deslegitima posturas y crea falsas fragmentaciones. No se trata de libertad de expresión, se trata de abordar con responsabilidad temas como este más allá de lecturas maniqueas. La libertad de expresión no lo aguanta todo ni puede ser el lugar común al que acudimos para crear deslegitimaciones o interpretaciones tendenciosas. Me pregunto ahora cómo se miran medios como Plan V respecto del feminismo y de la cobertura de problemáticas relacionadas con el género con toda la resistencia que genera hoy. Precisamente, Juan Carlos Calderón, editor de Plan V, publicó el informe “No me toques”, documento valioso sobre el feminicidio.

¿Qué narrativas elige construir la prensa cuando se ve ante temas que no le son fáciles o que no son populares? ¿Hasta dónde llega la solidaridad de género del periodismo cuando se ve interpelado y hasta dónde se definen como medios que quieren trabajar con conciencia de género? ¿Cuándo renunciamos al privilegio de la libertad de expresión ilimitada para replantearnos nuestro trabajo desde la comprensión real de nuevas posturas, nuevas formas de comprender el mundo?

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Autoras

Cristina Burneo Salazar

PhD en Literatura latinoamericana por la Universidad de Maryland. Maestría en Estudios de la Cultura, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Licenciatura en Comunicación y Literatura, Pontificia Universidad Católica del Ecuador.